Sabina en estado puro
El milagro de los panes y los peces en el segundo de los conciertos en el Palacio de Deportes de Madrid
Los que acudimos anoche al Palacio de Deportes de Madrid tuvimos la suerte de presenciar el milagro de los panes y los peces, pues fuimos testigos de cómo una voz rota fue capaz de alimentar los gritos de miles de personas que desde el minuto uno estaban hambrientas de música y bellas letras. Un puñado de canciones que el tiempo ya ha convertido en himnos del universo sabinero sirvieron para nutrir a una multitud ávida de bocados exquisitos. La multiplicación del pan de la genialidad y del pez de la poesía hizo que todos los comensales allí congregados vieran saciado su apetito.
Aunque el protagonista del menú fue el álbum de 19 días y 500 noches, por cuyas noches de boda desfilaron barbis, rubias platinos, magdalenas y las hermosas mujeres del restaurador, no faltaron los platos típicos de la carta sabiniana, como contigo, y sin embargo, aves de paso o pastillas para no soñar, que cerró el concierto. Una versión libre de una canción de Bob Dylan quien le hipnotizó en su juventud, un guiño a Madrid con yo me bajo en Atocha, una mater España inédita encima de los escenarios y alguna otra canción entresacada de su amplia e irrepetible discografía completaron un repertorio de cinco estrellas. Sólo un genio como Joaquín puede condensar en dos horas y media la emoción de 19 días y transformar 500 noches de insomnio en una noche inolvidable.
Y como detrás de todo gran artista hay siempre una gran banda, en este caso el maestro estuvo arropado en todo momento por el cariño y la veteranía de los músicos que le vienen acompañando en todas sus giras y que dieron sobrada muestra de su buen hacer, no sólo con sus instrumentos si no también interpretando algunas canciones del muestrario del ubetense. A destacar la presentación que de cada uno de ellos efectuó el boss, en verso y con la música de más de cien mentiras.
Podemos afirmar que en la noche de ayer, don Joaquín Sabina, con su maestría y cual Tamariz, hizo desaparecer el pañuelo del pánico escénico que el pasado sábado asomaba en el bolsillo superior de su levita entre el clamor de su público que, ante la entrega de aquél, le rindió su más sincera admiración.