Nacido en Tokio, la vida de Cary-Hiroyuki Tagawa podría servir de punto de partida para una novela. Habiéndose criado en una serie de destacamentos militares al sur de los Estados Unidos (entre ellos, Fort Bragg, en Carolina del Norte, la mayor base militar del mundo), Tagawa se sentía como un «extranjero en tierra extranjera.»
El marco cultural del Sur a menudo puede devenir un entorno difícil y alienante para un foráneo. El padre de Tagawa, nacido en Hawai pero de condición nipona y norteamericana, sirvió en una unidad de contrainteligencia como parte de las fuerzas de ocupación del ejército norteamericano tras la Segunda guerra mundial. Mientras estaba allí, conoció a la madre de Tagawa, una joven y rebelde japonesa que devino actriz teatral.
Aún así, Tagawa no acometió la interpretación de modo inmediato. Aunque nos dice que «ya a corta edad comprendía en qué consistía el arte dramático,» y que ya integraba el reparto de las piezas representadas en el instituto. Su madre le disuadía de seguir la carrera de actor porque opinaba que los papeles que se ofrecían a los actores asiáticos en los filmes norteamericanos carecían de toda profundidad. En lugar de ello, Tagawa, quien dice que siempre sentía «el elemento guerrero de su ser» en su psique, se inclinó por West Point. Sin embargo, cuando mencionó el tema a su severo padre para su aprobación, obtuvo una vehemente negativa.
Tras devenir más consciente socialmente mientras estudiaba en la USC, las artes marciales le posibilitaron un modo de canalizar su rabia y de calmar el elemento emocional de su carácter. Comenzó a estudiar karate cuando adolescente, y posteriormente, de manera simultánea, incorporó las técnicas de lucha a una exploración de su herencia cultural japonesa. Esos estudios entrelazados le llevaron a forjarse su propio estilo de artes marciales. Bautizando su invención como Chuu-Shin, ésta consiste en definir un proceso que centra interiormente el espíritu y la mente, y posibilita, a quien busca, una estructura con que fundir los aspectos del ser tanto físicos como espirituales.
En muchos sentidos, la carrera de actor de Tagawa parece haber cerrado el círculo y contribuir a la reflexión acerca de una vida, la suya, hecha de exploración. En los años que siguieron, se le brindaron docenas de papeles, entre los que destacan sus roles en Golpe en la pequeña China (Big Trouble in Little China, 1986); EL último emperador (The Last Emperor, 1987); Sol naciente (Rising Sun, 1993); Mortal Kombat (Mortal Kombat, 1995); Vampiros, de John Carpenter (Vampires, 1998); Mientras nieva sobre los cedros (Snow Falling on Cedars, 1999); y Memorias de una geisha (Memoirs of a Geisha, 2005).