Entrevista con la directora
P: Inicialmente, Los jóvenes amantes era un proyecto de Sólveig Anspach que reactivaste tras su muerte. ¿Cómo se efectuó esa transmisión?
R: Ya conocía a Sólveig, nos habíamos encontrado dos años antes de su muerte en el festival de Roma. Habíamos pasado tres días muy felices en la villa Médici, había sido un encuentro bonito. Apreciábamos el cine de una y de otra, con esa mezcla de humor y gravedad. Nos habíamos vuelto a ver varias veces, yo sabía que estaba muy enferma. Un día que estaba trabajando en un bar, vi, en el café de enfrente, a Sólveig con su coguionista Agnès De Sacy y su productor, Patrick Sobelman. Me acerqué a saludarlos y me enteré a posteriori de que era su primera reunión en torno a LOS JÓVENES AMANTES. Un año más tarde, falleció Sólveig. Yo tenía ganas de trabajar con Agnès, con quien había empezado a reflexionar sobre un guion, cuando me propuso leer el proyecto –inacabado- que había empezado a escribir con Sólveig: contaba la historia de amor que había vivido la madre de Sólveig, ya mayor, con un médico mucho más joven que ella. Esa historia había conmovido mucho a Sólveig hasta tal punto que no podía imaginar no hacer una película inspirada en ella. Dos días antes de morir, Sólveig le pidió a Agnès que le hiciera una promesa: el proyecto tenía que salir a luz y ser dirigido por una mujer.
P: ¿Cuál fue tu reacción ante tal propuesta?
R: Primero, me pareció un peso difícil de llevar, manifesté mis dudas pero, a pesar de todo, terminé aceptando leer el guion: me dejó sumergida en la emoción porque, a través de la historia de su madre, Sólveig evocaba, sin duda alguna, su propia muerte y era muy conmovedor. En cuanto al guion propiamente dicho, formulé reservas: el proyecto me parecía, en realidad, demasiado sombrío y mortífero. Iba a tener un niño y tendía más que nunca hacia la vida. Por lo tanto, cuando fui a reunirme con Agnès y Patrick, pensaba decirles que no. Pero, al hablar del proyecto con ellos, me puse a trabajar, sin siquiera darme cuenta.
P: ¿Qué transformaste respecto al proyecto inicial?
R: Se conservó la esencia de la película, una parte de su trama, las características de algunos personajes, algunas escenas clave, como por ejemplo aquella en la que Shauna no consigue salir de la bañera y otra en la que la hija de Shauna comprende que su madre ha encontrado pareja – que es, además, la primera escena vivida y escrita por Sólveig. Caracterizamos y desarrollamos al personaje de Georges, el mejor amigo, y reinventamos por completo al personaje de Jeanne, la mujer de Pierre. Finalmente, después de consultar con Raphaële Moussafir (con quién coescribí mis dos películas precedentes), imaginamos el prólogo en el que está en cierne ese encuentro amoroso. También quisimos dar a la película más luz, menos negrura…
P: ¿Ya tenía Sólveig el casting previsto? ¿Seleccionaste a los actores en función de él o no?
R: Inicialmente, Shauna era irlandesa y Sólveig había encontrado a Vanessa Redgrave que había aceptado. Pero el tiempo pasó y, en el momento de la reescritura, el personaje había evolucionado. Tenía que dar con «mi propia Shauna»…
Empecé proponiéndole la película a Melvil Poupaud para interpretar a ese médico apasionado y fundamentalmente inquieto. Es un actor muy bueno, atractivo, misterioso e hipersensible.
Melvil se me impuso como una evidencia. Para Shauna, tenía que encontrar a una actriz que asumiera perfectamente su edad y pudiera encarnar a aquella “mujer resplandeciente que atraviesa la vida de puntillas”. Necesita ánimo la actriz que acepta tal papel: abordar de frente la vejez y la muerte no es nada fácil. Hay que aceptar abandonar en parte el control de su imagen cuando la sociedad actual incita a muchas actrices a ceder a la tentación ilusoria de una juventud eterna… Para hablar sin rodeos, no podía imaginar proponerle este papel a una mujer que hubiera recurrido a la cirugía estética. No critico a las (o los) que ceden a la tentación porque sé que la presión social es muy fuerte, pero como directora, considero que el lifting es como una plaga. Mi directora de casting, Tatiana Vialle, fue quien me habló de Fanny Ardant. Nunca había trabajado con ella pero presentía que era valiente… Desde nuestro primer encuentro, Fanny manifestó a la vez su entusiasmo junto con sus temores que no tenían nada que ver, finalmente, con la vejez ni con la muerte. Inmensamente púdica, a veces detrás de una apariencia de fanfarrona, Fanny estaba preocupada en realidad por la necesidad de ponerse al descubierto. ¿Tanto en sentido literal como figurado? Comprendí que besar a un hombre en la pantalla no era nada sencillo para ella, tanto más cuanto que el guion no eludía las escenas de amor. Tenía miedo como si fuera la primera vez, como Shauna frente a Pierre cuando se trata de hacer el amor… Eso me conmovió mucho y le dije: “Tienes miedo, ¡Qué suerte! Eres Shauna!”. En el plató, tardamos unos días en domesticarnos, pero a partir del momento en que tuvo confianza en mí, hizo todo lo que le pedía. Fanny es una actriz intensa, generosa y precisa que nos impresionó a todos. En primer lugar a Melvil, que le tiene un gran cariño perceptible en la pantalla. Globalmente, estoy muy satisfecha de todo el casting. Tuve un inmenso placer al encontrar nuevamente a Cécile de France. Era la primera vez que volvía a trabajar con una actriz con quien ya había rodado una película, y la confianza inmediata fue muy provechosa porque nos permitió ir todavía más lejos. Fue un redescubrimiento. Y me encanta esta manera que tiene Cécile de prepararse y de concentrarse, tiene un gran dominio de sí misma, es rigurosa, virtuosa.
P: Más allá del deseo de tomar el relevo de Sólveig, ¿cómo pudo esta historia impactarte lo suficiente como para apropiártela?
R: Aunque inspirado en su madre, el personaje de Shauna no se puede reducir a una sola mujer: se compone de una parte de Sólveig, una parte de Agnès, una parte de Fanny, una parte de mí… Shauna es la suma de nosotras, que tenemos todas un punto común: la audacia de no sacrificar nuestra vida profesional por nuestra vida personal, con el anhelo de vivir todas nuestras pasiones simultáneamente. Además, me conmueve particularmente la idea de que el amor puede irrumpir a cualquier edad. Al envejecer, tengo la impresión de que voy librándome de las barreras que una se impone cuando es adolescente o joven adulta. La idea de que una persona puede descubrirse a sí misma hasta el final de su vida, de que le quedan cosas por conocer, por trascender, por experimentar por primera vez, está profundamente anclada en mí. Y, a través de sus personajes, esta historia aborda también otras muchas temáticas que me son familiares: la relación padres-hijos, los lazos de amistad, la soledad, el ánimo de vivir a pesar de los obstáculos existenciales…
P: ¿Por qué le cuesta tanto a Shauna creer en esta historia, en el amor de Pierre?
R: A causa de su edad, por supuesto, pero es el árbol que no deja ver el bosque: a pesar de su fuerza aparente y de su belleza, Shauna es una mujer que siempre dudó de sí y que nunca fue realmente amada. Que un hombre, joven y además casado, pueda enamorarse de ella la deja pasmada. La falta de confianza en sí puede existir, cualquiera que sea la edad. Desde el principio, Shauna se da cuenta de su turbación. Esta historia la hace sonreír mientras es virtual, pero empieza a darle miedo en cuanto se vuelve más concreta. En cuanto a Pierre, tarda un poco en tener conciencia de sus sentimientos, pero a partir del momento en que se permite vivir este amor, se entrega en cuerpo y alma, sin ninguna duda: es irreprimible, vital.
P: La esposa desatendida de Pierre (Cécile de France) sufre pero Pierre no es verdaderamente culpable, ya que no desea hacerle daño, como en las tragedias.
R: La mayor benevolencia no impide infligir padecimiento. Al principio, Jeanne no toma muy en serio la aventura extraconyugal de su marido porque no duda de su pareja. Y es lógico porque ambos se quieren profundamente. Pero cuando se entera de que Shauna tiene setenta años, comprende que no se trata de una aventura pasajera. Esta relación que mantiene su marido con esta mujer ya mayor la preocupa mucho más – y ¡con razón!- que si se tratase clásicamente de una mujer más joven.
P: Cuando se entera de la edad de Shauna, tiene Cécile de France una risa muy cruel.
R: Por lo general, los hombres casados engañan a su mujer con jovencitas, y la representación de la mayoría de las parejas en el cine sigue este modelo. ¡ Si hubiéramos contado la historia de una mujer que engaña a su marido con un hombre más viejo, no hubiera interesado a nadie ! En cierto sentido, espero que, dentro de algunos años, una historia de amor entre un cuarentón y una mujer con más edad deje de ser un tema interesante.
P: Además de la pareja Shauna-Pierre, también está Georges, el amigo de Pierre, y Cecilia, la hija de Shauna. ¿Has creado a esos personajes para introducir un poco de ligereza y de comedia en lo que se puede parecer más bien a un melodrama?
R: En el caso de Georges, claro que sí. Es el payaso cariblanco de Pierre, el amigo divertido y depresivo que no ha construido nada, que multiplica las aventuras efímeras con mujeres más jóvenes y vive su vida a través de otros. Georges es víctima de “la promesa del alba” : ha querido demasiado a su madre que fallece al principio de la película, y este amor es insuperable. Por eso, le tiene un cariño inmenso a Shauna. Este sentimiento se vuelve más vertiginoso cuando descubre la relación que la une a Pierre…
Y, por lo que es de Cecilia, está en una encrucijada de su vida ya que su hija se va de casa, dejando a su madre aún más sola. Se dedica plenamente al trabajo y, lo quiera o no, sufre al ver a su madre enamorada cuando ella no lo está.
P: ¿Cécile de France logra existir plenamente en un papel secundario?
R: Para este papel, era necesario encontrar a una actriz que fuera a la vez muy diferente de Fanny y pudiera competir con ella, lo que no fue nada sencillo, porque en mi opinión, Fanny seguirá siendo eternamente “La mujer de al lado”, dicho de otra manera, una mujer difícilmente superable desde el punto de vista de la seducción. Quería que Jeanne diera una impresión de solidez y de arraigo, una mujer entrañable a quien Pierre no tenía, a priori, ningún motivo de ser infiel… Cécile es bastante inteligente para aceptar un papel secundario con tanto entusiasmo como un papel principal. Lo que le importa es tener que defender un personaje.
P: Mencionaste tu encuentro con Agnès De Sacy y la reactivación del proyecto. ¿Qué nos puedes contar de tu trabajo de escritura o reescritura con ella?
R: Agnès sabía que yo quería revisar el guion de cabo a rabo. Estaba de acuerdo en colaborar, lo que era valiente de su parte ya que era depositaria de la promesa hecha a Sólveig. Pero creo que nunca tuvo la impresión de traicionarla. En el fondo, Sólveig a menudo estaba presente, con nosotros… Muchas veces pensé en ella a lo largo de la preparación de la película. No sé si le hubiera gustado pero lo que sí sé, es que hubiera estado muy contenta de que existiera.
Agnès y yo trabajamos juntas muy agusto, aunque somos muy diferentes. ¡ No tenemos el mismo ritmo! Me siento mejor por la manãna y ella por la tarde o por la noche; ando rápido y ella despacio; me gusta ir al grano cuando ella es una aficionada a la disgresión… Cada una dio un paso hacia la otra. A no ser que fuéramos simplemente complementarias.
Nuestros primeros lectores fueron nuestros productores y sus comentarios, en cada etapa, fueron muy constructivos. Ellos fueron quienes, entre dos versiones dialogadas, nos sugirieron recurrir a la mirada benevolente y siempre pertinente de Raphaëlle Moussafir: gracias a ella, en gran parte, los personajes adquirieron una verdadera amplitud.
P: ¿Definirías LOS JÓVENES AMANTES como un melodrama, como una comedia romántica algo grave?
R: Es, sin duda alguna, un melodrama que, en mi opinión, estriba en la idea de que nunca hay que caer tan bajo como para que, después, sea imposible subir la cuesta. Es la película más grave que he escrito pero quizás también la más ardiente.
P: Te agradecemos haber escrito un final optimista. Hubiera sido demasiado doloroso ver tal historia terminar de manera trágica.
R: Como dice Pierre, cualquiera que sea el tiempo que nos queda, hay que disfrutar de ese aire que seguimos respirando juntos… Y comparto la misma percepción, pero de manera más fuerte aún desde la aparición de esa pandemia que nos separa de los otros, de nuestros seres queridos, según las olas, siguiendo el ritmo de un melodrama, y que convierte siempre nuestros reencuentros en momentos tan preciosos. En estos tiempos en que desaconsejan que nos toquemos, que nos abracemos, en estos tiempos en que piden que nos aislemos, al abrigo del mundo, me parece esencial contar la historia de una mujer ya mayor que, en el ocaso de su vida, disfruta y goza del tiempo que le queda. Responder a la muerte o al miedo a morir con el deseo de vivir es el tema de la película, fue lo que me transmitió Sólveig con esa historia. Se sabía moribunda, pero ignoraba que, cuando saliera la película, resonaría tanto con su época.