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Bikeriders. La ley del asfalto cartel reducidoBikeriders. La ley del asfalto(The bikeriders)
Dirigida por Jeff Nichols
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Escrita y dirigida por JEFF NICHOLS (Loving, Take Shelter), la película está protagonizada por Jodie Comer (“Killing Eve”, El último duelo), Austin Butler (Elvis, Érase una vez en… Hollywood), Tom Hardy (El renacido, Mad Max: Furia en la carretera), Michael Shannon (Revolutionary Road, Take Shelter), Mike Faist (West Side Story, Rivales), Boyd Holbrook (“Narcos”, “The Sandman”), Damon Herriman (“Justified: La ley de Raylan, “Mr Inbetween”), Beau Knapp (“Seven Seconds”, “El pájaro carpintero”), Emory Cohen (Brooklyn, “The OA”), Karl Glusman (Love, “Devs”), Toby Wallace (El glorioso caos de la vida, “Pistol”), NORMAN REEDUS (“The Walking Dead”, Los elegidos), HAPPY ANDERSON (“Snowpiercer: Rompenieves”, “The Knick”) y PAUL SPARKS (“House of Cards”, “Boardwalk Empire”).

Producen la película SARAH GREEN (El árbol de la vida, “Farenheit 451”), BRIAN KAVANAUGH-JONES (“Bad Education”, Upgrade: Ilimitado) y ARNON MILCHAN (12 años de esclavitud, Birdman o /La inesperada virtud de la ignorancia). Los productores ejecutivos son YARIV MILCHAN (Bohemian Rhapsody, Ad Astra), MICHAEL SCHAEFER (Marte/The Martian, Alien: Covenant), SAM HANSON (El faro, El hombre del norte), DAVID KERN (El inocente/The Lincoln Lawyer, El secreto de Adaline) y FRED BERGER (La ciudad de las estrellas/La La Land, “Bad Education”). Fotografía, ADAM STONE (Midnight Special, Mud); diseño de producción, CHAD KEITH (Tigre Blanco, Take Shelter); montaje, JULIE MONROE (“Solo asesinatos en el edificio”, Mud); vestuario, ERIN BENACH (Ha nacido una estrella, Aves de presa y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn); supervisión musical, LAUREN MIKUS (Todo a la vez en todas partes, Loving); casting, FRANCINE MAISLER (12 años de esclavitud, “Succession”).


Acerca de la producción
La chispa inicial que daría inicio a BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO, la nueva película del guionista y director Jeff Nichols, apareció hace ahora 20 años cuando su hermano Ben le enseñó el libro-reportaje de Danny Lyon acerca de una banda de moteros del Medio Oeste estadounidense. “Ben tiene un grupo llamado Lucero y quería utilizar una de las fotos de Danny para la portada de un álbum”, explica el director. “El libro estaba en la mesita del salón, no lo había visto antes”.

La portada no se materializó, pero Jeff se sintió atrapado por las fotos y el texto. Publicado por primera vez en 1968 con reediciones posteriores, The Bikeriders es una crónica de los cuatro años durante los que el autor entrevistó y fotografió a los miembros del Chicago Outlaws Motorcycle Club. El libro fue la inspiración para que Jeff Nichols escribiera un guion de ficción donde incorporó a varios personajes basados en los moteros originales.

“Creo que mi hermano tenía la edición de 2003, un detalle importante”, dice Jeff Nichols. “Incluía una introducción escrita por Danny en la que contaba lo que les había ocurrido a algunos miembros de la banda. Solo dedicaba una línea al jefe del club, un tal Johnny, del que pusieron en duda su liderazgo. Muchos dicen que ese incidente fue el fin de la era dorada de los moteros, y me bastó esa frase para encontrar la forma de la película”.

Según Jeff Nichols, el prólogo de Danny Lyon estaba lleno de una nostalgia que encaja con el grupo de marginados: “Fue una época especial, única, desapareció y nunca volverá. El libro describe algo maravilloso, pero también muy triste, y eso se ha colado en la película”.

El director reconoce que la cultura motera no era lo suyo: “No crecí con una moto, nadie de mi familia tenía moto. Me intimidaban. Entonces los moteros daban miedo. A veces intentaba vender una posible película sobre un club de moteros y me contestaban que estaba muy bien, que lo hiciera, pero siempre se quedaba en nada”.

Años después entró en Black Beauty, la página de Danny Lyon, y reencontró las fotos de los Outlaws en su mejor momento. “Un día descubrí que había colgado unos archivos QuickTime del audio original que utilizó para escribir el texto del libro”, recuerda el director. “Hablaban todos, Kathy, Zipco. Sus voces eran increíbles”.

Oír sus voces fue el impulso necesario que necesitaba Jeff Nichols para escribir el guion. “Fue una herramienta crucial para mí como guionista”, dice. “De pronto podía visualizar la película, el sonido, las imágenes”.

Las cintas de audio también le aportaron la seguridad necesaria para ponerse en contacto con Danny Lyon en 2014: “Me presenté y le expliqué lo mucho que respetaba su trabajo. Él había visto Mud y le había gustado, así que me fui a Nuevo México a conocerle”.

El guionista y director explica que BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO se desarrolla en dos niveles. Hay una historia principal, un triángulo amoroso con dos hombres y una mujer. Uno de los hombres, Johnny, y la chica, Kathy, quieren a Benny. Es todo lo que ellos desean, pero por razones muy diferentes. Los dos intentan construir sus esperanzas y sueños en Benny, pero él no está hecho para eso, y todo acaba en una tragedia, Benny no quiere tener nada que ver con sus sueños y esperanzas. Esto no proviene del libro, me inspiré en las fotos y en las voces, la historia es totalmente mía”.

Jeff Nichols añade que la película también aborda la psicología de los grupos de marginados: “El mejor ejemplo que se me ocurre es el monólogo de Zipco, al que encarna Michael Shannon, cuando cuenta que fue al centro de reclutamiento con una resaca de primera. Tal como me lo esperaba, cuando rodamos la escena, todos se reían. La tristeza llega al final porque Zipco quería ir a luchar a Vietnam, pero el ejército le rechazó, era un indeseable. Y todos estos tipos duros sentados alrededor de una fogata asienten en silencio porque lo entienden. Zipco ha dado voz a sus sentimientos.

La familia perfecta
Es probable que a Jodie Comer se la conozca sobre todo por encarnar a Villanelle, la impecablemente bien vestida, aunque anticuada mujer fatal de la serie “Killing Eve”, pero es una de las actrices más versátiles del momento que ha protagonizado numerosas series, películas y otras de teatro. En BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO, la actriz británica vuelve a transformarse para dar vida a Kathy, una chica convencional del Medio Oeste que se enamora de un joven y enigmático motero, y que también es la narradora de la historia.

“Estaba entusiasmada con la idea de trabajar con Jeff Nichols”, dice. “Hace mucho que le admiro. Luego me enteré de que el guion estaba basado en un libro de fotos realizadas en los años sesenta del pasado siglo y me pareció genial”.

No duda en describir estas fotos como bellas imágenes de un estilo de vida duro y sucio que existía en los márgenes de la sociedad educada: “Solo vi unas tres fotos de Kathy, mi personaje; no sabía que la estaban fotografiando, pero me aportaron muchísimo”.

También escuchó una cinta de media hora donde se oía hablar a Kathy, una chica abierta que no tenía pelos en la lengua. “Me enamoré de ella”, dice. “Me encanta que sea la narradora y que la historia se cuente desde su perspectiva. Danny me dijo que tenía sentimientos profundos, que era elocuente e inteligente. No sé si ella se daba cuenta, pero desde luego, dice lo que piensa”.

Cuando Kathy conoce a la banda de moteros – la lleva una amiga –, no solo le repelen, también le dan miedo… hasta que conoce a Benny. “Hay una conexión instantánea que se ve aumentada por el elemento de lo desconocido”, explica Jodie Comer. “Ella aspira a tener una vida estable con él, pero él no puede dársela. Ofrece una vida de peligro embriagador. De pronto se ve rodeada de drogas, alcohol, violencia. Eso debió cambiarla, aunque parece conocerse bien a sí misma”.

Kathy es testigo de todo e intenta contarlo sin grandes explicaciones. La actriz sigue diciendo: “Creo que si la historia la contara uno de los chicos, sería muy diferente. Quizá más chula, con más gloria, pero al encontrarse en la periferia, Kathy es una narradora más fidedigna”.

Para Jodie Comer, que creció en Liverpoool, uno de los mayores retos fue aprender a hablar con el acento del Medio Oeste estadounidense. Trabajó con la profesora de diálogo Victoria Hanlin durante dos meses y medio antes del rodaje. “La relación de Kathy con Benny es básica en la película, pero en muchas escenas donde están juntos se miran sin decirse mucho”, dice la actriz. “Casi nunca se les ve en momentos íntimos. Me pareció que la única forma de captar la esencia de Kathy era a través de su voz. Quise asegurarme de hacer todo lo posible para que la voz fuera perfecta”.

Jeff Nichols dice que gran parte de la narración es una adaptación de las entrevistas grabadas de la auténtica Kathy: “Tiene un ritmo único hablando. Es graciosa, crítica consigo misma, con un fuerte acento típico de la clase trabajadora de Chicago. Jodie supo imitarlo a la perfección; también sus pausas y cambios de tono cuando se volvía sarcástica. He puesto las entrevistas al público en varios festivales y todo el mundo se queda atónito ante la imitación perfecta, casi da escalofríos”.

Puede que Jodie Comer parezca decir sus diálogos sin el menor esfuerzo, pero según el director, no fue así: “Un día vi sus ‘deberes’. Había copiado fonéticamente todos los diálogos de la verdadera Kathy. Representaba un trabajo impresionante, pero lo increíble es que no se notaba para nada delante de la cámara”.

Austin Butler, que saltó a la fama internacional con la película biográfica Elvis y al que hemos visto recientemente en Dune: Parte Dos, encarna a Benny, un hombre misterioso de pocas palabras. Viene de una familia más acomodada que la mayoría de sus compañeros, algo que le hace sobresalir. “Se ha distanciado de su familia y se ha convertido en un lobo solitario”, explica el actor. “Pero cualquier ser humano necesita una comunidad, y cuando encontró a Los Vándalos, descubrió una figura paterna en Johnny y una camaradería inesperada en la banda. Se casa con Kathy enseguida, pero siempre está dispuesto a marcharse. No quiere que se le pida nada, ni que se le necesite. Kathy quiere que deje esta vida y Johnny quiere que se haga cargo del liderazgo”.

El actor cree que Jeff Nichols creó un guion muy cuidado: “Todos los personajes están muy bien pensados, tuvo en cuenta todos los detalles. Cuando llegamos al plató, ya tenía toda la película mapeada en la cabeza, lo que nos permitió trabajar con mucha más tranquilidad. Nos animaba a contribuir con nuestras ideas, pero sabíamos que lo controlaba todo”.

Las grabaciones que Danny Lyon colgó en su página fueron muy útiles para sus compañeros de reparto, pero no había ninguna de Benny. “Fue genial porque no puedo decir ni hacer nada que no se parezca a Benny”, dice. “Escuché muchas de las cintas de Danny y me ayudaron, pero al fin y al cabo, se trata más de transmitir la esencia de Benny mediante mi voz”.

AustinButler creció entre las motos de su abuelo y de su padre. Cuando sus abuelos se trasladaron de California a Arizona, él y su padre iban a visitarles en moto. “Al cumplir 16 años, mi padre decidió que era hora de que aprendiera y me soltó en un aparcamiento vacío. Después de que Jeff me hablara del papel, aproveché cualquier momento libre para subirme a una moto. En Australia, cuando rodaba Elvis, conocí a un hombre que reparaba viejas Harley y los dos salíamos mucho a la carretera. Era la primera vez que llevaba una moto de esa época; me ayudó a prepararme para la película”. Hablando del compañerismo con los otros miembros del reparto, dice: “Entrenar juntos nos unió mucho. Jeff Milburn, el maravilloso coordinador de especialistas, trajo unas motos de época alucinantes, pero son muy diferentes de las actuales. Tuvimos que practicar para sentirnos cómodos. La mayoría de las motos que salen en la película pertenecen a su colección, incluso la mía. Aprendí mucho de motos con Jeff. Empezamos a entrenarnos meses antes del rodaje. Ya durante el rodaje se creó una especie de unión; era increíble ver a Tom, a Carl, a Toby en las motos, haciendo rugir los motores”.

La última escena de BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO dice mucho acerca de Austin Butler: “El ruido de las motos al final de la película equivale a una llamada de su padre y de sus hermanos. Se parece al león que siempre ha estado libre en la sabana y, de pronto, es hecho cautivo. Oye el rugido y entiende dónde debe estar. La sensación se convirtió en algo personal para mí. Soy joven y quiero estar cerca de un tipo de energía que me haga sentir que encajo”.

Tom Hardy es Johnny, el fundador de Los Vándalos y el macho alfa de la banda. En su calidad de fundador, da ejemplo a los recién llegados, pero la edad empieza a pesarle. Johnny quiere que Benny le sustituya. “Basta mirar a Johnny para ver a un hombre desbordado por una época cambiante”, dice Jeff Nichols. “Aún lleva el típico peinado de motero, el pelo echado hacia atrás con brillantina, pero los jóvenes ya tienen un look diferente”.

Otro miembro es Sonny el Cachondo, al que da vida Norman Reedus, un duro motero californiano llegado hace poco a Chicago. “Quería enmarcar la historia con dos piezas icónicas de la cultura pop”, explica el director. “La primera era Salvaje, con Marlon Brando, y la otra, Easy Rider. Sonny el Cachondo, el personaje de Norman Reedus, cobra por estar fuera de un cine e invitar a la gente a entrar a ver esas películas. Se han convertido en una versión cinematográfica de sí mismos, como si interpretaran un papel”.

Michael Shannon fue el primer actor en ser elegido y Austin Butler el segundo. Este reconoce que aún no sabía qué papel tenía Shannon. “Pero es increíble trabajar con él por su concentración. Acaba una toma, se aleja unos momentos, vuelve y entra de lleno en la escena”. Michael Shannon encarna a Zipco, un personaje inspirado en la conocida foto de Danny Lyon: “Sonny el Cachondo de camino con Zipco, Milwaukee”.

Un reparto de ensueño
Jeff Nichols escogió a rostros conocidos para encarnar al resto de la banda. El actor australiano Damon Herriman, conocido por encarnar a Dewey Crow en “Justified: La ley de Raylan”, dice: “Sigo sin poder creerme que todos estos actores sean Los Vándalos. Tienen carreras increíbles, son grandes actores, pero están aquí porque quieren trabajar con Jeff Nichols”.

Damon Herriman es Brucie, el lugarteniente de Johnny. “Brucie está en el club desde el principio”, explica el actor. “Es un tipo sensato que trabaja de electricista durante el día. Cree que la única forma de mantener vivo el club es respetar a Johnny, y ahí está en cuanto nota la más mínima amenaza hacia su liderazgo. Es un buen mano derecha, pero no tiene madera de líder”.

Lo que más interesó a Damon Herriman del guion fue ver la transformación de un club de amantes de las motos a una banda de moteros. “Los Vándalos se unieron por su amor a las motos, para conseguir que fueran más veloces y competir entre ellos; es decir, pasarlo bien”, dice. “A medida que avanza la película, hay una progresión que les lleva a convertirse en la típica banda de moteros con el pelo largo y barba que se dedica a actividades ilícitas”.

Happy Anderson utilizó su amplia experiencia en la gran y pequeña pantalla para encarnar a Jack el Gigante, al que describe como “un directivo intermedio” en el club: “Tiene a mucha gente por encima, pero también a mucha por debajo. En el fondo, idolatra a Johnny y busca su aprobación, pero cree que lo conseguirá retando a su héroe”.

Según él, Jeff Nichols supo crear un ambiente de trabajo idóneo donde las sugerencias y las ideas eran bienvenidas: “Con la tremenda energía de Jeff, todo parece fácil en el plató. Por ejemplo, tengo una escena de lucha con Tom Hardy, un experto en jiu-jitsu que por suerte es un encanto. Fue intenso, desde luego, hay mucha coreografía, no te puedes olvidar de nada, pero lo conseguí”.

Antes de rodar BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO, Happy Anderson recuerda haber subido a una moto dos veces en su vida. “No conocía este mundo para nada, pero me he enamorado”, reconoce. “Es otro modo de vida, y aunque no es algo que yo quiera hacer, no deja de ser muy atrayente”.

Corky, al que da vida Karl Glusman, y Wahoo, encarnado por Beau Knapp, son dos miembros inseparables de Los Vándalos. “Son como dos perros que guardan a Johnny”, explica Glusman. “Si tiene que enfrentarse con alguien, ahí estamos a su lado. No somos tíos muy complicados; nos gustan las chicas, nos gustan las motos. Bebemos. Fumamos. No nos importa mucho más”.

El actor dice que trabajar en las escenas de grupo ha sido algo nuevo para él: “Basta con ver quién hay en el reparto. En algunas escenas de grupo, a lo mejor solo tengo una línea de diálogo, pero debo reaccionar ante lo que pasa, y eso no está escrito. Cuentan esos pequeños momentos que aparecen espontáneamente”.

Según Beau Knapp, su personaje Wahoo es un loco divertido, pero también vulnerable: “Necesita al club, para él no son un grupo de marginales. Busca una salida, un lugar en el mundo que le permita entender quién es él realmente. Esta película habla de la época dorada de las motos, cuando era una pasión, cuando se trataba de ser parte de algo grande, antes de que tomara el camino equivocado”.

“Karl y yo nos lo pasamos muy bien juntos”, sigue diciendo, “todos lo pasamos genial. Ser parte de esta película fue muy especial, formamos un grupo. No me refiero solo a los actores, sino al director, los productores, todo el equipo. Trabajamos para crear algo auténtico, una película muy masculina con motos, violencia, que transcurre en un momento muy volátil de la historia de Estados Unidos. Cada uno de los actores podría ser el protagonista de una película, y eso intimida, pero nunca lo había pasado tan bien haciendo una película”.

Boyd Holbrook dice que Cal, el mecánico y gran experto en motos del club, es muy diferente de sus compañeros: “Todos son muy machos, pero Cal es introvertido y solo le gustan las máquinas. Es un cerebrito. No hay quien le aleje de los motores. Para él, están vivos, le emocionan, definen su vida. Y para mí, como actor, un personaje así es una mina de oro. Hay algo donde puedo hincar el diente. Y las motos eran alucinantes, todas originales con la pintura original”.

Según el actor, Jeff Nichols es un tesoro nacional. “Es un cineasta americano capaz de captar la esencia de nuestra cultura”, dice. “Sus guiones son soberbios, sabe contratar a los mejores. Y está dispuesto a escuchar una sugerencia. Siempre trabaja con el mismo equipo técnico, se entienden casi sin hablar, y eso ayuda mucho a que el rodaje fluya”.

Puede que su nombre no lo deje adivinar, pero “Cucaracha” es el más tierno y divertido del grupo, según cuenta el actor Emory Cohen: “Quería que fuera un chico amable, que cayera bien, pero también debía encajar en el mundo de Los Vándalos. Lo que más me gustó del personaje es que la moto, el club y el atuendo eran su forma de expresar su individualismo. Se metió en el grupo para pasarlo bien y ser libre”.

En cuanto a las razones por las que hay que ver BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO, enumera unas cuantas: “La primera, Jeff Nichols, y luego, Tom Hardy, Mike Shannon, Jodie Comer, Norman Reedus… Está llena de grandes actores”.

Toby Wallace representa a la nueva generación con el personaje de El crío, un punk de 19 años que no solo quiere unirse a Los Vándalos, sino que incluso se imagina liderando el club. “Quiere ser una leyenda”, explica el actor. “Para él, ver a Johnny pasar en su moto es casi ver al Mesías. Pertenece a otra generación y está decidido a inyectar vida a un club que empieza a decaer, pero puede que también represente algo más siniestro”.

A primera vista puede parecer un personaje intrépido, pero Tony Wallace no le ve así: “Le mueve el miedo. Es un poco como un perro agresivo; si te acercas mucho te morderá. Le mueve la rabia, es impulsivo”.

El actor cree que no hay nada raro en que tantos grandes intérpretes se unieran para la película: “Es por Jeff Nichols. Es un director muy respetado y cualquier actor está dispuesto a trabajar con él”.

La recreación de una época
BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO transcurre sobre todo en Chicago, pero se rodó en Cincinnati, Ohio, y alrededores, una importante ciudad del Medio Oeste que ofrecía decorados urbanos y rurales idóneos para recrear el Chicago de los años sesenta. Para conseguir una recreación tan perfecta como meticulosa los departamentos de fotografía, diseño de producción, vestuario, peluquería y maquillaje trabajaron codo con codo durante la preproducción. “He tenido la enorme suerte de colaborar en varias películas con el director de fotografía Adam Stone, el diseñador de producción Chad Keith y la diseñadora de vestuario Erin Benach”, reconoce Jeff Nichols.

El director entregó a cada jefe de departamento una foto de Cal, uno de los moteros auténticos, sentado en una gasolinera con una botella de soda en la mano. Su ropa, su postura, los colores que le rodeaban, todo debía influir en los elementos visuales de la película. “Les dije que si conseguíamos un fotograma con la misma densidad, tan llena de vida y tan específica, habríamos ganado la batalla”, recuerda.

Añade que lo primero que hizo con el decorador ADAM WILLIS fue documentarse. Las paredes del despacho de producción estaban cubiertas con cientos de fotografías: “La cantidad de detalles en cada decorado es espectacular”, dice el director.

Chad Keith, el diseñador de producción, explica que aumentaron la crudeza de las fotos: “No hay nada limpio. Siempre hay algo de suciedad porque están reparando sus motos, y es lo que queríamos comunicar. Nos preocupamos de que la basura y los grafitis correspondiesen con la época. Pero el mayor reto fue recrear el bar Stoplight, el cuartel general de Los Vándalos. Lo construimos íntegramente para que correspondiese exactamente con la época”.

Una foto que no está incluida en el libro describe el exterior del bar. El detalle más llamativo era una especie de gran ventanal en la parte delantera. “Desde dentro se veían formas, luces, neones, y durante el día entraba la luz del sol, pero no era realmente una ventana”, explica Jeff Nichols. “Encontramos una tienda tapiada con maderas y sustituimos la parte delantera con paneles de cristal. La luz era perfecta, pero también nos impedía rodar las noches de día, lo que no estuvo muy bien visto por los actores”.

La búsqueda de autenticidad también se trasladó a los interiores. Chad Keith encontró un linóleo perfecto, pero ya no se fabricaba: “No nos quedó más remedio que escanearlo, imprimirlo y sacarlo en una pieza. Reconstruimos paredes para luego destrozarlas porque en las fotos de Danny se ve que el yeso se había arrancado, dejando ver los tablones de la pared”, explica. “Utilizamos una pintura genial de doble tono que recién aplicada era verde oscura, pero al secarse era más clara. Cuando acabamos, el decorado era asombroso”.

Al igual que Chad Keith, el director de fotografía Adam Stone ya había trabajado con el director. “Jeff nos explicó muy al principio que se trataba de rodar algo tan absorbente como las fotos del libro de Danny Lyon”, dice. “Hablamos mucho de cómo conseguir recrear la sensación que se desprende de estas fotos, nos aportaron modelos extraordinarios que replicamos en la película; detalles como las uñas sucias, los vaqueros manchados, el pelo sin lavar, las motos correctas. Están todas las capas”.

Adam Stone explica que la película es en color aunque las fotos originales son en blanco y negro, pero no por eso ha perdido la pátina vintage de las imágenes de Danny Lyon. Se rodó en negativo Kodak de 35mm y un objetivo Panasonic Serie G, lo que lleva directamente a las películas de los años sesenta y setenta del siglo pasado.

No tardaron en darse cuenta de que no sería nada fácil rodar a actores en sus motos que conectaran visceralmente con el público. “Probamos unas cuantas cosas y varias cámaras montadas en plataformas antes de descubrir que una cámara de mano rodando en la misma moto era la mejor forma de hacer que el público se sintiera lo bastante cerca del personaje”, dice Adam Stone. Lo consiguieron con motos de tres ruedas conectadas a una plataforma en la que iba el operador con la cámara al hombro rodando planos cortos y medios del actor.

Dado el esfuerzo realizado por los actores para conducir las motos correctamente, Jeff Nichols también quería planos donde se les viera encima de sus motos en la carretera. “Imaginé a Tom Hardy montado en una fantástica moto con otros tres detrás de él en impecables motos de entonces. Para captar esa imagen, utilizamos un vehículo con cámara y grúas”, dice.

Adam Stone reconoce que se siente muy orgulloso del producto final: “El libro de Danny está lleno de fotografías altamente sofisticadas y personajes de lo más interesante. La película tiene un look pulido y sin pulir a la vez, muy parecido al de las fotos. No queríamos que fuera lustrosa ni que pareciera falsa. Nuestra idea siempre fue llevar al espectador al mundo del libro, y creo que lo hemos conseguido”.

Crear los atuendos y el look de catorce actores principales y secundarios, además de varias decenas de figurantes, ocupó a tres departamentos – vestuario, peluquería y maquillaje – durante meses antes del rodaje. Una vez más, las fotografías de Danny Lyon fueron esenciales para recuperar la autenticidad exigida por el director. La diseñadora de vestuario Erin Benach reconoce que se inspiró en el libro e intentó respetar al máximo la ropa retratada. Se esforzó en que todo, incluso la ropa interior, correspondiera a esos años.

“Es habitual ver el calzoncillo aparecer por encima del cinturón del vaquero”, dice. “Pero al tratarse de una película de época, hay que tener en cuenta todas las capas. Siempre que volvía a mirar las fotos, me aportaban otra información”.

Las chaquetas de los moteros son la marca de identidad de los personajes; cada una se hizo a medida, decorada con insignias personales, cadenas y otras cosas cosidas a mano. “Todas las insignias tuvieron que ser aprobadas legalmente. Las diseñamos, fabricamos, envejecimos y cosimos en un sinfín de chaquetas hechas de cuero o de tela vaquera con los colores del club indicando a quién pertenecía”.

Jeff Nichols le dijo muy al principio que no veía a Benny con una chaqueta muy decorada, al contrario de sus compañeros. “Me habló de cierta despreocupación por las apariencias. Lleva una chaqueta sin apenas elementos añadidos y nada de joyas. Es de lo más sencillo para ese mundo”.

Una de las personas más importantes contratadas por la diseñadora fue un especialista en tintes y envejecimiento para que toda la ropa pareciera usada y sucia. “Es una vocación muy especial”, dice, “y un talento muy sutil. La cámara suele hacer desaparecer un 30% del envejecimiento y de los tintes. Siempre pido más porque la cámara se lo come. También teñimos la ropa vaquera con el mismo tono para que pareciera que todos están en el mismo mundo”.

Erin Benach tenía muy claro que no habría ninguna prenda nueva en la película, por lo que todo el cuero era de segunda mano. “Tuvimos que hacer mucha ropa desde cero”, dice. “El mayor reto fue reproducir el mismo modelo varias veces para el mismo actor. Normalmente, tratándose de una película con caídas o acrobacias, se compran varias prendas idénticas y se envejecen a la vez. Pero como me empeñé en utilizar prendas de segunda mano, hubo ocasiones en que se parecían mucho, pero no eran idénticas”.

La diseñadora reconoce que disfrutó con la ropa de las mujeres. “Cada una viste de una forma diferente. Algunas se limitaban a pedir prestada una chaqueta de cuero para ponérsela encima de un suéter de cuello alto y unos pantalones vueltos. Otras sí se preocupaban por formar parte del club”.

“El vestuario de Kathy es bastante adecuado”, sigue diciendo. “Se compra una camisa de motera a la que añade una cadena, pero lleva el mismo suéter. Está rodeada de un mar de tejanos, cuero, torsos desnudos, sudor y mugre; quería que se sintiera fuera de lugar, desplazada, por eso empieza a vestirse de violeta y acaba llevando negro, marrones y algún toque malva”.

La diseñadora de maquillaje ASHLEIGH CHAVIS también se basó en las imágenes del libro de Danny Lyon y en otras fuentes de la época. “Ya había trabajado en películas de esa época, pero aquí no se trataba de reproducir los glamurosos años sesenta y setenta”, explica Ashleigh Chavis, que se encargó del maquillaje de Los ojos de Tammy Faye. “Aquí estamos en un submundo en el que se vive al borde del precipicio. Las imágenes lo decían todo. Incluso en las fotos más limpias, siempre queda un poco de mugre. A pesar de ser un estilo de vida aparentemente transitorio, se convierte en una máscara permanente”.

Compara a las chicas que acompañan a los moteros con las “roqueras”: “Dejan claro que han escogido esta vida por la forma en que se maquillan y llevan el pelo. Kathy no viene de este mundo, y hasta que se acostumbra al estilo de vida motero, es una chica normal. Vemos gradualmente que empieza a maquillarse, ya no lleva la cara lavada, envejece. Tal como nos dijo Jeff, estos chicos acusaban el paso del tiempo rápidamente porque bebían mucho, dormían poco, les iba la juerga. A medida que avanza la historia, Kathy se endurece”.

Reconoce que el mayor reto residió en hacer que Austin Butler y Jodie Comer no fueran tan hermosos: “Quizá no sean personajes muy atractivos para muchos, pero Austin y Jodie son guapísimos, y aquí deben tener un aspecto más duro. Incluso deben dar un poco de miedo a veces”.

La diseñadora de maquillaje trabajó con el estilista TONY WARD para coordinar el maquillaje y los peinados de cada personaje. Lo primero fue estudiar el guion de Jeff Nichols personaje a personaje y hablar de la idea del director para cada uno. “En general, quería algo duro y mugriento, nada bonito”, dice Tony Ward. “Algunas fotos de Danny incluían a las chicas, que llevaban unos peinados increíbles. Se teñían y cardaban el pelo. Se supone que han estado subidas a moto todo el día, lo que no es muy bueno para el pelo. Pensamos que probablemente iban a la peluquería cada diez días, algo así, pero al cabo de un par de días a toda velocidad en moto, no queda mucho del peinado”.

En cuanto a los moteros, el director no quería que el estilo siguiera la moda de entonces, sobre todo Johnny. “Jeff quería que estuviera atrapado en una época”, dice el estilista. “Mientras desarrollábamos el look de Johnny, Jeff siempre utilizaba la palabra ‘intimidante’. Pero Johnny envejece y empieza a tener canas. En cuanto a Austin, lo importante era que estuviera lo más lejos posible de Elvis. Su cabello tiene un toque muy de los sesenta y nos limitamos a ensuciarlo para que pareciera poco lavado, grasiento”.

Motos vintage y moteros nuevos
El coordinador de especialistas JEFF MILBURN es un fanático de las motos desde la más tierna infancia. La primera foto de Danny Lyon que vio pertenecía a una compañera del instituto; se trataba de la famosa imagen de un motero con una chica que lleva gafas de sol blancas. “Cualquiera que haya subido a una Harley de entonces conoce esa foto”, dice. “En cuanto la vi pensé que ese era el mundo donde quería vivir, un mundo lleno de velocidad, tías buenas y tipos con chupas de cuero”.

No solo aportó a la película su pasión y enormes conocimientos, también su colección particular de motos vintage. “Normalmente, un coordinador de especialistas no se ocupa de encontrar las motos, pero entre mis amigos y yo tenemos muchas motos de época, así que decidimos reunir las que estaban disponibles para que Jeff las viera”.

El coordinador y el director escogieron 45 motos para la película. “Las motos que pertenecen a los miembros principales de Los Vándalos, como Danny, Johnny y Brucie, siempre son las mismas”, explica Jeff Milburn. “Una de las motos es con la que iba a trabajar cada día en los ochenta; esa la tiene Karl Glusman. Trabajó duro y se la merece. Está loco de atar, le adoro”.

El actor es el orgulloso propietario de dos Ducati y estaba entusiasmado con la idea probar una Harley de época. “Cuando vi la lista de motos, me di cuenta de que un par de ellas tenían lo que entonces se llamaba un ‘cambio suicida’. Pedí prestada una Harley Knucklehead y me la llevé a Topanga. Me autograbé y mandé la imagen a Jeff con un mensaje: ‘Por favor, quiero tener una de esas’. Y así fue. ¡Gracias, Jeff Milburn!”

El empeño del director en utilizar solo motos de la época planteó ciertas dificultades. “Siempre se habla del comportamiento de las estrellas”, dice Jeff Nichols. “Aquí, las primas donas eran las motos. No les gusta correr si hace mucho calor, tampoco si hace mucho frío. Odian la lluvia. Y a veces, incluso rehúsan arrancar en condiciones idóneas”.

Aunque varios actores sabían montar en moto, tuvieron que familiarizarse con el manejo de las motos de entonces. “Está el cambio suicida, con pedal y cambio manual, nada que ver con los actuales”, explica Jeff Nichols. “En algunos de los modelos más antiguos, el acelerador no tiene muelle y no vuelve a su posición. Puede haber dos aceleradores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Pesan unos 500 kilos y no tienen frenos en condiciones. Y para rematarlo, nadie llevaba casco en la época”.

Primero, Jeff Milburn enseñó a manejar las motos más complicadas a los actores que sabían montar, como Wallace, Knapp y Glusman. “Norman Reedus es un motero nato”, dice. “Me bastó con un par de horas con él para enseñarle cómo funcionaba la moto que tenía asignada. Lo mejor fue ir a comer pizzas con los chicos y pasar por puentes una y otra vez en Kentucky. Acabamos formando un grupo muy unido”.

Beau Knapp, que lleva conduciendo motos toda la vida, estaba encantado con su Harley Duo-Glide del 64 azul clara de doble cilindro: “Me lo pasé muy bien, siempre he disfrutado con las motos. Tuve que acostumbrarme a la moto, desde luego. A veces, los frenos funcionan, otras, no tanto. Tiene una palanca de arranque, pero cuando me hice con todo esto, la moto era mía. Basta con aprender cómo funciona”.

Karl Glusman recuerda uno de los mejores momentos del rodaje en una carretera con todo un grupo de moteros: “Estábamos en el campo, pasábamos granjas, pajares. Nos seguía un vehículo con cámara, pero si miraba a mi alrededor, solo veía motos de época, moteros de los años setenta y campos de maíz. En ese momento, me perdí en el tiempo”.

Incluso los actores que carecían de experiencia con motos acabaron por sentir la atracción de la carretera. “Apenas sabía nada de motos”, reconoce Damon Herriman. “Pero me he enganchado. La moto da sensación de poder, de libertad. Basta con acelerar para volar”.

Un ciclo universal
Jeff Nichols, reflexionando sobre la película y el libro que la inspiró, ve un patrón recurrente en cualquier sociedad: “No todo el mundo encaja en la cultura dominante. Algunas personas se sienten atraídas por subculturas, y ahí es donde suelen pasar cosas interesantes. Las subculturas dan pie a nuevas tendencias artísticas porque permiten expresiones más interesantes. Al cabo del tiempo, de una forma inevitable, estas subculturas interesan a la cultura predominante, que acaba absorbiéndolas y las convierte en meras sombras de lo que fueron”.

Cuando descubrió el libro The Bikeriders, de Danny Lyon, con sus inolvidables fotos y texto, le vino a la mente una subcultura en la que había participado de joven: “Eso mismo ocurrió con la comunidad punk rock a la que pertenecí a mediados de los noventa en Little Rock. La música era genial, y la gente, maravillosa. No sabían explicar por qué no encajaban con la cultura popular, solo lo aceptaban. Crearon un mundo propio con tal de salir de la cultura predominante, pero poco a poco fue cambiando y se convirtió en otra cosa. Al entrar en la cultura popular, el punk rock se convirtió en un facsímil. Es cíclico”.

Considera que es un ciclo real y universal: “Cuando uno descubre algo universal, vale la pena explorarlo en una película”.


Comentarios del director
Siempre he intentado encontrar un tema universal para todas mis películas. Creo que si existe un pensamiento universal en el corazón de la historia, es posible hacer una película muy personal, incluso situarla en una zona específica, que tocará a un público muy amplio y diverso. BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO habla de la búsqueda de la identidad. Desde luego, habla de una identidad masculina y estadounidense, pero si solo vemos la película dentro de este margen, nos perderemos la idea que le dio vida. Todos buscamos nuestra identidad, y creo sinceramente que es una de las grandes fuerzas que impulsa a la sociedad actualmente. La gente ya no se define solo por su trabajo o por el lugar donde estudió. Ahora pensamos en el género, la raza, la cultura y la historia para encontrar una identidad más significativa y profunda. Lo que parece interesante, y que BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO toca directamente, es que en nuestra búsqueda de la identidad solemos unirnos a compañías específicas que nos ayudarán a definirnos. Pertenecer a una comunidad forma parte de la naturaleza humana, pero esa sensación se ve reforzada cuando el grupo del que se forma parte es único. Cuanto más específico es el grupo, más clara es la identidad. En algunos casos puede convertirse en algo maravilloso y poderoso. En otros, puede ser tremendamente destructivo. BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO representa ambas caras de la moneda.

La combinación de esta idea universal, o incluso verdad si prefieren, con una subcultura tan complicada, colorida, peligrosa y atractiva como la cultura motera estadounidense, me parece que es una buena receta para una película que llegará a mucha gente. Me topé con el libro de Danny Lyon hace 20 años y reconozco que se convirtió en una obsesión. Además de reunir todos los pensamientos que acabo de desarrollar, también era el mejor libro que había leído jamás. Pensé inmediatamente en hacer una película que captara esa sensación y que pudiera llegar a un público muy amplio. Espero que BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO lo consiga.