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VermiglioDirigida por Maura Delpero
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Ganadora del León de Plata - Premio Especial del Jurado de la 81ª edición del Festival Internacional de cine de Venecia.

Protagonizada por Tommaso Ragno, Roberta Rovelli, Martina Scrinzi y Giuseppe de Domenico, es el segundo largometraje de la cineasta italiana Maura Delpero.


Memorias de dirección (Maura Delpero)
Mi padre nos dejó una calurosa tarde de verano. Antes de cerrar los ojos, nos miró como si fuera un niño sorprendido. Ya había escuchado que cuando eres viejo, vuelves a ser un niño, pero no sabía que esas dos edades pudieran fusionarse en un solo rostro. Más tarde, se me apareció en sueños. Había regresado a Vermiglio, su casa de infancia. Tenía seis años y las piernas de un Capricornio. Me sonreía sin dientes, llevaba esta película bajo el brazo: la vida de su gran familia a través de las cuatro estaciones. Una historia de niños y adultos, de muertes y nacimientos, decepciones y renacimientos, de cómo se mantienen firmes ante los cambios que les ofrece la vida, de su camino desde la colectividad hasta convertirse en individuos. Una historia de las altas tierras cubiertas de nieve. Del olor a madera y leche caliente en las mañanas heladas. Con la guerra a lo lejos, pero siempre presente, protagonizada por aquellos que quedan fuera de ella: mujeres en las casas, neonatos fallecidos por el frío, el temor a la viudedad, padres que esperan un regreso de sus hijos que nunca llega, maestros y sacerdotes haciendo de padres y madres. Una historia de guerra sin bombas ni grandes batallas. En la lógica férrea de la montaña que recuerda al hombre cada día cuán pequeño es. Vermiglio es un paisaje del alma, un "Lexico Familiar (Natalia Ginzburg)" que vive dentro de mí, en el umbral del inconsciente, un acto de amor por mi padre, su familia y su pequeño pueblo. Al atravesar un período personal, quiero rendir homenaje a una memoria colectiva.


Entrevista con Maura Delpero
P: Una de las cosas más llamativas de VERMIGLIO es la densa y atmosférica recreación de una vida premoderna en medio del siglo XX. ¿Cómo investigaste la apariencia y el ambiente de un pueblo aislado? ¿Lo hiciste a través de recuerdos personales o familiares?

R: Para escribir siempre me quedo algún tiempo en los lugares de los que quiero hablar. Me sumerjo a través de los cinco sentidos. Es un momento creativo que asegura que la película crezca desde su esencia única y luego se desarrolle de manera orgánica, si se le da el cuidado adecuado, como una planta.

Para escribir Vermiglio pasé mucho tiempo en la casa donde mi abuela dio a luz a sus muchos hijos, dentro de esas paredes donde mi padre y sus hermanos crecieron. En este caso, también hubo la necesidad de viajar en el tiempo. Y por eso, me ayudó mucho el tener álbumes de fotografías familiares que ya conocía, pero esta vez me fijé mucho más en el detalle.

La relación personal con el lugar me ha sido útil tanto directa como indirectamente. Por un lado, por una especie de memoria filogenética, consciente e inconsciente, de las historias que escuché cuando era niña, del recuerdo del olor de la cocina de mi abuela, de reconocer mis genes en los rostros y movimientos de las personas y saber distinguir qué y quién ha sido modificado por el tiempo y quién, afortunadamente para esta película, sigue manteniéndose.

Para preparar el casting, pasé mucho tiempo en los bares donde sentía que cualquier hombre que estaba allí podía ser mi abuelo. En las iglesias, entre esas mujeres, reconocía a mi abuela. Al ser la nieta del maestro de esa época fui acogida con confianza y cariño por sus habitantes. Después de todo, en el pueblo de Vermiglio, hay cuatro o cinco apellidos importantes, y Delpero es uno de ellos.

P: Como en tu anterior película HOGAR, VERMIGLIO gravita alrededor de las mujeres. Las relaciones entre madres e hijas, la cuestión de lo que significa ser madre y, a su vez, una mujer independiente, son fundamentales en tu historia. Pero, a diferencia de HOGAR, los hombres juegan un papel mucho más importante en tu nueva película. ¿Por qué es tan importante ese tema para ti?

R: Al hacer películas "realistas", soy muy cuidadosa de mantenerme coherente con la realidad. En Hogar, como en la anterior Nadea y Sveta, que fue un documental, los hombres estaban completamente ausentes en el entorno que estaba describiendo, por lo que hubiera sido forzado incluirlos. En el mundo que describo en Vermiglio, ellos están parcialmente ausentes porque están en la guerra. En su lugar, hablé de aquellos (niños o adultos) que no se fueron o no pudieron regresar. El propio universo y la propia historia que cuento me van guiando. Yo solo me encargo de trasmitirlo respetando mis creencias.

En mis últimas historias he tenido la necesidad personal e ideológica de hablar de mujeres. Por un lado, sentí que era interesante ponerlas en el centro de la historia, invirtiendo una tendencia del cine clásico. Por otro lado, era un enfoque que me resultaba natural: sentía que sabía mejor cómo hablar de las mujeres.

En cuanto a la maternidad, descubrí a posteriori que era un tema común en mi trabajo. Es un tema que no decidí abordar, sino que fue una necesidad interna que escuché, un asunto que tocó mi alma. Abordarlo cinematográficamente fue un acto necesario. No significa que no quiera o no pueda hablar de hombres. Al contrario, realmente me encantó hablar de Cesare, Pietro, Attilio, Dino o los niños, donde hay humanidad con sus contradicciones, ahí está mi curiosidad intelectual y humana, y por lo tanto cinematográfica.

P: Otro tema en tu película es el conflicto entre tradición y modernidad. La vida en el pueblo parece estática e inmutable, pero incluso este valle remoto no puede escapar de estar atado a lo que pasa en el resto del mundo. Este ha sido un tema explorado por muchos grandes directores italianos. ¿Puedes contarnos más sobre tus referencias e influencias artísticas?

R: Vermiglio trata sobre una comunidad en la que, en el tiempo y el espacio, lo que no está físicamente cerca se crea a través de la imaginación, y tal vez apoyándose en un único referente, el padre y maestro. Así, el atlas del padre se convierte en un receptáculo de los deseos de todas las hermanas, como una ventana al mundo.

Al mismo tiempo, el momento histórico abordado en la película lleva consigo un "antes" y un "después" de la guerra, que se convierte en un punto de inflexión entre dos mundos.

El camino dramático elegido es el de una primera pieza coral, en la que se entrelazan las experiencias de todos los miembros de la familia, y que poco a poco se centra en su protagonista como un representante de toda una comunidad. De hecho, es Lucia la primera en abrir las puertas a una nueva sociedad y tiene la responsabilidad de la mayor trama que subyace en la historia: la transición del conflicto a la reconstrucción, del mundo antiguo al moderno, del campo a la ciudad, de la colectividad al individualismo. La historia se vuelve metafórica y a la vez estratificada antropológica, sociológica y políticamente: Lucia, al convertirse en una metáfora de la transición de la posguerra, a través de la tragedia y la necesidad, se convierte en la protagonista de la superación y se convierte en la mujer de una nueva era.

En cuanto a los referentes cinematográficos, nunca tengo unos fijos. Obviamente existen, pero los reconozco a posteriori o me piden que los encuentre en la fase de desarrollo. La verdad es que siempre empiezo por escuchar a mi interior, de lo que se mueve dentro de mí en términos de sentimientos y necesidades. El lenguaje artístico siempre es en parte fruto de aquellos que nos precedieron, de aquellos que nos enseñaron y a quienes amamos. Ermanno Olmi y De Sica son sin duda dos de los directores que más respeto. La cinta blanca de Haneke me inspiró en que también contaba la historia de una pequeña comunidad.

Aunque quizás más difícil de identificar para los espectadores, siento que otras influencias también alimentan mi trabajo: fotografías, cuadros, musicales, libros, etc. Me gustó la idea de que en la película se pudiera ir pasando páginas, como si estuvieras leyendo un libro, siguiendo a diferentes personajes de una misma familia, como en las novelas. Natalia Ginzburg, por ejemplo, es una autora que sabe cómo hablar sobre la vida cotidiana, pero ella es solo uno de los muchos nombres que vienen a mi mente. Honestamente, me cuesta distinguir mis influencias porque las tengo inconscientemente.

P: Una película lacónica como VERMIGLIO depende mucho de la expresividad no verbal de su elenco, en este caso especialmente de Martina Scrinzi como Lucia y Tommaso Ragno como su padre. ¿Cómo encontraste a los actores?

R: Lo que tenía en mente era una película muy visual, con pocos diálogos, y por eso fue particularmente importante encontrar los rostros perfectos. Siendo una película de época, esta necesidad fue aún más urgente, ya que tenían que ser rostros antiguos que parecieran de esa época. Tal vez decir "rostros" es reductivo, ya que lo que se necesita es un conjunto de rasgos, movimientos y todo lo impalpable e inefable que un ser humano expresa con sus características. Martina no se mueve por el mundo como una chica de ciudad, no solo porque realmente viva en un pueblo montañés aislado, sino porque lleva consigo, en su fisonomía, un aura de antimodernidad, como una pintura antigua que nos cuesta fechar.

Aunque también entrevistamos a muchas buenas actrices de toda Italia, centramos nuestra búsqueda en actrices no profesionales de la región y la joya oculta que era Martina.

Con Tommaso, que es un actor conocido, trabajé en su tono y sus movimientos, no solo porque es más un hombre de ciudad, sino porque el personaje de Cesare era más complejo y contradictorio: una extraña mezcla de campesino e intelectual. Un hombre que proviene del mundo campesino del cual es parte integral, pero va más allá de él. Es patriarcal, pero tiene toques de modernidad. Se le puede amar y odiar. Lo que me interesó de Tommaso es que tenía los rasgos de una determinada área del norte de Italia, y la posibilidad de una apariencia noble, a pesar de los papeles de héroe contemporáneo, bello y maldito, que había interpretado en sus últimas películas.

P: La vida en el pueblo montañés se presenta sin sentimentalismo, sin ocultar su belleza, pero también subrayando su privación y ocasional brutalidad. Lo único en lo que el padre, maestro de Lucia gasta dinero son los discos para su gramófono, a pesar de que realmente no puede permitírselo. ¿Dirías que el arte ofrece una salida a las limitaciones de la vida rural?

R: Me gustan mucho las situaciones en las que todos tienen algo de razón, porque hacen que nunca dejemos de cuestionarnos. En la escena del disco, Adele tiene razón: la urgencia de la familia es alimentar a sus hijos y defenderlos de las enfermedades que trae la guerra. Pero, ¿qué padre no querría que sus hijos asistieran a una lección como la de Cesare sobre Vivaldi? ¿Quién no está de acuerdo con introducir a los jóvenes en la belleza del arte que salva al mundo, especialmente en momentos en que este último está devastado por el nihilismo de la guerra?

No me movió ningún sentimiento idealizador o sentimental con respecto al pasado. Traté de representar una realidad tanto en su belleza como en su crudeza. Ambas están presentes, las muestro sin expresar juicios de valor, me gusta que el espectador pueda considerarlas a través de su propia mirada personal.

P: La relación entre las tres hermanas es muy especial. Parecen unidas, pero al mismo tiempo guardan secretos entre ellas. Uno de esos secretos es la amistad entre Virginia y la hermana mediana, Ada. ¿Puedes hablarnos un poco sobre esa amistad?

R: Me interesa mucho la relación entre lo personal y lo individual dentro de una comunidad. ¿Hasta qué punto nos distinguimos como individuos dentro de relaciones colectivas como parte de una familia? ¿Quién sería Ada sin una hermana como Flavia? Su destino como estudiante probablemente habría sido muy diferente. La cama en la que se cuentan secretos es un lugar importante de la película. Todo era más impronunciable, más severo, especialmente lo que concernía a la libertad de la mujer para vivir cómo ella deseaba.

La amistad con Virginia es una relación de fascinación dentro de roles de poder y, al mismo tiempo, la historia de dos personas solitarias que se encuentran. De hecho, si en la superficie lo que más podemos notar es la admiración por nuestros mayores, que hace que pensemos en su belleza, así como convertirnos en mujeres sin entender exactamente qué nos está sucediendo. Quizás el aspecto más interesante es precisamente este encuentro en los márgenes: Ada, la hermana que recibe menos atención, y Virginia, la huérfana que tiene una relación violenta con su madre. Virginia, como muchas hijas rebeldes, es un personaje que busca el amor, una chica solitaria a la que el mundo con reglas patriarcales le queda irremediablemente pequeño. Dentro de esta relación de iguales y desiguales, es interesante que ocurra un movimiento: en el abrazo final, la relación activa-pasiva se invierte, es en realidad la tímida Ada quien decide tender la mano.


Biografía de la directora
Maura Delpero nació en Bolzano. Tras estudiar literatura en Bolonia y París, y cine en Buenos Aires, con sus primeros documentales, Signori professori y Nadea y Sveta, ambos premiados en el Festival de Cine de Turín, exploró la frontera entre ficción y no ficción. Su primer largometraje de ficción, Hogar, compitió en el 72º Festival de Cine de Locarno y consiguió, entre otros premios, el Kering Women in Motion Young Talent Award en el 73º Festival de Cine de Cannes. Vermiglio, su segunda película, se estrenó mundialmente en el 81º Festival Internacional de Cine de Venecia.


Ficha artística
Tommaso Ragno - Cesare
Giuseppe De Domenico - Pietro
Roberta Rovelli - Adele
Martina Scrinzi - Lucia
Orietta Notari - Zia Cesira
Carlotta Gamba - Virginia
Santiago Fondevila - Attilio
Rachele Potrich - Ada
Anna Thaler - Flavia
Patrick Gardner - Dino
Enrico Panizza - Pietrin
Luis Thaler - Tarcisio
Simone Bendetti - Giacinto


La prensa sobre Vermiglio
"Una muestra de sutileza, intención y capacidad de contar todo en su justo tono y equilibrio (…) con un talento asombroso y mesurado, con imágenes de gran hermosura y una sensibilidad enorme para comprender y contar, sin juzgar, a todos sus personajes" - El País (Tommaso Koch).

"Una obra finísima, inteligente y muy calculada, que se mueve con igual destreza entre lo real y la fabulación (…) un retrato preciso y hondo de la maternidad, la familia, las dudas, el deseo, el machismo y la huida" - El Mundo (Luis Martínez).

"Delicado y bellísimo fresco histórico (…) Delpero propone un retrato familiar cargado de despertares amorosos, crepúsculos vitales, giros emocionantes y personajes de gran complejidad (…) invita a seguir con gran interés la trayectoria futura de Delpero" - Fotogramas (Manu Yáñez).

"Hipnótico retrato cuya mayor virtud es la mezcla de sutileza y rotundidad con la que apela a la emotividad del espectador, apoyando su carga dramática en el imponente paisaje y los rostros de los actores" - Periódico de Cataluña (Nando Salvá).

"Un delicado e íntimo retrato de una familia centrado en sus mujeres. Un prodigio de sensibilidad y puesta en escena" - El Diario.es (Javier Zurro).

"Un solemne y hermoso himno a la vida y la muerte en un pueblo alpino italiano de mediados de siglo. Vermiglio es una epopeya íntima de rigor y moderación milagrosos" - Variety (Jessica Kiang).