Dirigida por Jonathan Millet y protagonizada por Adam Bessa (Premio Un Certain Regard a la Mejor Interpretación por Harka), fue la película de apertura de la 63ª Semana de la Crítica en Cannes donde recibió los primeros elogios de la prensa, que la calificó como "el thriller de espionaje mejor dirigido del año" (Cinemanía), "una historia convincente y envolvente" (Screendaily), "lleno de tensión y con una magnífica interpretación" (The Hollywood Reporter), "de una inteligencia despiadada" (Deadline) y "con un guion perspicaz, melancólico y apasionante" (Variety).
Acostumbrado a rodar documentales de gran éxito, en los lugares más inaccesibles y peligrosos, el realizador francés Jonathan Millet se ha basado en una situación real, que ha seguido muy de cerca, para rodar su primer largometraje de ficción. "Cuando tenía unos veinte años -cuenta el cineasta- me trasladé a Alepo, donde hice muchos amigos. Unos años más tarde estalló la guerra y algunos me enviaron fotos y vídeos del conflicto y del barrio donde yo vivía, que había quedado completamente destruido. Todos mis años de encuentros me han mostrado las heridas interiores y los recuerdos de dolor que estos hombres llevan consigo. Pensé en hacer un documental sobre ello y pasé varias semanas en un centro de tratamiento para víctimas de la guerra y la tortura. Conocí a un gran número de sirios y escuché sus historias de guerra, encarcelamiento y tortura. A medida que investigaba, oía hablar cada vez más de redes clandestinas, cazadores de pruebas y grupos que seguían la pista de criminales de guerra en Europa durante meses. Ahí había algo poderoso. Este descubrimiento coincidió con la publicación de dos artículos en abril de 2019, en Libération, sobre la célula de Yaqaza y la caza del «Químico» en Alemania. A partir de ese momento, quise seguir esta pista".