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Un baño propio cartel reducidoUn baño propio(Un bany propi)
Dirigida por Lucia Casañ Rodríguez
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Antonia, una ama de casa ejemplar de sesenta y cinco años, pasa sus días atendiendo los deberes del hogar y los recados familiares. Sin embargo, esta señora de apariencia afable guarda un extraño secreto: está absolutamente obsesionada por los cuartos de baño; ese es el único espacio donde puede decir “ocupado” y la gente le deja en paz. Entre retretes, cañerías y cisternas, Antonia da rienda suelta a su verdadera vocación, el de ser escritora, así escapa de su monótona vida, vive situaciones únicas y entabla extrañas amistades que hará que su apariencia afable se diluya como la mierda en el inodoro.


Sinopsis larga
Los días de Antonia parecen una suerte de estabilidad maldita, días de la marmota que sólo se alteran por la aparición de las arrugas y los dolores musculares. Su marido Alberto va todos los días a trabajar a la Sombrerería Pelayo, un negocio familiar del que es propietario. Sin embargo, esta ama de casa ejemplar esconde un singular secreto: encuentra fascinantes los cuartos de baño y busca cualquier pretexto para ir a baños de cines, bares, antros, etc. Allí anota todo lo que ve: la arquitectura del servicio, la actitud de la gente, sus objetos... Y es que Antonia siempre ha querido ser escritora y es, en los cuartos de baño, donde encuentra el tiempo y el espacio para poder escribir. A excepción de Conchi –su mejor amiga y compañera desde la infancia–, nadie conoce esta faceta suya.

Todo cambia cuando Antonia recibe la noticia de que su prima ha muerto, dejándole por sorpresa una gran cantidad de dinero. Sin embargo, hay una cláusula: para cobrar la herencia Antonia debe ser la única titular del patrimonio de forma que Alberto ha de rechazar sus beneficios conyugales. Alberto firma a regañadientes. Además, Antonia recibe una carta que dejó su prima para ella donde pone: “Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio. Virginia Woolf”.

En el servicio de un garito de mala muerte, Antonia conoce a Bob – un estrafalario heavy metal que se considera un poeta de mierda, pues escribe frases ingeniosas en las puertas de los retretes– y entabla amistad con él. Antonia, quien ya lleva un tiempo buscando quién es ella en realidad, contrata a Bob para que se ocupe de las labores del hogar y de esta forma, ganar tiempo para colarse en más y más baños. Esta nueva armonía adquirida se rompe cuando Alberto empieza a percatarse de que algo extraño está pasando en su casa pues nota a su mujer diferente. Así pues, Alberto decide espiar a Antonia y descubre que una esperpéntica persona llamada Bob es quien está limpiando su casa mientras que su mujer pasa las horas yendo a retretes de mala muerte. Alberto, quien no acostumbra a ser el segundo plato acaba por explotar y mantiene una fuerte discusión con Antonia.

Llegados a este punto, Antonia se da cuenta de que por mucho dinero que tenga, su marido siempre va a preferir que le lleve ella la comida a la tienda, sus hijos quieren su famoso cocido y las fiestas se siguen realizando en casa donde ella acaba limpiándolo todo. Así que Antonia decide actuar, aunque tal vez no de la forma que su familia y amigos esperaban… Antonia toma una decisión radical: en el baño de su casa mete una cama, una mesa, estanterías, libros, y hasta un huerto hidropónico; ha decidido vivir dentro de su propio cuarto de baño. Paradójicamente se siente más libre entre cuatro paredes acompañada del sonido de la cisterna que cuando podía campar a sus anchas. Ahora tiene tiempo para hacer lo que siempre ha deseado, escribir.

Alberto no comprende a su mujer y fuerza una fuerte discusión entre Conchi y Antonia. Finalmente, Antonia se siente desamparada, sin el apoyo de su familia y amigos y decide salir del cuarto de baño. Lo primero que hace al salir es hacer las paces con Conchi. Alberto y la familia celebran la vuelta a la normalidad pero Antonia vive con una indiferencia más peligrosa que la propia tristeza, está sumida en la misma rutina vacía que al principio. Finalmente, Antonia recuerda su primera libreta de cuando tenía diez años en la que ya hablaba de ser escritora. Antonia se llena de coraje y decide volver al baño, trata de explicar a su marido que en ese cuarto de baño ella es única, si bien pierde movilidad gana algo que hasta ahora nunca había tenido, identidad. Alberto la mira decepcionado y se marcha.

El tiempo ha pasado y Antonia está establecida en el baño. Alberto, quien no consigue adaptarse a los cambios de su casa, transita entre el amor que tiene por Antonia y su pérdida de identidad. Antonia reflexiona sobre cómo ha cambiado todo, la gente que entra en ese espacio ya no se comporta ni como si estuviese en una habitación ni como si estuviese en un baño. Al igual que ella, ese cuarto de baño ha adquirido una identidad única, donde a falta de pautas sociales previas, la gente se siente con la libertad de actuar como le venga en gana. Antonia sonríe y escribe una última frase en su libreta: “Al final, lo único que necesitaba para ser Antonia, era dinero y un baño propio. Colorín colorado, este cuento, se ha acabado”.