Los planetas, uno tras otro, caen ante un ejército infernal de necróferos - guerreros que en sus conquistas ofrecen una elección muy simple a los mundos que asolan: convertirse o morir. Los que se atreven a rechazar su dominio esperan en vano que alguien o algo interrumpa el progreso de los necróferos. Pero los rebeldes no duran mucho y al parecer, los salvadores no abundan.
Cuando las cosas se ponen muy mal, los cansados supervivientes recurren a los mitos en busca de consuelo, profecías susurradas, vanas esperanzas, leyendas del bien venciendo al mal. Pero, a veces, la única forma de detener el mal no es con el bien, sino con otro tipo de demonio.
No queda más remedio que sacar a una figura inesperada de su exilio y pedirle que se una a la contienda. Se trata de Riddick (Vin Diesel) al que le importa un comino quién gobierna el universo mientras le dejen tranquilo. Desde que hace años huyó de un planeta dejado de la mano de Dios (y lleno de criaturas) en el sistema planetario Tauro, el fugitivo no ha vuelto a mirar atrás. Divide su tiempo entre evitar que le capturen y deshacerse de los mercenarios que van tras él. Todo le da lo mismo, incluso el Apocalipsis. Este ejército compuesto por un único hombre sólo quiere salvar el pellejo. Si alguien se cruza en su camino, no tendrá inconveniente en quitarle de en medio.
Pero algo está cambiando y la futura confrontación empuja a Riddick a participar en una serie de batallas épicas donde se juega el todo por el todo. Empieza por el asedio a una civilización idílica multicultural; sigue en una cárcel subterránea excava bajo la superficie de un planeta volcánico infernal para acabar a bordo de la enorme y barroca nave nodriza de los necro, la base del poder del oscuro imperio, la Basílica.
En la batalla final, se predice que la suerte del universo puede depender del destino de un miembro de la raza furian.
Pero el poder del universo nada puede contra el destino.