TRÁNSITO parece ser a primera vista y en sentido literal una historia de suspense sobre un entregado psiquiatra de Nueva York, Sam Foster (EWAN McGREGOR), y su desesperado intento de evitar que un hermético y atípico joven paciente que ha heredado, Henry Lethem (RYAN GOSLING), lleve a cabo su plan de suicidarse la víspera de su veintiún cumpleaños. Pero detrás de esta historia primaria de TRÁNSITO se encuentra un misterio mucho más perturbador e irreal: el del efecto destructor de la realidad que el inquisitivo Henry empieza a tener sobre Sam. Cuando Sam se ve atrapado cada vez más en la maraña de la vida de Henry (y más tarde en el laberinto de su subconsciente), al principio sencillamente tensa y enturbia la relación de Sam con su novia Lila, pintora y su antigua paciente (NAOMI WATTS). Pero muy pronto la propia comprensión firmemente arraigada de Sam del mundo racional empieza a desaparecer. Sometido a encuentros cada vez más surrealistas y a un Manhattan que se transforma en un paisaje onírico tremendamente cambiante, Sam ya no puede distinguir lo que es verdadero de lo que está pasando únicamente en su cabeza, ni donde empieza él y termina Henry.
Así que ¿quién es Henry Lethem y por qué está quebrando la realidad de Sam de una forma tan profunda?
A medida que las pistas y el suspense forjan simultáneamente el clímax de la historia en el puente de Brooklyn, tanto Sam como los espectadores han de lidiar con provocadoras preguntas que suscitan ideas sobre la percepción, la conciencia, el perdón y los postreros momentos de redención. Para ello enseguida queda meridianamente claro que lo que les pasa a Sam y a Henry no está sucediendo en este mundo sino en el estado crepuscular entre la vida y la muerte
un lugar donde no se puede permanecer durante mucho tiempo.