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Swing cartel reducidoSwingDirigida por Tony Gatlif
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Dirigida por Tony Gatlif (Vengo, Mondo) participó en la Selección Oficial Festival de Berlín 2002 "Panorama".

Críticas:
Todo esto ofrece el último Gatlif, un pieza felizmente melancólica, impura, de ensueño, de puesta en escena, de emoción y de historia. Alquimia, que a lo largo de su carrera, el realizador ha sabido alcanzar con gran sencillez. - LIBERATION

Un viaje excitante a un país de sueños infantiles y jazz gitano, un viaje aéreo y melódico, en apariencia pura, que te envuelve. - CINE LIVE

Grandes momentos de poesía, donde nos reencontramos con el hechizo de Gatlif. Ardiente y pura. - LE FIGARO

Tony Gatlif substituye los acordes de guitarra por palabras inútiles y nos invita a un viaje musical delicioso y exótico. Puro placer. Simplemente Tony Gatlif. - LE NOUVEL OBSERVATEUR

Entrevista con Tony Gatlif:

Es la cuarta película que dedica a los gitanos y su cultura.
T.G. Simplemente intento transmitir algo que está desapareciendo. Trato de aportar mi testimonio.

Max descubre el mundo de los gitanos, se inicia en su música y en sus tradiciones.
T.G. Max viene a casa de los gitanos para buscar una guitarra, es la música la que hace el vínculo. Max se inicia en todo un modo de vida diferente al suyo. Descubrirá este mundo porque está totalmente desatado del mundo de su madre, quien se pasa la vida agitándose con su teléfono móvil.

Al principio, Swing es un marimacho, y después descubre y afirma su feminidad.
T.G. Al principio, Swing, viendo como viven a su alrededor las mujeres "manouches", prefiere permanecer en la ambigüedad de la infancia. Es cuando conoce a Max, el pequeño "gadjo", que efectivamente descubrirá y afirmará su femineidad.

Entre estos dos niños, está el encuentro de dos mundos, de dos educaciones, de dos sueños...
T.G. Es la cultura de lo escrito y lo oral. Max siente la necesidad de escribir sus recuerdos. Para Swing, escribir no representa nada, no sabe leer. En los gitanos, esta cultura, esta transmisión oral ha sido en parte aniquilada con los campos nazis.

¿Cómo ha encontrado a los jóvenes intérpretes de Max y Swing?
T.G. Les he hecho pasar tests, improvisaciones, pero sin darles textos precisos. Para mí, lo más importante en un primer tiempo, es la energía, la gesticulación. Les pedí que se miraran a los ojos. Los preadolescentes no se atreven a mirarse a los ojos, se turban, y entonces se ríen. Me gustó mucho la manera en la que Oscar y Lou se miraban a los ojos. Mi elección se hizo en base a esa mirada.

Como Max, su joven héroe, tenía Vd. ganas de acercarse a un guitarrista "manouche". Háblenos de Tchavolo.
T.G. Tenía muchas ganas de hacer una película con Tchavolo Schmitt. Tchavolo me fascina porque es totalmente desinteresado. Para los "manouches", Tchavolo Schmitt es el equivalente, para los gitanos, de Tomatito, el guitarrista del Camarón de la Isla. Uno es famoso en el mundo entero y el otro, Tchavolo, prefiere quedarse en su casa de tránsito en Estrasburgo. Entonces, fui a filmarle en su casa, en su calle, en su cocina. No tiene coche y se gana la vida tocando en los bares.

Toca con la famosa guitarra tipo Django
T.G. Es la guitarra Selmer inventada para Django, la guitarra Swing, con un hueco en la derecha de la caja de resonancia. Django había incluso montado una pequeña fábrica para fabricar esta guitarra.

¿Cuál es la influencia de la música en su puesta en escena?
T.G. La música es esta libertad que me da la inspiración para hacer mis películas, la inspiración para ir al encuentro de los demás en el mundo. Esta película no se podía concebir sin música. Simboliza la libertad de una niña como Swing. Y es para descubrir este estilo de música extranjera a su cultura que Max va al encuentro de los "manouches". La música da ritmo al conjunto de la película. Hemos trabajado durante tres meses con Tchavolo y Mandino en una adaptación de "Ojos Negros", mezclando influencias "manouches", árabes y judías.

¿Cómo ha rodado las secuencias musicales? Nos da totalmente la impresión de estar en la caravana, rodeados de músicos y de bailarinas. ¿Era improvisado?
T.G. La exigüidad del lugar imponía al contrario una preparación minuciosa. Pusimos a punto, de una manera muy precisa, todos los desplazamientos de cámaras, de manera que estuvieran en el momento preciso en el ritmo y foco de cada músico. Cuando le expliqué al ingeniero de sonido, Régis Leroux, y a Claude Garnier, que es el jefe operador, que íbamos a filmar a veinte músicos en la caravana, Claude me dijo: "Pero la cámara, dónde la ponemos?. Yo respondí: "¡Por todos los lados!"

Vd. filma la fiesta, la alegría de vivir, pero también dedica una secuencia al genocidio de los gitanos.
T.G. Es un tema muy frágil. Los pocos "manouches" que han conseguido sobrevivir a este período, dudan a la hora de hablar del tema, o directamente no dicen nada. Buscaba a una mujer "manouche" que aceptara hab1ar de su deportación y encontré a Hélène Mershtein.

Esta escena de la abuela está filmada como un documental.
T.G. Rechacé toda idea de puesta en escena para esta secuencia precisa. La cámara estaba simplemente ahí puesta, y le dejé a Hélène la libertad total de contar su historia: la raptaron a ella y a toda su familia. Dejaron todo en el borde de la carretera, las roulottes, los animales, el fuego encendido... Hay unos 500.000 gitanos muertos en deportación, lo que es enorme para ese pueblo. Pocos viejos pudieron volver. Desde entonces, hay un grave problema de transmisión. Desde el holocausto, los gitanos ya no son como antes, han cambiado su manera de vivir siguiendo la evolución de la sociedad. Su música es subversiva. Una música que no se aprende con los ojos en una partitura, sino con el corazón y el oído.