Basada en la novela de Michael Cunningham, ganador del Premio Pulitzer, que también ha escrito el guión, A Home at The End Of The World echa una mirada a lo que entendemos por amor, compromiso, y lealtad. Y acaso más importante, revisa la idea de familia y, al hacerlo, nos muestra la verdadera esencia de la misma y los modos en que esta esencia puede redefinirse.
Acerca de la película
"A Home At the End of the World se publicó en 1990, en el preciso momento en que yo empezaba mi carrera como director en el teatro de Nueva York. La historia de dos chicos que crecen en un suburbio de Cleveland en la década de los 60, que luego se trasladan a Manhattan a principios de los 80, donde sus caminos de cruzan con el de una mujer mayor que ellos, se parecía en alguna medida a la mía propia. Yo también pasé mis primeros 18 años de vida en un suburbio de Washington, DC, y me trasladé a Nueva York en 1980. Esa amistad hermosa pero también complicada que se halla en la novela me recordó las relaciones que he mantenido; y la historia de crear una familia contra toda adversidad me llegó a lo más profundo. En aquella época, recuerdo que pensé que podría hacer un film maravilloso.
De tal modo que, años después, sentí al tiempo sorpresa y regocijo cuando se me acercó Tom Hulce proponiéndome la dirección de la versión cinematográfica de A Home At the End of The World. Pese a que Tom es uno de mis actores favoritos, no tenía ni idea de que se había convertido en productor. Sin embargo, desde el mismo momento en que me senté con él para hablar del film estuvo bien claro que compartíamos la misma pasión por la extraordinaria novela de Michael Cunningham.
Ya que he estado muchos años dirigiendo piezas teatrales y musicales tanto en Broadway como en el Off-Broadway, trabajar con actores ha sido uno de mis mayores placeres. Esa experiencia me vino muy bien a la hora de efectuar la transición a un nuevo medio. Fue abrumador; como director cinematográfico por primera vez, no podría haberme sentido más afortunado".
Michael Mayer
Notas de producción
Cuando A Home At the End of The World se publicó en 1990, recogiendo críticas entusiastas, el actor Tom Hulce y el director de teatro Michael Mayer leyeron el libro y, sin comunicarse para nada, ambos se sintieron cautivados por la historia. La altamente apreciada novela de Michael Cunningham acerca de un chico que se hace hombre y se enamora de su mejor amigo llegó a lo más hondo de cada uno de ellos, pero por razones distintas. "Era una historia muy singular que se hacía maravilloso narrarla" comenta Hulce. "También me recordaba el lugar donde me crié y una amistad que tuve". La reacción de Mayer no se vinculó tanto a su infancia como a su vida ya adulta. "Tenía ya treinta años y estaba empezando a pensar sobre los caminos que había tomado en mi vida y en el modo en que, después de 10 años de vivir en Nueva York, había creado una familia de amigos y colegas. De tal modo que me identifiqué plenamente con la noción de que nacer en el seno de determinada familia no significa necesariamente que sea la familia con la que vivirás el resto de tu existencia".
Además del aprecio que sintieron por la historia, ambos hombres vislumbraron inmediatamente las posibilidades cinematográficas del libro. Seis años después de su trabajo en Amadeus (Amadeus, 1984), por el que fue nominado al Oscar, la carrera interpretativa de Hulce tanto en televisión como en teatro y cine estaba en su punto culminante, pero al mismo tiempo nos dice: "mi cerebro estaba cambiando. La particular obsesión por encarnar un personaje concreto se estaba haciendo menos atractiva. En su lugar, la energía se dirigía hacia los retos que supone narrar una historia completa". Fue este estado de su mente el que le llevó a percibir que lo que quería era realizar una versión cinematográfica de la novela de Cunningham, así que procedió a asegurarse los derechos.
Al mismo tiempo, Mayer recuerda haber pensado: "Algún día, alguien hará una película de esto y lo único que espero es que no la fastidie. Entonces, cuando algunos años después me enteré de que Tom Hulce estaba efectivamente preparando el film, pensé: '¡Vaya! Espero que no lo estropee'".
Mientras Hulce desarrollaba el proyecto, no dejaba de preguntarse quién podría incorporarse al mismo como director. "Sabía que necesitábamos a alguien que fuera verdaderamente fenomenal con los actores, pues la historia es de las que depende absolutamente de ellos" nos comenta Hulce, quien ya había asistido a ver varias de las producciones teatrales de Mayers, entre la que se contaban Side Man, ganadora del Tony, A View from a Bridge, y Stupid Kids. "La interpretación en todas esas producciones era extraordinaria, sutil, llena de matices, sorprendente. Y el trabajo de Michael con esos actores jóvenes era soberbio". Para Hulce, el hecho de que ésta podía ser la primera incursión de Mayer como director cinematográfico no tenía la menor importancia. Como él mismo comenta: "Para los directores de todo el mundo resulta moneda común el ir y venir de un medio al otro, del escenario al celuloide. Y además, la escenificación de Michael posee una poderosa cualidad cinemática, hay musicalidad en su trabajo, un fuerte sentido visual". Esto, quizá más que nada, convenció a Hulce de que Mayer podía aportar el equivalente cinematográfico a la magnífica prosa de Michael Cunningham.
"Tom me llamó inesperadamente" recuerda Mayer. "Siempre fui gran admirador de sus capacidades interpretativas; me impresiona sobremanera la integridad que rezuma todo su trabajo. Por ello, sólo pensar que él deseaba trabajar conmigo en algo de gran calidad se hacía apasionante". Cierta noche, durante una cena, ambos hablaron sobre la admiración que les suscitaba la novela y sobre los retos que la misma planteaba a la hora de trasladarla a la gran pantalla. Para Hulce era prioritario hallar a un guionista capaz de adaptar el bello lenguaje del libro; Mayer sugirió pedirle al propio Cunningham que escribiera el guión. "En Nueva York, llevo tratando con Michael en sociedad desde hace años" dice Mayer. "Y lo cierto es que se entusiasmó ante el reto de reinventar tanto la historia como los personajes de cara a la versión cinematográfica". Para Cunningham, que inicialmente estaba convencido de la imposibilidad de narrar la historia en sólo dos horas, se trataba de una gran oportunidad: "Michael [Mayer] me convenció de lo contrario con respecto al tiempo necesario, y tuvo razón. Trabajamos juntos largo tiempo y con ahínco sobre las páginas del guión; en el curso de esta escritura, nos hicimos muy buenos amigos".
Mientras el proyecto proseguía su fase de desarrollo, los realizadores se pusieron en contacto con algunas productoras, entre ellas Killer Films, sita en Nueva York. "Había leído el libro cuando empezaba a incorporarme en el mundo laboral, pero era demasiado joven para entenderlo realmente en aquel momento" comenta Christine Vachon, la fundadora de Killer Films. "Sin embargo, cuando volví a leerlo, me di cuenta de que se trataba de una historia que no se había contado sobre cierta generación en una determinada época y lugar".