Todo empieza de la forma más simple: cuatro personas vestidas con monos de pintores entran en el concurrido vestíbulo de la sucursal de Wall Street del conocido banco Manhattan Trust. En cuestión de segundos, los cuatro falsos pintores, basándose en un plan estudiado al milímetro, controlan la sucursal, y toman como rehenes a cincuenta personas entre clientes y personal.
Dos negociadores especializados en toma de rehenes pertenecientes a la policía de Nueva York, los detectives Keith Frazier (Denzel Washington) y Bill Mitchell (CHIWETEL EJIOFOR) reciben la orden de entablar negociaciones con el líder de los atracadores, Dalton Russell (Clive Owen), y conseguir la liberación de los rehenes. La Unidad de Servicios de Emergencia (ESU) representada por el capitán John Darius (WILLEM DAFOE) les presta su apoyo y todos están convencidos de poder resolver la situación con relativa rapidez y recuperar el control del banco.
Pero nada saldrá como está planeado. Dalton Russell demuestra ser un oponente brillante, inteligente, frío y calculador, un auténtico maestro de marionetas cuyo plan ha sido cuidadosamente diseñado para desorientar a los rehenes y a las autoridades. La tensión crece y en la calle cada vez hay más espectadores. Los superiores del detective Keith Frazier empiezan a poner en duda su capacidad para resolver la situación pacíficamente.
Los atracadores siempre parecen llevar la delantera a la policía, burlándose de los dos negociadores. Las sospechas del detective Frazier de que todo esto esconde algo más se ven corroboradas cuando aparece Madeline White (Jodie Foster), una influyente mujer con objetivos nada claros, que pide ver personalmente a Dalton Russell. El presidente del consejo del banco, el poderoso empresario Arthur Case (CHRISTOPHER PLUMMER) también se interesa sobremanera por el desarrollo de la crisis.
Pero, ¿exactamente qué quieren los atracadores? ¿Por qué no hay nada que mitigue la crisis que se alarga hora tras hora? El detective Frazier está convencido de que alguien maneja los hilos y de que hay negociaciones secretas, pero el polvorín es más inestable cada segundo que pasa. Obligado a cuestionar sus lealtades y sus motivaciones, el detective se arriesga y entra de lleno en un juego de reglas inestables en el que bastaría un movimiento equivocado para que el polvorín volara por los aires.