La experiencia autogestionaria de los trabajadores de una fábrica -NUMAX- a finales de los 70 quedó recogida en un documental que ellos mismos decidieron realizar y que encargaron a Joaquín Jordá en el momento en que estaban a punto de cerrar. Aquellas imágenes recuperadas, junto con la situación de estos trabajadores 30 años después nos llevan a reflexionar sobre las últimas e intensas décadas que nos han tocado vivir.
Breve historia de Numax
Numax fue fundada en la década de los cincuenta por dos alemanes nazis refugiados en Barcelona. La empresa se dedicaba a la fabricación de aspiradoras caseras, ventiladores para barcos y pequeños motores para maquinaria diversa.
A finales de los años setenta, en plena reestructuración económica, Numax presentaba una serie de características que la singularizaban y la hacían anacrónica dentro del creciente marco capitalista. La fábrica tenía una estructura vertical: los talleres de producción se hallaban distribuidos en cinco plantas. En la base, se encontraban los talleres pesados, ocupados por los obreros de más alto rango, y en los pisos superiores se situaban los talleres de montaje, acabado y reparaciones, atendidos por personal menos cualificado, en su mayoría jóvenes mujeres inmigrantes del sur de la península. Esta distribución vertical, con una clara e intencionada separación de los obreros, obstaculizaba la comunicación entre ellos y la organización de las acciones reivindicativas.
En esa época, los propietarios de la fábrica -que poco tienen que ver con los fundadores alemanes- se proponen liquidarla porque su producción se considera obsoleta, demoler el edificio y traspasar el solar a una inmobiliaria para la construcción de viviendas. Después de esta operación lo que pretenden es reinstalar la producción en Brasil donde calculan que los costes serán mucho menores y las patentes utilizadas menos anticuadas.
Para llevar a cabo sus planes, los propietarios despiden a unos cuantos trabajadores con la intención de provocar una huelga y así justificar con más facilidad el expediente de crisis, la suspensión de pagos y la quiebra consecuente. Y, en efecto, después de los despidos, los trabajadores, en su mayoría muy jóvenes y casi todos mujeres con escasa experiencia política y sindical, aunque fieles a diversas facciones militantes de la época, replican con una huelga descontrolada que dura varios meses. Pero, y aquí interviene una variable imprevista por la Patronal que altera las expectativas de los propietarios, la huelga es rematada con una prolongadísima ocupación de la fábrica. Los propietarios abandonan la empresa y los trabajadores ponen en marcha un nuevo sistema de producción basado en la autogestión.
A lo largo de este proceso, que se prolonga durante casi un par de años, la Asamblea de Trabajadores, con el apoyo comprometido de un grupo de abogados, economistas y técnicos, reorganiza el trabajo acabando con las jerarquías y tomando iniciativas como la igualación de salarios sin diferencia de rango o función o la reducción de la jornada laboral. La fábrica se convierte, además de lugar de producción, en escuela primaria de adultos, guardería, centro de concienciación política y, de paso, lugar habitado las veinticuatro horas del día.
Las restantes empresas del sector boicotean la producción de Numax, hecho que reduce la posibilidad de comercialización de los productos. Al mismo tiempo, se produce por parte de los trabajadores un sentimiento casi unánime de rechazo al trabajo asalariado y a la explotación laboral. En este momento, cuando los trabajadores deciden acogerse al seguro de paro y cerrar la fábrica, acuerdan también invertir los restos de la caja de resistencia para dejar constancia de su experiencia y le encargan a Joaquín Jordá la realización de una película.
Veinte años no es nadaDirigida por Joaquín Jordá