Película dirigida por Volker Schlöndorff, ganador de un Oscar a la película de habla no inglesa y la Palma de Oro en Cannes por El tambor de hojalata.
Protagonizada por Ulrich Matthes, quien ya nos impactó por su papel de Goebbels en El hundimiento.
Notas del director
El material
El libro me fascinó desde el principio. Lo descubrí en la pantalla de un ordenador portátil durante unas vacaciones en Italia- la iriscente escritura electrónica, el horror del campo, la increíble fuerza de un simple hombre que se resiste. Supe enseguida que era algo para mí. Fue la primera vez que me sentí preparado para hacer una película que mostrara al mundo un campo de concentración nazi.
Como muchos de mi generación, siempre pensé que un retrato directo de los campos de concentración no era posible. La película de Alain Resnais Night and Fog, que no era un documental sino más bien tenía el carácter de un ensayo, me pareció ser la única manera de un posible retrato visual. Pero entonces surgieron la serie Holocausto en televisión y los largometrajes La Lista de Schindler, y más recientemente El Pianista. Y nosotros los alemanes simplemente no nos podíamos esconder detrás del tabú durante mucho más tiempo, el tabú de que estos horrores no son descriptibles. Antes o después, uno tiene que enfrentarse a ellos, pensé. Pero sobre todo, este libro estaba descrito con tal definición, sobriedad, sin ningún patetismo, por alguien que había estado allí, el padre Jean Bernard. Él escribió este testimonio en el verano de 1945 con una cierta distancia respecto a su propio sufrimiento. Eso me conmovió. Mientras leía su libro, el mero hecho de intentar imaginarlo me dolía. Sabía que sería una película dolorosa, y así es como intenté dirigirla.
El drama
Alguien se encuentra ante la decisión de su vida. ¿Lo hará, quiere seguir viviendo? Y por encima de eso, las vidas de otros dieciocho curas y las de su familia dependen de él. ¿Cómo tomar una de las decisiones más difíciles que jamás alguien pueda tomar? ¿Puede alguien ayudarle? ¿Tiene amigos a los que pueda preguntar? ¿Familia? Tiene una hermana maravillosa a la que podría preguntar, un obispo, él es cura y como hombre de fe tiene mucha más que cualquiera de nosotros, tiene una institución, un dios, pero para ser sinceros, nadie le puede dar la respuesta.
Aquí es donde encontramos lo moderno de esta película. Es el individuo quien es responsable de sí mismo. No se puede esconder detrás de la Iglesia o de la ley o del estado, sino que tiene que decidir por él mismo. Este es realmente el suspense. A parte de su contexto histórico, la película es un drama clásico. Y ésta fue sin duda la gran idea que los guionistas Eberhard Görner y Andreas Pflüger tuvieron, que no fuera un docudrama. No es una historia para ser contada como un documental, sino una historia que tiene que ser dramatizada.
La fe
Sabe que está solo, con nada más que su conciencia. La conciencia de uno es su fe. Esto es algo que está a parte de la religión y del existencialismo, y de todo lo que hemos pasado después de la Segunda Guerra Mundial en cuanto a las cuestiones del sentimiento de culpa y del castigo. La cuestión que sigue surgiendo es muy clara y es un retroceso al pensamiento humanístico. ¿Qué es decencia? Es el criterio para tomar una decisión y es perfecto. Este cura se da cuenta que los hombres no pueden saber lo absoluto, pero que su fe le puede ayudar a llegar a una decisión. No quería que se hablase de eso sino que el público lo sintiera. Es algo que no puede ponerse en palabras.
Los actores
Es todo sobre un héroe en soledad. Todo depende de él. El personaje sólo podía ser creíble si era retratado como un hombre con un sentido irónico hacia lo grotesco de la situación. Ulrich Matthes cuenta con esta profunda humanidad sin aportarle demasiado patetismo y los tres actores principales que trabajan con él le ayudan a crecerse incluso más. August Diehl es un joven actor que tiene el papel de un oficial de la Gestapo muy convincente. Es seductor, con temperamento, un demonio. Creo que tener ese temperamento requiere contar con argumentos convincentes pero también fundirse con idealismo- porque no se puede convertir en el estereotipo del oficial de las SS. Por otro lado, Bibiana Beglau da vida a la hermana del cura con gran intensidad. Quiere que su hermano sobreviva. Están tan unidos que se podría sacrificar por él. Y finalmente está Hilmer Thate totalmente creíble en su papel del obispo, que se niega a tener nada que ver con los nazis, es como un roble. Por lo tanto a Henri Kremer se le complica su vida en tres frentes. Estos nueve días son como asaltos en un ring. Pierdes un asalto, ganas otro, pero no sabes quien será el vencedor el noveno día.
El estilo
Soy un director, no un estilista. No intento forzar mi estilo sobre el material. Es un proceso mucho más largo. Vas encontrando el estilo a medida que vas trabajando. Es el resultado de todas las decisiones que tomas mientras filmas y trabajas en el guión, en el casting de los personajes, la selección del personal, de los cámaras, la entonación de cada línea, cada gesto, cada ángulo de la cámara; la suma de todas las decisiones, eso es el estilo y esta manera de enfocarlo es el mío.
La religión
Estuve en Francia en un internado jesuita y esto me ha influenciado tanto a mí como a mi trabajo hasta hoy. Por lo tanto esta película es también un homenaje a esos viejos padres sin los que nunca habría hecho ninguna película. Eran alegres, con experiencia, interesados en todo, no sólo en teología. A través de ellos aprendí a aceptar mi deseo de convertirme en artista, en un director de cine de verdad. Estos hombres que eran muy humildes con respecto a su fe, fueron mi modelo para el padre Kremer en El Noveno Día.
La película
Henri Kremer es un cura de Luxemburgo internado en el campo de concentración Dachau, a tan solo unas millas de la capital Bavarian de Munich. Es uno de un total de 2771 curas hechos prisioneros ahí hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndolo en una de las comunidades religiosas más grandes del mundo. Arrestados por oponerse a las leyes nazis, la vida de Kremer es ahora un infierno. Los prisioneros reciben un pequeño trozo de pan y caldo cada doce horas de trabajo, son "almacenados" por la noche en filas, durmiendo en literas infestadas de piojos, pasando frío, rodeados de suciedad, afectados por el tifus, la humedad, y por la brutalidad de las palizas diarias a manos de los guardias por las que sienten una inhumana satisfacción cuando le toca a otro y no a uno mismo. Algunos curas son crucificados, otros deciden suicidarse electrocutándose con las vallas electrificadas, y otros enloquecen.