Protagonizada por Hélène de Fougerolles (The beach, Fanfan La tulipe), Jonathan Zaccaï (Les Revenants, De battre mon coeur s'est arrêté), François Berléand (Los chicos del coro, Transporter II) y Marisa Berenson (Barry Lyndon, Elles), El mejor día de mi vida es un filme catastrófico sobre la felicidad.
Entrevista a Julie Lipinsky
El cine, ¿ha sido siempre tu objetivo?
Cuando era una niña, mi madre me llevaba a ver cine destinado a un público más adulto. A la edad de diez años, descubrí películas como Brazil, Elephant Man o Blade Runner, e inmediatamente me sentí fascinada. Como consecuencia, me familiaricé con los rodajes, figurando en varias películas en las que mi tía era la directora.
Cuando estaba llena de dudas existenciales, me encontré a mi misma en el momento que pisé un plató de cine.
Después de finalizar el bachillerato, me fui un año a Estados Unidos. Este viaje hizo que mi deseo se reforzara. Cuando regresé a París, trabajé de asistente de guionista en largometrajes con más determinación que nunca. Como resultado, empecé a escribir cortometrajes y, durante dos años, acepté todas las propuestas sin ser demasiado exigente, al mismo tiempo que iba realizando pequeños trabajos propios.
Más tarde escribí y realicé Théo, t'es là?, un plano secuencial de siete minutos que fue premiado en varios festivales. Esto me permitió realizar otros cortos, trabajos para publicidad, un documental y, finalmente, éste primer largometraje.
¿Qué es lo que te llevó a dirigir esta película?
Siempre me he sentido fascinada por las historias de amor y por las relaciones humanas en general. Para un primer largo, he tendido a permanecer cerca de lo que yo soy y de lo que he vivido. Como otros directores, he intentado hacer la película que me gustaría ver en el cine.
Hacer una comedia como primer largometraje es muy atrevido. Tus influencias en esta materia, ¿han sido francesas o americanas?
No creo que sea atrevido seguir tus deseos. Soy una 'cinefaga'. Me gustan tanto las comedias americanas de Blake Edwards, Lubitsch o Capra, como películas como Bridget Jones o Un air de famille
Has abordado un estudio sobre la pareja. ¿Cómo ha ido?
Muy bien, muchas gracias. Más que sobre la pareja, he hecho un estudio sobre el compromiso y lo que se deriva de él. El punto de partida de esta comedia tiene algo de autobiográfico, ya que los personajes se parecen mucho a las personas con las que me he cruzado a lo largo de mi vida.
Has escrito todas las situaciones junto con Laurent Tirard.
Sí, en Laurent he encontrado el complemento masculino a mi punto de vista. Este equilibrio ha sido para mí una necesidad. Hay mucha complicidad entre los dos y vemos la vida de la misma manera.
Las películas que hablan del matrimonio son muy numerosas, ¿qué trampas has querido evitar?
He querido evitar las caricaturas. He intentado que sea lo más natural posible de forma que el espectador se sienta cercano a la historia. Muchos de los que han leído el guión se identifican con situaciones que aparecen en la película.
No he buscado la respuesta a aquellas eternas preguntas sobre el matrimonio, sino sólo he dado prueba de ellas. La película no está ni a favor ni en contra del matrimonio. Aunque a veces, reconozco que lo he maltratado un poco
Acerca del tema central del matrimonio y el conflicto social que lleva implícito, has presentado a varias parejas. ¿Cómo se definen las unas en relación con las otras?
Antes de nada, he hecho una película sobre las historias de amor a través de los efectos perversos del matrimonio. Los temas de los celos, la fidelidad, el compromiso e incluso de la amistad se entremezclan con las dificultades económicas y sociales del matrimonio. Cerca de Arthur y Lola, que simbolizan tanto los deseos como los miedos del matrimonio, nos encontramos con los inconscientes Théo y Eléonore, y al adúltero Paul y su mujer Andréa. En cuanto a los padres, chocan el tradicionalismo de Jacques y Sylvaine con el inconformismo de Barbara y Valentin.
Entre todas estas parejas, nos encontramos con una 'solterona', Elise Carnicol; ¿cómo definirías a este personaje?
Detrás de su deseo de libertad, ella está a la espera. Sus convicciones están ahí sólo para causar daño a los demás.
Reunir a Michel Duchaussoy, Eva Darlan, Marisa Berenson y François Berléand, ¿es una manera de atestiguar tus referencias?
A veces se tiende a dividir las familias de actores y a reproducir castings que ya han sido probados en otras películas.
Admiro realmente el trabajo realizado por estos cuatro actores, y la idea de que los personajes que les rodean sean un grupo de jóvenes protagonistas me entusiasmaba.
¿Cómo escogiste a Hélène de Fougerolles para interpretar su papel?
Me había hecho una idea muy precisa del personaje de Lola. Hélène fue la primera persona en que pensé. Por otra parte, fue gracias a ella el que me reencontrara con Manuel Munz, mi productor. El resultado de mi trabajo con ella ha sobrepasado en gran medida a lo que yo me podía imaginar. Me ha llenado de placer el volver a trabajar con Hélène y me ha asombrado que no participe más a menudo en comedias: ella es verdaderamente divertida.
¿Cómo debía ser el compañero ideal de Hélène?
La elección de un actor dentro de una historia que nos resulta personal es determinante. En Lola, hay mucho de mí, y era necesario que encontrara a un Arthur que se aproximara a mi ideal masculino. De entre todos los actores con los que me crucé, fue Jonathan Zaccaï con el único que noté una cierta evidencia. En la película, actúa de la misma forma en que lo hace en la vida real, alguien tan dulce y apasionado con esta ilusión desconecta de la realidad. ¡Es el chico que muchas muchachas esperan!
¿Por qué en tu puesta en escena, los personajes toman al espectador como testigo dirigiéndose a la cámara?
La idea surgió del guión.
Es una forma de que el público sea más activo, una manera de implicarlo. Esta interactividad es también un guiño hacia Bertrand Blier, al que admiro muchísimo.
Además, también hay secuencias de animación
Al principio, este sueño de Lola, del matrimonio idílico, debía realizarse en el Caribe, pero nuestro presupuesto no nos lo permitía. Esta dificultad, nos dio la idea de usar la animación. Al final, fue el punto original. El resultado, poético y naïf, se ajustaba perfectamente a la personalidad de Lola y a la idea de la película. Las escenas de diseño animado se las debemos al talento de Jérôme Combe, autor del clip "Respire" de Mickey 3D.