Hace sesenta y un años, los ejércitos norteamericano y japonés se vieron las caras en Iwo Jima. Décadas después, varios cientos de cartas son desenterradas del suelo de esa inhóspita isla. Las cartas ponen cara y voz a los hombres que allí lucharon, así como al extraordinario general que los dirigió.
Los soldados japoneses son enviados a Iwo Jima sabiendo que, con toda probabilidad, ya no regresarán. Entre ellos se encuentra Saigo (Kazunari Ninomiya), un panadero que sólo quería vivir para ver la cara de su hija recién nacida; el Barón Nishi (Tsuyoshi Ihara), un campeón olímpico de equitación conocido en todo el mundo por su destreza y su honor; Shimizu (Ryo Kase), un joven ex-policía militar cuyo idealismo todavía no ha sido puesto a prueba por la guerra; y el teniente Ito (Shidou Nakamura), un estricto militar que preferiría suicidarse antes que rendirse.
Al mando de la defensa se encuentra el General Tadamichi Kuribayashi (Ken Watanabe), cuyos viajes a Norteamérica le han revelado la naturaleza inútil de la guerra, pero también le han proporcionado un conocimiento estratégico sobre cómo hacer frente a la imponente Armada de guerra norteamericana que se aproxima por el Pacífico.
Sin más defensa que la pura voluntad y las rocas volcánicas de la propia isla, la táctica sin precedentes del General Kuribayashi transformó lo que se preveía como una derrota rápida y sangrienta en casi 40 días de combate heroico e ingenioso.
Cerca de 7.000 soldados americanos murieron en Iwo Jima; más de 20.000 efectivos del bando japonés lo hicieron allí también. Las arenas negras de Iwo Jima se tiñeron de su sangre, pero sus sacrificios, sus esfuerzos, su coraje y su compasión perviven en las cartas que enviaron a casa.