Vivre sa vie es una película que habla de Nana, que escudriña su rostro y su alma, sus gestos y sus miradas. Pero no sólo, también es un retrato en doce viñetas de un personaje, una prostituta parisina enamorada del cine. El retrato de lo que un personaje es capaz de expresar, y la posibilidad de observar la vida de un personaje a través de la mirada de un autor.
Con la interpretación como tema y la vida como referencia, Godard y Anna Karina se embarcan en una catarata de sentimientos, un drama premeditadamente documental, que toma el pretexto de la prostitución para colocar al espectador ante sí mismo y a la actriz Anna Karina desnuda de todo artificio, ante la interpretación pura y dura, ante la vida misma, ante su vida como actriz y como persona.
Con la Nouvelle vague como vanguardia, irrumpiendo enérgicamente en el cine de los sesenta, Jean-Luc Godard, uno de sus principales exponentes, y mito del movimiento con su película À bout de souffle, continúa su evolución más madura y profunda con Vivre sa vie en la que, con Anna Karina (casada con Godard en aquellos años) como eje del film, desarrolla uno de los ejercicios de libertad formal más acertados de su carrera.
Con una fotografía directa, espontánea, heredera de los Doisneau o Cartier-Bresson trasladados al cine, Godard cuenta un fragmento en la vida y la evolución de una joven que acaba ejerciendo la prostitución, de una forma natural, sin ningún dramatismo, simplemente impulsada por el estilo de vida impuesto en la sociedad del dinero.
Sin excusas, sin sensiblerías, evitando subrayados, expone el relato sin darle ninguna importancia, dando un total efecto de normalidad a una situación en realidad normal socialmente, aunque trascendental para su protagonista.
La sensación de cotidianeidad, se ve perfectamente reforzada con el lenguaje visual. Los encuadres informales, la iluminación natural, los escenarios reales, por no decir del montaje, rompen con cualquier escuela formalista, para dar al espectador una presencia física dentro del film.
Lo que en la mayoría de los planteamientos tradicionales, hubiera sido un melodrama o un film de denuncia, en Vivre sa vie la espontaneidad aparente, moviéndose entre la ficción y el reportaje, logra un acercamiento a los personajes tan natural como sencillo.
Un planteamiento que contribuirá a la consolidación de la semántica que caracterizará las mejores obras del movimiento revolucionario del cine por excelencia, en la década de las revoluciones.