Comentarios del director
Golden door - Nuovomondo trata de un viaje que cambia a los seres humanos con destino a la tierra prometida, un lugar al otro lado del océano donde los hombres de buena voluntad podrán tener una vida mejor.
Es el principio del siglo XX. Hace poco que la esclavitud ha sido abolida en Estados Unidos y se necesita sangre joven y mucho espíritu para trabajar las grandes extensiones de tierra. El gobierno italiano ve con buenos ojos que se vayan esos hombres que empiezan a reclamar sus propiedades, que ya no soportan el hambre en silencio y que están dispuestos a todos para salir de la pobreza. El Estado italiano y la Iglesia Católica les animan a irse. Nacen las primeras compañías marítimas de viajeros. Los billetes se venden en las comisarías, donde se obtiene un pasaporte a cambio de dinero. Buenos ingresos para el Estado, una misión a la altura de la Iglesia y el principio de un sueño para los millones de jóvenes que se marchan; en los pueblos solo se quedan los ancianos y las mujeres.
Las primeras imágenes de esta tierra nueva llegan a las zonas rurales: supuestas imágenes reales, las primeras fotos trucadas, los primeros fotomontajes de hombres diminutos al lado de hortalizas gigantescas. Es la avanzadilla de la propaganda que sale de Estados Unidos para animar a los campesinos a dejar sus áridas tierras y trasladarse a la tierra de la abundancia donde les espera un botín seguro.
Dejé de lado los libros de historia y me concentré en estudiar las "parole di carta", las cartas dictadas por millones de italianos a otros que sabían leer y escribir. Decidí reconstruir una memoria que además de contener experiencias de primera mano, sería selectiva y estaría llena de elementos hasta ahora suprimidos más o menos conscientemente. No me interesaba hacer un relato histórico o social; quería recuperar el elemento personal, el hombre que abandona su país y que sufre una metamorfosis durante el viaje, que pasa de ser un hombre de antes a un hombre moderno.
El hombre que se va se lleva pocas cosas materiales, pero le acompañan sus muertos. Este hombre tiene un poderoso sentido de la identidad y de la memoria, las historias que se han transmitido de generación en generación. Los pocos kilómetros cuadrados en los que ha vivido, de los que nunca ha salido, están poblados por presencias invisibles. Sus animales le dan calor de noche y le hacen compañía durante el día. Este hombre conoce y respeta la naturaleza y sus humores; sabe que su supervivencia depende de ella. Es parte de lo que le rodea; conoce cada piedra, reconoce cada olor, nota cada cambio por muy pequeño que sea.
Cuando se va, este hombre decide dejar atrás todo lo que conoce, el lugar donde ha nacido, sus recuerdos. Citaré una descripción que me parece maravillosa y que encontré en una carta escrita por uno de esos hombres durante la larga y espectacular travesía: "Todos somos almas huyendo" hacia un paraíso que alcanzaremos si el destino así lo decide, "pero morimos con cada ola".
La primera parada es la isla Ellis, la isla de la cuarentena, o "isla de las lágrimas" como la llamaban nuestros protagonistas. Allí los emigrantes se enfrentaban por primera vez a los ciudadanos del nuevo mundo. Y allí empieza esta historia. Durante un año estudié los documentos y procedimientos que se aplicaron durante las dos primeras décadas del siglo XX. Descubrí que la isla Ellis no era solo un centro de inspección y albergue temporal para los recién llegados. También era una especie de laboratorio y archivo. Después de pasar cuatro semanas en alta mar en tercera clase, en dormitorios comunes improvisados en la bodega, sin ver la luz del día, en espacios muy reducidos y sin apenas aseos, los emigrantes sicilianos desembarcaban en la isla donde el personal de la Marina estadounidense procedía a examinarlos. Los exámenes médicos eran inmediatos para determinar si padecían alguna enfermedad como tracoma, tuberculosis, alcoholismo, malfuncionamiento de miembros, ceguera... Cualquier discapacidad que impidiera trabajar al joven emigrante y ganarse la vida eran consideradas como imperfecciones y los que las padecían eran deportados inmediatamente. Los que superaban los exámenes físicos debían someterse a otros de inteligencia y aptitud. Fueron los primeros test de inteligencia realizados a gran escala de los que existe evidencia histórica. Los habitantes del nuevo mundo estaban convencidos de que la falta de inteligencia era hereditaria, como puede serlo el color del pelo o de los ojos, y los emigrantes que no alcanzaban el nivel mínimo debían pasar una segunda batería de exámenes que confirmarían o desmentirían su deficiencia mental.
Estos análisis y exámenes, a los que debía someterse cualquier emigrante, procediera de donde procediera, fueron registrados. Son los primeros estudios eugenésicos a gran escala que han llegado hasta nosotros. La eugenesia, una disciplina científica cuyo objetivo es la perfección de la raza humana a través del estudio y selección de características mentales y físicas consideradas positivas, así como la eliminación de las negativas, era, sobre todo, un medio "biopolítico" de discriminación y persecución dirigido a una estandarización de la nación y a una purga social. Las leyes de inmigración, de matrimonio y, más aún, la esterilización obligatoria se aplicaron a un amplio abanico de individuos "degenerados", "improductivos" y "anormales".
Mientras leía los documentos referentes a los exámenes mentales de los "aliens" (extranjeros) publicados anualmente a partir de 1913, miraba las fotos de los recién llegados alineados para ser examinados, y me perdía en sus miradas. Sus ojos parecían pedir una explicación mientras luchaban, desorientados, con las formas geométricas que debían caber en un rectángulo de madera, delante de hombres uniformados que apuntaban cuánto tardaban en encontrar la solución, si la había...
El hombre de ayer debía cambiar en un periodo tremendamente corto. Debía demostrar que sería capaz de convertirse en un hombre moderno, que ya no creía en espíritus, fantasmas o en el diablo ni en ninguna de esas cosas que no se ven ni tienen explicación y que, por lo tanto, no existen. El hombre del nuevo mundo es racional, domina la naturaleza, construye edificios de cien plantas, fábricas gigantescas de las que solo se sale para volver a casa por la noche. El deber del hombre del nuevo mundo es usar el progreso para moldear el mundo a su gusto, para producir más de lo que necesita para sobrevivir, para generar riqueza y dinero.
Seguí esas miradas intentando descubrir un significado sin tener miedo a perderlo. No hago juicios morales. No es una película política, histórica o social. He querido contar la historia de unos héroes, hombres del pasado que aún creen en la importancia del misterio y que aún ven cosas que no se ven, lo que no significa que no existen.
Emanuele Crialese
Crítica Variety
Una película italiana imaginativa, atractiva e inteligente en un momento en que el país la necesita. Golden door - Nuovomondo, de Emanuele Crialese, es una historia sólida que no predica ni se inclina.
Agnès Godard, la habitual directora de fotografía de Claire Denis, hace un trabajo espléndido, como siempre, rodando con esmero desde la belleza de los paisajes sicilianos hasta las instalaciones de la isla Ellis.