Selección oficial Festival Internacional de Cine de Toronto 2007.
Historias y paralelismos: las novelas y el club de lectura
Como en una versión del siglo XXI de una novela de Jane Austen, los seis miembros del club de lectura de Jane Austen se debaten entre la esperanza romántica y el desengaño, los consuelos y malentendidos de la amistad, y las infinitas complicaciones de la vida como seres sociales en una comunidad compleja. Los miembros del club no necesitan mirar más allá de sus lecturas y conversaciones mensuales para encontrar paralelismos con sus propias vidas.
Sylvia, en pleno proceso de divorcio, tiene la mala fortuna de acoger en su casa y dirigir el debate sobre Mansfield Park; la novela está repleta de alianzas que se rompen, desengaños amorosos, dificultades maritales y adulterio. Como dice Jocelyn cuando Sylvia rompe a llorar durante la discusión del club de lectura, "leer a Jane Austen es como pasar por un puto campo minado".
La propia Jocelyn tiene un equivalente de Austen: la protagonista de Emma es adorable, rica, vivaz, y también una incansable entrometida y celestina que cree que sabe lo que todo el mundo necesita, pero que está tontamente ciega cuando se trata de sí misma. Ignorando tercamente el interés que Grigg le demuestra, Jocelyn le empuja hacia Sylvia, que está demasiado ocupada lamentando su fracaso matrimonial como para darse cuenta.
La abadía de Northanger, en la que la heroína se ve cautivada por espeluznantes cuentos de melodrama gótico, es la novela sobre la que se hablará en casa de Grigg. Para hacerlo más divertido, Grigg decora su impersonal casa en los suburbios con adornos de Halloween, pero el verdadero melodrama gótico irrumpe cuando se revela la muerte de un personaje.
Irónicamente, la discusión del club de lectura sobre Orgullo y prejuicio es la más cargada de ansiedad y dolor. Aunque Orgullo y prejuicio es la novela más romántica de Austen, está surcada de animosidad y malentendidos entre amantes, y retrata la terrible presión de las veladas con traje de gala con una exactitud brillante y certera. La cena de gala a la que asiste el club de lectura tiene absolutamente la misma carga emocional que los bailes "para cazar marido" de la novela, y Grigg y Jocelyn discuten de forma tan venenosa como el señor Darcy y Elizabeth Bennet. Las hijas sufren por la relación con sus madres y padres con el mismo dolor en el club de lectura de hoy como en el libro.
Sentido y sensibilidad, en la que los compromisos desiguales dificultan la esperanza romántica de dos hermanas que han perdido su fortuna, da a los miembros del club de lectura un telón de fondo sobre el que discutir sus distintas perspectivas y actitudes. Pero es Persuasión, el último debate del club de lectura, el que resuelve las distintas historias: trata sobre una pareja que, años antes, se separó amargamente, pero que acaban encontrando el camino a la reconciliación y el amor tras muchas dudas y malentendidos. El tema de las segundas oportunidades es una piedra angular para Prudie y Dean, y para Sylvia y Daniel. Y el tema de jugar con el amor inspira a Jocelyn, Grigg, Allegra y Bernadette, a cada uno de forma distinta.
Los emparejamientos románticos que se producen al final del club de lectura dan una solución satisfactoria y adecuada, al igual que el matrimonio y los finales felices siempre tienen la última palabra en las novelas de Austen.
Pensamientos de la guionista-directora
Cuando John Calley me pidió que leyese la novela de Karen Joy Fowler, El club de lectura de Jane Austen, estaba trabajando en un guión original sobre una familia disfuncional de eruditos de Jane Austen, que planeaba dirigir para Sony Pictures. Llevaba varios años inmersa en Austenalia, no sólo leyendo las novelas de Austen una y otra vez, sino también absorbiendo sus cartas y obras de juventud, y buceando entre diversos tratados académicos que exploraban la vida y obra de Austen desde todos los ángulos posibles. Incluso bromeaba con el ejecutivo de Sony diciendo que estaba a punto de hacer la única comedia ligera de Hollywood que iba a necesitar incluir una bibliografía en los créditos.
Sin embargo, al leer El club de lectura de Jane Austen, dejé de estar en compañía de contrincantes intelectuales. Aquí se hablaba de gente ordinaria que se parecía más a mí; lectores, que buscaban protección y compañía en los libros. Que los lectores contemporáneos hayan encontrado refugio en las ordenadas novelas de Jane Austen no es sorprendente, si se piensa contra qué buscamos protección: el tráfico congestionado, el timbre incesante de los teléfonos móviles, los chirridos de las barras de seguridad, salas de espera con el televisor a toda potencia... Hace poco, vi que en un quiosco del aeropuerto de Seattle tenían de saldo cuatro de las seis novelas de Austen. Si tienes que pasar un par de horas atrapado en una terminal, esperando por un vuelo retrasado, no hay mejor escape que viajar a un pueblecito del campo inglés de hace dos siglos.
Cuando empiezas a amar a Austen, su mundo no parece tan anticuado. Sus personajes se preocupan por el dinero, se relacionan con familiares de los que se avergüenzan, sufren por los desprecios sociales, y pasan más tiempo del que deberían esperando enamorarse, incluso aunque las perspectivas en ese momento no sean muy prometedoras. Resumiendo, sus personajes son como nosotros, sólo que sin el trayecto diario de metro y las jornadas laborales de doce a catorce horas.
Cuando terminé el libro de Karen Joy Fowler, me encontré meditando sobre el impulso contemporáneo de escapar a refugios privados. El ritmo de nuestras vidas nos ha convertido a todos en extrovertidos introvertidos, bien arropados en casa (para muchos de nosotros, nuestra casa es ahora también un lugar de trabajo) mientras chateamos, tecleamos mensajes de correo electrónico, navegamos en páginas de relaciones sociales y en librerías on line, enviamos mensajes de texto para votar en Operación Triunfo, y la Blackberry vibra hasta detrás del plato de la cena. En la "aldea global", nunca hemos estado más disponibles para los demás y, paradójicamente, nunca hemos estado más aislados. En una era de "nichos de marketing", admitámoslo, todos estamos en nuestro respectivo nicho. Y sin embargo, aquí estaba la maravillosa novela de Karen Joy Fowlers, en la que describe de forma soberbia las andanzas de una comunidad totalmente dimensional y no virtual. Justo cuando están en mitad de un divorcio, empezando a salir con alguien, sintiendo el dolor de una pérdida o en un cambio de trabajo, seis personas acuerdan leer seis libros de Jane Austen, y después reunirse en persona, en diversos puntos de la ciudad, para hablar de ellos. Cuánto heroísmo en una historia tan íntima.
Adaptar un libro es esencialmente un esfuerzo de interpretación. Las primeras imágenes que me vinieron a la mente cuando me senté con el libro de Fowler se convirtieron en la escena de apertura de la película. La historia se desarrollaría donde muchos de nosotros vivimos ahora, en esa intersección entre los suburbios y las zonas residenciales, sin saber nunca quién vive en la puerta de al lado. A primera vista, nuestros personajes serían extraños en los que apenas repararíamos; personas muy parecidas a nosotros, todos en mitad de vidas muy ocupadas, siempre con prisa, hablando por el móvil, posiblemente llevando demasiadas cosas, las que nos quitan la plaza de aparcamiento justo cuando llegamos tarde a trabajar; esa persona que lleva bolsas de la compra y va riñendo a los niños, esa persona que pierde el ascensor justo cuando se cierra, todos nosotros, rodeados por miríadas de incordios tecnológicos que Jane Austen nunca habría imaginado.
La historia empezaría con la escena de una comunidad aparente: el funeral por el perro de Jocelyn. Pero pronto nos damos cuenta: nadie se siente especialmente parte de esa comunidad. Daniel ridiculiza el dolor de Jocelyn, se quiere ir pronto. Allegra se ofende por nada. Sylvia rechaza la propuesta de Bernadette de que hagan algo para que Jocelyn se sienta un poco mejor. "Deberíamos hacerlo", asiente al principio, para después dar a todo el mundo la escapatoria perfecta: "pero vive tan lejos...".
Todas las novelas de Jane Austen examinan el orden en una comunidad, prestando especial atención a la responsabilidad de una persona frente a las demás. En Orgullo y perjuicio, el señor Darcy no cae bien al principio porque no presta a la comunidad el servicio de bailar en una fiesta en la que muchas jóvenes están sin pareja. En Emma, la joven heroína es reprendida cuando inadvertidamente insulta a una viuda: en el reglamento de Austen, la gente bendecida con buena fortuna debe tener cuidado de no humillar a los de rango inferior. El orden comunal frente a los deseos personales es un tema siempre acechante en las profundas estructuras de las novelas de Austen, muy escondido bajo las líneas argumentales que nos subyugan. ¿Dónde podría tener lugar una historia de Jane Austen sino en un pueblo rural o sus alrededores, o en un mundo social cerrado, como el de Bath?
Y en ausencia del pueblo o en este caso, en la intersección anónima de los suburbios y las zonas residenciales, ¿podría siquiera contarse una historia de Jane Austen? ¿Y cómo sería entonces?
Sabía que en la película las historias de los personajes seguirían líneas paralelas a las tramas de las novelas de Austen, tal vez incluso más que en el propio libro de Karen Joy Fowlers. Y sí, todo el mundo malinterpretaría a los demás al principio, como en todas las novelas de Austen, y por supuesto, al final acabarían enamorándose. Pero lo más importante (al menos para mí) es que veríamos retratado también el profundo trasfondo de las novelas de Austen. Cuando conocemos a los personajes, nos reconocemos en ellos, viviendo en una apariencia de comunidad, no totalmente extraños los unos a los otros, pero sin embargo algo distanciados. Veríamos a cada persona seguir su propia línea argumental; pero a medida que se desarrolla la película, también veríamos cómo los personajes resuelven sus diferencias en un club de lectura, dudando de su propia capacidad para mantener el grupo unido, enfrentándose a sus propias imperfecciones, y al final veríamos a estas personas empezar a unir sus historias, a medida que se van dando cuenta de lo que significa reunirse de verdad.
Una vez supe la forma y la intención de la historia, tuve unos impulsos incontenibles de escribir esta película tan pronto como fuera posible. Mientras escribía y planeaba escenas, la idea austeniana de tener que afrontar las propias imperfecciones no estuvo nunca muy lejos de mi mente. De hecho, durante la preproducción, solía llevar una sudadera con capucha que llevaba escrito por detrás "imperfecto". Cuando la llevé al rodaje la primera semana, un miembro del equipo protestó de broma, diciendo: "Caramba qué negativa, ¿estás diciendo que para ti no lo vamos a hacer nunca perfecto?". Y en seguida el diseñador de producción, Rusty Smith, salió diciendo: "No, está bien. Significa que tenemos libertad".
Robin Swicord
Notas de producción
Como una heroína de Jane Austen, la directora Robin Swicord, los actores y el equipo técnico tenían que ser ingeniosos, hábiles, ahorrativos y amistosos para hacer Conociendo a Jane Austen, y para divertirse mientras lo hacían. Con un programa apretado, un presupuesto estrecho y un gran conjunto de actores que compartían mucho tiempo en pantalla, esta ingeniosa descripción del amor y amistad de hoy en día necesitaba un ambiente real de armonía, productividad y autenticidad para parecer fantástico y sonar a algo verdadero.
"Mi tarea más importante fue crear un entorno para que los espléndidos actores pudieran reunirse en grupo y dejar que se creara química", explica Swicord. "Trabajamos duramente y muy deprisa, pero siempre mantuvimos ese espíritu de juego. Antes de la grabación, hicimos algunos ejercicios de teatro para crear un grupo sólido, y nos empezamos a llamar los LITRAJAS (Ligeramente Trastornados por Jane), con camisetas con el nombre y todo. Durante el casting seguí la norma de "actúa visceralmente", y así terminé reuniendo a un grupo de actores muy simpático. Esta producción ha sido divertida de verdad".
Jimmy Smits, que ha estado en muchos rodajes, se muestra de acuerdo: "Hacía muchísimo tiempo que no estaba tan relajado en un set de grabación, y noté lo mismo en todos los actores. Creo que quedará muy reflejado en la pantalla".
Con solamente seis semanas para la preparación previa y treinta días para rodar, Swicord se aseguró de que sus actores tuvieran para ensayar todo el tiempo que pudiesen arañar, para ir sintiéndose cómodos con sus personajes y entre sí. "Los ensayos previos a la grabación fueron de gran ayuda para ajustar el guión y el movimiento de los actores", recuerda Swicord. "Este guión no siguió el proceso habitual de desarrollo, con diversas reuniones de guionistas que a veces terminan por tumbar una historia; a Sony Pictures Classics le encantaba el libro original, dio luz verde a mi adaptación, y en seguida estábamos manos a la obra. Así que el trabajo con los actores fue el verdadero campo de pruebas. Observé en qué casos el diálogo fluía suavemente, cuándo los actores dudaban o se sentían extraños, o cuándo parecían necesitar una línea o un movimiento, y después recogía todas esas claves y hacía algunos ajustes. Incluso cuando comenzamos las jornadas de rodaje de 12 horas, siempre apartaba una hora para ensayar por la mañana, sabiendo que ese tiempo se invertiría en conseguir mejores actuaciones y menos tomas".
De hecho, como comentaba Kathy Baker maravillada: "Robin tuvo "su día" todos los días", refiriéndose a que el apretado programa diario se completó debidamente en todos los casos. "¡Todo un récord!".
Como debutante en la dirección de largometrajes (aunque con veinte años de experiencia en la producción como aclamada guionista), Swicord contó con la ayuda de un equipo de producción de primera fila, desde el renombrado productor John Calley, cuya prolífica filmografía da fe de su afición por descubrir y hacer crecer directores con talento, a un equipo técnico "formado por entusiastas", según palabras de Swicord. "Esta película ha tenido la suerte de contar con los mejores profesionales técnicos en lo más alto de su carrera. Pudimos tenerlos a todos en una película de bajo presupuesto y con un calendario muy ambicioso en gran medida porque rodamos en el centro y alrededores de Los Ángeles, donde los mejores equipos de rodaje del mundo pueden irse a casa por la noche y dormir en su propia cama".
Un miembro del equipo de rodaje, sin embargo, tuvo que venir desde muy lejos: el director de fotografía John Toon, que aceptó dejar su granja de Nueva Zelanda después de que Swicord y él congeniaran durante una llamada telefónica de cuatro horas. "Me tocó la lotería cuando John Toon aceptó venir y grabar esto. ¡Si incluso aceptó quedarse en mi casa, con mi familia, para ahorrar dinero!".
El objetivo de Swicord de crear un trocito de vida real fue lo que determinó la elección del director de fotografía. "Quería que la apariencia de la película fuese muy real, que reflejase muy bien el "así es como vivimos ahora", al igual que Jane Austen nos había dado un retrato tan pormenorizado de cómo era el día a día de la gente en su tiempo. Yo admiraba mucho la técnica de cámara que John había utilizado en Glory Road y en Sylvia, porque lleva al espectador a sentirse en el lugar, como si fuese un observador inmediato. Ha inventado un anclaje de cámara que es un poco más suelto, que se parece más al movimiento humano: apenas se nota, no es como cuando se lleva la cámara en la mano, pero tampoco tiene la firmeza de la cámara fija. Y utiliza mucha luz natural, que refuerza la sensación de inmediatez".
Además, como apunta John Toon: "Lo que las restricciones presupuestarias significan al final es que tienes prisa, y que no tienes la posibilidad de volver a grabar lo que sale mal. Así que nada sale mal porque sólo tienes una oportunidad para que salga bien".
Una anécdota narrada por Swicord ilustra cómo la directora y el director de fotografía encontraron un equilibrio entre la rapidez del ritmo y las buenas interpretaciones: "Estábamos filmando la escena en la que Trey y Prudie están a punto de besarse en el coche, fuera de la escuela, cuando ella ve a su marido acercarse. Es una escena tensa. John Toon y yo habíamos pensado la sucesión de planos: planos sencillos desde un lado, y también desde el asiento trasero, y después saliendo desde el parabrisas hacia el punto donde se ve a Dean acercándose. Cuando rodamos los planos cortos dentro del coche, los actores empezaban a meterse en los personajes, y para cuando teníamos las cámaras mirando a través del parabrisas, ya estaban haciéndolo bien de verdad, con química real. Le susurré a John: 'vamos a volver a filmar los planos sencillos', lo que significaba volver a colocar luces y cámaras, él dijo: 'no, no, nada de volver hacia atrás', y yo le dije: 'vas a tener que confiar en mi esta vez'. Así que a velocidad de vértigo todo el mundo empezó a recolocar todo, lo grabamos rápidamente, sin retrasarnos sobre el programa, y yo acabé con los planos sencillos que quería. Para mí, fue como una lección para directores principiantes: no empieces con los planos sencillos íntimos, siempre hay que calentar primero con otra cosa. El día siguiente, Tooney dijo: 'Vamos a empezar con un plano largo, ¡venga!'".
Swicord también forjó una sólida relación de colaboración con el resto del equipo. "La productora Julie Lynn podría dirigir ejércitos. Su hijo tenía dos años mientras rodábamos, y estuvimos de acuerdo en que, si puedes ser madre, puedes hacer cualquier cosa. Yo necesitaba a alguien que pudiese hacer grandes cosas con poco dinero, y que pudiera estar a mi lado y añadir otro par de ojos creativos. Además, es abogada, así que nos ahorró un montón de dinero con todo el papeleo legal".
Rusty Smith, el diseñador de producción, ya se encargó del diseño de un corto de Swicord, The Red Coat, hace diez años. "Se ha convertido en uno de los principales diseñadores de las grandes producciones, y dijo que era reconfortante trabajar a nuestra escala modesta y realista, haciendo que los detalles de los personajes cobraran vida con poquísimo dinero. En una película coral, el espectador tiene que conocer a los personajes muy rápido a través de sus casas, la ropa que llevan y lo que les rodea, y Rusty fue un genio al encontrar localizaciones perfectas, que se ajustaban a los personajes y que podían utilizarse, reutilizarse y reciclarse para diversas escenas distintas. Rusty hizo dibujos de cada localización, y yo traje un juego Little People de Fisher Price dejando que los actores escogiesen qué muñeco querían ser y los moví por todo el dibujo hasta encontrar la colocación y el movimiento adecuados".
Esta autenticidad hasta en los menores detalles se extendió a toda la producción. "La decoradora del set, Meg Everist, hacía cosas como dejar una cesta de ropa lavada sin doblar encima de una mesa, que ni siquiera se veía en la imagen, pero que los actores sí podían ver, y eso hacía que sus personajes cobraran vida un poquito más. No me gusta nada que los personajes de una película vivan en casas y se vistan con ropa que están ridículamente fuera de su alcance. Me senté con la diseñadora de vestuario, Johnetta Boone, pensamos dónde compraría de verdad cada uno de estos personajes, y ahí fue donde Johnetta compró el vestuario de cada uno. Si eres profesora de instituto como Prudie, puedes tener estilo, pero desde luego no mucho dinero".
Para el montaje de Conociendo a Jane Austen, Swicord sorprendentemente buscó un editor procedente de las películas de acción. "Cuando los miembros del club de lectura se reúnen, hay peleas, las líneas argumentales se entremezclan y hay tensión; Maryann Brandon lo trata como si fuera una escena de acción, cortando entre las ocurrencias, réplicas y miradas llenas de significado, creando cierto movimiento. No queríamos un grupo estático de gente hablando, atrapados en una habitación todos juntos. Su experiencia en las películas de acción es de gran ayuda para que las cosas sean dinámicas".
También los actores aportaron calidez y generosas colaboraciones al proyecto. "Todo el mundo estaba inspirado para dar más de lo que se le pedía. Emily Blunt vino a leer el guión con los actores cuando estábamos buscando al intérprete de Trey, y escogí a Kevin Zegers porque le hizo ruborizarse. Emily se procuró por su cuenta una peluca, porque sentía que Prudie debía llevar esa melenita francesa tan arreglada, y no podía cortarse el pelo a causa del proyecto que tenía después. Y nosotros no podíamos permitirnos una peluca. Maria Bello fue la primera seleccionada del grupo protagonista. Vino temprano todos los días para leer los diálogos. Cocinó pasta para todo el mundo. Nadie se fue a echar la siesta en su caravana, sino que todos se reunieron, ensayaron y lo dieron todo".
Swicord continúa: "Los actores salvaron la situación en el único momento de verdadera angustia que tuvimos: al principio escogimos a Kathy Baker para el papel de Sky, la madre de Prudie, y Kathy dijo: "Bien, haré de Sky, pero yo en realidad he nacido para interpretar a Bernadette". Se apagó una bombillita y la cambié a Bernadette, pero la actriz que escogimos después para Sky se cayó en el último minuto. Literalmente dos días antes de la fecha en que estaba programada la grabación de las escenas de Sky, Lynn Redgrave, que estaba en Los Ángeles con un espectáculo de monólogos, aceptó interpretar el papel. Fue un gran acto de generosidad. Interpretó con nosotros durante dos días y después se fue corriendo a su propio espectáculo por las tardes".
Swicord habla cálidamente y con admiración de todo el reparto. "Son todos muy inteligentes. Sabía que Hugh Dancy era un intelectual es un ratón de biblioteca, pero también te partes de risa con él, y eso no me lo esperaba. Tengo una foto fantástica de todas las actrices de pie, compartiendo charla y risas, y en mitad está sentado Hugh con un libro, y cada una de las mujeres tiene una mano apoyada ligeramente sobre su cabeza u hombros, como si fuera un animalito mimado. No podría enumerar todas las cosas buenas de este plantel de actores, porque creo que siempre me dejaría algo. Amy Brenneman, Maggie Grace, Jimmy Smits, Marc Blucas... todos son grandes actores porque son inteligentes, cálidos y generosos".
Swicord resume la satisfactoria experiencia de dirigir su primer largometraje con una cita de Jane Austen, la musa que nunca estuvo lejos del corazón de la producción: "En una carta a su sobrino, Austen habla de su escritura como "el pequeño trozo de marfil (de dos pulgadas de ancho) sobre el que trabajo con un pincel muy fino para producir muy poco efecto después de mucho trabajo". Hacer una película está a años luz de la figura metafórica de Jane tallando un trozo de marfil, pero en realidad buscamos lo mismo: contar historias que dejen ver nuestras vidas y cómo nos sentimos sobre el amor y la amistad".