Para narrar la historia de "Garbo. El espía", la película cuenta con todos los actores principales de esta historia . El experto en Inteligencia y novelista Nigel West, quien rastreó la pista de Pujol y le sacó de su anonimato en Venezuela. El Oficial de Inteligencia del MI5 Mark Seaman, que investigó todos los pasos de Pujol y cómo consiguió hacer creer lo increíble. El periodista Xavier Vinader, que deconstruyó con él sus memorias y le ayudó durante meses a recordar todos los detalles. Aline Griffith, condesa de Romanones, espía durante la Segunda Guerra Mundial, que trabajó para la Inteligencia Americana en España. Las dos familias de Pujol, la que tenía en España y la de Venezuela. Y el mismo Juan Pujol, con su personalísimo enfoque de la realidad.
Ha pasado por numerosos festivales de cine internacionales entre los que destacan Roma, Amsterdam y Sevilla.
¿Por qué Garbo?
Garbo- El espía es un thriller documental sobre héroes y espías, secretos y mentiras, memoria y olvido, hecho con fragmentos de películas de Hollywood, material de archivo, entrevistas y efectos digitales, con una estructura que nos fuerza a elegir nuestra particular interpretación de la verdad.
Contamos con todos los actores principales de esta historia extraordinaria. El experto en Inteligencia y novelista Nigel West, quien rastreó la pista de Pujol y le sacó de su anonimato en Venezuela. El Oficial de Inteligencia del MI5 Mark Seaman, que investigó todos los pasos de Pujol y cómo consiguió hacer creer lo increíble. El periodista Xavier Vinader, que deconstruyó con él sus memorias y le ayudó durante meses a recordar todos los detalles. Y Aline Griffith, condesa de Romanones, espía durante la Segunda Guerra Mundial, que trabajó para la Inteligencia Americana en España. Las dos familias de Pujol, la que tenía en España y la de Venezuela. Y el mismo Juan Pujol, con su personalísimo enfoque de la realidad.
Para explicar la historia del agente doble más importante del siglo XX, nada mejor que el cine. El cine nos ha forjado las imágenes de Mata Hari, de Charlie Chan, de la Operación Cicerón. Para poder remarcar los aspectos más controvertidos de la historia, mezclamos entrevistas con noticiarios, cartoons, películas, anuncios y films de propaganda, tanto del bando aliado como del nazi, así como largometrajes como Patton, El día más largo, Nuestro hombre en La Habana, Mr. Motos Last Warning, El extraño, Pimpirnel Smith, El agente invisible, The Secret Code, British Intelligence o la película de Greta Garbo Mata Hari, para descubrir por qué Pujol fue considerado el mejor actor del mundo.
Edmon Roch (Director, Productor, Guionista)
La realidad siempre supera la ficción (Algunos hechos extraordinarios sobre Garbo)
GARBO fue el único individuo que recibió las máximas condecoraciones de ambos bandos: la Cruz de Hierro II del Tercer Reich y el Miembro de la Orden del Imperio Británico de los aliados.
En la embajada alemana en Madrid se hallaban destinados 87 miembros de la Abwehr y había otras 228 personas que se dedicaban a servicios de inteligencia, con más de 1500 agentes.
La mayor red de agentes nazis durante la Segunda Guerra Mundial en Gran Bretaña fue la red ARABEL, capitaneada por ALARIC, el Hombre de Confianza 319 (V-Mann 319), es decir: Garbo. Llegó a reunir a 27 personas, pagadas y mantenidas por el Tercer Reich. Ninguna de ellas existió en realidad: todas provenían de la fabulosa imaginación de Pujol.
Sin saberlo, y a través de la Red Arabel, el alto mando alemán financió, en gran parte, los Servicios de Inteligencia británicos.
Cuando estuvo al servicio del MI5, el teléfono de Pujol estaba intervenido y su correspondencia privada, censurada. Siempre estuvo vigilado. Solo podía utilizar la tinta invisible bajo la supervisión de un Oficial del Servicio Secreto.
Nunca conoció a otro agente, ni estuvo en el MI5, ni supo cuál era su lugar en la organización.
Nunca se quejó ni intentó averiguar más de lo que debía.
Una vez en Londres, Pujol redactó no menos de 315 cartas con tinta invisible del total de 423 escritas por el MI5. Ninguno de los documentos tenía menos de 500 palabras en incluso alguno de ellos fueron textos de más de 8000 palabras. Todos reflejaban distintas personalidades, de acuerdo con los 27 agentes que se había inventado. Pero Pujol era también el responsable de escribir el texto de cobertura en tinta normal de todas estas cartas, un considerable esfuerzo que desarrolló con gran habilidad. Además, ultimó la version final de unos 1200 mensajes de radio, del total de 1339 mensajes trasmitidos por la Organización.
Después de la Guerra, el MI5 quiso destinar a Pujol a Rusia. Por razones desconocidas, no aceptó.
Pujol dilapidó toda su fortuna comprando tierras en Venezuela en 1946. En 1948 sus propiedades fueron asaltadas y arrasadas. Tuvo que venderlas por una cuarta parte de su valor.
Pujol logró combatir en dos guerras sirviendo a ambos bandos.
Jamás disparó ni un solo tiro.
Su inagotable imaginación produjo más de 50 volúmenes de escritos.
De esta manera, salvó miles de vidas.
En ambos bandos.
Entrevista con Edmon Roch (director, guionista, productor)
P: ¿Qué es GARBO. EL ESPIA?
R: Es una historia extraordinaria y, al mismo tiempo, verídica hasta lo inverosímil. Es la historia de Alaric, el mejor agente nazi de la Segunda Guerra Mundial, cuya red reunía a la flor y nata de los espías nazis en Gran Bretaña. Pero es también la historia de Garbo, que trabajaba para el MI5, y es también la historia de un desertor de la Guerra Civil, y la de un agente doble que murió en Angola en 1949. Y es la historia de un novelista inglés que empezó a buscar a un muerto convencido de que estaba vivo, y que lo desenterró dos veces
equivocándose de cadáver. Y es la historia de una mujer que sabía demasiado, y de una red de agentes que jamás existió. Es, en definitiva, la historia de un gran desconocido: Juan Pujol, a quienes los servicios de Inteligencia Británica denominaron como el mejor actor de todos los tiempos y a quien la prensa inglesa bautizó como el hombre que salvó al mundo.
P: Una historia compuesta de muchas historias
R: Efectivamente. Cuando tiras de cada hilo descubres que todos tienen múltiples ramificaciones, a cada cual más apasionante. La historia del piloto de la RAF que transportaba cartas de amor de un español que tenía a su mujer en Lisboa; la del espía que enferma misteriosamente y muere cuando más se le necesita; o la del señor de Barcelona que trabajaba para los alemanes en Londres cuando en realidad estaba en Lisboa y no tenía nociones de inglés ni de alemán. Cada historia te lleva a otra, y hay más de mil historias. Literalmente.
P: Se trata de un mockumentary (falso documental), ¿verdad?
R: No, no: es fiel a la realidad. Aunque es tal la locura, la imaginación y tiene un ritmo tan trepidante que cualquiera que no conozca la verdad de primera mano puede sentirse tentado a creer que contiene ciertas dosis de invención. Tal vez se deba a que Pujol era un gran fabulador, seguramente uno de los mejores escritores del siglo XX. Pero no escribía para lectores sino para convencer y manipular a los enemigos para ganar guerras. La realidad siempre supera la ficción.
P: Usted la define como un thriller documental
R: Sí. Pero también como una comedia y como un relato con ciertos toques de Graham Greene. Greene, como después John LeCarre, estaba íntimamente conectado con los servicios de inteligencia británicos, y por eso sus historias son terriblemente veraces. De hecho, se considera que Greene, conocedor de la historia de Garbo, se inspiró en ella para escribir Nuestro hombre en La Habana. Y The Counterfeit Spy de Sefton Delmer también se basa en ella.
P: ¿Qué hizo Garbo?
R: Según sus propias palabras, poner su granito de arena para el bien de la humanidad. Salvó muchas vidas y de hecho se convirtió en el gran maestro de lo que se llama el arte de la intoxicación, es decir: hacer creer al enemigo lo que podría ser pero no es, sin posibilidad de ser descubierto.
P: También afirmaba que había luchado dos guerra sin haber disparado un solo tiro
R: Es verdad. Y su familia y sus hijos, tanto de España como de Venezuela, sus primos, siempre recuerdan que esto era lo que le enorgullecía más. Esto y haber salvado miles vidas tanto en el desembarco de Normandía como en los bombardeos nazis sobre Londres al final de la Segunda Guerra Mundial.
P: ¿Jamás se equivocaba?
R: Al contrario, en repetidas ocasiones: Pujol no conocía Londres, no tenía nociones de inglés, y era un espía de despacho sin apenas contacto con la realidad. No podía dejar de cometer errores, como cuando hablaba de los ingleses que ofrecían información a cambio de una botella de vino, o cuando se hacía un lío con el sistema monetario inglés, pasando unas cuentas de gastos extravagantes. Pero su mérito fue interpretar su papel mejor que nadie, por eso los ingleses le llamaron Garbo. No es casualidad que Greta Garbo hubiera encarnado a Mata Hari, la gran agente doble de la pantalla. A Pujol jamás se le podía echar nada en cara. Cuando se le atacaba por sus errores, él contraatacaba indignado ante lo que consideraba minucias dentro de un trabajo muy importante. Por otra parte siempre acababa comunicando aquello que los nazis querían escuchar; afirmaba que le movía su odio a las democracias y su amor por el Tercer Reich. De hecho, Pujol se lo debía pasar en grande inventando todas esas mentiras. Con su corpus de más de cincuenta volúmenes de textos y mensajes, se podría decir que fue uno de los grandes autores de los cuarenta, y, sin duda, el que tuvo mayor influencia en el devenir de la humanidad.
P: El gran público conoce a Mata Hari, pero no a Garbo. ¿A qué se debe?
R: Los mejores espías son los que permanecen en secreto; el espía exhibicionista anda más en busca de notoriedad; el avaro, ansía el beneficio económico. Pujol no: se diría que era un trabajo que se le daba bien, que llevaba en la sangre, y era muy discreto. De hecho, se habría llevado su secreto a la tumba a no ser por el empeño de Nigel West. Karl Erich Kuhlenthal, su controlador alemán, falleció en los setenta convencido de que Pujol había sido su mejor espía, un luchador infatigable para el III Reich. Y el alto mando alemán le condecoró con la Cruz de Hierro, un honor que jamás había merecido nadie que no fuera alemán o que hubiera luchado en el frente. Salvo Pujol.
P: Pero la historia de Pujol empieza durante la Guerra Civil
R: Allí es donde pone a prueba sus dotes de invención y descubre su enorme poder de fabulación. En la Guerra Civil, Pujol estuvo a punto de fallecer; desertó porque no quería empuñar un arma y se escondió como un topo durante casi un año en Barcelona. Le descubrieron y encarcelaron, pero escapó y se escondió en un piso detrás de la Catedral de Barcelona donde, en poco más de un año, había adelgazado 20 kilos y perdido casi todo su cabello. Era un anciano con tan solo 24 años. Entonces dio un paso adelante.
P: ¿Se fue al frente?
R: Primero a Sant Joan de les Abadeses para ejercer de gestor de una granja de pollos. Pero eso era una tapadera: Pujol albergaba la intención de cruzar los Pirineos, y para eso entrenaba cada día. Tenía una fuerza de voluntad enorme. Pero también era muy prudente. Así que, cuando estaba a punto de dar el paso, supo que los republicanos fusilaban a los desertores que intentaban cruzar a Francia. Entonces ideó su primera gran mentira: con un documento falso pretendiendo tener el doble de su edad, se presentó como voluntario ante las tropas republicanas, afirmando que era un experto en morse y telecomunicaciones. Pero lo cierto es que no tenía ni idea. ¿Su finalidad? Cruzar las líneas y cambiar de bando. Lo cierto es que lo hizo tan mal que, el día que huyó, perdió la orientación y regresó a sus propias filas, creyendo que llegaba a las contrarias. Recibió tal aluvión de tiros que sobrevivió de puro milagro.
P: Y de ahí decide hacerse espía
R: Primero encuentra a su mujer, Araceli González, quien jugó una parte muy importante en su brillante trayectoria posterior. Y con una tremenda ingenuidad visita a los británicos, que le toman por un infiltrado nazi. Pero Pujol no se amedrenta, y maquina un plan más atrevido todavía: colaborar con el Tercer Reich para ganarse las simpatías aliadas. Sorprendentemente los alemanes le creen, le ofrecen un cursillo rápido en las técnicas de espionaje y un sueldo. ¿Objetivo? Obtener información de importancia militar desde Gran Bretaña. Pujol afirma que lo podía conseguir. Y, manos a la obra, pronto empezaron a llegar los mensajes de Londres
P: ¿Se fue a Londres?
R: ¡No! Estaba en Lisboa, viendo noticiarios y leyendo la prensa extranjera para saber qué ocurría en Gran Bretaña. Pujol no podía permanecer callado si quería conservar su empleo. Así que con la ayuda de un diccionario y una antigua guía Michelín, empieza a enviar mensajes pretendiendo que vive en Londres y que un piloto amigo suyo de la RAF los deposita en un apartado de correos en Lisboa. Para que el piloto no sospeche, Pujol cuenta a sus controladores que le ha engañado con la historia de que tiene a su mujer en Lisboa y que son cartas de amor. Sus controladores lo celebran, sin saber que los únicos engañados son ellos. No había tal piloto: era el mismo Pujol quien dejaba las cartas en el apartado de correos, desde donde lo recogían los alemanes. De esta forma los sobres no tenían por qué llevar matasellos y Pujol podía escribir noticias contrastadas, simplemente poniendo una fecha anterior a la publicación de las noticias. Era perfecto. Sencillo y perfecto
P: Hasta que le reclutaron los ingleses
R: Costó mucho. Pujol ya estaba tan desesperado que planeaba fugarse con su familia a Brasil. Los servicios británicos le habían rechazado ¡cuatro veces!, tratándole de farsante. Hasta que uno de sus mensajes creó una bola de nieve tan grande que provocó un conflicto diplomático entre Roma y Berlín: la historia del convoy, inexistente, que había superado la vigilancia italiana para romper el sitio de Malta. Entonces los británicos se preguntaron: ¿quién es ese espía, que dice estar en Londres y que obviamente no está en Londres, que envía información falsa pero que tiene una reputación tan grande entre el alto mando alemán? Cuando descubrieron que era el mismo que se había ofrecido tantas veces, le preguntaron si todavía quería colaborar con la causa aliada; Pujol dijo que sí. Así que se lo llevaron a Londres, donde le interrogaron para asegurarse de que no ocultaba otras intenciones. Era muy extraño un caso como el de Pujol que no se movía por dinero, ni por circunstancias familiares, ni patrióticas. Pocos espías escapan a una de esas categorías. Pujol sí.
P: Vd. tiene una extensa carrera como productor. ¿Por qué decide debutar como director en un largometraje como GARBO?
R: A mi me interesan las historias. Ésta era una historia extraordinaria que merecía ser contada. Y cuando Sandra Hermida me la ofreció, no hubo marcha atrás
Empecé a investigar y me sorprendí de que todavía nadie hubiera intentando contarla más allá de breves episodios televisivos; me enamoré del personaje, de lo que había supuesto, y pensé que era necesario dedicarme a él en cuerpo y alma. Era una de esas rarísimas historias que necesitaba ser contada.
¿Cuánto duró este proceso de investigación?
R: Cinco años. Con Patricia Ruiz estuvimos buscando en todas las fuentes, leyendo, trabajando mano a mano con los mejores conocedores de Garbo y su historia: sus familiares, Nigel West (el hombre que le había devuelto a la luz), Xavier Vinader (con quien había rememorado su vida), espías de la época como Aline Griffith o especialistas en Garbo como Mark Seaman. Grabamos más de 600 horas de entrevista, rodamos durante meses, viajamos a Londres, Berlín, Caracas y Lisboa, y estuvimos casi un año en la sala de montaje. Era como las matriushkas: empezábamos con una historia y siempre encontrábamos otra en su interior. Es fascinante: creer saberlo todo y hallar una nueva verdad reveladora que aporta nueva luz sobre el proceso. Un director es como un detective, que debe investigar la historia que cuenta, y las motivaciones de sus personajes: entrar en la piel del otro hasta dar con el relato. Con la particularidad de que un documental siempre es una obra abierta que se escribe sobre la marcha, con sus fragmentos de archivo, las entrevistas, los nuevos hallazgos
un proceso de modelación continua. Así como en una película de ficción el director crea una obra, en un documental se establece un diálogo entre el material existente y el director, en el que el montaje es decisivo. Ahí la participación de Alexander Adams también fue esencial.
P: ¿Qué fue lo más difícil a la hora de contar esta historia?
R: Contar la historia de GARBO implica dejar de contar muchas otras historias. Obliga a seleccionar, porque el material da para varias series: con trece capítulos de una hora aún nos quedaríamos en la superficie del personaje. Es como intentar explicar la obra de Dickens en una película, con la diferencia que los 50 volúmenes de relatos que escribió Garbo, estaban encaminados en una sola dirección. Se puede decir que es una de las obras literarias más influyentes del siglo XX, que tuvo lectores ávidos entre los grandes mandos del nazismo, y que el hecho de que la creyeran a pies juntillas permitió a los aliados asestar los golpes clave para ganar la guerra.
P: ¿Existen documentos de GARBO?
R: Muy pocos. Tan sólo los mensajes, sus memorias, los testimonios de quienes le conocieron y el material propio de la época. Pero, paradójicamente, cuanta mayor escasez de material, mayor libertad tiene el director, ya que no se debe someter a una visión determinada, sino puede encontrar un camino fiel al personaje. Y con un fabulador como Pujol, el camino era el cine: las historias de espías de la pantalla, que influyeron de una forma tan determinante en su personalidad. Un espía real explicado a través de espías de cine; un espía bautizado como una actriz a través de los actores que habían encarnado a personajes similares. De películas coetáneas como la serie de Mr. Moto, Mata Hari, o Pimpirnel Smith. Todas íntimamente ligadas a Pujol: Mata Hari por el mismo nombre de Garbo, Greta, interpretando a la agente doble más famosa del séptimo arte. Mr. Moto por Peter Lorre, quien tuvo que huir del Tercer Reich para terminar haciendo de pérfido alemán en Hollywood. Y Pimpirnel Smith por Leslie Howard, quien falleció cuando el avión de la RAF que, supuestamente, llevaba el correo de Pujol a Lisboa fue abatido por fuego nazi; Pujol se quejó tan enérgicamente que ningún otro avión correo sufrió un ataque similar. Y sin olvidar películas posteriores como Nuestro hombre en La Habana, El día más largo o Patton, que también tocan el tema de Pujol de cerca.
P: ¿No se sintió tentado a reconstruir la historia con actores?
R: No a la manera de un docudrama. Explicarla en clave de ficción habría rebajado el hecho de que nosotros no inventamos nada. Para inventar ya estaba Pujol
P: También evita la voz en off
R: Es una convención del documental: la voz omnisciente que lo narra todo. Pero eso implica tomar un partido, una dirección, y habría reducido la riqueza de las múltiples miradas. El reto era dejar que las múltiples voces conformaran una sola película. Como en Rashomon, cada espectador debe hallar su propia verdad.
P: A pesar de la seriedad del tema, Vd. utiliza un tono cercano a la comedia
R: Para Pujol ser espía era también un juego. Un juego terriblemente serio, pero no hay que olvidar que él no tenía una formación académica, era un autodidacta provisto de brillante ingenio y de una gran capacidad de sobrevivir a las situaciones más comprometidas. En inglés jugar e interpretar son un mismo verbo, y Pujol era un maestro en ambas cosas. Luchó en dos guerras, en los dos bandos, tuvo dos familias, dos vidas, e incluso dos muertes.
No hay mejor definición del agente doble que él.