Entrevista con Ferzan Ozpetek
P: No Basta Una Vida es una película coral, la historia de un grupo de amigos. Por esa razón se respira el mismo clima que en El Hada Ignorante, aunque siete años después. ¿Es una elección buscada y meditada o una mera coincidencia?
R: Son dos películas muy distintas, aunque a primera vista podría parecer que tienen varios puntos en común. El Hada Ignorante era la historia de una mujer y de su encuentro con un grupo de personas que resultaba ser exactamente su opuesto, y de este encuentro nacía y maduraba el cambio y la cura del dolor de la protagonista. El grupo que se reflejaba en El Hada Ignorante era un grupo alternativo, no burgués; formaban una verdadera familia ampliada, casi como si fueran una comunidad. A diferencia de aquella película, No Basta Una Vida no cuenta la historia de un personaje en relación y contraposición a un grupo diferente, sino que directamente cuenta lo que es el grupo, que en sí es bastante homogéneo y definitivamente burgués. El núcleo central del grupo está formado por personas que están más o menos en los 40, sin problemas económicos, y cuya estrecha e intensa relación de amistad de mucho tiempo atrás presenta signos de cansancio producidos por la rutina. A todo ello, con el tiempo, se les han unido elementos más recientes, pero que también ahora forman parte integrante del grupo, el cual se enfrenta, sobre todo, al tema de la separación (tanto en la amistad como en el amor), pero no se mete ahí como alternativo, aunque esté compuesto por personas de diferente orientación sexual. Este hecho no está subrayado y aquí no es la diferencia lo que les une (como ocurría en El Hada Ignorante, que sí era eso), sino el amor y la amistad alimentados a lo largo de los años a través de experiencias en común.
P: No Basta Una Vida es una película con una decena de protagonistas. ¿Cómo escogió a los actores y cómo ha trabajado con ellos?
R: Cuando empezamos a pensar y escribir la película, todavía no teníamos en mente a los actores. Desde hacía tiempo sabía que me apetecía volver a trabajar tanto con Acorsi como con Buy. Y también sabía que quería trabajar con Favino. Pero mientras estaba escribiendo el guión, todavía no había decidido si estarían o no en la película, ni tampoco en qué personajes. A medida que avanzaba, cada vez tenía más claro que Stefano sería el indicado para el personaje de Antonio. Hasta hablé con él y le hice leer alguna cosa, y él se mostró entusiasmado. También me ocurrió con el personaje de Nera, que estaba obviamente destinado a Serra Yilmaz, con la que quería volver a trabajar. Con el guión ya terminado, empecé a pensar en los otros. Recrear la pareja Accorsi/Buy, que tanto éxito había tenido en El Hada Ignorante, era una idea que me gustaba, pero al mismo tiempo me producía cierto miedo; no quería que pareciese una idea productiva, un truco. Pero, ¿cómo se puede uno resistir a Margherita? Es tan natural y fantástica. Así que quise volver a verlos juntos, y en seguida se reactivó la química justa entre ellos, y también, entre ellos y yo. La tercera elección fue casi natural. Si a Favino le gustaba el personaje de Davide, sería para él. Y así fue. En cuanto a los otros personajes, mi equipo de casting me hizo una serie de propuestas y yo escogí a quien ver. Yo no hago pruebas de cámara para los papeles. Hablo con los actores, y no solo sobre la película, sino sobre todo acerca de otras cosas. Tengo que sentir cuánto de ellos pueden dar al personaje con un proceso casi contrario a lo que normalmente se hace. Como si fuera el personaje el que se debe adentrar y meter en el actor, y no al contrario. En cuanto a Roberta, pensé rápidamente en Ambra, a la que vi un año antes en una entrega de premios. Yo no tengo prejuicios hacia los actores: no me importa si son famosos o no, o si vienen de la televisión, del cine o del teatro. Todo depende de la relación que se establezca entre ellos y yo y de los encuentros que tengamos. Una vez decidido el reparto, antes de empezar a rodar la película, hago un par de semanas de lectura completa de todo el texto con los actores en la mesa. También es importante para el texto que las situaciones y los diálogos los verifiquemos con ellos, de tal manera que, si hay dudas, incongruencias, ausencias, salgan fuera rápidamente y se eliminen. Esto implica que siempre hay cortes, añadidos, a fin de conseguir que el diálogo suene lo más natural y fluido posible, pero sin desnaturalizar ni la estructura ni el sentido del guión. Teniendo que rodar una película con tantos personajes y, por tanto, con tantos actores, para mí era importante que el grupo ya estuviese formado antes de rodar, que hubiese afinidad entre ellos, que no se establecieran jerarquías o estilos de interpretación diferentes. Por eso, ya después, en el plató, hubo constantemente un ambiente casi mágico, una atmósfera de gran amistad y de colaboración entre todos.
P: En la película aparecen asuntos morales y problemas sociales de extrema actualidad. Están tratados con delicadeza y sin forzar, sin ideologías metidas con calzador. ¿Cuánto influye en esta historia que con tu coguionista, Gianni Romoli, decidáis llevar a la pantalla el espíritu de la actualidad?
R: "El espíritu de nuestro tiempo" influye muchísimo, pero no directamente, sino que llega por su cuenta, sin ser buscado o querido. En definitiva, se auto invita a la fiesta, se apunta él solo, pero es inevitable que esté. Cuando empiezo a hablar de una película con Gianni Romoli, nunca empezamos por los temas, y sobre todo, nunca por la actualidad. Casi siempre el punto de partida es un episodio, una emoción, un recuerdo. Nos preguntamos qué queremos contar de nosotros mismos en ESTE preciso momento de nuestra vida. Aunque no en un nivel de hechos personales y autobiográficos. Es como si fuéramos a la búsqueda de sacar el sentimiento que más fuertemente experimentamos en ese determinado momento o que hemos tenido últimamente; lo que nos parece justo y necesario contar. Así que en cuanto al punto de partida, si es de actualidad, es de una actualidad sentimental y emotiva, muy irracional. Nos descomponemos en muchos personajes: cada uno de ellos tiene cosas nuestras, pero ninguno de ellos es completamente nosotros. Y con los personajes comenzamos a tejer, a dar puntadas a una historia. Si después la historia encuentra una salida hacia un tema social o moral que es de actualidad, estamos, por si acaso, atentos para que eso no devore aquello que estamos contando. Y buscamos una forma de dejarlo al otro lado de la puerta. Nos concentramos fuertemente en los personajes y en las dinámicas que hay entre ellos. Y creo que en No Basta Una Vida, esto se da incluso más que en otras de mis películas. El mundo que rodea a los personajes casi no aparece representado de una forma objetiva, no se ve la a sociedad; es como si ellos estuvieran en un escenario en el que no hay sitio para otros, ni siquiera casi para los figurantes. Pero si después, por lo que ellos viven y a lo que se enfrentan, se originan, además de los sentimientos, asuntos morales y sociales del momento, me siento contento, porque significa que los personajes son realmente nuestros contemporáneos. Nadie se escapa de la sociedad en la que vive. Como se decía hace años, "Lo privado es político". Bueno, pues eso todavía es cierto.