Comentarios del director
Describiría FRANKLYN como un cuento de hadas urbano. Y como en cualquier cuento de hadas clásico, en la historia encontramos amor, fe, redención, suspense, el bien y el mal, además de la sensación de que un poder subliminal, quizá mágico, está detrás de todo.
FRANKLYN es un atisbo fugaz de los tejemanejes del destino, que afecta a cuatro personas muy diferentes en dos ambientes totalmente diferentes, desde las grises calles de Londres hasta el sorprendente mundo paralelo de la metrópoli religiosa llamada Ciudad Intermedia.
La película sigue a cuatro personajes complejos, empujados por un destino inexorable. Todos buscan algo, el amor del único familiar que les queda, la felicidad prometida, la pureza del primer amor o simplemente una explicación de las tragedias y horrores de la vida cotidiana.
Cada una de estas historias tiene un tratamiento visual diferente y cada una se sitúa en un punto de la escala que lleva de la fantasía a la realidad. Preest vive en una ciudad ecléctica, un crisol de arquitectura religiosa, un mundo asombroso e imaginativo donde Jonathan Preest busca entre las siluetas de una metrópoli controlada por el totalitarismo religioso.
Milo es un romántico nato, pero se le ha olvidado. Su novia le dejó ante la puerta de la iglesia, y eso no hace más que confirmar lo que se temía: ya no entiende el verdadero amor. Milo vive en una sociedad mundana, profesional. Cuando reaparece Sally, su primer gran amor, cree haber recuperado un sentimiento más puro.
Peter Esser vive en un mundo solitario, vacío. Es un hombre simple que va a Londres a buscar a su hijo enajenado. Le seguimos en su búsqueda por calles deprimentes y refugios para sintecho.
Emilia vive en una fantasía desde la que grita desesperadamente pidiendo ayuda. Es una vida absurda en un mundo restringido, su piso. Según avanza la historia hacia el desenlace, descubriremos que es cada vez es más difícil distinguir entre su mundo y Ciudad Intermedia.
FRANKLYN es un delicado equilibrio de razón y fantasía. Los acontecimientos pueden verse de dos formas. La primera es desde el punto de vista de la realidad: Ciudad Intermedia y las vidas paralelas de los personajes son una mera coincidencia y el producto de problemas psicológicos más o menos graves. La segunda es pensar que hay agentes exteriores como Sally y el pastor Bone (conserje en un mundo, quizá algo más dionisíaco en el otro). Son encarnaciones terrenales de un poder más elevado, cuidadores existenciales en cierto modo, que aparecen cuando la frontera entre los mundos empieza a borrarse y las personas se apartan de sus caminos. Ambos postulados son posibles y auténticos, dependiendo del punto de vista.
Siempre me ha fascinado la manipulación por parte del autor y los altos vuelos de la imaginación, y creo que queda patente en FRANKLYN. También me interesan las personas, la percepción que tenemos del amor y de la felicidad, a menudo mezclada inexorablemente con la fantasía. Por eso la vida cotidiana puede combinarse con lo extraño.
Pero sobre todo espero que esta historia dé pie a largas conversaciones, que se desarme la película y se vuelva a armar. Puede abrir charlas sobre nosotros mismos, la existencia del verdadero amor, y la posibilidad de recobrar la inocencia y la fe que perdemos poco a poco, al hacernos más viejos, sabios y cínicos. También puede llevarnos a pensar en la obsesión religiosa del mundo, las excentricidades a las que nos empuja el dogma, la locura del poder y el control en nombre de la fe. Sea lo que sea, FRANKLYN siempre será un conmovedor thriller fantástico que da vueltas y revueltas por un mundo que conocemos, otro totalmente extraño y el área gris que los separa.
Un cuento de hadas moderno para una época llena de cinismo.
Gerald McMorrow, 2008
Acerca de la película
FRANKLYN está escrita y dirigida por Gerald McMorrow, al que se le ocurrió la idea poco después de terminar su premiado corto "Thespian X". El realizador dice: "Mientras hacía cortos, siempre buscaba ideas nuevas. Y una de ellas era una mujer joven que intenta suicidarse en un piso, y en el piso de arriba alguien planea asesinar a alguien. Ese fue el germen".
Desarrolló el guión a partir de esta base. "Empecé por el final", explica. "Me apetecía saber más acerca de estos dos personajes. ¿A quién quería asesinar? La historia acabó creciendo mucho y teniendo a cuatro personajes en vez de dos".
El oscarizado productor Jeremy Thomas, conocido por apoyar a directores noveles como Jonathan Glazer (Sexy Beast) y David Mackenzie (Young Adam), decidió producirla. "Me gustó la originalidad del guión, me entusiasmó cuando lo leí", recuerda el productor. "El final era muy satisfactorio, y siempre me atraen los guiones con buenos finales. Aparte de eso, Thespian X me había parecido notable. A pesar de disponer de un presupuesto muy limitado, Gerald había conseguido efectos muy ambiciosos con soluciones caseras".
Gerald McMorrow describe la complicada trama de forma muy sucinta: "Los cuatro personajes bailan alrededor de un árbol de mayo y se acercan cada vez más según avanza la historia". Ryan Phillippe es Jonathan Preest, el centinela enmascarado decidido a vengar una muerte. El realizador se entusiasmó cuando supo que el actor estaba dispuesto a encarnar un personaje tan poco común: "Creo que le gustó porque le sacaba de los papeles habituales basados en su físico; le atraía la idea de hacer algo un poco fuera de lo normal".
Ryan Phillippe, hablando del guión, dice: "Es un guión original, inteligente. Como actor, quiero ser parte de algo que me gustaría ver, que no he visto hasta ahora. Encontrar un proyecto tan especial como este no ocurre todos los días. Me pareció una historia absolutamente visionaria".
El actor es un cinturón negro de Tae Kwon Do e insistió en no usar un doble en las escenas más difíciles. "Empecé a practicar artes marciales a los 8 años, pero esta vez lo más complicado ha sido hacerlo todo con máscara y tacones altos", explica. "Seguí una preparación física antes del rodaje y estudié a los héroes de los cómics para imitar sus poses. La parte de la película en la que aparezco es muy icónica y recuerda a los grandes héroes de acción".
Eva Green es Emilia, una estudiante de Bellas Artes cuyos proyectos suicidas se acercan cada vez más a la muerte. Pero también es Sally, el primer amor de Milo cuando era niño. Gerald McMorrow siempre supo que Eva era perfecta para Emilia. "Eva es Emilia, no imaginaba a otra actriz en el papel", dice. "Tiene el equilibrio ideal de profundidad, belleza y rareza. Siempre da la sensación de peligro. Ha sabido aportar algo de otro mundo que encaja a la perfección con Emilia".
La idea de interpretar dos papeles atrajo a la actriz: "Es una película metafísica acerca del destino. Me interesó la locura que desprendía el guión; la historia de esos cuatro personajes perdidos, solos y, sobre todo, tener que interpretar dos personajes. Está Emilia, una mujer oscura, atormentada, que se expresa a través del arte. Filma sus simulaciones de suicidios. Es dramática, pero tiene sentido del humor. Y está Sally, que es toda luz, ama la vida. El contraste entre las dos era un auténtico reto".
La actriz trabajó con un experto en diálogos, la diseñadora de vestuario y el maquillador para crear dos personajes perfectamente diferenciados. "Nos esforzamos mucho en distinguir las voces", dice. "La de Emilia es bastante grave, incluso ronca, mientras que la de Sally es más aguda, ligera, menos atormentada. Su aspecto físico también es muy diferente. Sally es pelirroja y da la impresión de haber salido de una película de los años cincuenta. Emilia se esconde detrás de la ropa y del maquillaje. Va muy pintada, es muy morena y lleva ropa de mercadillo. Sally casi no lleva maquillaje, es una criatura pura".
Sam Riley encarna a Milo, el romántico con el corazón roto que intenta volver a encontrar la pureza de su primer amor. El director Gerald McMorrow dice: "Sam se presentó a una prueba para el papel de Preest. Pero tiene una inocencia innata y carece totalmente del aura amenazante que requería el papel de Preest, por lo que era perfecto para hacer de Milo, un personaje tierno y lleno de humor".
El actor no tuvo inconveniente en cambiar de papel. "La idea de la película me cautivó", dice. "Quería participar como fuera, y Milo es un personaje interesante. Es un ser romántico y dulce, pero con un toque de locura, y eso me gustó aún más. Gerald me dijo que era un poco autobiográfico, pero creo que casi todos los personajes en la película lo son. Hacía mucho tiempo que no leía un guión tan interesante, desde Control. Es diferente, complicado, actual".
Bernard Hill da vida al cuarto personaje, Peter Esser, el padre desesperado que busca a su hijo. "Esser representa al padre que todos queremos tener", dice Gerald McMorrow. "Aparentemente, hace todo lo que debe, pero debajo hay una soledad y una tristeza que Bernard ha sabido comunicar a la perfección".
Ciudad Intermedia, el mundo alternativo donde la Iglesia y el Estado colisionan, se rodó durante un periodo de siete semanas en Londres. El director explica: "Lo más lógico era rodar Londres de forma fluida, pero sin apartarse de la realidad. Ciudad Intermedia debe ser mucho más colorista, pero al igual que en la pintura clásica, con una sola fuente de luz y colores terrosos. En cierto modo, rodamos la realidad como la fantasía, y la fantasía como la realidad. El resultado puede ser interesante".
Para el diseñador de producción Laurence Dorman, la creación de Ciudad Intermedia fue un reto: "Un veinte por ciento de la película corresponde a una película de gran presupuesto que debió hacerse con un presupuesto bajo. Gerald tenía muchos conceptos en la cabeza y toda una colección de imágenes de referencia, por lo que no le costó ilustrar lo que quería. Llamémoslo un Londres imaginario, donde la religión lo impregna todo. No hay nadie que no practique algún tipo de religión. Reconozco que fue muy liberador trabajar en un proyecto tan imaginativo como este".
Gerald McMorrow se inspiró en México DF: "Es una ciudad con muchas religiones. Una vez vi un centro comercial donde casi todas las tiendas vendían objetos religiosos de todo tipo, daba igual la fe. Demuestra cómo funciona el mundo actual. Los poderes fácticos saben que mientras la gente tenga fe, se la puede manipular, da igual que sean musulmanes, católicos o protestantes del medio oeste estadounidense. Ya lo dijo Epicúreo: Para los plebeyos, la religión es la verdad; para los sabios, es falsa, y para los dirigentes, es útil".
Hablando de la estética de la película, Laurence Dorman dice: "Es una combinación entre la grandeza y el volumen de edificios antiguos y unas líneas de diseño más actuales, pero todo da la sensación de estar a punto de desmoronarse. Nuestra idea fue colocar el Vaticano en Manhattan, combinar estilos de forma ecléctica".
La diseñadora de vestuario Leonie Hartard disfrutó mucho diseñando la ropa de la película, sobre todo para las partes que transcurren en Ciudad Intermedia. "Fue una grata sorpresa descubrir que el guión daba tanta importancia al vestuario", recuerda. "Era una mezcla entre las novelas ilustradas y el cine negro. Desde un principio decidimos usar unos colores específicos en Ciudad Intermedia, que todo fuera oscuro, cutre, y diera la sensación de película de época sin precisar nunca qué época. Los vestuarios tienen elementos que van desde lo medieval a la moda fetichista. Vemos deambular a amish, hindúes, budistas, monjas holandesas, pero nada es muy específico".
El diseñador de producción también se sirvió de los objetos para dar referencias: "Inventé muchas cosas extrañas con reminiscencias religiosas; creé una especie de capillas con órganos, evitando siempre cualquier objeto típico de una religión en concreto. Reconozco que también me inspiré en el carnaval de Notting Hill".
El realizador dio mucha libertad a Leonie Hartard en cuanto al vestuario, excepto en lo que se refiere a la máscara de Jonathan Preest. "Gerald es un enamorado de las novelas ilustradas y sabía perfectamente lo que quería para el personaje de Preest", dice la diseñadora. "Incluso creo que sabía cómo sería la máscara antes de escribir el guión. La primera versión que recibí ya tenía un pequeño dibujo del enmascarado, y no cambió mucho desde entonces".
Gerald McMorrow explica lo que buscaba: "La máscara es sinónimo de anonimato. Tiene dos ojos, pero deben carecer de expresión. Deben ser dos pozos oscuros sin fondo. Es interesante ver cómo afecta a las personas con las que habla, se sienten incómodas. Pero también me gustaba la idea por la estética".
El realizador estaba empeñado en aprovechar el amplio abanico de decorados disponibles en Londres. "He nacido en Londres y estoy convencido de que tiene mucho que ofrecer; hay muchas partes sin descubrir. Para FRANKLYN no usamos los lugares habituales, buscamos otra cosa. Rodamos desde sitios insospechados, como el tejado del Museo Victoria and Albert, o en los sótanos de la antigua planta de aguas residuales de Abbey Mills, con su increíble atmósfera de grandeza abandonada".
El productor Jeremy Thomas se alegró de plasmar en la pantalla un Londres que no se había visto antes: "Se han rodado muchas películas en Londres, pero esta era un auténtico reto. Se trata de una historia que no puede encasillarse en ningún género, tiene algo del cine de gánsteres, del cine de época, pero es mucho más que todo eso".
FranklynDirigida por Gerald McMorrow