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Gordos cartel reducidoGordosDirigida por Daniel Sánchez Arévalo
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Notas del director
"Una película sobre gordos", ésa es la primer anotación que puedo encontrar en uno de los habituales cuadernos que siempre llevo encima. La hice en un tren. Me encanta escribir y reflexionar en los trenes. Y después escribí el título, en letras mayúsculas grandes y voluptuosas: GORDOS. Un título sonoro y contundente. Una película que se explicara por sí misma ya desde el título. Han pasado tres años desde aquella nota. Tres años en los que mi inocente pretensión se ha desvanecido, o mejor, dicho, enriquecido. Porque a pesar de haber rodado a lo largo de diez meses (divididos en cinco fases) debido a los cambios físicos a los que se han visto sometidos algunos de los protagonistas, GORDOS no es una película sobre la gordura física, sino sobre la gordura emocional. Lo que engorda a los protagonistas no es la pizza, ni el helado, ni las hamburguesas. Lo que les engorda de verdad son todas las cosas que les pasan y que no saben cómo digerir. La obesidad es sólo una metáfora para hablar de esas cosas que nos tragamos día tras día, que van creciendo en nuestro interior, y que tanto nos cuesta expresar, atender o incluso asumir.

Entonces, ¿qué es GORDOS? GORDOS es un juego en el que hay que averiguar la persona que se esconde detrás (o dentro) del personaje. Todos tenemos un personaje. Creamos un carácter que nos ayuda a sobrevivir y que en la mayoría de los casos va en contra de nuestra propia libertad. Estamos acostumbrados a actuar todo el día. En esta película mi objetivo ha sido esconder a cada persona detrás de un personaje. Y el objetivo del espectador es, secuencia a secuencia, tratar de eliminar las múltiples capas tras las que se oculta cada uno de los protagonistas. Derribar esa coraza tras la cual se protegen de las agresiones del exterior. Desenmascarar a ese “impostor” que, en el fondo, lo único que consigue es engañarse a sí mismo. El engaño necesario y el juego obligatorio para vivir (incluso disfrutar, un poco) la vida.

¿Y qué es GORDOS: una comedia o un drama? No lo sé. Bueno, sí lo sé. Es las dos cosas. Porque yo creo que la comedia (la buena) sólo funciona si se fabrica desde una base dramática muy sólida. Mi objetivo más ambicioso como guionista-director es encontrar una transición natural del drama a la comedia, de la emoción a la risa, del desgarro a la ternura. Me gusta moverme en la contradicción. Porque en la contradicción encuentro el conflicto, en la contradicción está el problema y la solución. Porque todos somos seres muy contradictorios. Necesitamos la contradicción como paso previo para aceptar las cosas que queremos, o que ya no queremos. ¿Qué es eso que te condiciona pero que tanto adoras? ¿Qué es eso que adoras pero que tanto reprimes? ¿Qué es eso que reprimes pero que te libera? ¿Qué es eso que te libera pero que te condena? ¿Qué es eso que te condena pero que amas? ¿Qué es eso que amas pero rechazas?

En el cine está todo inventado, está todo escrito, todo realizado. Lo único nuevo que yo puedo aportar es mi particular visión de las cosas que ya conocemos, que ya hemos visto o experimentado. Me gusta observar y no enjuiciar. Me gusta que pasen cosas, dentro y fuera de los personajes. Me gusta ser barroco pero limpio. Me gusta el caos pero soy muy metódico. No me interesa la realidad. Me interesa crear un universo donde las cosas que pasen sean creíbles y reconocibles. Me gustan los personajes ordinarios en situaciones extraordinarias (para ellos). Me gustan las pequeñas grandes aventuras cotidianas de la vida. Me gusta identificarme con los personajes. Me gusta poner algo de mí en todos ellos. No me interesa lo obvio. Me gusta buscar la belleza donde nadie cree que pueda haberla. Quiero que mis gordos sean guapos, ágiles, gráciles, divertidos de mirar, que nos enamoren, que nos atrapen, que nos emocionen, que tengan luz. No quería hacer una película fea, oscura y sucia. Quería hacer una película luminosa, estética y plástica.

Me gusta el cine. Me gusta la experiencia de ir al cine, de sentarme en una butaca a compartir un momento tan íntimo con más gente. Y como director quiero respetar ese momento. Mi compromiso con el cine es mi compromiso con el espectador. Por supuesto que sin renunciar a mis principios, ni a mis historias, ni a mi manera de contarlas y enfocarlas. Pero el cine es un arte muy caro como para hacerlo de espaldas al público. Han pasado más de tres años desde aquella primera anotación que escribí en un cuaderno. Han sido más de tres años de muchas más notas, muchos más cuadernos. Tres años de trabajo duro y concienzudo para asegurarme de que ésta es la historia que quiero, necesito y puedo contar. Porque no confío en la inspiración, no confío en la trampa de un momento de subidón, no creo en la GRAN idea. Creo en el trabajo, creo en el desafío, creo en cuestionar una y otra vez tus “geniales” y “brillantes” ideas. Creo en el tiempo como el mayor defensor o destructor de historias. Y yo quiero eso, historias que aguanten el paso del tiempo, historias que perduren, en mi mente antes de escribirlas, y en el espectador después de vivirlas.

Daniel Sánchez Arévalo