En habitaciones herméticas, tan esterilizadas como las fábricas de procesadores informáticos y monitorizados, los pollos rompen el cascarón. Una enorme manguera se dedica a sacar salmones de un fiordo. Unos dientes metálicos cortan campos de girasoles, marchitados en el momento adecuado gracias a los productos químicos. En pocos segundos se trocean los pollos y se destripan los cerdos. Para las vacas se tarda un poco más. Esta es una producción industrial de alimentos y una agricultura de alta tecnología.
Nuestro Pan de Cada Día muestra algunos lugares de Europa en los que se producen alimentos: paisajes surrealistas plastificados y optimizados por tractores y maquinaria agrícola, habitaciones esterilizadas en fríos edificios industriales diseñados para asegurar la eficacia logística, maquinas que requieren materiales uniformes para procesos sin dificultades. Lo que parece pertenecer al mundo de la ciencia ficción es realidad. Nuestra comida se produce en lugares espectaculares que raras veces pueden ser vistos.
Aquí no hay sitio para los humanos. Son como fallos de este sistema. Insuficientes y vulnerables, aunque se adaptan lo mejor que pueden con trajes higiénicos, protectores para los oídos y cascos. Están en determinados lugares de la cadena de producción haciendo los trabajos para los que no se han inventado máquinas todavía. Cuando un trabajador se toma un descanso para comer algo, parece proporcionar un absurdo contraste a todo esto pero a la vez se hace una referencia al propósito actual de estas presuntamente utópicas fábricas.
Encuadrados de manera precisa, las continuas tomas de la eficacia del sistema lo descubren, lo exponen y se aproximan a él con una mezcla de fascinación y horror. Nuestro Pan de Cada Día muestra la producción industrial de la comida como un reflejo de los valores de nuestra sociedad: mucho de todo hecho de manera rápida y sencilla por unos pocos especialistas.
Sin comentarios ni entrevistas explicativas, la película se despliega en la pantalla como un sueño molesto: una mirada fija insistente, acompañada por el ruidoso respirar de las máquinas hidráulicas
Sólo el chillido de los pollos es más ruidoso.
Nuestro Pan de Cada Día es una invitación dirigida a nuestro sentido de la curiosidad, a nuestro deseo de llegar al fondo de las cosas, a nuestras ganas de mirar, escuchar y sorprendernos, de asociar y de pensar en nuestra civilización tal y como es.
Sólo después de haber visto algo con nuestros propios ojos nos lo podemos creer.