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Castillos de cartón cartel reducidoCastillos de cartónDirigida por Salvador García Ruiz
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Notas del director
Marcos y Jose contemplan a Jaime, que dibuja un vaso de vino.
Mientras traza una línea con su lápiz les alecciona: "Se pinta lo que se ve".
"Lo importante es cómo lo ves", responde Jose.
"O no", reflexiona Marcos. "A lo mejor se trata de pintar lo que no se ve, de un estado de ánimo. Aunque no te des cuenta, al final todo son autorretratos"
.

Castillos de cartón parte, por un lado, de un encargo del productor Gerardo Herrero y, por otro, de mi deseo de rodar una nueva película.

El encargo era poner en imágenes la adaptación cinematográfica que Enrique Urbizu había escrito de la novela homónima de Almudena Grandes, dos grandes nombres del cine y la literatura en español unidos para narrar la amistad de tres jóvenes estudiantes de Bellas Artes en la España de los primeros años ochenta del siglo pasado.

Jaime: "Se pinta lo que se ve".

Un guión es un punto de partida y cada una de las decisiones que se toman durante las distintas fases de producción son trazos que se añaden a lo que será la película final. Jose, Marcos y Jaime, los tres protagonistas de Castillos de cartón, son omnipresentes en la historia y la preparación del proyecto debía comenzar por ponerles rostro.

Los tres personajes son muy jóvenes y los actores debían tener la misma edad para que su mirada, su piel y sus rasgos evocaran la frescura de quien aún no ha terminado de crecer. Y dado que CASTILLOS DE CARTÓN es el retrato físico y psicológico de estos personajes y de las relaciones que mantienen entre ellos, los intérpretes debían ser capaces de captar y transmitir todos los matices que aparecen a lo largo de la historia. Además, debían no sólo confiar en mí como director, también convertirse en mis cómplices para, los cuatro juntos, poder llevar al espectador a compartir la intimidad de los protagonistas.

Llegar a Adriana Ugarte, Biel Duran y Nilo Mur supuso cuatro meses de búsqueda, realizando pruebas por las que pasaron más de sesenta actores. Un trabajo complejo pero apasionante que me ayudó a definir a los personajes y comprender mejor su historia.

Durante los ensayos, observar a los tres actores era descubrir a Jose, Marcos y Jaime cobrando vida. Algunos de los momentos más hermosos de un rodaje nunca serán contemplados por el público y en la memoria del director llegan a formar una película paralela de la que sólo él es espectador. Para mí, todos estos momentos en CASTILLOS DE CARTÓN están protagonizados por Adriana, Biel y Nilo.

Jose: "Lo importante es cómo lo ves".

Los primeros años ochenta del siglo pasado han llegado a tener una dimensión casi mítica. Fue un momento histórico apasionante, apenas habíamos salido de una dictadura de cuarenta años y entramos en una democracia mucho más frágil de lo que entonces creíamos.

Lo que ha quedado de aquellos años en el inconsciente de todos nosotros es que fue un momento de libertad, en el más amplio sentido del término. Muchos españoles, al escuchar la palabra “movida”, la relacionarán con ese momento y tendrán una imagen de aquellos años que, probablemente, responderá más a lo que se ha ido construyendo con el paso del tiempo que a la realidad que vivimos.

Los personajes de Castillos de cartón viven en los ochenta, pero lo hacen sin ser conscientes de la trascendencia de un momento que no parece afectarles. Lo único que desean es pintar y estar juntos. No son representativos de nada ni de nadie: son simplemente jóvenes, hijos de hombres y mujeres que crecieron en una dictadura que les enseñó a ver la vida pasar sin participar en ella. Algo que los chicos intentarán no repetir, aunque ello implique encontrarse en situaciones para las que no están preparados, porque nadie les enseñó todo lo que se puede vivir si no se tiene miedo a hacerlo.

Y Jose, Jaime y Marcos vivirán su relación con amor y resentimiento, con valentía y miedo, con generosidad y envidia, descubriendo, al mismo tiempo, el verdadero significado de cada sentimiento.

Marcos: "Aunque no te des cuenta, al final todo son autorretratos".

Los tres protagonistas de CASTILLOS DE CARTÓN estudian Bellas Artes para llegar a ser pintores. A cada uno de ellos le mueve una razón distinta para intentarlo, sin que sean capaces de explicarlo porque no necesitan justificar sus actos ante nadie. Es un deseo común que les pone en contacto y les ayuda a crear un mundo cerrado, autosuficiente, en mantener su relación.

Ninguno de los tres es consciente de que las obras que crean tienen un fin, porque son ellos sus únicos espectadores y jueces. Y ninguna opinión sobre ellas tendrá más poder que la que sale de los labios del otro.

Ninguno de los tres ha llegado a darse cuenta todavía de que el límite del pintor está en lo que su mano es capaz de crear. Que todos hacemos lo que podemos y que cada obra es una muestra del talento de su creador, pero también de sus limitaciones.

Salvador García Ruiz