Película de Isabelle Mergault ("Eres muy guapo"). Con casi tres millones de espectadores en Francia, la película cuenta con Michéle Laroque ("La vida en rosa", "La maté porque era mía"), Jacques Gamblin ("El infierno", "La pequeña Lola") y Wladimir Yordanoff ( "Eres muy guapo", "Una casa de locos").
Entrevista a Isabelle Mergault (Guionista y directora)
Encontrar tu lugar
Con mi primera película, "Eres muy guapo", aprendí muchas cosas, tanto del oficio como de mí misma. Sé que odio ponerme delante de una cámara, pero en cambio no hay lugar donde me sienta más cómoda que en un escenario.
El teatro es un espectáculo increíble, me encantan las tablas, el contacto directo con el público. No siento la necesidad de actuar en mis películas, como tampoco quiero dirigir historias que no haya escrito yo. Me ha costado tiempo asumir mis decisiones, aceptar mi lugar, seguramente por una cuestión de educación. Cuando se estrenó "Eres muy guapo",, recibí cartas muy emotivas de agricultores, la gente me paraba por la calle para hablar conmigo. Fue muy conmovedor. Estaba feliz por todo: por los cumplidos de mis compañeros de profesión, por la taquilla, por el César... Tuve la impresión de que me daban la bienvenida. Noté mucho cariño y eso me llegó al corazón.
"Eres muy guapo", fue un gran éxito de taquilla, pero las cifras no quieren decir gran cosa. Lo que me motiva es cuando voy por la calle y una mujer, porque normalmente las que se me acercan son mujeres, me coge del brazo y me dice: "¡Me ha encantado su película! ¿Cuál será la próxima?". Incluso las críticas estúpidas de gente que te ataca gratuitamente no han conseguido amargarme esos momentos. Me gustan las críticas cuando son constructivas, pero la estupidez me pone de los nervios.
La historia
A partir de los sentimientos, construyo la historia. No pienso primero en la trama, sino en los sentimientos, y luego veo a dónde me llevan. En este caso, escogí el tema de los buenos sentimientos que provocan resultados desastrosos. Una mujer pierde a su marido, su hijo se queda a su lado para apoyarla, porque cree que está destrozada, ¡y acaba siendo un infierno! Todos hemos conocido este tipo de situaciones. Todos tenemos algún allegado demasiado protector. A partir de estos sentimientos he desarrollado la historia de Anne-Marie, una burguesa que pierde a su marido. En vez de estar afectada, lo que siente es alivio, porque de golpe tiene la oportunidad de vivir felizmente con el hombre de su vida, al que llevaba dos años viendo en secreto. Para su desgracia, su familia decide no dejarla sola. Todos temen que se derrumbe, o, peor aún, que se suicide y ella acabará sintiéndose más prisionera que cuando estaba casada.
La película también habla del peso de la educación. Creo que concretamente en la alta burguesía, la importancia de la imagen y el qué dirán es enorme. En vez de contarle a su familia la verdad, y correr el riesgo de que se enfaden con ella, prefiere guardar las apariencias. Yo he frecuentado estos ambientes lo suficiente como para saber que es un rasgo bastante burgués.
Es verdad que en "Eres muy guapo",, el protagonista perdía a su mujer. No lo había pensado hasta que alguien me lo dijo. Debe de ser que tengo fijación con la pareja, o con esos matrimonios en los que una de las partes se siente atrapada. No diré nada ¡pero prometo que en mi tercera película no habrá ningún muerto!
La música de las palabras antes que las imágenes
Escribir el guión no es mi parte preferida. Para mí, es una etapa que no tiene nada de espontáneo, es un proceso muy laborioso. No siento la necesidad de escribir y no lo disfruto mucho, salvo cuando, de vez en cuando, encuentro una buena situación y entonces ¡me entusiasmo! Si no, me encierro, no veo a casi nadie, me obligo a escribir.
Como soy actriz, hago todos los personajes. Interpreto todos los diálogos. Antes de nada, en lo primero que pienso es en la musicalidad de las palabras. Así es cómo sé si una escena funciona. En ese momento no se me pasan por la cabeza los decorados o la puesta en escena. Dedico muchísimo tiempo a hacer que las palabras parezcan naturales. Durante esta fase no pienso necesariamente en ningún actor en concreto. Por ejemplo, para el personaje de Anne-Marie, no tenía en mente a Michèle Laroque, sino a alguien que conozco que es así, una mujer con encanto y una educación exquisita pero que no se atreve a expresar sus sentimientos. Si se muere de hambre, jamás se abalanzará a coger un croissant, como he hecho yo esta mañana. Te dan ganas de decirle: "Venga, déjate llevar, sólo se vive una vez. ¡Saca todo lo que tienes dentro!". Es una persona interesante porque, al igual que el personaje, tiene muchísimas cualidades.
Cuando escribo me pasa algo muy gracioso. Me gusta mucho pensar en Eva Darlan cuando escribo todos los papeles, incluso si al final interpreta a otro personaje! Me sirve de inspiración. Tengo su música y la de otros en la cabeza. No tengo espíritu de realizadora. Cuando me imagino las cosas, más que verlas, las oigo. Lo que me interesa es introducir imágenes en lo que he escrito. Puedo imaginarme la atmósfera, las sensaciones, oigo los diálogos... Ya en el plató, la gente me ayudaba todos los días a transcribirlos, aportando cosas. Necesito estar rodeada de gente a la que quiero, en la que confío y que es amable, sencilla y ama la vida.
El reparto
Lo que busco en un actor es que pueda trasmitir emociones. Con actores como Michel Blanc o Michèle Laroque, es algo que consigues enseguida. Tienen este poder, esta dualidad que tienen algunos actores italianos
¡Me encantan las películas italianas ! Puedes pasar de la risa al llanto en una fracción de segundo y creo que Michèle lo consigue. La escogí porque es una de las pocas actrices de comedia que son a la vez guapas, dotadas de una verdadera vis cómica y que además son elegantes. Necesitaba a alguien que pudiera interpretar a una burguesa de clase alta, humana, frágil, conmovedora y divertida y ella puede trasmitir todo eso.
Me costó más encontrar al actor que interpretaría a Léo, no lo tenía nada claro. Cuando se lo propuse a Jacques Gamblin, rescribí el papel y ahí fue cuando el personaje cobró vida.
Para los otros papeles, cuando ya conozco a los actores, como a Eva Darlan, Wladimir Yordanoff o Claire Nadeau por ejemplo, la cosa va rápida. Lo tengo claro, no dudo. Por el contrario, para el personaje del hijo de Michèle Laroque, para el que me hacía falta un buen actor, vi muchos antes de encontrar a Tom Morton. Tenía miedo a equivocarme. La comedia es sobre todo cuestión de ritmo y necesitaba a alguien que estuviera a la altura de Michèle, Eva y Claire. Tienen escenas para morirse de risa, y no es porque lo diga yo. Son divertidas y me dieron lo que yo imaginaba. Y eso es muy gratificante.
He vuelto a trabajar con Agnès Bour, que ya salía en mi primera película. Hacía el papel de la mujer de Michel Blanc y su papel era bastante corto. Esta vez, tiene un personaje más importante. Es sólo su segunda película y creo que eso aporta credibilidad a los papeles secundarios. Para mí, los papeles pequeños son muy importantes. Si el espectador está todo el rato reconociendo a los actores, se abstrae de la película y no es de eso de lo que se trata.
El rodaje
Me hubiera gustado rodar en Normandía o en Bretaña, en los rincones más salvajes, pero allí el mar se retira, hay mareas... Todo el mundo me dijo que iba a ser una pesadilla logística, que tendríamos problemas de raccord*, y me aconsejaron la costa del Mediterráneo. No tuve ningún inconveniente porque para mí lo principal es la historia, los diálogos y los sentimientos. ¡Y los paisajes también son increíbles!
En un principio, Léo, el amante, no iba a trabajar en un astillero. Era artista y tenía un taller. Pronto me di cuenta de que no sería muy entretenido rodar en una casa burguesa y en el taller de un artista... Había que pensar un poco más en las imágenes. Ya que íbamos a rodar en la costa, pensé que la idea del astillero no estaría mal. ¡Hacía falta que todo tuviera un poco de brillo, que fuera un poco especial!
Una de las cosas que también he aprendido con respecto a mi primera película es todo el tema del montaje. Tenía mi guión bien atado, pero en esta fase estaba un poco perdida. La verdad es que se trata de otra forma de escribir... En este aspecto es en el que más he progresado.
Por fin viuda la he hecho con el corazón, sin dejarme presionar por el éxito de la anterior. He trabajado mucho porque no quería que pensasen que me había dormido en los laureles. Espero que la película guste, que al público le guste. A mí me gusta mucho contarles historias...
Anne-Marie por Michèle Laroque
Anne-Marie, mi personaje, es una mujer que, debido al ambiente en el que se mueve y a cómo fue educada, ha actuado siempre en función de lo que se esperaba de ella. Por eso se casó con su marido y por eso es ese tipo de madre, pero no es dueña de su propia vida. Siempre hace lo que cree que tiene que hacer. Hasta que conoce a Léo no es realmente ella misma. Él no es sólo su amante, es el hombre de su vida, con el que los sentimientos son más importantes que las apariencias. Es como una bombona de oxígeno en una vida que la ahoga. Creo que para alguien en su situación, que no es infrecuente, es extremadamente difícil romper con todo aquello que la ha llevado a vivir una falsa vida. Es un tema que me interesa y sobre el que he leído mucho. La mayoría de la gente no es capaz de librarse de todo aquello que les impide ser por fin ellos mismos. A veces hacen falta electrochoques o auténticos traumas para conseguirlo.
Para Anne-Marie, la muerte de su marido hubiera podido ser la ocasión de liberarse, pero a base de dar la imagen que se espera de una viuda desconsolada, se encontrará inmersa en un nuevo papel, agobiada por aquellos que creen ayudarla.
Como todas las buenas comedias, esta se construye sobre un drama y aquí las situaciones daban mucho juego. A veces lo peor puede dar lugar a escenas hilarantes, pero al interpretarlas nunca hay que olvidar la desgracia. Todo el mundo debe reír, excepto aquellos que las viven. Al principio, Anne-Marie lo oculta todo, se aferra a su falsa vida. Se siente muy sola porque tiene la impresión de que todo el mundo está en su contra y que nadie debe enterarse. Tienes que implicarte mucho. A menudo me recuerda a ese teatro americano que tanto me gusta en el que reímos hasta la penúltima frase, hasta que nos embarga la emoción. A menudo el humor es una forma de ocultar los sentimientos, en este caso, los del autor. Me identifico con eso y disfruto mucho interpretando a este tipo de personajes. Para los que escriben, el humor, a menudo, es una manera de sobrevivir al dolor.
Lo que me gusta de la forma de escribir de Isabelle Mergault es su generosidad. Para contar las cosas no se cuestiona nada. No calcula ni manipula. No cae ni en el esnobismo ni en dar más importancia a la estética que al guión. Es inteligente, huye del intelectualismo y quiere compartir con los demás lo que siente. No busca complacer, sino que sencillamente es sincera y creo que eso es lo que hace que se gane al público. Para mí, detrás de todo lo que hace, ya sea escribir, dirigir o contar historias, siempre hay un buen motivo. Cuando pasó un tiempo y por fin pude ver POR FIN VIUDA sólo como espectadora, me conmovió. No soy capaz de juzgarme a mí misma, pero me parece que todos los demás actores estuvieron muy acertados. Reí y lloré. Es una película difícil de clasificar: es una comedia, es un drama, hay romanticismo, humor negro... Ha sido un regalo.
Conozco a casi todos los actores de la película. Isabelle cuida mucho todos los personajes. Para ella no hay papeles secundarios. Todos los personajes están perfectamente integrados en la historia, todos existen. No estamos ante una acumulación de sketches paralelos. Todos contamos la misma historia. El círculo se amplia cada vez más, descubrimos a unos personajes a través de otros y cada uno tiene sus diferencias y su humanidad. Tengo mucho respeto por la gente que hace reír porque tienen esta valentía y esta generosidad. Me alegré de trabajar con Claire Nadeau, Eva Darlan, con Wladimir Yordanoff, con el que ya había coincidido en una película de Emmanuel Finkiel. Claro está, también estuve encantada de volver a trabajar con Jacques Gamblin. Esta película es un poco diferente a TODOS ESTÁN LOCAS. Me reencontré con alguien que ha evolucionado, aún más guapo, aún más alegre. Hemos vuelto a pasar un gran momento juntos, contando otra historia.
Al comienzo del rodaje le dije a Isabelle que mi forma de concentrarme tanto para un drama como para una comedia es reír antes de hacer una toma. Eso me despierta y me estimula. Isabelle estaba un poco inquieta, ¡no hacía falta reírse tanto ! La verdad es que estaba de buen humor porque el rodaje fue muy tranquilo. Confiaba en Isabelle, me sentía a gusto. El rodaje fue muy divertido y agradable. Recuerdo grandes momentos junto a Wladimir Yordanoff cuando estábamos en el coche rodando un travelling y él no podía salir. Aproveché para torturarle cantándole canciones que no tenía ningunas ganas de escuchar.
Durante un concierto de Enfoirés, había cantado « Et si tu nexistais pas » con Jean-Jacques Goldman. En esta película la canté sola. ¡Lo siento, Jean-Jacques! Isabelle quiso que la volviéramos a dobláramos en un estudio, para que sonara más falsa. Fue muy divertido.
En el plató, Isabelle me pareció tan generosa como cuando escribe. Ella sabe lo que quiere sin ser rígida. Nos dibuja un cuadro en el que todos podemos aportar cosas. Nos da confianza y nos permite inventar. Con ella, hemos podido hacer esta película con todo nuestro corazón. Estoy feliz de haber podido participar. La presentamos en Sarlat y, a juzgar por la reacción del público, creo que no soy la única a la que le parece una película notable.
Léo por Jacques Gamblin
La historia me sedujo de inmediato, me hizo reír. Es una comedia en el sentido clásico, en la que también hay lugar para los sentimientos, la ternura y el amor. Tiene un guión extremadamente bien atado, con muchos giros y que conmueve. Ya en el guión, sentíamos su ritmo, su humor, mucha humanidad, todo lo que se le pide a una comedia.
No había visto "Eres muy guapo", pero la descubrí con motivo de esta película. De cualquier manera, lo que importa es el guión, la historia, el personaje. Luego, claro está, cuando alguien ha hecho una película que ha funcionado muy bien, eso puede darte confianza, pero para mí no es lo más importante.
Yo interpreto a Léo Labaume, un experto en reparación de barcos que dirige un pequeño astillero. El aspecto técnico del personaje me era familiar, porque yo también navego y es un ámbito que conozco un poco. No era un mundo desconocido para mí, ¡e incluso salí a navegar en el magnífico Class J de 1914 que se supone que yo había restaurado!
Volviendo a mi personaje, es un poco el contrapunto de la comedia. Es un tipo que se mantiene en sus casillas. Va evolucionando y llega a un punto en el que tiene ganas de comprometerse. Hay una frase que resume muy bien al personaje, cuando dice: "Nunca tuve ganas de casarme. Natural, todavía no te conocía." Ahí lo dice todo. Está listo para hacer, junto a esta mujer, cosas que nunca había hecho. Fue un placer ver a Michèle en este papel. Está llena de entusiasmo, no le asusta experimentar y siempre tiene ganas de explorar cosas nuevas. No se ciñe a ningún esquema. Para mí, Michèle es alguien libre.
Isabelle Mergault es muy sincera, instintiva y despierta. Ella está en la escena, en el instante. No sirve de nada hacerle preguntas sobre la escena que rodaremos dentro de tres días o sobre una que hayamos rodado el día anterior. Está en su elemento en el momento en que ensayamos o vamos a rodar la escena. No le da muchas vueltas. Encuentra soluciones ahí, en el momento. Al principio me descolocaba un poco, pero no tardé en adaptarme. Tienes que estar muy despierto, porque lo que ella te pide no siempre se corresponde con lo que tú tenías en mente. Hay que afinar rápidamente el instrumento según lo que ella ha oído cuando escribía el guión.
Isabelle todavía necesita afirmarse en el terreno técnico pero creo que muy pronto tendrá tanta confianza en este campo como tiene en la dirección de actores, que domina a la perfección. Se la ve a gusto tanto escribiendo como dirigiendo a sus actores. Incluso sin toda la gente del equipo técnico, estoy convencido de que ella sola encontraría soluciones, y quizás de una forma aún más libre.
Me incorporé a la película en el segundo mes de rodaje. Todos los demás se ya se habían metido en la piel de sus personajes. Me introduje en el equipo de la forma más discreta posible, observando y probando. Poco a poco fui encontrando mi lugar, gracias a los momentos que compartimos. Por ejemplo, me encantó rodar la escena en la que el personaje de Michèle intenta escribir una carta en la que deja a su marido. Para mí, es una de las mejores escenas de la película. Ese momento concentra todo el espíritu de la historia. Y, como siempre pasa con las escenas que te parecen extraordinarias en papel, tienes miedo, temes no estar a la altura del texto. La leímos, la pensamos y, de repente, utilizamos toda esa tensión. La comentamos un poco y nos lanzamos. Es un recuerdo maravilloso, ¡y tengo muchos de la película!