Comentarios del director
El espectador medio europeo pasa cuatro horas diarias viendo la televisión. Cuando leí esa cifra una mañana en el periódico, me costó creerlo. Hagamos un cálculo: ocho horas de sueño, ocho horas de trabajo, una hora para ir y otra para volver, una hora para comer, otra para la digestión y una hora más para la higiene personal. Eso nos deja cinco horas libres, lo cual quiere decir que el europeo medio ¡pasa el ochenta por ciento de su tiempo de ocio frente a un televisor! O, en otras palabras, que no emplea más que una hora al día para vivir.
Volví a leer el informe. Decía exactamente eso: cuatro horas al día. De inmediato me vino a la cabeza la imagen de unos zombis pálidos sentados frente a unas pantallas azuladas de televisión, como accionados a control remoto y con sólo un vago parecido a los seres humanos. Pensé que se trataba de un informe anticuado: ahora disponemos de Internet, de nuevos medios de comunicación, seguro que la televisión es agua pasada. Pero estaba equivocado. El consumo de televisión crece de año en año.
Pensábamos que podíamos librarnos de ese asunto simplemente dejando de pensar y hablar de él. Es una lástima, pero las cosas no funcionan así. A mí me encanta la teoría de la conspiración. En una ocasión leí en un periódico que un culebrón había logrado el máximo índice de audiencia del día y lo primero que pensé fue: ¡No puede ser! Pero, a continuación, me dije: ¿Y si los índices de audiencia no son ciertos? ¿Y si hay una manipulación para entontecernos a propósito? ¿Por qué no he conocido jamás a nadie que tenga uno de esos aparatos negros para mediciones, o al menos, a alguien que conozca a una persona que lo tenga?
Me preocupa que estemos viendo la decadencia mental de la sociedad sin hacer nada para evitarla. Sucede más bien lo contrario: en mi generación está bien visto no haber leído un solo libro. Se han hecho estudios que revelan que, entre la gente corriente, el vocabulario se está empobreciendo. En las cartas de comienzos del siglo XX la gente utilizaba un lenguaje más rico y complejo para expresarse, e incluso a la mayoría le interesaban temas más complicados, como la política o la ciencia.
Durante la investigación me encontré con que el sistema de estimación de los índices de audiencia tenía serios defectos. No hay aparatos medidores en los hogares de los extranjeros. Ese 20% de alemanes que no pagan la tasa televisiva (GEZ) tampoco está incluido. Si en un hogar hay más de un televisor, no se suele tener en cuenta ese segundo aparato, así que los niños y los adolescentes no figuran en las estadísticas. Para mí es un absoluto enigma que la
publicidad acepte esto sin una sola protesta. He hablado con muchos responsables de publicidad y siempre oigo lo mismo: siempre ha sido así, no hay ningún otro método.
"Al principio de la película, Rainer es un personaje que se está fallando a sí mismo. Probablemente, en lo más profundo de su ser sabe que lo que está haciendo es una porquería, pero trata de convencerse de que no es así. Justifica todo lo que hace y se aturde con toda clase de diversiones: drogas, alcohol y mujeres. Se halla en un punto de su vida en el que ya no se cuestiona nada: ni sus acciones ni a sí mismo. Tras sufrir el accidente, por primera vez en toda su existencia comienza a pensar en él como persona y en los demás. Sufre una transformación radical y empieza a interesarse por un montón de cosas que hasta entonces no le habían importado en absoluto".
Hans Weingartner (director y guionista)
"Nuestra sociedad se está fragmentando. Es como si sólo las elites tuvieran acceso al conocimiento y la educación, mientras las masas permanecen entontecidas y acalladas con la telebasura. La vieja locución panem et circenses, que siempre ha funcionado bien, ha alcanzado unos niveles peligrosos. La gente embrutecida es objetivo fácil para los matarratas populistas que ofrecen soluciones fáciles. Pero la auténtica democracia tiene que basarse en la existencia de individuos pensantes y bien informados.
He filmado Un juego de inteligencia para que actúe como un despertador de valores humanos basados en la sensibilidad, la perspicacia y la consideración. No he pretendido dar una conferencia, sino hacer un thriller con buenas dosis de humor. ¿Es algo real o una sátira? Aunque, ¿qué es lo real? Creo que necesitamos mezclar géneros. Necesitamos desdibujar fronteras".
En sus películas Hans Weingartner se preocupa por la democracia, tanto como por el humor y el pensamiento positivo. Su segundo largometraje, "Die fetten Jahre sind vorbei" (Los Edukadores), alcanzó un gran éxito en el Festival de Cannes de 2004 y obtuvo una nominación al Mejor Largometraje otorgado por la Asociación Alemana de Críticos de Cine. Había debutado en 2001, de un modo espectacular, con "Das weiße Rauschen" (El sonido blanco), que fue galardonada con el prestigioso Premio Max Ophüls y estuvo nominada para el Premio al mejor Primer Largometraje por la Asociación de criticos del Cine Alemán. Su protagonista, Daniel Brühl, obtuvo numerosos premios de interpretación por su papel protagonista de joven esquizofrénico.
Nacido en Austria, Weingartner estudió Neurología en la Universidad de Viena y se especializó en Neurocirugía en la Clínica Steglitz, dependiente de la Universidad de Berlín. Durante su época de estudiante (19911997) también trabajó como ayudante de cámara y de 1997 a 2001 cursó estudios de posgrado en la KHM, la Academia de Artes de la Comunicación de Colonia.
FILMOGRAFÍA:
2007 UN JUEGO DE INTELIGENCIA (Reclaim your brain)
2004 LOS EDUKADORES (Die fetten Jahre sind vorbei)
2001 EL SONIDO BLANCO (Das weiße Rauschen)
Premios
Festival Internacional de Cine de San Sebastián 2007 Sección Oficial - Nominada a la Concha de Oro
Ficha artística
Moritz Bleibtreu - Rainer
Elsa Schulz Gambard - Pegah
Milan Peschel - Phillip
Simone Hanselmann - Anna
Gregor Bloéb - Maiwald
Franziska Knuppe - Maiwalds Freundin
Urs Conradi - Frau Arnim
Tom Jahn - Bernd