Once años después de descarrilar tres trenes y matar a su padre con una ballesta, Andrés Rabadán planea escapar del psiquiátrico penitenciario en el que se encuentra encerrado. Pero la entrada de una nueva psiquiatra y su relación cada vez más íntima con una enfermera de la prisión le hacen replantearse su huída y le llevan a enfrentarse con su propio pasado para intentar entender qué le pudo llevar a cometer sus horribles crímenes.
Aproximación al personaje: Una historia real
Hace trece años que Andrés Rabadán está en prisión. Después de varios traslados, ahora se encuentra en la prisión de La Model, Departamento de Psiquiatría.
Rabadán está en prisión por haber descarrilado tres trenes (en los que afortunadamente no hubo víctimas) y haber matado a su padre con una ballesta en el año 1994, cuando tenía 20 años. Entonces fue conocido como EL LOCO DE LA BALLESTA.
Nada explicaba los crímenes que había cometido. No había justificación posible. Debido al estado mental en el que se encontraba (se le diagnosticó esquizofrenia paranoide) fue declarado inocente en el juicio. La declaración de inocencia comportaba también un internamiento en un departamento psiquiátrico de un centro penitenciario durante 20 años o hasta que se dictaminase que estaba curado de su enfermedad mental.
Ese Andrés era el resultado de una serie de circunstancias que convergieron en una espiral de locura: el suicidio de la madre, un padre maltratador, una familia desestructurada... En definitiva, un infierno familiar. Nada de esto se dijo en el juicio. Tampoco un secreto que tanto Andrés como su hermana callaron y que ha estado oculto durante 13 años.
Se puede acabar con la propia vida sin matarse, escuchaba el otro día en una película.
Andrés intentó matarse en varias ocasiones. Incluso, trató de escaparse de la cárcel para hacerlo en plena naturaleza, pero siempre había un impulso final que lo hacía sobrevivir. Finalmente decidió reconstruir su propia vida para volver a empezar.
Parte de este proceso ha consistido también en la posibilidad de comunicarse mediante el arte. En prisión, Andrés ha escrito y publicado dos libros donde destapa el comportamiento abusivo de muchos funcionarios, explica el microuniverso que es la cárcel, y especialmente el Departamento de Psiquiatría, y ha pintado cuadros de carácter expresionista donde en cierto modo refleja su mundo interior.
También ha sabido encontrar el amor dentro de la prisión y se ha casado con una enfermera de prisiones, que dejó su trabajo para poder estar con él.
En definitiva, Rabadán ha hecho aflorar su universo creador que contrasta con la destrucción que originó en el pasado.
Hoy, Andrés Rabadán es una persona curada de su enfermedad, según todos los dictámenes psiquiátricos, pero el fiscal sigue oponiéndose a su libertad en nombre de una supuesta peligrosidad.