Conversación con Jean Becker
P: ¿Cómo descubrió la novela Deux jours à tuer, de François dEpenoux?
R: Una amiga me la dejó para que la leyera. Entonces estaba en Escocia. La leí de un tirón. Me intrigó, incluso diría que me desestabilizó el comportamiento de este hombre al que le basta un fin de semana para tirarlo todo por la borda. Al principio de la novela, el lector no entiende lo que ocurre. No entiende el comportamiento incomprensible de Antoine. Es desagradable con su mujer, duro con sus hijos, se mete con sus amigos. La historia me gustó, sobre todo porque, al final de la novela, el comportamiento de Antoine se explica de forma creíble.
P: Sin desvelar la intriga, ¿qué puede decirnos de la decisión que toma Antoine?
R: Él mismo la explica en parte al final de la película. Se comporta como un egoísta, un loco, un demente, tiene valor... Da igual, es su manera de enfrentarse a lo que le pasa. La actitud de ese hombre me conmovió. Me pregunté qué habría hecho en sus circunstancias, a su edad, y no encontré respuesta. A mi edad, ya no es lo mismo.
P: Han escrito la adaptación entre tres, con Eric Assous y François dEpenoux, ¿cómo se distribuyeron el trabajo?
R: No había trabajado con Eric Assous anteriormente, pero mi hijo le conocía. Se encargó de la primera parte de la historia, hasta que Antoine se va de casa. Lo que sigue a continuación durante su estancia en Irlanda nos aclara la personalidad del personaje. ¿Quién es en realidad? ¿Cómo era la relación con su padre? Quería que el espectador viera a Antoine bajo otra luz. François dEpenoux se encargó de la segunda parte. No me parecía necesario pedirle que volviera a trabajar en algo que ya había escrito, pero en esta segunda parte, nuestra colaboración fue más que fructífera. Una vez acabadas las dos partes, empecé a trabajar en mi torre de marfil, como acostumbro a hacer últimamente.
P: Su universo queda palpable en la secuencia de Irlanda.
R: Rodamos en Connemara, Irlanda. Lo conocía porque había pasado unos días de vacaciones con mi familia, en el mismo hotel donde se hospedó De Gaulle. Tenía ganas de rodar esos paisajes, esa luz. Me siento cómodo al aire libre, en lugares despejados, todo me parece más fácil.
P: ¿Le costó encontrar al actor para encarnar a Antoine?
R: Albert Dupontel siempre me ha parecido un actor excelente, en sus películas y en las de otros directores. Recordaba haberle visto interpretando personajes inquietantes, con miradas contundentes. Exactamente lo que hacía falta para dar vida al extraño comportamiento de Antoine.
P: ¿Por qué escogió a Marie-Josée Croze?
R: Estaba espléndida en Las invasiones bárbaras, de Denys Arcand... De hecho, las dos películas tienen extraños paralelismos. Marie-Josée es una persona maravillosa y una actriz magnífica. Su dulzura y su mirada me conmueven.
P: También está Pierre Vaneck...
R: Claro, es mi cuñado. Pierre es un hombre adorable, muy dulce en la vida real, pero que puede sacar un lado un poco huraño que encaja a la perfección con el personaje del padre de Antoine.
P: ¿Se ha enfrentado con alguna dificultad en especial durante el rodaje?
R: El trabajo más duro se hace antes. Todo está incluido en el guión. Los actores lo leen. Si vienen a rodar, es que lo han entendido. No suelo añadir mucho durante el rodaje, excepto algunas indicaciones aquí y allá porque tengo toda la película en la cabeza. Solo necesito enderezar el timón de vez en cuando. Me gusta que los rodajes sean tranquilos y que todo vaya bien. Nuestra profesión es muy bonita, somos unos privilegiados, y no tenemos derecho a trabajar con estrés y agresividad.
P: ¿Fue difícil orquestar la escena de la cena entre amigos?
R: Fue necesario trabajarla. Con Albert estudiamos cómo plantearla para que el tono fuera en aumento. Antoine no debía ponerse borde inmediatamente, había que dosificar cuidadosamente la intensidad, y todo dependía del diálogo. Vuelvo a subrayar la importancia del guión. En una película hay dos cosas esenciales: el guión y el montaje.
P: Antoine aprovecha para soltar unas cuantas verdades a sus amigos, ¿le ha pasado alguna vez?
R: En ocasiones he dicho a conocidos míos que su pequeña y cómoda vida me aburría. De hecho, siempre es un alivio soltarlo. Para algunos, el dinero se ha convertido en obsesión. El miedo a perder lo que tienen les obliga a protegerse, a no ver lo que ocurre a su alrededor. Siempre viene bien tener dinero, es verdad. Si no tuviera, quizá no reaccionaría del mismo modo. Pero ha habido épocas en mi vida en que no tenía nada y me sentía tan feliz como ahora.
P: ¿Esta película ocupa un lugar especial en su obra?
R: Bueno, DEJAD DE QUERERME toca un tema que me conmueve. Todo está resumido en la bella letra de la canción Le temps qui reste, de Jean-Loup Dabadie, magníficamente interpretada por Serge Reggiani. Casi parece un testamento, pero también contiene esperanza. Habla de cosas bellas, de las ganas de vivir, de seguir adelante...
P: De seguir rodando...
R: Claro. Seguir... Seguir haciendo películas, contando historias con personajes apasionantes como Antoine, cuyo comportamiento, a pesar de lo que dirán muchos, me parece muy valiente.
Conversación con Albert Dupontel
P: ¿Qué significaba para usted la obra cinematográfica de Jean Becker?
R: Creo que todas sus películas tienen algo en común: una gran sensualidad. Se oye el soplo de la brisa, el zumbido de un insecto. También hay esa mezcla permanente de drama, como en Verano asesino, y de placer de vivir, como en La fortuna de vivir, esa mezcla de pesimismo y optimismo, de ingenuidad y de violencia. Un ensamblaje curioso presente en DEJAD DE QUERERME que, por si sola, representa un intenso resumen del trabajo de Jean.
P: ¿Qué le motivó para querer encarnar a Antoine?
R: El guión estaba muy bien escrito y la actitud del personaje me pareció coherente con lo que podría sentir si estuviera en su lugar. Me identifiqué inmediatamente con él. Es una gran ayuda, no cabe duda.
P: ¿Le fue difícil meterse en la piel de este personaje enigmático?
R: No más que en la de otros. Cada vez que interpreto un personaje, me abro totalmente. No hago preguntas, cada día me meto más dentro de él. No busco excusas ni intento justificar lo que hace Antoine, solo intento entenderle y quererle, haga lo que haga. Al enfrentarse a la mediocridad de la vida, al destino, Antoine se comporta como un héroe: decide seguir su propio camino. Es una actitud insolente, egoísta, loca, valiente y, sobre todo, elegante. Vuelve a ser el que era para vivir este momento tan especial de su existencia.
P: Ese hombre que lo manda todo al infierno por una razón muy concreta, que solo se descubre al final de la película, ¿podría ser usted?
R: No sé si tendría tanto valor. Y, para serle sincero, preferiría no estar nunca en una situación semejante.
P: En algunas de las escenas en que Antoine no se muerde la lengua, da la impresión de que disfrutó interpretándolas, ¿fue así?
R: Ni más ni menos que en otras escenas. Me identifico con la emoción de Antoine, pero eso no significa que piense como él. Me divertí tanto rodando su rebelión burguesa en la escena de la cena entre amigos como cuando filmamos el reencuentro con su padre.
P: Antoine denuncia la comodidad paralizante en la que vive con su mujer. Además del dinero, ¿qué hace girar el mundo?
R: La vida carece de sentido. A cada uno le toca encontrar el sentido de la suya, pero para eso hace falta saber quiénes somos. En muchos casos somos el fruto de nuestra educación, del ambiente que nos rodea y del condicionamiento de nuestra época. En otras palabras, no nos conocemos, y más que dirigir nuestra vida, la padecemos. Darse cuenta de esto saca de quicio a Antoine. El dinero solo es un concepto inventado por el hombre, pero acaba por encarnar toda su angustia, todo su deseo. Los amigos de Antoine han alcanzado un buen nivel social y se consideran felices, cuando en realidad solo son unos estúpidos. No han recorrido el mismo camino que él.
P: Se ha colocado tres veces detrás de la cámara, con Bernie, Le créateur y Enfermés dehors. ¿Le costó limitarse a actuar en este rodaje?
R: Al contrario, me alejo de mí cuando interpreto, y cuanto menos me veo, mejor. Pero ya he empezado a trabajar en mi próxima película, con la que estoy citado dentro de unos meses. Me da escalofríos pensarlo.
P: ¿Qué escena es la que más recuerda de la película?
R: Jean la quitó en el montaje. Antoine se baña en el mar, en Irlanda, y el agua está a diez grados. La repetimos tres veces, pero la quitó en el montaje. Eso sí que es un recuerdo.
P: Jean Becker suele repetir con los mismos actores. ¿Estaría dispuesto a participar en una nueva aventura?
R: Mientras no sea en el papel de monitor de natación en un país del norte, cuando quiera...
Conversación con Marie-Josée Croze
P: Quería el papel de Cécile, ¿cómo lo consiguió?
R: Nunca había hecho algo así antes. Un amigo ayudante de dirección, que había trabajado en la anterior película de Jean, me habló del proyecto de DEJAD DE QUERERME, diciéndome que era increíble y que debía leerlo como fuera. Mi agente se puso en contacto con el productor Louis Becker y este me mandó el guión. Me emocioné en cuanto lo leí. Recuerdo que me impresionó la larga escena de la pelea. Era necesario no caer en los clichés típicos de la televisión, que suelen estar a mil leguas de lo que pasa en la vida real. Luego me reuní brevemente con Jean Becker, que me ofreció su confianza y el papel.
P: ¿Fue difícil rodar con él?
R: Jean sabe exactamente lo que quiere. Si todo va bien, lo dice, y si no va bien, todos lo sabemos enseguida. No se calla, manifiesta sus dudas, sus inquietudes. No hace trampas nunca. Es un hombre sincero y directo. Sabe estar para que los actores se sientan cómodos en todo momento. En lo que a mí respecta, tuve la sensación de que siempre estaba conmigo, y eso tranquiliza mucho.
P: ¿Qué le gusta del cine de Jean Becker?
R: Está Verano asesino, claro, y también otras películas que me gustaron a pesar de que no me atraía el tema. Pero aunque no guste el universo de Jean Becker, es imposible resistirse a sus personajes por su enorme sinceridad. No cabe la menor duda acerca de la sinceridad del cine de Jean Becker.
P: ¿Cómo ha sido trabajar con Albert Dupontel?
R: Es la segunda vez que rodamos juntos. No diré que conozco a Albert, es un solitario, es muy púdico, pero este distanciamiento me conviene. Nos permite estar mucho más cerca cuando suena la palabra acción. Creo que es necesario salvaguardar cierta admiración y reservarla para la cámara. Pasa lo mismo cuando memorizo los textos. Nunca los grabo de antemano, lo que me permite decirlos de forma inesperada cuando ruedo. Estoy convencida de que esta espontaneidad se nota en la pantalla.
P: El personaje de Cécile es muy sutil, muy comedido, ¿qué le parece?
R: Con su marido forman una pareja que se ama con un amor de fusión. No puede creerse lo que está pasando. No lo entiende. Reflexioné mucho acerca de la relación de Marianne y Johan en Secretos de un matrimoniol, de Ingmar Bergman.
P: ¿Qué recordará de este rodaje?
R: He sido muy feliz en este rodaje. Feliz de compartir escenas con grandes actores de teatro, feliz de participar en una película que me parece importante para Jean Becker. DEJAD DE QUERERME es como un grito; desprende una urgencia muy conmovedora.