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El reino de los chiflados cartel reducidoEl reino de los chiflados(Lissi und der wilde Kaiser)
Dirigida por Michael Herbig
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Michael Bully Herbig (El director)
Fotógrafo profesional, actor, guionista, director y productor, Michael Bully Herbig, nacido en Munich, forma parte del elenco de comediantes de la escena germana desde hace años. Entre 1992 y 1994, Bully se puso frente al micrófono en el programa matinal de Radio Gong y desde 1994 a 1995 en Radio Energy.

Tras 800 episodios del popular programa de radio de humor Die Bayern Cops, que obtuvo el premio BLM Hörfunkpreis (Premio de Radio BLM) al mejor programa de humor en 1996, funda su empresa herbX medienproduktion gmbh, en la que, entre otras actividades, escribe guiones para diferentes programas de humor. Después crea los estudios de sonido herbX y un año más tarde funda junto con su socio y editor Alexander Dittner la empresa de postproducción Xframe GMBH.

Además, destaca como guionista, actor, director y productor de las seis temporadas de Bullyparade (las parodias de Bully), serie de gran éxito de audiencia emitida en ProSieben. Michael Herbig quedó muy satisfecho con esta popular serie de humor, que le valió tres nominaciones en los renombrados premios del humor Rosa de oro de Montreux y dos en los Premios de la televisión alemana de 2000 y 2001 por su trabajo como guionista, intérprete y director.

Michael Herbig también interpretó un papel protagonista en la película producida por RTL Die Bademeister, y presentó el programa radiofónico Bully’s Late Light Show, el primero en emitirse semanalmente a nivel nacional. Fue el guionista y protagonista del programa de ProSieben Easy Bully, que también le valió una nominación en los Rosa de oro de Montreux. Además, en 1998 publicó su primer CD humorístico Bully – Feines Fressi.

Un año después, este genio del humor nos hizo reír por primera vez en la gran pantalla: debutando en la dirección con Erkan & Stefan, la primera aventura cinematográfica del estrafalario dúo cómico compuesto por Erkan Maria Moosleitner y Stefan Lust.

En la película de Disney El emperador y sus locuras le puso voz al protagonista, el Lama «Cuzco», mientras triunfaba su segundo CD humorístico Unser (T)Raumschiff.

En enero de 1999, Bully da vida a su productora de cine herbX film gmbh, que se estrena en la gran pantalla con la película El tesoro de Manitú. Además de producirla y escribirla, también la dirigió e interpretó el papel de protagonista doble. Con casi 12 millones de espectadores en los cines, El tesoro de Manitú se convirtió en una de las películas más taquilleras en Alemania, y en Austria llegó a ser ¡la película más taquillera de todos los tiempos! Con este proyecto, Michael Bully Herbig ganó, entre otros premios, el Premio del cine bávaro y el Premio del cine alemán, así como el codiciado Bambi 2001. Tras el estreno en los cines de (T)Raumschiff Surprise – PERIODE 1 en 2004, consiguió algo único: con apenas dos películas de cine, ¡Michael Bully Herbig ha hecho reír hasta ahora a más de 21 millones de espectadores! ¡Algo que ningún productor ni director había conseguido hasta ahora!


Entrevista a Michael Bully Herbig

P: ¿Decidiste rodar una película de animación porque en tus anteriores películas habías tenido problemas con los actores?

R: Bueno, tras la película elegida democráticamente «(T)Rraumschiff Surprise – Periode 1», la gente no paraba de acudir a mí diciéndome que les encantaría ver una película de Sissi. Y claro, rondando casi los 40, ya no podía meterme en esos ceñidos vestidos que solía llevar Sissi ni plantarme una de sus pelucas que pesan como un trozo de hormigón. ¡Un día de rodaje con eso puesto podría ser un infierno!
Por ese motivo se me ocurrió rodar una película de acción que ya tenía en mente desde hace casi 30 años. Mi primera película, que empecé con unos 10 años, iba a ser una película de dibujos animados. En vacaciones decidí ponerme manos a la obra mientras el sol brillaba fuera y los demás niños jugaban al fútbol. Empecé con los primeros dibujos, hasta que me di cuenta de que para un segundo de película hacen falta 24 imágenes y ya se me habían gastado ya los lápices de colores. Por eso este proyecto ha estado parado durante 30 años. Y por fin el sueño se hace realidad. Además he matado dos pájaros de un tiro. Tengo mi película de animación y la gente tiene su película de «Sissi» sin que yo tenga que luchar con la peluca.


P: ¿Podemos descartar entonces la horrible sospecha de que en realidad querías evitar a toda costa rodar escenas de amor con Christian Tramitz?

R: Es evidente que la gente se preguntará por qué no he interpretado yo a Sissi. Quizá habría podido interpretarla en un breve sketch, pero ¿en todo un largometraje cinematográfico de grandes sentimientos...? ¡Yo no sería capaz de convencer en el papel de una bella mujer! Además tenía miedo de besar a Christian Tramitz en alguna escena. Y creo que a los espectadores no les habría gustado. Al menos a la mayoría...


P: ¿Cuándo se fraguó la idea de «El Reino de los Chiflados» ? ¿Cuántas horas de trabajo se esconden tras este proyecto?

R: La idea surgió en 2004, cuando la gente me empezó a decir que les gustaría que hiciera una película de Sissi. Y más concretamente se me ocurrió una mañana mientras me duchaba y de pronto pensé: «ya lo tengo». Así que me fui al despacho, reuní a todos y les dije: «ya sé lo que quiero hacer. Una película de dibujos animados sobre Sissi.» Después se hizo el silencio y me empezaron a mirar con ojos lastimeros. La cuestión decisiva era qué iba a hacer Sissi durante 90 minutos. No iba a pasarse la película entera paseando con Franz por el parque. Entonces empecé a repasar los personajes chiflados que aparecían en las parodias de Bully y en «Bully & Rick» y enseguida se me ocurrió el yeti. Desde ese momento lo tuve claro: «Sissi sería secuestrada por el Yeti.» Y ya teníamos el argumento.

Hasta ese momento todo fue muy rápido, el resto ya fue un poco más laborioso. Yo y el coguionista Alfons Biedermann estuvimos escribiendo el guión hasta finales de 2004. A principios de 2005 ya me metí de lleno en la producción.


P: Para la película te basaste en los sketch de las «Parodias de Bully». ¿Cómo se consigue rodar una película partiendo de sketches sin que parezca una serie de escenas cómicas?

R: Mientras estábamos trabajando en el guión siempre tuvimos en mente que íbamos a rodar una película de animación y que teníamos que aprovecharnos de las posibilidades de esta técnica. Eso significa que podíamos centrarnos en la dimensión de dibujo animado. Los personajes podían moverse mucho más rápido, podían gesticular de otra forma, podían moverse de otra manera. Por ejemplo, ningún actor real, y mucho menos Rick Kavanian, hubiera podido permanecer en un ángulo de 90 grados durante mucho tiempo. Y si intentas visualizarlo, te resulta casi imposible con un actor real.

Por otro lado, no quería limitarme a hacer una película de dibujos animados, sino que también quería hacerle un homenaje a las películas de Sissi de los años 60. Por eso me pareció muy importante que nos basáramos en la estética de estas películas, aunque fuera una película de animación. Por ejemplo, los colores, los movimientos de cámara y también los planos. En una película de dibujos animados puedes hacer lo que quieras; si quieres la cámara puede entrar por la nariz, pasar por la cabeza y salir por la oreja... La pregunta es si la película gana con eso. Hemos aprovechado la facilidad que se nos brindaba cuando había un motivo argumental, pero en definitiva el movimiento de la cámara y su posición tenían que parecerse a las películas reales de Sissi.


P: Cualquiera que haya visto alguna vez las «Parodias de Bully» conoce a Sissi y a Franz. Hay algunos personajes que conocen sólo quienes vieran las primeras temporadas de las parodias. ¿Cuáles son y qué puedes decirnos de ellos?

R: Los primeros personajes que se me ocurrieron y a los que jamás hubiera pensado que trasladaría a la gran pantalla fueron Ignaz Huber y Franz Schwaiger. Por aquel entonces eran los «policías de Baviera» y los hombres de «Isar 3» en la serie de radio de 1992. Yo había escrito unos 800 episodios en los que aparecían ellos, y luego Rick interpretó el papel de Schwaiger. Después incluso Christian Tramitz interpretó a Walter Wanniger. A Ignaz Huber y Franz Schweiger se les podría considerar el big bang de «El Reino de los Chiflados» y me alegro muchísimo de que tanto tiempo después, después de 15 años de pausa, hayan dado el salto de la radio al cine.


P: Los personajes de la película necesitan, como es natural, una voz. ¿Cómo diste con las voces apropiadas? ¿Cómo se decide, por ejemplo, quién doblará al Yeti?

R: En el caso de Sissi, Franz y el mariscal de campo fue bastante sencillo. Ya los teníamos desde el principio. Y con el Yeti fue diferente. Cuando ya supimos qué aspecto tendría el personaje estuvimos deliberando durante un tiempo a quién podría parecerse. Después me pasé meses escuchando voces, en la televisión, en el cine... Pero no oía a mi Yeti por ningún sitio. Y un día estaba en la entrega de los premios al humor, creo que fue en 2005, y volví a ver sobre el escenario a Waldemar Kobus, a quien le había dado un pequeño papel de caballero en «(T)Rraumschiff». Yo estaba sentado con Rick y le dije: «mira, es él.» Esa misma noche se lo propuse y accedió sin pensárselo, porque siempre le había apetecido participar en una película de animación. Creo que con el tiempo Waldemar se ha transformado un poco en yeti. En especial ahora que se ha dejado esas patillas tan pobladas.

Y para la emperatriz madre, gracias a Dios, encontramos a Lotte Ledl. Fue un verdadero golpe de suerte. Fue todo un reclamo para la película que una actriz de teatro vienesa doblara a ese personaje. Y los demás personajes los doblamos nosotros mismos. Christian a Franz y al suegro. Rick al mariscal de campo, al rey Bussi de Baviera y a Schwaiger. Yo doblé a , a Ignaz y al maestro de ceremonias. Y los personajes que quedaban se los di a Rick. Rick vale para todo. Todo se le da bien. Le pones a alguien delante, que diga una frase y verás como Rick lo imita. Si no se me ocurre nadie, lo llamo a él y le digo: «imítame a un patinador sobre hielo ruso». Y lo imita, como si nada. Rick podría haber doblado a una ardilla si la hubiéramos necesitado. O a un puercoespín, o un coche, un zapato... Rick sabe hacerlo todo.


P: Las películas de animación estadounidenses suelen contar con un presupuesto de 100 millones de dólares. Para tu película no tenías tanto dinero, ¿crees que se puede comparar a una gran producción de Hollywood?

R: Yo no soy el más indicado para responder a esa pregunta. Las películas de animación de Hollywood cuentan con presupuestos millonarios. Allí se anima todo, hasta la hierba se mueve con el viento. A veces no sabes hasta la tercera vez que las has visto dónde se quedó el dinero. Evidentemente, uno siempre quiere, pese a tener un presupuesto limitado, estar a la altura. Aunque yo soy de la opinión de que lo decisivo es el argumento y el humor, y creo que por eso nuestra película ha tenido tanto éxito. Para mí el mejor cumplido fue el de un amigo que a los cinco minutos me dijo: se me ha olvidado por completo que estoy viendo una película de animación. Al final se trata de tener una buena idea, de configurar bien a los personajes y de darles una tarea y unos problemas que resolver.


P: ¿Qué diferencias encuentra el director entre una película con actores reales y una película de animación?

R: La mayor diferencia es que ser el director de una película de animación es un trabajo solitario. No estás con el equipo y con los actores en el plató o en alguna localización en exteriores, ni ensayas ni ruedas nada. En lugar de eso, tienes que reunirte con un equipo enorme de animadores por ordenador para explicarles qué es lo que quieres. Son artistas de gran talento capaces de hacer que el pelo o la ropa se muevan o de configurar toda una localización. No puedes ir a un almacén y decir: «necesito una silla». Primero hay que dibujarlo todo, después hay que introducirlo en el ordenador y finalmente hay que darle vida. Es algo muy delicado. Creo que conseguí las localizaciones completas tras un año de trabajo. Y después hubo que añadir a los personajes. Y luego hay que darles vida. Decides desde qué ángulo rodarán las cámaras y las distancias focales... Al principio es un proceso muy minucioso y duró medio año más de lo que tenía previsto. Pensé que no terminaríamos nunca. Pero luego fue más rápido de lo previsto. Llegaron los animadores que diseñaron la ropa y los peinados y un cámara con el que decidimos cómo sería la iluminación de las escenas... En total hemos tardado casi tres años. Y ahí está la segunda gran diferencia: un director tiene que ser muy paciente, pero en una película de animación necesitas muchísima más paciencia que en una película real.


P: ¿Cómo conseguiste ser tan paciente? En una película real al menos al día siguiente puedes ver las escenas que rodaste el día anterior...

R: ¡Más aún! En una película real, cuando terminas el rodaje de un día ya sabes qué imágenes tienes y cuando te acuestas puedes imaginar cómo las montarás luego. Y si no ha quedado bien una escena, la puedes volver a rodar cuando quieras. Aquí tienes que esperar casi dos años hasta poder ver una versión de la película a grandes rasgos. Pero cuando ya has invertido el 80% del presupuesto, tienes un problema muy serio si no te gusta el resultado. Desde luego yo estoy muy contento de cómo ha quedado finalmente «El Reino de los Chiflados».


P: Ya que acabamos de mencionar el presupuesto: ¿cuántas veces el productor Bully tiene que convencer al director y guionista Bully de que descarte una idea porque simplemente saldría demasiado cara?

R: En realidad no tan a menudo. Y no porque no tuviéramos ideas caras, sino porque desde el principio ya discutimos qué personajes podíamos «permitirnos» y lo que podían o no podían hacer. Hay muchas cosas que no podían hacer porque saldrían muy caras, como por ejemplo, tirarse del pelo ni peinárselo; un personaje peludo, como nuestro yeti, da muchísimo trabajo... En general muchos pequeños detalles. Si no prestas atención a estas cosas, necesitarías casi el mismo dinero que el que necesita la NASA. De modo que nos atuvimos a lo que podíamos hacer. De todos modos, siempre pasa que se te ocurre algo muy divertido y cuando se lo cuentas a los animadores notas que hacen un gesto con la cabeza que indica que será muy difícil. En esos momentos tienes que decirte: de acuerdo, lo haremos de otra forma.


P: ¿Hubo momentos en los que pensaste que te habías embarcado en un proyecto demasiado difícil?

R: No, no llegué a ese punto. Fue un proceso muy emocionante y me motiva mucho cuando veo un producto nuevo: cuando acabamos los storyboards, por ejemplo, que supusieron un gran paso. O cuando después de medio año ya teníamos el diseño de los personajes y por fin pude ver las figuras en barro.


P: A propósito, la película tenía al principio un nombre en código, «la bala». ¿Tiene algún significado?

R: No, siempre le pongo un nombre diferente a mis películas para que no sepan en qué estoy trabajando. El nombre del “Tesoro de Manitú” era “La montaña”, en «(T)Rraumschiff Surprise» era «El círculo», y ahora «la bala»... Ya se me están acabando los nombres. A lo mejor el siguiente es «la caja de pan», sería un buen nombre en código. Además, la gente pensaría que al poner dos sustantivos, tengo en mente una película con dos partes.


P: Aunque la protagonista de tu película, seguramente con motivo, se llama «Sissi», en realidad estamos hablando de la emperatriz austriaca Sissi...

R: ¡Una corrección! La emperatriz Sissi siempre firmaba sus cartas como «Lissi». Sólo que la «L» era tan barroca que parecía una «S». Y por eso hemos destapado la verdad con esta película.


P: Tenemos entonces la primera corrección histórica. ¿Qué otros detalles desconocidos revela la película?

R: Las películas de Sissi de los años 60 reflejaban una atmósfera de prosperidad. Pero si te adentras un poco en la historia, puedes sorprenderte mucho. ¡No todo era tan límpido y próspero! Si yo te contara... Pero será mejor que no lo haga, porque si no, perderían todo su encanto y te asustarías. Hasta del emperador Franz. Aunque creo que nadie quiere ver el lado oscuro. Nadie quiere ver en Navidad cómo Sissi vuelve a casa y le dice: «eh, tengo sífilis.» Aunque nuestra película sea un poco más realista, sigue siendo una película navideña. Mi sueño es que mi película la pongan todas las navidades.


P: Hay un detalle de la película en el que sois más atrevidos que en las anteriores: en las películas de Sissi, en la escena del primer beso la imagen se difumina. En «El Reino de los Chiflados» habéis mostrado al emperador sin ningún tapujo...

R: Se me ocurrieron dos escenas en las que se besan porque creo que queda muy bien en la gran pantalla. Pensé en las grandes escenas de besos como en «Lo que el viento se llevó» o en «Titanic», o en «Flipper». Tenemos unas escenas muy bonitas, y finalmente la gente entenderá por qué no he interpretado yo mismo a Sissi. ella hace cosas en esta película de las que yo sería incapaz. Y si pudiera, ¡quedaría en muy mal lugar!


P: Has despertado mi curiosidad. ¿A qué te refieres exactamente?

R: ¡No me malinterpretes! Me refiero más bien a esos ropajes ceñidos que se ajustaban a las caderas muchísimo. Tampoco sabría andar con tacones. Tendría que haber contratado a un doble... probablemente habría sido Rick.


P: ¿Para ti las antiguas películas de Sissi son grandes películas o son más bien mediocres?

R: ¡Para mí son grandes películas! A mucha gente les parecen mediocres hoy día, pero no es así. Sólo con los medios con los que contaron ya las hacen grandes. Si fueras a producir una película así hoy día, no podrías pagarlo. Con tantos extras, tantas localizaciones, todo tan colorido y tan ostentoso. Yo creo que tuvieron mucho éxito con razón, hicieron historia en el cine.


P: ¿Qué elementos estilísticos de estas películas empleaste en la tuya?

R: Cuando estábamos diseñando la estética de la película, les dije: la gente debe tener la impresión enseguida de que están viendo una película de Sissi. Y eso tiene mucho que ver con los colores, aunque la gente no se dé cuenta. Con la posición de la cámara, con la escenificación. El público debe olvidarse de que está viendo una película de dibujos animados. Claro que está la parte de fantasía, pero en el fondo uno ve el mundo de Sissi.


P: Por supuesto se lo hemos preguntado a todos los colaboradores, pero precisamente por eso tu opinión es reveladora. ¿Es fácil o es difícil trabajar contigo? ¿Eres un director más bien flexible o más autoritario?

R: Es extremadamente difícil juzgarse a uno mismo. Lo que sí que puedo decir es que yo quiero divertirme, me da igual si se trata de una película real o de animación. Y siempre espero contagiárselo a los demás. Aunque por desgracia siempre tiene que haber alguien que imponga un poco de orden. No llegas a ninguna parte si tienes que pasarte el día diciendo: «oye, ¿te importa ir de derecha a izquierda en el escenario?» Al final, cuando llevas todo el día rodando, terminas diciendo: «¿Puedes ir más rápido de derecha a izquierda?» No es que seas un dictador. Y en las películas reales, yo siempre intento que en el plató quede tiempo para la improvisación. En las películas de animación tienes la suerte de que en un periodo de dos años te da tiempo a hacer cambios. Al menos en los detalles como por ejemplo, hasta dónde puede un personaje levantar las cejas o lo rápido que puede moverse un personaje en la pantalla.


P: «El Reino de los Chiflados» es la tercera película con personajes de las «Parodias de Bully». ¿Encajarán otra vez en otra película o ya has dado por completado el ciclo?

R: Para mí, esta película es un final fantástico para la fase de las parodias de Bully. Las «Parodias de Bully» comenzaron en 1997, ya estamos en 2007. Diez años han pasado ya y hemos llevado a la gran pantalla tres temas de gran importancia. Una década, una trilogía... Ya cuando empezamos a rodar «El Reino de los Chiflados» estaba muy contento porque al fin tendría mi trilogía en las estanterías de DVD. Podré verlas toda mi vida. Y de eso se trata. Uno debe sentirse orgulloso de lo que ha hecho en la vida.