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Camino a la libertad cartel reducidoCamino a la libertad(The way back)
Dirigida por Peter Weir
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Dirigida por Peter Weir, quien cuenta ya en su haber con seis candidaturas al Oscar®, Camino a la libertad es una épica historia de supervivencia, solidaridad e indomable voluntad humana.

La película, rodada entre Bulgaria, Marruecos y la India, está protagonizada por Jim Sturgess (21 Black Jack, Las hermanas Bolena), Ed Harris (El show de Truman, Enemigo a las puertas) y Colin Farrell (Corrupción en Miami, Alejandro Magno), como presos de un campo de trabajo de la Unión Soviética, que, junto con otros cuatro compañeros de cautiverio, huyen del gulag siberiano en el que están recluidos e inician un peligroso viaje a través de miles de kilómetros de terreno hostil. La candidata al Oscar® Saoirse Ronan (Expiación - Más allá de la pasión, The Lovely Bones) y Mark Strong (Kick-Ass: Listo para machacar, Sherlock Holmes) los acompañan en el reparto.

Esta película, escrita por el propio Weir junto a Keith Clarke, supone el primer trabajo del director australiano desde Master and Commander: Al otro lado del mundo, en 2003. Está inspirada en el alabado libro La increíble caminata (The Long Walk: The True Story of a Trek to Freedom), así como en anécdotas y testimonios de primera mano recogidos por Weir y el productor ejecutivo Clarke.

Producida por Joni Levin, Peter Weir, Duncan Henderson (Master and Commander: Al otro lado del mundo) y Nigel Sinclair (Terminator 3: La rebelión de las máquinas), Camino a la libertad es una presentación de Exclusive Media Group, National Geographic Entertainment e ImageNation Abu Dhabi y una producción de Exclusive Films.

Keith Clarke, John Ptak, Guy East, Simon Oakes, Tobin Armbrust, Jake Eberts, Edward Borgerding, Mohamed Khalaf, Adam Leipzig, Scott Rudin y Jonathan Schwartz ejercen de productores ejecutivos del proyecto, que está coproducido por Roee Sharon Peled, mientras que su coproductor ejecutivo es Alex Brunner.

Weir ha reunido a un grupo de veteranos consumados de la industria del cine, con los que ya ha colaborado en anteriores ocasiones, entre los que figuran el director de fotografía ganador del Oscar® Russell Boyd (Master and Commander, El año que vivimos peligrosamente, Gallipoli), el montador Lee Smith (Master and Commander, así como El caballero oscuro, por la que fue candidato al Oscar®), el diseñador de producción John Stoddart (Sin miedo a la vida, La costa de los mosquitos) y la diseñadora de vestuario Wendy Stites, candidata al Oscar® por Master and Commander, además de haber trabajado con Weir en otras nueve de sus películas.


Acerca de la historia
Peter Weir explica: "nuestra película está inspirada en la novela de Slavomir Rawicz, La increíble caminata (The Long Walk: The True Story of a Trek to Freedom), que me pareció una fantástica combinación de historia de prisión y relato de supervivencia".

"Viajamos con nuestros personajes a lo largo de cuatro estaciones, 12 meses y unos 10.000 kilómetros, y vemos cómo su conducta y sus personalidades se ven afectadas por unas circunstancias tan duras. En el gulag es imprescindible aprender a valerse por uno mismo, pero en este viaje los hombres tendrán que apoyarse unos en otros y derribar las barreras que cada uno ha erigido para protegerse, si pretenden salir con vida de esta experiencia".

Al igual que en películas tan alabadas como Master and Commander: Al otro lado del mundo, El show de Truman (Una vida en directo), Sin miedo a la vida y Gallipoli, Weir vuelve a poner la naturaleza humana bajo el microscopio de la presión. Gente corriente se ve sometida a hechos y entornos extraordinarios, que los obliga a olvidarse de sus pretensiones y examinarse a sí mismos.

El productor Joni Levin señala: "A Peter se le da de maravilla aprovechar relatos interesantes para examinar la conducta humana. Después de muchos años de desarrollo y de superar continuos obstáculos en este proyecto, es una suerte, además de sumamente emocionante, que haya acabado en manos del director más adecuado para contar esta historia".

Así, la historia comienza en los duros confines del gulag, antes de pasar a los helados bosques de Siberia, las vastas llanuras de Mongolia y el infernal tormento del desierto de Gobi —con los personajes en constante lucha contra los elementos y entre sí. Con impresionantes entornos naturales como telón de fondo, la trama gira en torno a un joven polaco amante de la naturaleza, Janusz (Sturgess), cuya aguda capacidad de supervivencia lo convierte en líder de facto de los fugitivos.

Janusz, un oficial de la caballería polaca, que estaba luchando contra los nazis, es uno más de los millares de soldados polacos encerrados cuando el Ejército Rojo soviético avanza sobre Polonia desde el este. Arrestado por espionaje, por haber tenido contacto con alemanes y hablar inglés, Janusz es torturado, condenado y obligado a marchar hasta Siberia. Una declaración firmada de su esposa, arrancada mediante torturas, decidió definitivamente su destino.

"Todos los miembros del grupo tienen sus propios motivos para querer escapar y la llegada de mi personaje se convierte en cierto modo en la pieza que les faltaba para completar el puzle", explica Jim Sturgess. "Janusz es culto, pero también está familiarizado con el bosque y sabe cómo moverse por él. Cree que es posible escapar, y está completamente decidido a hacerlo, porque quiere volver a casa para perdonar a su mujer por la terrible culpa que sabe que la estará consumiendo. Tiene que liberarse para liberarla".

Los cómplices de Janusz incluyen a un taciturno ingeniero estructural norteamericano, el Sr. Smith (Ed Harris), y un ruso violentamente impredecible, Valka (Colin Farrell). Valka pertenece a un sanguinario estrato de criminales callejeros encarcelados, los "urki", a los que se permite llevar los gulags e intimidar a los presos "políticos".

"El gulag era una sociedad jerárquica regida por el miedo y la intimidación", señala Farrell. "Había una especie de ética de creación propia de los urki, pero era muy duro y muy violento. Los guardias vivían en condiciones pésimas, no mucho mejor que los prisioneros. El papeleo era una pesadilla. Desde su punto de vista, cuanto más control pudieran ceder a los urki sobre ciertos elementos del sistema, mucho mejor".

Acerca de su personaje, agrega: "Valka se crió en las calles, huérfano, y ha pasado la mayor parte de su vida encerrado. Se desenvuelve perfectamente en el gulag. Sin embargo, tiene debilidad por jugar a las cartas y, lo que es peor, tiende a perder. Así que, aunque él mismo es un tipo peligroso, lo consume cada vez más el temor a posibles represalias por sus considerables deudas de juego".

Al enterarse por casualidad de los planes de fuga, Valka ofrece los servicios de su cuchillo como "herramienta de negociación" con Janusz, que acepta que se sume a la fuga.

"Un pacto con el diablo", observa el Sr. Smith.

El Sr. Smith es un tipo tranquilo y enigmático, que había viajado a Rusia con su hijo para trabajar en la red de metro de Moscú. Una noche es arrestado y enviado a Siberia. Harris reconoce que, "no lo sabía pero, durante la Gran Depresión, se anunciaban trabajos en Rusia en periódicos estadounidenses. Miles de norteamericanos se desplazaron allí en busca de trabajo. A su llegada, los rusos les retiraban sus pasaportes y les exigían convertirse en ciudadanos soviéticos para conseguir empleo. Cuando empezaron las purgas, acudían en busca de ayuda a la embajada estadounidense y les decían: 'Lo sentimos, renunciaron a su ciudadanía, no podemos hacer nada por ustedes'. Así que se quedaron tirados". (Siete mil norteamericanos desaparecieron en los gulags.)

Los "enemigos del pueblo" solían recibir una condena de 10 a 25 años. El desgraciado actor ruso Khabarov (Mark Strong) es condenado a 10 años por "elevar el estatus de la antigua nobleza" en un papel cinematográfico, hecho curiosamente basado en testimonios reales.

"He tenido críticas mejores", bromea Khabarov al recién llegado Janusz, de quien se hace rápidamente amigo y lo recluta como posible participante en el intento de fuga.

"Khabarov alberga grandes ideas de fuga y anima a Janusz a explorar esa posibilidad, en un intento más bien de sentirse imbuido del vigor y la juventud del joven que por abrigar la más mínima esperanza de salir de allí", comenta Strong. "Es una fantasía a la que le gusta dar vueltas de vez cuando, con intención de distraerse del terrible suplicio y desesperanza de su situación".

La fuga es ciertamente una fantasía. Tal como comunica el comandante a los nuevos reclusos: "No son nuestras armas, nuestros perros, ni nuestra alambrada lo que constituye vuestra prisión. Siberia es vuestra prisión".

Un lugar apartado. Abrasador en verano, terriblemente gélido en invierno. Los presos tenían que construir sus propios refugios y vivir con 1.200 calorías al día, explica Keith Clarke - si es que lograban cumplir su agotadora cuota de trabajo. Esperanza de vida: un año. La elección: perecer entre camaradas en el gulag o morir completamente solo en el exterior.

Señala Peter Weir: "Nuestros personajes, en su mayoría inocentes de los cargos por los que fueron condenados, han sufrido abusos físicos y mentales antes siquiera de llegar al gulag. Ahora son fugitivos, que tienen que hacer frente a la naturaleza, y tratar de evitar todo conflicto con cualquier persona que se cruce en su camino, conscientes de que han puesto precio a sus cabezas".

Según comenta Clarke, la recompensa por sus cabezas equivalía al salario de un año de un típico habitante de un pueblo. A menudo, no se exigía más "prueba" de la captura para cobrar la recompensa que una mano o un pie.

Además de Janusz, Valka y el Sr. Smith, el resto de los fugados incluye a los polacos Tamasz (Alexandru Potocean) y Kazik (Sebastian Urzendowsky), al letón Voss (Gustaf Skarsgård) y al yugoslavo cínicamente gracioso Zoran (Dragos Bucur).

Este último, contable de profesión, es aparentemente "quien menos posibilidades tiene de sobrevivir", explica Bucur, "porque no es un hombre físicamente fuerte. Sin embargo, ha logrado conservar su sentido del humor como instrumento de supervivencia. Y sabe adaptarse. Puede que sus compañeros tengan mejores razones para querer volver a casa, que van más allá de sí mismos, pero Zoran ha decidido que intentará sobrevivir por ese simple motivo. Solo por sobrevivir".

El letón Voss, sacerdote antes de la guerra y un tipo con una importante presencia física, se une al grupo por lealtad y por ser consciente de sus escasas probabilidades de supervivencia en el gulag. "Los más grandullones tendían a morir antes porque necesitaban más calorías", observa Gustaf Skarsgård. "Pero, aparte de eso, Voss tiende a cuidar de la gente. Un terrible incidente de su pasado lo ha llevado a sentir que no tiene derecho a vivir y, quizá si ayuda a los demás en esta misión, recuperará ese derecho, o al menos morirá en paz".

Kazik es el más joven del grupo, con solo 17 años y muy verde todavía, mientras que Tamasz posee unas dotes artísticas que le han permitido ganarse cierta reputación en el gulag, sobre todo en lo referente a sus retratos de voluptuosas mujeres desnudas.

"Quizá por su naturaleza artística, Tamasz es más compasivo y humano que la mayoría de los demás presos", explica Alexandru Potocean. "Utiliza sus dibujos para apaciguar a Valka, a quien percibe como alguien a quien no conviene hacer enfadar bajo ningún concepto".

Valka está tan hecho a la vida en prisión que incluso fuera de los muros de la misma necesita una clara jerarquía para operar. Nombra "pakhan" ("jefe de criminales") a Janusz, mientras que se reserva para sí mismo el puesto de segundo al mando, protector del pakhan. Es una alianza precaria, plagada de recelos por ambas partes.

"Valka no se ha encontrado nunca en un entorno en el que la solidaridad fuera la nota dominante", explica Farrell. "Ha tenido que pensar únicamente en sí mismo por necesidad. Ahora se halla en una situación con la que no está familiarizado, donde los hombres cuentan unos con otros, lo que genera en él suspicacia y desconfianza".

Tras emprender camino en la dirección en la que creen que se encuentra el lago Baikal, de 636 km de longitud, con intención de bordearlo hacia el sur hasta Mongolia, el grupo se topa de inmediato con problemas. Decae la fe en Janusz, y se acrecientan las dudas sobre si lograrán siquiera sobrevivir a la primera semana. Las tensiones no hacen más que aumentar cuando el grupo se encuentra con una joven refugiada (Saoirse Ronan) y no se ponen de acuerdo sobre si deberían aceptar que se uniera a ellos, lo que quizá haga peligrar aún más sus ya escasas posibilidades de supervivencia.

Explica Ronan: "Mi personaje, Irena, empieza contándoles una mentira, con la esperanza de que le permitan quedarse, pero lo cierto es que acaba de huir del orfanato en el que la habían metido cuando se llevaron a sus padres por ser comunistas. Tiene cierto miedo a abordar a esos tipos, como es lógico. O sea, ¿quién sabe qué pueden hacerle? Pero decide arriesgarse porque está ávida de algo de compañía e interacción humana y sabe que, si la aceptan, tendrá más posibilidades de sobrevivir".

El productor Joni Levin señala: "Irena causa un profundo impacto en el grupo. Logra que los hombres confíen en ella. Descubre más cosas sobre ellos de lo que ellos sabían unos de otros, a pesar de que algunos llevaran años juntos en el gulag. Gracias a ella, ese grupo de individuos muy distintos y afligidos se convierte en un equipo".

Valka ve a Irena con menosprecio, como alguien muy similar a él, una rata callejera, producto de un podrido sistema soviético. El Sr. Smith empieza a verla como una hija. Para casi todos los hombres, el viaje ya no es únicamente cuestión de ellos mismos y sus motivos personales. Ahora hay una joven que necesita protección.

Según describe Keith Clarke: "Hay un momento fascinante en la historia, cuando los hombres la descubren y uno se pregunta: '¿Cuánta decencia les queda? ¿Los habrá vuelto su vida en el gulag tan amorales que la verán como una presa?'. Para mí, es un acto de rebeldía contra el propio gulag que en última instancia decidan protegerla, como si dijeran: 'No me has vuelto indecente. No me has arrebatado mi humanidad. No has ganado'".

Puede que su humanidad siga intacta, pero su bienestar físico se ve cada vez más en entredicho y no hará más que empeorar. Tras la gélida tortura de Siberia y las interminables llanuras de Mongolia llega el abrasador desierto de Gobi. China. Y, en caso de llegar tan lejos, las abrumadoras cimas de los Himalayas, tras las cuales se halla el santuario de la India, bajo dominio británico. Acabarán libres o muertos. Lo que suceda antes.


Preproducción / desarrollo
Colin Farrell fue el primero de los futuros miembros del reparto en leer un borrador del guión de Camino a la libertad y asegura que se sintió fascinado por dos aspectos concretos de la historia.

"Sentía una intensa fascinación por el mundo del interior de los gulags —cómo viven y conviven todos esos presos— y me atrajo aún más el ritmo metronómico del viaje. Los personajes tienen que seguir avanzando para sobrevivir y la fugacidad me metió en la historia de manera muy meditativa".

A pesar de considerarla una historia extraordinaria, Farrell no estaba seguro de que hubiera en ella un papel adecuado para él.

"Me alegró mucho que Peter Weir hubiera decidido dirigirla, porque no es precisamente un director muy prolífico que digamos, no rueda muchas películas. Sin embargo, no me veía como Janusz ni Valka, específicamente. Valka me parecía débil, a pesar de ser peligroso y violento. Pero, tras releer la historia, entendí lo esencial que era Valka para el grupo, aunque no se integrara plenamente en él. Es un indicador de algo más importante, de la falacia y la tragedia de este sistema corrupto y despótico. Me di cuenta de que la historia era más que la suma de sus partes y esperaba que Peter me diera la oportunidad de participar".

Jim Sturgess reaccionó a la historia de manera igualmente visceral.

"El guión me asombró. Cosas que damos por sentadas en nuestra rutina diaria se convierten en momentos muy dramáticos en este entorno. Por ejemplo, el simple hecho de comer algo por primera vez en días. Encontrar agua. La vida se reduce a lo más básico".

Sturgess, un joven actor en alza que acaba de interpretar papeles con una buena acogida crítica en Across the Universe y 50 hombres muertos, se reunió por primera vez con Weir en un hotel de Londres, mientras el actor se encontraba todavía trabajando en un agotador rodaje nocturno para una película llamada Heartless.

"Cuando aparecí, tenía la cara desencajada", recuerda Sturgess. "Estaba hecho polvo, no había dormido y no me había preparado bien. No estaba nada centrado".

Al intuir que podría no haber causado muy buena impresión, Sturgess, de manera en cierto modo similar a su personaje, decidió tomar la iniciativa, en lugar de limitarse a esperar. Se grabó en una cinta recitando algunas escenas y se la envió a Weir, junto con una carta personal.

"Pensé: 'no quiero perder esta oportunidad de trabajar con Peter Weir', así que hice un esfuerzo extra y, por suerte, me respondió. Me llamó y me ofreció el papel. Creo que le di las gracias algo así como 50 veces".

Ed Harris, que ya había trabajado con Weir en El show de Truman (Una vida en directo), estaba encantado ante la perspectiva de volver a trabajar con el director, al saber que Weir era la persona adecuada para una historia cuyos personajes, explica, "ven sus pretensiones reducidas al mínimo. Viven completamente el momento: poner un pie delante de otro".

Saoirse Ronan acababa de regresar a Irlanda tras rodar con Peter Jackson The Lovely Bones en Nueva Zelanda. Weir voló de Londres a Dublín para reunirse con ella.

"Me encantó desde el primer momento, y nos llevamos muy bien", recuerda Ronan. "Me di cuenta de que le preocupaban mucho los detalles y no se le pasaba nada por alto. Me interesaba mucho el reto físico que suponía el papel y me puse a aprender el acento polaco, que es precioso".

Sturgess, Potocean, Urzendowsky y Bucur también tuvieron que practicar para lograr su acento polaco, mientras que Skarsgård aprendió algo de letón y, por su parte, Ed Harris y Colin Farrell estudiaron ruso. Este último practicó la dicción en Los Ángeles con Judy Dickerson y el propio idioma con un actor búlgaro que hablaba ruso.

"Aprender ruso fue estupendo; es increíblemente primordial, sale enteramente de las entrañas", afirma Farrell. "Sientes la dura tierra invernal en la boca, y sus particulares sonidos y acentos te afectan físicamente".

Además de aprender los distintos acentos e idiomas, los actores también tuvieron que documentarse sobre los temas de la película, y tenían muy claro que Weir esperaba de ellos que se metieran de lleno en los mismos. Se distribuyeron libros y vídeos sobre los gulags, las purgas e historias personales de supervivientes.

"Cada día llegaban nuevas pilas de material", recuerda Sturgess. "Lo leí todo y aún quería más. Había muchas cosas sobre esta época que desconocía. No era muy aplicado en el colegio y uno de los aspectos maravillosos de este trabajo es que me da la oportunidad de educarme sobre temas a los que no presté mucha atención como estudiante".

Sturgess charló con varios antiguos presos polacos que ahora viven en Inglaterra, dos de los cuales habían escapado, para absorber sus experiencias.

"Resultó fascinante poder mirarlos a los ojos y escuchar sus historias", admite Sturgess. "No quería embarcarme en este proyecto sin una cierta apreciación del contexto histórico y del coste personal. Cuando ves a los hombres en carne y hueso, te das cuenta de que no hace tanto tiempo de eso".

Gustaf Skarsgård, cuya preparación también incluyó viajar a Letonia para empaparse de la cultura y el idioma, comenta: "Esta parte de la historia sigue siendo en su gran mayoría desconocida para mucha gente. Me horrorizó descubrir el alcance de la brutalidad y la muerte".

Sebastian Urzendowsky concuerda con él: "Al criarme en Alemania, nuestra educación se centraba tanto en el Holocausto y los nazis, que sabía muy poco sobre los gulags y el reinado de terror de Stalin. Así que devoré todo cuanto cayó en mis manos: libros sobre Stalin de Varlam Shalamov y Simon Montefiore, documentales, películas sobre historia polaca. Estudié la cultura y el idioma polacos... fue la preparación más intensiva que he hecho jamás".

Educarse sobre los gulags no era más que el primer paso. El segundo consistía en iniciarse en la clase de conocimientos sobre supervivencia que serían necesarios para realizar ese viaje de más de 6.000 km, así como el precio que semejante periplo se cobraría. El instructor, Cyril Delafosse-Guiramand, es el asesor técnico de la película, y un ávido aventurero, que recorrió él mismo el trayecto recogido en La increíble caminata (The Long Walk).

Colin Farrell explica: "Cyril realizó el mismo viaje y nos explicó cómo va cambiando el cuerpo por el hambre y la fatiga. La mente empieza a jugarte malas pasadas. Las cosas acaban saliendo poco a poco a relucir".

La mayor parte del reparto participó en una acampada en el frío aire del invierno, coordinados por Delafosse-Guiramand. Dio a cada miembro del reparto lecciones específicas de supervivencia referentes a las habilidades concretas que sus respectivos personajes tendrían que demostrar, ya fuera desollar animales, poner trampas, montar refugios improvisados o encender fuegos. Creó una pequeña guía que los ayudara en sus lecciones.

"Fue fascinante ver a los muchachos empezar a hacerse con sus personajes durante estas experiencias", comenta Delafosse-Guiramand. "El guión empezó a cobrar vida ante mis propios ojos".

Delafosse-Guiramand también instruyó al reparto sobre la vida en los gulags y los aspectos físicos y psicológicos del arresto y el interrogatorio de un preso.

Ciertamente, el director Peter Weir estaba tan decidido a versar a su reparto sobre el tormento emocional por el que pasaban los prisioneros antes siquiera de llegar al gulag, que preparó un taller con una escena de interrogatorio improvisada.

Weir metió a Sturgess en un pequeño cuarto con una mesa y un guardia, que le exigía que firmara una confesión. De pronto, apareció una mujer que interpretaba su mujer, declarándolo, con lágrimas en los ojos, enemigo del pueblo.

Recuerda Sturgess: "Fue una escena demoledora y me sorprendió la intensidad y la fuerza de la improvisación de papeles. Entonces va Peter y dice: 'Bueno, ahora habrá que rodarlo. No sé cómo acabará, pero tengo que reservarme esto en el bolsillo'".

La exigente y maniática labor de documentación del director y su meticulosa búsqueda de realismo se extendió al plató del gulag que se estaba construyendo en los estudios Boyana de Bulgaria. El diseñador de producción John Stoddart, al que sacaron de su retiro para trabajar en este proyecto, jugó con distintas miniaturas durante cierto tiempo, hasta lograr una maqueta que le ofreciera una distribución que encontrara satisfactoria.

"Empecé con un sistema rígido en cuadrícula, que a Peter no le gustó por ser demasiado similar a un campo de concentración alemán", explica Stoddart. "Me mostró más documentación con la que contaba, que ponía de manifiesto que los gulags soviéticos tenían un diseño mucho menos organizado. Los construían los propios presos, por fases, sin ningún plan general. A los reclusos les interesaba contar con algún tipo de cobijo cuanto antes, así que se empezaban a construir nuevos barracones como algo temporal, un simple armazón de madera cubierto de lona. Con el tiempo, se sustituiría esa lona por madera".

El productor asociado Roee Peled recomendó Bulgaria al productor Duncan Henderson, dado que ya había rodado allí varias películas. El equipo de realización había emprendido una importante búsqueda el verano anterior por los exteriores reales de la historia —Mongolia, Gobi, Rusia, China— pero resultaron, en opinión de Henderson, "no ser prácticos, desde un punto de vista logístico, técnico o político". Bulgaria, con sus abundantes bosques, montañas, llanuras y amplios estudios de rodaje en Sofía, se convirtió en una opción muy atractiva.

En el fin de semana que coincidía con la festividad del 4 de julio de 2008, Henderson llamó a Weir, que había estado seleccionando a los actores para los papeles de Tamasz, Voss, Kazik y Zoran en Berlín, y le pidió que fuera a Sofía a visitar las instalaciones de Boyana. A Weir le gustó lo que vio y, en cuestión de días, el estudio se convirtió en la sede de la producción.

El jefe de localizaciones Michael Meehan comenta: "La geografía de Bulgaria puede pasar por Siberia, la estepa rusa, el norte de Mongolia e incluso el Tíbet. Peter sabía exactamente lo que buscaba, porque había asimilado una enorme cantidad de información y matices emocionales durante la búsqueda de exteriores en Rusia, Mongolia y China. Su atención al detalle es extraordinaria y ha sido capaz de trasladar todo lo que vio, escuchó y sintió en ese viaje a la historia, los decorados, el atrezo, los exteriores... todo".

Mientras se encontraba en Moscú localizando exteriores, Weir habló con supervivientes de gulags y familiares de víctimas, y escuchó sus terribles experiencias y recuerdos. Eran historias de horror, de triunfo, de supervivencia, de tragedia, de determinación.

"Al hablar con esas personas extraordinarias, sentí una profunda responsabilidad para con sus historias", asegura Weir.

Tras decidirse por Bulgaria, la siguiente cuestión era, según Duncan Henderson, hasta dónde tendría que llegar la producción en busca de los restantes escenarios de la historia: Mongolia, el desierto de Gobi, China y la India...

Al haber trabajado anteriormente en Marruecos, el jefe de localizaciones Meehan decidió regresar a echar otro vistazo, y quedó cautivado por los hermosos desiertos del país, sus sencillos ríos y los montes Atlas.

Marruecos cuenta, además, con una desarrollada infraestructura cinematográfica, en opinión de Duncan Henderson, con "equipos técnicos bien formados, multilingües y familiarizados con nuestro proceso. No se te quedan mirando pasmados. Están preparados para rodajes de películas occidentales".

La producción preparó un plan de rodaje para Marruecos que empezaría en Uarzazat, una pequeña comunidad de la ladera sur de los montes Atlas, tres horas al sureste de Marrakech, que hizo las veces de Mongolia. Para las escenas del Gobi, el equipo se trasladaría al este, a terreno más elevado, en Dades, y de ahí pasaría a Erfud y Merzouga, cerca de la frontera con Argelia, para internarse en las famosas dunas del Sáhara.

Darjeeling, en la India, fue la siguiente y última parada, a fin de utilizar exteriores que "no se han visto mucho en el cine", comenta Meehan. Es el extremo nororiental del país, que sobresale entre Bután y Nepal, en la pintoresca región de plantaciones de té.

"La India es la India", comenta Meehan con una sonrisa. "Ningún otro lugar puede pasar por ella, hay que ir allí, aunque sea un viaje difícil".

El tortuoso camino que ha seguido Camino a la libertad hasta su producción ha sido, en sí mismo, un viaje complicado, que ha exigido mucha determinación. La inspiración fundamental de la película, la novela de Slavomir Rawicz La increíble caminata (The Long Walk: The True Story of a Trek to Freedom), editada en 1956 y traducida más tarde a 30 idiomas, fue adquirida originalmente para su adaptación cinematográfica por la estrella de El mensajero del miedo, Laurence Harvey (que murió a la edad de 45 años) y, durante un tiempo, rondó por Warner Bros. como vehículo para Burt Lancaster.

Levin y su colaborador, el productor ejecutivo Keith Clarke, adquirieron los derechos para adaptar la novela a mediados de los 90, de manos del actor británico Jeremy Child (Un pez llamado Wanda). Tras una serie de renovaciones e intentos fallidos, Levin y Clarke lograron hacerse con los derechos completos del libro y lo enviaron a CAA, donde llamó la atención de Peter Weir. El realizador se interesó por la historia e inició negociaciones con Levin y Clarke para hacerse cargo de la dirección.

"Peter veía la película exactamente igual que nosotros y le dijimos que lo esperaríamos, cuanto hiciera falta", recuerda Levin.

Weir empezó a estudiar el material de fondo, provisto por Clarke en su mayoría, que incluía pruebas presentadas en un documental de la BBC de que el relato de Rawicz era una invención, o se basaba en experiencias de otros presos. La documentación de Clarke era exhaustiva. Mantuvo largas conversaciones con los hijos ya adultos de Rawicz y examinó infinidad de material de archivo de todo el mundo, desde Rusia, la India, Inglaterra, Nueva Zelanda, Polonia, Australia, los países Bálticos y hasta la Hoover Institution, en California.

"Los registros indican que Rawicz era realmente un soldado polaco arrestado, torturado y condenado por los rusos", comenta Clarke. "Lo obligaron a marchar a un gulag de Siberia. Los registros también indican que no escapó, como afirma en el libro, sino que se le concedió una amnistía". [Stalin, que había exiliado a 1,8 millones de polacos a Siberia tras invadir su país, les concedió la amnistía, con la esperanza de crear un ejército ruso-polaco con el que hacer frente a los invasores alemanes.]

Clarke señala que el viaje de Rawicz no fue de Siberia a la India, sino que más bien se dirigió a Oriente Medio para unirse a las fuerzas polacas que se reagrupaban para aliarse con tropas británicas.

"El viaje de Siberia a Persia ya fue por sí mismo muy arduo, en él perecerían decenas de miles de hombres, mujeres y niños polacos en condiciones implacables, con la esperanza de alcanzar la libertad fuera de Rusia. Al menos otros cuatro prisioneros polacos lograron, de hecho, realizar el increíble trayecto de Siberia a la India".

Los cuatro, tras recuperarse, fueron enviados a Oriente Medio para incorporarse a las filas del Ejército polaco, según Clarke. Dos fuentes que se encontraban en la India en ese mismo periodo, un oficial británico y otro oficial lituano-polaco, confirmaron ya en 1947 que ese épico viaje se había realizado, pero ninguno recordaba el nombre de Rawicz.

"Creemos que Slavomir Rawicz [que falleció en Inglaterra en 2004] se topó con esa historia y otros testimonios de duros viajes a casa, más tarde, mientras se encontraba en Oriente Medio", sugiere Clarke. "Estamos convencidos de que se sintió sinceramente impulsado de todo corazón a desvelar al mundo los horrores del régimen de Stalin que él mismo había sufrido, así que creó un relato personalizado a partir de todos los demás que había reunido".

Clarke comenta que "Peter no se dejó desanimar por la posibilidad de que Rawicz se hubiera apropiado de parte de los hechos recogidos en el libro, en primer lugar, porque artísticamente se sentía inclinado a crear una obra de ficción, para poder incorporar nuevos personajes y elementos a la historia, y, en segundo lugar, porque La increíble caminata (The Long Walk) sigue siendo una gran historia de aventuras. Es un apasionante testimonio que arroja luz con brillantez sobre las penalidades que sufrieron millones de hombres y mujeres atrapados bajo el yugo estalinista".

Weir concuerda: "Por los gulags pasaron 20 millones de personas. Esta es una historia ficticia sobre siete de ellos, inspirada en hechos reales".

Weir terminó su guión en diciembre de 2008, tras haber recibido el compromiso en principio de Guy East y Nigel Sinclair, de Exclusive Films, para realizar el proyecto.

Joni Levin comenta: "Me descubro ante Nigel, Guy, Simon Oakes y el equipo completo de Exclusive Films, porque se hicieron cargo de esta roca y, como Sísifo, siguieron empujándola colina arriba. Compartían nuestra pasión y entrega a este proyecto, y fueron una parte importante del pequeño milagro que ha sido conseguir sacarla adelante".

Nigel Sinclair concluye: "Peter es uno de los mejores cineastas del mundo. Esta es su primera película realmente independiente en muchos años y Exclusive Films se enorgullece de tener la oportunidad de participar en su visión".

Sinclair agrega: "La película no es únicamente una increíble aventura sobre un pequeño grupo de personas, sino también una historia que habla de la lucha de toda persona por la supervivencia y la autodeterminación. En tiempos revueltos o difíciles, no es algo que se pueda suponer o dar por sentado. A veces hay que reclamarlo con un gran esfuerzo, centímetro a centímetro, día a día, paso a paso".

Gracias a la larga relación que une a Guy East con Jake Eberts, Exclusive Films metió en el proyecto a National Geographic Entertainment, que a su vez traería a bordo al fondo con que está vinculado, Imagenation Abu Dhabi. Tras este hecho, Jake Eberts y Adam Leipzig, de National Geographic Entertainment, se incorporaron al equipo, y recibieron el apoyo de los ejecutivos de Abu Dhabi Mohamed Khalaf Al-Mazrouei y Edward Borgerding.


Acerca de los gulags
Los gulags eran complejos multinacionales, que albergaban a prisioneros tanto 'ciudadanos' (procedentes de todos los rincones de la vasta geografía del imperio soviético, que abarcaba numerosos idiomas y husos horarios) como extranjeros. El noreste de Siberia, donde están encerrados los protagonistas de la película, era el lugar más conocido. Y mortal. Las temperaturas llegan a descender por debajo de los 50 grados bajo cero.

Aunque llevaba en funcionamiento desde el siglo XIX, el remoto sistema penitenciario siberiano no se organizaría hasta más adelante en los tristemente famosos "gulags" (acrónimo de Glavnoye Upravleniye Lagere, el aparato de seguridad soviético que llevaba los campos) y, para 1910, albergaba a más de un millón de prisioneros, incluidos Lenin y Stalin. El número de campos fue aumentado considerablemente, posiblemente hasta llegar a los miles, de todos los tamaños, y las condiciones empeoraron tras la llegada al poder de los comunistas, encabezados por Lenin, Trotsky y Stalin.

Irónicamente, la 'revolución obrera' transformó las prisiones y se pasó de la simple encarcelación a convertirlas en campos de trabajos forzados. Aparte de delitos callejeros e infracciones políticas, los pecados penados con la deportación a un gulag eran numerosos y variados: ser demasiado "individualista", hacer chistes a costa de un dirigente comunista, haber estado en el extranjero, practicar cualquier religión, llegar tarde al trabajo en más de tres ocasiones... y una larga letanía de otros "crímenes", de lo absurdo a lo profano. Y no solamente sufrían los "culpables". También se castigaba a menudo a familiares, amigos o vecinos. Arrestos a altas horas de la noche, torturas, prolongadas y terribles encarcelaciones, confesiones forzadas y una ardua deportación (por ferrocarril y a pie) constituían el procedimiento habitual.

A medida que la economía de la URSS iba dependiendo cada vez más de los trabajos forzados (los reclusos se encargaban de la mayor parte de la minería del país, así como de enormes iniciativas de construcción industrial, como el Canal de Moscú-Volga) se añadían más "infracciones" a la lista de las penadas con la deportación a gulags.

Los soviéticos no eran precisamente meticulosos a la hora de mantener unos registros, por lo que las cifras exactas del número de reclusos y posteriores muertes dentro de los gulags son difíciles de calcular. Anne Applebaum, en su obra ganadora del premio Pulitzer Gulag. Historia de los campos de concentración soviéticos estima que se enviaron más de 18 millones de prisioneros a los gulags. Cree que fallecieron cerca de cinco millones, aunque otras fuentes citan cifras más elevadas todavía.

La Hoover Institution de Stanford, donde los realizadores obtuvieron una inestimable documentación, se encuentra en la actualidad archivando miles de expedientes del KGB hechos públicos en 1999. Se decía que la esperanza media de vida de un prisionero en un gulag era de un invierno, que se encarceló al 12% de los 195 millones de personas del país y que la burocracia del gulag era uno de los mayores creadores de puestos de trabajo de Europa.

A pesar de obras tan fundamentales como Archipiélago Gulag, de Solzhenitsyn, o el mencionado libro de Applebaum, y otros más recientes, como La casa de los encuentros, de Martin Amis, los horrores de los gulags soviéticos bajo el régimen estalinista y posteriores parecen haberse librado de un riguroso escrutinio contemporáneo, quizá porque la brutalidad y los índices de mortalidad parecen inconcebibles y, todavía menos, comprensibles. Por hacer una aproximación, podría decirse que el equivalente a las poblaciones combinadas de la zona metropolitana de Nueva York, Londres y París se enviaron como esclavos a trabajar, sufrir y, para muchos, morir en los gulags.

Incluso durante el mayor conflicto de la historia de la Humanidad, en el que la Unión Soviética lucha por su misma supervivencia contra las fuerzas alemanas, Stalin continuó agravando las ya de por sí abrumadoras bajas sufridas por el país en combate con diez mil arrestos semanales, que causaban aún más muertes inocentes cada mes en los gulags.

Millones de soviéticos fallecían en la guerra, millones morían de inanición o enfermedad y, aun así, incomprensiblemente, se permitía sucumbir a más millones todavía en los gulags.