Selección oficial Cannes 2008 "Un Certain Regard"-Festival Internacional de Cine de Gijón 2008, Premio al Mejor Documental.
Intérpretes: Catherine Deneuve y Rabih Mroué.
V.O.S.E.
Entrevista con Joana Hadjithomas y Khalil Joreige
Declaraciones recogidas por Claire Vassé
En el principio
El 12 de julio de 2006, la víspera de nuestro viaje a Beirut, estalló una guerra en Líbano y nos quedamos bloqueados en París. Por primera vez vivimos la guerra a distancia, como espectadores. Esta guerra ha sido una auténtica catástrofe para nosotros. Llegaba para quebrar la esperanza en la paz y el impulso de toda nuestra generación.
Esta guerra era además más violenta y nosotros, en nuestra treintena, la vivíamos a la edad a la que nuestros padres habían conocido la guerra civil. No era una guerra como las otras, una guerra más. Nos reincorporaba a un ciclo de violencia y sellaba una evolución histórica. Se inscribía en una división del mundo más global, radicalizada por el 11 de septiembre. Más allá del conflicto propiamente dicho, la guerra de 2006 ha hecho cristalizar un malestar en el Líbano, tensiones internas, proyectos antagonistas que dividen a la población. De nuevo nos enfrentamos a la dificultad de vivir juntos.
Eso nos condujo a poner en cuestión el trabajo que estábamos haciendo, el guión que estábamos escribiendo en ese momento. Estábamos en esa duda cuando conocimos a Tony Arnoux que, por una especie de proceso inverso, se había quedado bloqueado en el Líbano durante la guerra. Había vuelto de allí con la idea de hacer algo por el Líbano. Nos propuso ayudarnos a encontrar una gran actriz si lo deseábamos. Empezamos a escribir. Nuestros productores, Mille et une Productions y Abbout Productions nos siguieron. Este proyecto nace de esta urgencia, de esta misma idea del cine.
Frente a las imágenes de guerra
Ante esta guerra de una violencia inusitada, frente a las imágenes espectaculares de la televisión, ¿qué tipo de imágenes se podían aún producir? ¿Que puede el cine en estas situaciones de violenta tan poderosas?.
A la tristeza y el dolor que sentíamos había que oponerle otra cosa, algo del rango de la aventura. Rápidamente tuvimos la idea para el dispositivo de la película: Introducir la ficción a través de un "icono" del cine en una situación que parecía no poderse prestar más que a un régimen de imágenes que apresuradamente llamamos "real" o documental. Y mediante esa presencia plantear las preguntas: "¿Qué puede la ficción, qué puede el cine?" Proponer a Catherine Deneuve, una actriz a la que admiramos profundamente y que, por sus decisiones, representa al Cine, el viajar en coche hasta la frontera sur del Líbano en compañía de Rabih Mroué, un artista y actor con el que nosotros colaboramos estrechamente. Era un proceso alquímico. En ese contexto, ¿qué iba a provocar ese encuentro? ¿Qué emoción podía nacer?
Una película como una aventura
La preparación de la película fue muy compleja, muy incierta. Pronto nos dimos cuenta de que el rodaje sería muy complicado por no decir peligroso. Había que pedir autorizaciones a prácticamente todas las instancias que había en el lugar: el ejército libanés, la Finul (Fuerza interina de las Naciones Unidas en el Líbano), Hezbollah, Israel (por intermediación de la Finul), la embajada francesa... La fabricación de la película se convierte desde ese momento en una de las claves del relato. Se convierte en una aventura que se trata de captar y que modifica la concepción del rodaje: elegimos trabajar en HD y rodar casi todo el tiempo. Y, si había imprevistos, intentaríamos cogerlos, incluso provocarlos. Catherine y Rabih interpretaron sus propios papeles, al igual que nosotros, los directores, el equipo, la seguridad, así como los soldados que nos encontramos, el comandante de la Finul o el
embajador francés...
Al principio la película iba a ser un cortometraje. A medida que rodábamos dejamos de pensar en términos de duración, aunque era difícil imaginar que la película iba a ser larga: sólo habíamos rodado 6 días con Catherine y un día solos... Teníamos una libertad total en el aspecto temporal y rítmico porque no había ninguna intención comercial. El tempo de esta película no se planteó desde el principio sino que se experimentó en el montaje.
En todos los niveles la película participa del sueño: que Catherine Deneuve acepte una aventura así, que la producción y toda la gente con la que queríamos trabajar nos sigan, que en ningún momento hayamos tenido nosotros la impresión de hacer concesiones aunque el presupuesto fuera microscópico. No es sino una sucesión de pequeños milagros, de oportunidades, de paréntesis. Esa carretera en la que no podríamos haber rodado una semana antes o después, que no habría sido posible hablando en términos de "seguridad". Como si las tensiones del país se hubieran puesto en "pausa" para que pudiéramos hacer la película.
Catherine Deneuve
Ella fue rápidamente una evidencia. Teníamos un enorme deseo de filmarla. Catherine Deneuve es la encarnación de una determinada idea del cine, de un cine que tiene una historia. Y una inteligencia. Da la impresión de que siempre sabe estar a la distancia correcta. Sus elecciones en cine dibujan una mente, una forma de pensar. Es mucho más que un icono: es libre. Esa libertad, esa disponibilidad, esa apertura la descubrimos cada vez más al trabajar con ella. Podría haber tenido miedo de poner en peligro su imagen, sin hablar del peligro físico. Pero dijo que sí enseguida.
La presencia de Catherine crea un onirismo, una presencia improbable en medio de la destrucción y de los paisajes del Sur. De hecho, ella aporta la ficción, un aura que nos hace pensar en la definición que de ella daba Walter Benjamin, la de "la aparición de una lejanía tan cercana".
Rabih Mroué
En cierto modo, Rabih nos representa a nosotros, los cineastas, en la película. Es el actor libanés con el que más hemos colaborado. Es un artista muy importante que trabaja sobre la realidad libanesa y que ha creado nuevas relaciones en el teatro y en la representación. Esta colaboración continua entre nosotros hace que compartamos las mismas preocupaciones estéticas y políticas. Con él partimos de una gran confianza. Además, Rabih es oriundo del sur, del pueblo de Bint El Jbeil que ha sido prácticamente destrozado durante la guerra de 2006. Pero no había estado allí desde entonces. Como él mismo dice, aprendió a volver. Aquel lugar había sido extremadamente mediatizado y visitado después de la guerra de 2006. Él se sentía desposeído, como si fuera "un turista en su propia tierra". Esa posición nos interpelaba. Propusimos a Rabih hacer el trayecto con Catherine hacia el Sur y llegar hasta su pueblo. Como él mismo dice, con ella será diferente. Se encuentra entonces con las imágenes de su lado a pesar de la desconfianza que siente hacia las imágenes.
El encuentro
Una de las claves de la película era ver si el encuentro entre Catherine y Rabih tendría lugar. Ese encuentro se produjo verdaderamente ante la cámara. Grabamos ese momento, su embarazo y la manera en que la relación se construye poco a poco.
Como ocurre a menudo en nuestra forma de trabajar, los actores no tenían guión. Catherine y Rabih compartían ese momento sin saber realmente a dónde les conduciría. Nosotros los filmábamos a través de un dispositivo que nos permitía captar lo imprevisto, que les permitía a ellos improvisar frente a los lugares y las personas que se encontraban. Rodamos de forma cronológica y nosotros somos los testigos de lo que ocurre ante nosotros.
Catherine y Rabih comparten una experiencia común, la del descubrimiento de las ruinas de la memoria, del Sur del Líbano, de la belleza de los paisajes, del otro pero también del miedo. Era importante que Rabih no estuviera totalmente cómodo hablando en francés y que tampoco tuviera el recurso del inglés. El encuentro se hace de forma más concreta, con cosas por decir, con silencios, con una determinada forma de lo invisible y con la imposibilidad de compartir determinadas experiencias. Aunque existe una enorme simpatía entre los dos, cada uno vive sus emociones de forma personal.
Entre Catherine y el Líbano se produjo un verdadero encuentro. No viene en misión humanitaria, no representa a Occidente, sólo a ella misma. Reacciona en tanto individuo y no va al encuentro de los libaneses en general, sino de personas particulares. Cuando se va a un país no se le abarca totalmente, se viven experiencias, se construyen relaciones. Así se construye el conocimiento de un país.
Quiero ver
Hay mucho que ver, pero ¿qué vemos? No necesariamente lo que se espera. No queríamos dar nuestra visión de Beirut, decir: "Esto es Beirut", sino complejizar la mirada, sin apriorismos. Catherine no pretende nunca saber, no afirma. Hace preguntas y Rabih busca con ella las respuestas. Están en modo evocador. Catherine misma lo dice: "No sé si entenderé algo, pero quiero ver". En el mundo actual, es importante estar en el momento de las preguntas. Nunca agotamos lo que hay que ver, se trata de experimentar.
En la película hay un compartir de la mirada: en tanto cineastas les pedimos a Catherine y a Rabih que nos ayudaran a ver de nuevo. Rabih necesitaba la mirada de Catherine. Y ella necesitaba la suya. Son miradas delegadas, traducciones que permiten alejarse de la emoción prefabricada y tomarse el tiempo para que surja la real, dar cuenta de la complejidad de las situaciones, de dirigirse al otro. Desde siempre en nuestro cine, el otro, el espectador, trabaja con nosotros en el compartir de lo sensible.
Las ruinas
Las ruinas son uno de los puntos de partida de nuestro trabajo: cómo aceptar la ruina, vivir con sus fantasmas. Hemos pasado años filmando las ruinas de la guerra civil, preguntándonos cómo problematizarlas, ponerlas en escena sin estetizarlas, sin dejarse fascinar por ellas. Y de nuevo, en 2006, nos encontramos frente a nuevas ruinas, nuevos lugares devastados y tensiones permanentes y latentes provocadas, por ejemplo, por las docenas de miles de bombas de racimo diseminadas en los paisajes del sur.
Filmar a Catherine Deneuve en mitad de las ruinas era un poco "arriesgado". Pero ese género de peligro, de experiencia, nos interesa. No hay que instrumentalizar ni lo uno ni lo otro, hay que saber estar en la distancia justa.
Al final de la película, sobre el camino de vuelta, en la costa, una enorme cantera, docenas de grúas, de camiones, una polvareda alucinante, hombres con el rostro protegido por pedazos de tela rastrean las ruinas de los edificios que han sido bombardeados, después derribados tras la guerra y que se traen a ese lugar a trozos, hasta el mar. Se agrupa el hierro, el metal, todo lo que puede revenderse, después se desmenuza el resto y se arroja al mar. Edificios enteros, dormitorios, salones, paredes, muebles, telas... Vidas enteras desaparecen en esa agua que se tiñe de marrón. Esa ciudad arrojada al agua, esas ruinas anegadas es una parte de la vivencia que desaparece.
Es un momento que, globalmente, cuenta algo de la condición humana: se destruye, se recupera, se reconstruye, se empieza de nuevo...
La frontera
En la frontera entre Israel y el Líbano, del lado libanés, hay una carreterita cuyo acceso está prohibido. La idea de hacer que la abrieran para la película se convirtió progresivamente en algo muy importante para nosotros. ¿La presencia de Catherine Deneuve podría ayudarnos a hacer abrir excepcionalmente esa pequeña carretera durante el tiempo del rodaje de un simple plano? ¿Puede el cine abrir una ruta?
Reencontrarse en esa carretera es, por supuesto, simbólico. Pero necesitamos símbolos y, sobre todo, posibilidades. De repente, en un medio extremadamente militarizado, una cosa como ésta se vuelve posible. Esa carretera se convierte en otro territorio paralelo, que escapa a las nacionalidades, "un país, un continente incluso", como decía Godard: el del arte y el cine.
¿Documental o ficción?
Je veux voir, ¿es una ficción o un documental? Es muy difícil separar ambas cosas en la película. Nosotros conocemos muy bien los lugares, las aventuras vividas por Catherine y Rabih en la película, la mayoría las hemos vivido nosotros y las hemos escrito en el guión.
El guión de la película se parece mucho a la película terminada. Sin embargo, todo lo que ocurre es del orden de la aventura documental. Los actores no saben realmente qué les ocurre o dónde van. Se les ha puesto en situaciones que ya habíamos vivido, pero además ha habido accidentes, cosas que no esperábamos y que se han integrado en la película. En nuestro trabajo plástico y cinematográfico, exploramos con frecuencia ese dispositivo. Esperar que algo ocurra, que una realidad surja en el plano, aceptar ser sobrepasado por ella... ¡En esta película en especial!
Sólo podemos decir que hemos vivido una verdadera aventura cinematográfica.
La sonrisa de Catherine Deneuve
Al final de la película Catherine regresa a una determinada realidad: una gala, un acontecimiento mundano en la que ella es el centro de todas las miradas. Toda la gente le dice que está muy guapa, pero notamos que busca a otro, que su mirada es esquiva. Cuando finalmente sonríe al cruzar miradas con Rabih, ¿le está invitando a unirse a ella? ¿Ha vuelto a su mundo y la película no era sino un paréntesis? Su sonrisa reviste una multitud de significados.
En esa sonrisa se percibe a una mujer de una libertad y complejidad sorprendentes. Y Rabih, ¿va a reunirse con ella? Cuando se adentra en la noche al final de la película, ¿está solo en el coche o Catherine va a su lado? Todo eso queda abierto a interpretaciones.
Era importante terminar con esa imagen. En Beirut nos gusta mucho conducir de noche. Abrir la ventana, poner música y echar a rodar. De repente se respira, se busca una cierta libertad, existir en tanto individuo en un país que siempre intenta devolverte a su comunidad cultural, social, religiosa.
Una película de paz
Lo que resulta de esta aventura no es la violencia o la destrucción sino el momento de encuentro, de la construcción. Salimos de la fabricación de esta película apaciguados. No hemos hecho esta película para que se recupere o instrumentalice por tal o cual ideología. No es propaganda, no toma partido políticamente, no acusa. El fin no es ése. El hecho de que haya un encuentro entre Catherine, el Líbano y Rabih es como una esperanza de paz. Es muy importante que la película se lea como una película de paz, que se intente contrarrestar un poco mediante las imágenes esa división cada vez más binaria del mundo. El Líbano puede ser también una tierra de encuentros, de paz, de intercambio y de belleza. Imágenes que no se ven a menudo y que no te esperas.
Admitir que vivimos en una tierra que sin duda conocerá durante mucho tiempo la guerra es algo muy difícil. Je veux voir habla del final de una cierta despreocupación, pero también de la esperanza que se puede tener aún en la vida, de un volver a empezar que se hace eco de ese ciclo tan humano de la destrucción/reconstrucción. Nosotros querríamos que la película tuviera ese movimiento. Necesitamos la ficción, el sueño y la belleza.
Biofilmografía (Joana Hadjithomas y Khalil Joreige)
Nacidos en Beirut, trabajan juntos como artistas y cineastas. Han producido dos largometrajes "El Zaher Al Bayt" (Autour de la maison rose) en 1999 y "A Perfect Day" en 2006, los cortometrajes, "Ramad" (Cendres) en 2003 y "Open the door, please" en 2007.
También han hecho documentales como "Khiam" en 2000 y "El film el mafkoud" (Le film perdu) en 2003. Sus películas han sido presentadas en un gran número de festivales donde han recibido numerosos premios. También han creado muchas instalaciones de fotografía y vídeo que exponen regularmente en centros de arte, museos o galerías. Son profesores en la universidad en el Líbano y participan en varias publicaciones.
2008 Je veux voir, 76, largometraje
2007 Open the door please, 12, corto
2006 A perfect day, 88, largometraje
2003 Ramad, 26, corto
2003 Yemen, le film perdu, 42, documental
2001 Rondes, corto , 8
2001 Don't Walk, corto, 11
2000 Khiam, Khiam, documental, 52
1999 Autour de la maison rose, 92, largometraje
Je veux voirDirigida por Joana Hadjithomas, Khalil Joreige