Tras el fallecimiento de su marido, Shin-ae decide trasladarse de Seúl a Miryang, la pequeña ciudad natal de aquel, llevando consigo a su hijo pequeño. Shin-ae pretende con este cambio comenzar una nueva vida en un lugar en el que podrá desapercibida y podrá regresar profesionalmente a su gran pasión como profesora de piano. Pero, inesperadamente, cuando poco a poco se iban habituando a su nueva vida, el hijo de Shin-ae es secuestrado. Shin-ae, desesperada ante los acontecimientos y sin saber a quien pedir ayuda, decide agarrarse con fuerza a la única tabla de salvación que parece ponerse a su alcance, la religión.