Presentada en el Festival de Venecia.
La historia
Como en un cuento de hadas, Waris Dirie se convirtió en una de las top models más solicitadas de la época. Nacida en Somalia entre pastores nómadas, recorrió un camino fascinante que la llevó desde los desiertos del noreste de África hasta las pasarelas y revistas más prestigiosas. A los 13 años huyó de una boda de conveniencia y cruzó el desierto sola antes de llegar a Mogadiscio, capital de Somalia. Allí, sus parientes la mandaron a trabajar como criada a la Embajada de su país en Londres, donde pasó la adolescencia sin saber leer ni escribir. Antes de volver a un país destrozado por la guerra, prefirió permanecer ilegalmente en Londres. Marilyn, una dependienta con carácter, la acogió, y las dos se hicieron amigas íntimas. Mientras trabajaba en un restaurante de comida rápida, fue descubierta por el famoso fotógrafo Terry Donaldson. La ambiciosa agente Lucinda supervisó su transformación en modelo. Pero detrás de la brillante fachada de la nueva vida de Waris se escondía un destino conmovedor. A pesar del éxito, Waris no podía deshacerse del peso de un terrible secreto. En la cumbre de su carrera, reveló públicamente que había sido víctima de la ablación. Su historia despertó una oleada de simpatía y controversia, por lo que decidió dedicar el resto de su vida a luchar contra esta tradición inhumana.
Su relato conmovió a millones de personas. El libro de Waris Dirie, Flor del desierto, en el que cuenta el viaje de una joven nómada africana hasta convertirse en una top model internacional, se convirtió en un superventas en todo el mundo con más de once millones de ejemplares vendidos. Esta es la historia de una mujer extraordinaria, orgullosa y valiente.
La realizadora y guionista Sherry Hormann y el oscarizado productor Peter Herrmann (En un lugar de África) han adaptado la autobiografía de Waris Dirie para la gran pantalla. Es un cuento de hadas moderno, a caballo entre el glamour resplandeciente y los rituales arcaicos, lleno de vitalidad, emociones y compasión. Pero también es un desgarrador grito contra la terrible e inhumana tradición de la mutilación genital femenina.
La top model y actriz Liya Kebede está impecable en el papel protagonista. La acompañan grandes actores de la talla de Sally Hawkins (Un cuento sobre la felicidad), ganadora del Oso de Plata a la Mejor Actriz en el Festival de Berlín y de un Globo de Oro; Timothy Spall (Harry Potter, Secretos y mentiras); Craig Parkinson (Control); Juliet Stevenson (Quiero ser como Beckham); Anthony Mackie (8 Millas), y Meera Syal (Scoop).
Cometnarios de Waris Dirie
De pequeña tenía muchos sueños, pero jamás imaginé que acabaría viendo mi vida descrita en la gran pantalla.
Cuando regresé al desierto, los recuerdos me asaltaron con gran intensidad y fuerza; fue una experiencia abrumadora. Me conmovieron sobre todo los niños somalíes en la película: Soraya, que me interpreta de niña; Saffa, ese pequeño ángel, que tuvo que demostrar tanto sufrimiento en la película, y el joven Idris, que encarna a mi hermano con suma autenticidad.
Hace años, cuando conocí al productor Peter Herrmann, me sacó de quicio. Pero hoy debo reconocer que lo ha dado todo por este proyecto. Me parece una película muy bella, y lo más bello de todo es el paisaje de África. También está Sherry Hormann, la directora, que demostró mucho valor al embarcarse en un viaje tan complejo. En algún momento del rodaje creí que acabaríamos discutiendo, pero mi intuición me dijo que debía confiar en ella y dejarle hacer su trabajo. Nadie lo habría hecho mejor.
Liya, hermana, tenemos mucho en común. Te has convertido en una parte de mí y admiro tu trabajo.
La primera vez que vi la película acabada, no me fue fácil ver mi vida retratada en la pantalla. Al salir de la sala, estaba profundamente emocionada, pero también sabía que la película era portadora de un importante mensaje que todos los espectadores compartirían: respetar la dignidad humana.
Waris Dirie
Waris Dirie: Su vida, su éxito, su fundación
Waris Dirie nació en 1965 en el seno de una familia de nómadas en la región de Gallacaio, en el desierto somalí, cerca de la frontera con Etiopía. A los 5 años pasó por el ritual de la ablación, quedando mutilada. Este procedimiento criminal se realiza en numerosos países tanto por musulmanes como por cristianos. Según las estimaciones de la ONU, alrededor de unas 6.000 niñas son sometidas diariamente a esta cruel mutilación.
A los 13 años, Waris se escapó para no tener que casarse con un hombre que podía ser su abuelo. Acabó trabajando de criada en la Embajada somalí en Londres y, posteriormente, lavando los suelos de un McDonalds, donde la descubrió el famoso fotógrafo de moda Terence Donovan y alcanzó la fama internacional. Se mudó de Londres a Nueva York y se convirtió en una de las top models más famosas. Fue la primera modelo africana en tener un contrato en exclusiva con Revlon; y ha aparecido en la portada de todas las grandes revistas. Waris Dirie trabajó con Timothy Dalton en 007: Alta tensión, y la BBC rodó un documental titulado "A Nomad in New York" para la serie "The Day That Changed My Life".
Cuando fue entrevistada por la famosa periodista Barbara Walters, de NBC, y por Laura Ziv, de la revista Marie Claire, la modelo decidió hablarles del horrible ritual que representa la mutilación genital femenina, contándoles su experiencia personal. La entrevista y el artículo desataron una oleada de asombro y compasión. El entonces secretario general de la ONU, Kofi Anan, la nombró Embajadora de Naciones Unidas. La ablación o mutilación genital femenina se practica abiertamente en países africanos, árabes y asiáticos, pero numerosas familias de emigrantes afincadas en Europa, Estados Unidos y Canadá siguen sometiendo a sus hijas al cruel ritual a escondidas. Decidida a obtener el máximo apoyo posible para la prohibición de esta práctica, Waris Dirie recorre el mundo como representante de la ONU.
En 1997, su autobiografía, Flor del desierto, se publicó en Nueva York y se convirtió en un superventas (estuvo en la lista de los diez libros más vendidos de Spiegel durante 120 semanas seguidas). Se han publicado más de 50 ediciones autorizadas y ha estado en la lista de los libros más vendidos de varios países. Hasta la fecha, se han vendido 11 millones de copias en todo el mundo.
Veinte años después de su huida, decidió volver a ver a su familia en Somalia. Un proyecto aventurado, si se tiene en cuenta que Somalia es un país que lleva 12 años en guerra civil y sufriendo hambrunas. Describió su viaje en un segundo libro, Amanecer en el desierto, que también se convirtió en un superventas.
En 2002 creó la Fundación Waris Dirie, con sede en Austria. La fundación realiza campañas mundiales para concienciar contra la mutilación genital femenina, y ofrece apoyo a otras campañas y a las víctimas de la ablación. A través del correo waris@utanet.at, la fundación también ofrece información para activistas, simpatizantes, afectadas y los medios. Hasta la fecha, más de 30.000 personas han usado este servicio.
En su tercer libro, Niñas del desierto, publicado en 2005, Waris Dirie habla del día que rompió su largo silencio, de sus encuentros con víctimas y culpables, de sus investigaciones, de sus contratiempos y éxitos. Gracias a este libro, lanzó una campaña internacional contra la MGF (Mutilación Genital Femenina). En 2006, la Unión Europea incluyó por primera vez en su agenda la lucha contra la ablación. En 2005, Waris Dirie se había reunido con 25 ministros de Estados miembros para hablar de las medidas que debían tomarse contra la ablación. Se endurecieron las leyes en varios países y empezaron a tomarse medidas preventivas.
En 2007, Waris Dirie lanzó una campaña contra la MGF con el apoyo de Scotland Yard y BBC en Gran Bretaña. "Es necesario entender que la mutilación genital femenina no tiene nada que ver con la tradición, la cultura o la religión", dice Waris. "Es una forma de abuso infantil. Todos los países del mundo deben tomar medidas serias y consistentes contra las personas que realicen este crimen".
Ese mismo año se publicó el último libro de Waris Dirie, Letter to my Mother, del que dice: "Es mi libro más personal. Hay heridas que no se curan. El deseo de ver a mi madre y de perdonarla era muy grande, pero comprendí que el amor y el sufrimiento van de la mano. Aunque escribir este libro fue una experiencia dolorosa, también fue de gran importancia
"
La ablación se convirtió en un tema internacional gracias a los libros de Waris Dirie. Debido a la presión internacional, catorce países africanos, entre los que se encuentran Kenia, Ghana, Burkina Faso, Costa de Marfil y la República Centroafricana, prohibieron la mutilación genital femenina en 2007. Según los datos de UNICEF de 2006, 150 millones de mujeres han sido mutiladas genitalmente. Muchas de ellas han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de mutilaciones realizadas por parientes o médicos irresponsables también en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, en muchos países el gobierno sigue sin intervenir a pesar de conocer las consecuencias de la terrible práctica.
Waris Dirie ha sido galardonada con numerosos premios por su dedicación y sus libros. Destacaremos entre ellos el Premio Mujeres del Mundo, que le entregó el ex presidente de Rusia Mijaíl Gorbachov (2004); el Premio Mujer del Año de la revista Glamour (2000); el Premio África del gobierno alemán (1999), así como el Premio Corine, otorgado por la Asociación de Libreros Alemanes al Mejor Libro de No Ficción (2002). En 2007, el presidente Nicolas Sarkozy le concedió la Legión de Honor y la Asociación Demográfica Mundial le otorgó el Premio de las Generaciones.
En enero de 2009, Waris Dirie creó la nueva Fundación PPR para la Dignidad y Derechos de la Mujer, que estableció en París con el magnate francés François-Henri Pinault y su esposa Salma Hayek. Ya se han aprobado los primeros proyectos benéficos para Pakistán, India, Congo, Benín, Nigeria, España y Francia.
Waris Dirie tiene la nacionalidad austríaca y es madre de dos hijos. También es la coproductora de Flor del desierto.
Sherry Horman habla de "Flor del desierto"
Todo empezó con una pequeña bolsa de plástico. Peter Herrmann, al que había saludado un par de veces anteriormente, me la pasó por encima de la mesa y me dijo: "Llámame si encuentras tres buenas razones para hacer una película con esto". Era el libro Flor del desierto. No lo había leído. "Millones de personas lo han hecho", fue su respuesta.
La novela me cautivó inmediatamente. Era un viaje increíble. Nunca había visto tantas contradicciones reunidas en una sola persona: la niña nómada del desierto, top model en Nueva York, mujer de la limpieza analfabeta en McDonalds, oradora política en Naciones Unidas. Si la historia no hubiera sido real, habría creído estar leyendo una versión modernizada de la Cenicienta. Pero sobre todo, Flor del desierto es un grito contra la injusticia que padecen las mujeres a través de la ablación.
"¿Quiénes son ustedes para querer filmar mi historia?", nos preguntó Waris Dirie nada más empezar nuestra primera reunión. Horas después, al subir a un taxi, dijo: "¿Cuándo empezamos, ahora?" Después entendí que todos teníamos nuestras razones. Durante el casting en Londres para el papel de Waris, una mujer de unos 40 años, originaria de Malí, entró en la sala. La miré con incredulidad, pero ella, muy amable, me dijo: "No se preocupe, no soy Waris, tengo demasiados años y no soy actriz. Trabajo en una fábrica de Glasgow, así que pedí el día libre y vine en tren para decirle lo importante que es esta película para África". En aquel momento sentí una terrible vergüenza por haber dudado de si quería hacer la película. Me cogió la mano, la besó y añadió, riendo: "No tenga miedo".
Cuando fui a Kenia a documentarme, conocí a tres mujeres somalíes tapadas con un velo que se llamaban igual, Amina, y habían huido de la guerra civil. Me enseñaron realmente lo que es la mutilación genital femenina y me hablaron de una infancia idéntica a la de Waris. De pronto, una dijo: "Hay un americano, se llama Obama, quiere ser vuestro presidente. Es de los nuestros". Todos tenemos un punto en común.
Después, en Yibuti, entendí que Flor del desierto era la primera película que se centraba realmente en la cultura somalí y sus raíces islámicas. Rodamos a nómadas que nunca habían visto una cámara. El director de fotografía es Ken Kelsch, cuya fotografía en las películas de Abel Ferrara me había impresionado. Cuando nos arriesgamos a filmar a una mujer que se dedica a
realizar ablaciones, entendí que la película también era mi viaje personal, debido en parte a mis prejuicios.
Actores famosos trabajaron junto a personas sin experiencia. Hubo casos en los que me vi obligada a cambiar a algunos somalíes, como el padre de Waris, porque desapareció de golpe. Al cabo del rato, le encontré orando. Le daba igual que le esperaran 80 personas y una puesta de sol. La plaza del mercado de Yibuti hizo las veces de Mogadiscio. La policía había rodeado la zona para el rodaje, pero desapareció de golpe. Fue un caos, atacaron a varios miembros del equipo. Los policías se habían ido a comer.
En Londres, le pedí a Liya Kebede que saliera a la calle y la rodamos con una cámara oculta. Intentó integrarse en la vida de los sin techo y fue tratada de la forma habitual. Solo dos somalíes le preguntaron si necesitaba dinero o un techo.
Ya que la historia de Waris es un cuento de hadas, pensé que era aún más necesario hacer una adaptación honesta y realista. Jamie Leonard, el diseñador de producción británico, hizo construir los decorados en una fábrica abandonada en Alemania. Cuando Sally Hawkins y el resto del magnífico reparto empezaron a dar rienda suelta a su talento entre aquellas paredes movibles, todos olvidamos que nos encontrábamos en Colonia. Estábamos en Londres y nos habíamos convertido en viajeros camino de Yibuti, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. No importaba el pasaporte, todos contábamos la misma historia, la historia de una mujer valiente que había tomado su vida entre sus manos.
Doy las gracias a Peter por darme esa bolsa de plástico blanca.
Comentarios del productor
Cuando un productor desarrolla una película, casi necesita un modelo para orientarse. Pero en el caso de Flor del desierto, fue mucho más difícil. Había que unir tres películas en una. El relato de la vida de Waris Dirie no solo es una moderna Cenicienta, también cuenta cómo una joven africana emigró a Europa además de ser la historia de una mujer muy valiente.
Flor del desierto es una dramática y conmovedora historia que abrirá los ojos a muchas personas y conseguirá cambios, como ya lo hizo el libro del mismo título que desgarró a millones de lectores en todo en mundo.
Los derechos literarios
La autobiografía de Waris Dirie, Flor del desierto, se publicó en Alemania en 1999 y no tardó en alcanzar las listas de libros más vendidos. Lo leí unos seis meses después, pero pensé que no valía la pena intentar comprar los derechos ya que se había publicado con anterioridad en Estados Unidos y los derechos de los superventas suelen estar vendidos antes de que el libro llegue al mercado alemán. Efectivamente, Elton John había comprado los derechos y tenía la intención de adaptar el libro con su productora Rocket Pictures.
Pero Rocket Pictures y Waris Dirie tenían ideas muy diferentes de cómo debía filmarse el libro y, en 2002, los derechos volvieron a quedar libres. Me enteré por casualidad, y al cabo del año hablé con Waris Dirie, que entonces vivía en Londres. No diré que congeniamos inmediatamente, ni mucho menos. Me di cuenta de que no estaba dispuesta a dar los derechos cinematográficos a cualquiera de nuevo. Me pareció comprensible. Hay que confiar en la persona a la que se entrega una historia tan íntima. Nos vimos varias veces durante los nueve meses siguientes.
La financiación
La oportunidad de trabajar en una película de semejante envergadura no se presenta muy a menudo. Para asegurarnos de que el desarrollo de la película quedaría en nuestras manos y que no nos convertiríamos en un socio minoritario en una película internacional con mayoría de capital estadounidense, gran parte de la financiación debía ser alemana.
Algo nada fácil, ya que la historia poco o nada tiene que ver con Alemania. Además, debía ser una película dirigida al mercado internacional y, por lo tanto, rodada en inglés, lo que excluía en principio a los actores alemanes.
El guión
Hacía tiempo que quería hacer una película con Sherry Hormann. Nos vimos en el verano de 2004 y le di un ejemplar de Flor del desierto. Al principio no fue muy entusiasta: "¿Otra historia de mujeres?" Pero leyó el libro y cuando volvimos a vernos, había cambiado de parecer. Dejó muy claro por qué le había fascinado la historia. Ya no tenía dudas de que Sherry no solo era la guionista ideal, sino también la realizadora perfecta para la película.
Durante los años de preproducción, llegamos a conocer muy bien a Waris. Como en la primera reunión que mantuve con ella, a veces no fue nada fácil. Es una mujer con mucho carácter, vibrante e interesante, que no se deja convencer fácilmente. Sacrificó una parte suya durante años y fue capaz de revelar detalles muy íntimos de su persona para luchar contra la mutilación genital femenina. Solo puedo decir que mi respeto por Waris Dirie crecía a medida que pasaba el tiempo. Adaptar un libro a la pantalla, más aún cuando se trata de una autobiografía, es uno de los mayores retos de nuestra profesión. Después de largas charlas y varias versiones, decidimos por fin centrarnos en la época de Waris en Londres.
El reparto
Para que una adaptación autobiográfica funcione en la pantalla, mucho depende del actor o actriz que encarne el papel protagonista. Waris aparece en casi todas las escenas de la película, por lo que necesitábamos a una actriz capaz de llevar ese peso.
Fue imposible encontrar a una actriz conocida que tuviera los rasgos típicos de la gente del este de África. No quedó más remedio que realizar un casting para actrices menos famosas, incluso noveles, de lo que se encargó la agencia de casting londinense Ros & John Hubbard. Vieron a cientos de jóvenes en Londres, París, Kenia, Sudáfrica, Nueva York y Los Ángeles. Al cabo de seis meses, empezamos a ponernos muy nerviosos porque seguíamos sin protagonista.
Una noche, Sherry me llamó y dijo: "El segundo DVD, la cuarta, es ella". Curiosamente, también me había fijado en Liya Kebede mientras revisaba las pruebas de casting. El día siguiente recibimos más material y descubrimos que Liya era una modelo conocida en Estados Unidos y que ya había interpretado pequeños papeles en El buen pastor, de Robert De Niro, y El señor de la guerra, de Andrew Niccol. Le pedimos que hiciera una prueba adicional. La decisión estaba tomada.
Una vez encontrada la protagonista, empezamos a buscar el resto del reparto, desde los impresionantes actores africanos, la mayoría no profesionales algunos nunca habían visto una cámara antes , hasta los grandes actores británicos. Fue un auténtico placer ver trabajar a Sally Hawkins, Craig Parkinson, Meera Syal, Timothy Spall y Juliet Stevenson, así como al estadounidense Anthony Mackie. Todos ellos querían formar parte de la película.
El rodaje
Yibuti es un diminuto Estado entre Somalia y Etiopía que había pertenecido a Somalia, y por lo tanto era el lugar ideal para nosotros. La capital, Yibuti, es lo más parecido a Mogadiscio antes de la guerra civil. El rodaje empezó en Yibuti el 29 de marzo de 2008. Era imposible rodar más tarde; a partir de mayo, las temperaturas alcanzan los 45 grados, incluso 50 grados a la sombra.
Después de un corto descanso, se empezó a rodar en Londres el 20 de mayo, en Alemania a principios de junio y en Nueva York a finales de julio. Se rodaron los exteriores en decorados naturales en Londres y Nueva York. Los interiores se rodaron en platós en Alemania y en decorados en Colonia, Berlín y Múnich.
Antes de empezar, nadie creía que el complejo plan de rodaje pudiera llevarse a rajatabla, pero así fue. Terminamos el 21 de julio en Nueva York, después de 52 días de rodaje, exactamente de acuerdo con el plan que habíamos diseñado en noviembre del año anterior. Debemos este increíble logro al departamento de producción y sobre todo a Gerhard Hegele, el director de producción.
La dirección
Ver a Sherry Hormann trabajar con los actores era realmente impresionante. Por ejemplo, durante el ensayo de la escena en que Lucinda entra en la pensión, no tardé en darme cuenta de que cada actor tenía una idea diferente de cómo debía desarrollarse. Sherry colocó a cada actor, les indicó cómo debían moverse, quién diría qué y cuándo. A todas luces, algo básico para un director, pero al cabo de un rato, ocurrió algo. Los actores empezaron a abrirse, a florecer, se sentían bien. Una sensación de confianza y seguridad llenaba el ambiente y lo bueno se hacía mejor.
Liya Kebede, en una entrevista que realizó durante el rodaje, dijo que solo esperaba que el público saliera de la sala sintiéndose por igual triste y feliz a la vez, y con ganas de que las cosas cambiaran.
Sus palabras expresan el deseo de todos los que hemos trabajado en esta película.