Vivir de pie saca a la luz la historia oculta de uno de los personajes más interesantes de la Guerra Civil Española: Cipriano Mera Sanz.
Este documental dirigido por Valentí Figueres "resucita la voz del héroe anarquista y su memoria, esperando a que regresen, tras 62 años de exilio, su cuerpo y su maleta".
Explora los ideales y hechos de una época que hicieron de su vida una gran aventura de la utopía, y de él, un protagonista privilegiado del viaje de la Historia.
Forma parte de la sección "Esbilla" y participa en la competición de No Ficción / Documental del Festival Internacional de Cine de Gijón de 2009.
Esta es la historia de un albañil y una grieta, de un hombre libre que se negó a morir de pie o vivir de rodillas.
Memoria
El proyecto de largometraje se inicia cuando conocemos a Nardo Imbernón en Paris y nos enseña un tenedor de plata que había guardado celosamente desde que su padre se lo entregó. El tenedor tenía una historia interesante: cuando el Aga Khan III y Rita Hayworth iban con su limusina por la Bois de Boulogne fueron asaltados por varios coches que les cerraron el paso. Los asaltantes les dejaron con lo puesto, sin sus trajes, joyas y cubertería. Aquel robo digno de estar en un guión de cine, fue en realidad "una recuperación" y los enmascarados hombres de los "grupos de Acción de la CNT". Era 1949. Más adelante el tenedor llegó a manos de la familia de Nardo, de larga tradición anarquista, que entre bromas presumía de comer como los ricos con aquel cubierto.
La anécdota suscitó nuestra curiosidad; ¿quiénes eran aquellos "expropiadores"? ¿Eran Robin Hoods modernos o simples asaltadores de caminos?
Nardo nos fue desgranando la historia de "los hombres de la CNT", el cómo, los porqués, los hechos y las anécdotas de aquellos que perdieron la Guerra Civil y fueron víctimas de todos los totalitarismos, de aquellos que vivieron la eterna esperanza del regreso a España, pero también la lucha y la muerte de sus "compañeros". Ante nuestros ojos aparecía un mundo clandestino y casi extinto que el exilio conservaba fresco en la memoria a pesar del tiempo,...y de los tiempos.
Estábamos descubriendo el mundo de los viejos anarquistas, el de los luchadores por "la Idea", el de "los grupos de afinidad". Eran hombres y mujeres que tenían un ideal por el que luchar y lo hacían con un lenguaje propio.
Para comprender de qué hablaban había que entender primero las palabras; conceptos como "nuestros medios", "los compañeros", "las Jiras", "Los pieles rojas y Los pájaros carpinteros","la revolución"
La tradición libertaria se alarga hacia atrás en el tiempo hasta el S. XIX y tiene continuidad hasta el XXI. Es cierto que su pervivencia es irregular y con puntas verdaderamente críticas. Pero hubo una ventana de tiempo y espacio en el siglo XX, en la que todo pudo ser; una grieta en la que las ideas anarquistas pudieron tener una oportunidad: el año fue 1936 y el lugar, España. Unos la llamaron "La Guerra Civil Española", los anarquistas "La Revolución Española".
De entre todos aquellos "hombres de la CNT", de entre todos los compañeros, nos cautivó especialmente la historia de Cipriano Mera. Con una procedencia más que humilde en el barrio madrileño de Tetuán, -entonces llamado "de las victorias"- Mera fue un albañil, un sindicalista, un compañero de la CNT y cuando el momento lo requirió, un Teniente Coronel de gran instinto. Después,... después la derrota y el exilio, pero también su oficio de albañil, la militancia más que comprometida desde "el exterior" y una obsesión; matar al dictador. Mera fue un compañero como pocos y un militante como ninguno. Se integró sin titubeos en los grupos de las juventudes libertarias para urdir los planes del magnicidio y salió a las barricadas de las calles de mayo del '68. Nunca dejó de creer en la viabilidad de las ideas libertarias que eran algo inevitable por una cuestión de sentido común. La ironía de la Historia quiso que muriese 20 días antes que Franco. Cipriano no ganó todas las guerras, pero sí luchó en todas las batallas.
Ese fue Cipriano Mera y así era el mundo misterioso de los viejos anarquistas. Un mundo en el que la necesidad de un "compañero" era cosa de todos. Habían estado tan cerca de la revolución, que creer sólo era cuestión de ver y actuar en consecuencia. Para los viejos anarquistas no tenía sentido elegir entre morir de pie o vivir de rodillas, sabían que otro mundo era posible, que se podía tener el todo. La elección, sin duda, era "Vivir de Pie".
Vivir de pie. Las guerras de Cipriano MeraDirigida por Valentí Figueres