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Vincere cartel reducidoVincereDirigida por Marco Bellocchio
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Dirigida por Marco Bellocchio (Buenos días noche).

Sección Oficial Festival de Cannes 2009.


Ida Irene Dalser (Sopramonte, 1880 - Venecia, 11 de Diciembre de 1937)
Ida Dalser nació en Sopramonte, cerca de Trento, en 1880, y fue, por tanto, súbdita del Imperio Austro-húngaro, motivo por el cual también se la conoció como la "austriaca". Fue una hermosa y rica joven de buena familia. Su padre era el alcalde de su pueblo. Ida fue también una chica emprendedora: cuando solo tenía 20 años, se mudó a Milán para abrir un salón de belleza al estilo francés. De hecho, con este proyecto en mente, estudió en París donde obtuvo un diploma en medicina estética, un raro ejemplo de mujer empresaria para la época.

Entonces llegó el encuentro con Mussolini. Fue el comienzo de una pasión irresistible. Cuando Benito fue despedido del periódico Avanti! y expulsado del Partido Socialista por su intervencionismo, Ida se mantuvo a su lado. Vendió todo lo que tenía, su apartamento y el salón de belleza, para financiar el periódico de Mussolini, Il Popolo d'Italia, que se convertiría en el órgano oficial del Partido Fascista Nacional. Aunque no hay documentos para probarlo, los rumores dicen que la ceremonia se celebró por la iglesia en Septiembre de 1914. Sin embargo, una cosa es segura. El 11 de Noviembre de 1915 ella dio a luz un varón, Benito Albino Mussolini. El hijo del Duce quien, de hecho, lo reconoció para poder cambiar su fecha de nacimiento y otros datos personales algunos años después.

Mientras Mussolini mantenía su relación con Ida, éste ya era el amante de Rachele Guidi y padre de Edda, su hija, nacida en 1910. El 17 de noviembre, un año después de su matrimonio no registrado con Ida, Mussolini se volvió a casar en una ceremonia civil celebrada en el hospital de Treviglio, en Bérgamo, donde se encontraba recuperándose de una herida de guerra. Edda era ilegítima de acuerdo a las leyes de la época. De hecho, fue registrada como hija de Mussolini pero de madre desconocida.

Al acumular cada vez mayor poder, Mussolini se fue distanciando de Ida, cuya reacción al creciente desinterés fue de orgullo, obstinación y agresividad. Como su primera mujer y madre de su primer hijo, reclamó sus derechos y los de su hijo. Fue al enfrentarse a todo esto, a las crecientes demandas y las escenas causadas por ella, lo que le llevó a hacer que la declararan loca.

En 1926, Ida fue arrestada y enviada a un hospital mental en Pergine, cerca de Trento, y más tarde a San Clemente, una isla cercana a Venecia. Sus intentos de contactar con Mussolini y las más altas autoridades fueron en vano. Ida escribió numerosas y desesperadas cartas, incluso al Papa, que nunca fueron enviadas, pues le eran interceptadas y destruidas, aunque quedan restos de alguna. El director médico del sanatorio mental de San Clemente no le diagnosticó ninguna enfermedad mental ni física. A pesar de esto, fue torturada de las peores formas y acabó sus días semiparalizada. Allí, el 3 de diciembre de 1937, murió Ida de una hemorragia cerebral después de estar encerrada durante 11 años, sin volver a ver a su hijo nunca más.


Benito Albino Mussolini (Milán, 11 de Noviembre de 1915 – Milán, 26 de Agosto de 1942)
A pesar de haber sido reconocido por el Duce, su hijo Benito Albino, también fue arrestado, y en 1936, confinado en el sanatorio mental de Mombello en Limbiate (Milán).

Los historiales clínicos de ambos fueron destruidos, así como las páginas del registro parroquial que reflejaban la boda de Mussolini e Ida. Su hijo, Benito Albino, nacido el 11 de noviembre de 1915, fue registrado con el apellido de su madre. Pocas semanas después, el 11 de enero, el futuro Duce le reconoció oficialmente en la oficina de un notario, Angelo Buffoni, en Monza. Un reconocimiento que duró hasta el 32 cuando, por Decreto Real, fue despojado de su apellido, y se le dio el de Bernardi, un comisionado de la prefectura de Trento, elegido para ser su guardián. Benito Albino, a quien no se le permitió volver a ver a su madre, fue educado en un internado dirigido por monjes, antes de ser alistado por la armada, siempre, parece ser, bajo la vigilancia de la policía secreta. Tras ser enviado en misión a China, el joven marinero, que se parecía increíblemente a su padre, fue devuelto a casa con falsas noticias sobre la muerte de su madre, y acabó exactamente igual que ella. Confinado en el hospital psiquiátrico de Milán, murió el 26 de agosto de 1942, a los 26 años. Durante años, como su madre, sufrió tortura, disfrazada de terapia y se le dejó morir. Su certificado de defunción decía "malnutrición".

Ida Dalser y Benito Albino Mussolini no tuvieran siquiera su propia tumba. Fueron arrojados a fosas comunes.


Las cartas

BENITO MUSSOLINI ESCRIBE A IDA DALSER
Mi pequeña Ida.

Acabo de llegar tras doce horas interminables en un tren que me dejó completamente cubierto de hollín. Lo he limpiado lo mejor que he podido y mi primer pensamiento, antes incluso de ir a cenar, eres tú. ¿Te alegra? ¿Me dirás una vez más que sólo tú me amas, mientras que yo no te amo a ti? Yo también te quiero, mi querida Ida, aunque no te lo haya podido demostrar. Durante mi viaje, he pensado mucho en ti. Cada vez que alguna pareja de jóvenes casados entraba en mi compartimento, pensaba en nuestro viaje, el que planeamos. Qué feliz sería de tenerte conmigo hoy, mientras el tren se mueve bajo un cielo sin nubes a través de los campos que muestran toda la seductora melancolía del otoño, hacia la bella Roma que aparece frente a mí justo cuando el ocaso enciende el horizonte de las sietes colinas de la ciudad eterna.

Esta tarde habríamos estado juntos, y sin embargo... Mañana te enviaré algunas postales. Con seguridad estaré en Milán el martes o el miércoles por la tarde. Sé buena, mi pequeña amiga y piensa en mí a menudo. Te abrazo con toda la pasión de nuestros momentos de intimidad y amor. Permanezco como tu fogoso amigo y amante. Benito.

IDA DALSER ESCRIBE A BENITO
Lo que te pido es muy poco: mi hijo y mi inmediata liberación de este pútrido manicomio, de este hospital para enfermos de tuberculosis donde no tienes derecho a enterrarme […] mis posesiones […] mis muebles y todo el mobiliario de mi apartamento en Milán para que se le entreguen a mi hijo. Haz que se deje de insultar a la madre de tu hijo, al menos para calmar tu conciencia y al fantasma que te visitará cada noche […]

Benito, escucha llorar a mi corazón, nos amábamos, nos adorábamos apasionandamente, tuvimos un hijo en común, y por ti, estoy ahogándome en un mundo lleno de calamidades, tú has matado mi querida y saludable juventud.

Por último, referencias a su presunta enfermedad mental:

¡No oses mentir! Sabes bien que mis facultades mentales funcionan perfectamente, como siempre. Dios mío, qué razón tenían los que me decían que te dejara, al sospechar sobre ti. Pero conseguiste silenciarme con tus explicaciones […] Has sufrido, lo sé, has llorado, pero entonces venías con nuevos subterfugios […] no debes basar tu voluntad de ganar en mentiras, no todos los hombres son estúpidos […] y quien sabe si algún día acabarás peor que tus víctimas. Que el cielo te salve del vergonzoso trato al que nosotros, dos inocentes, hemos sido sometidos […] Oh, morir sin poder abrazar a mi hijo de nuevo […] Créeme Duce, sólo eres un pobre infeliz.

IDA DALSER ESCRIBE AL PREFECTO DE TRENTO
Gr. Uff. Piomarta, Prefecto de Trento
Su Excelencia,

Que con esta carta llegue mi grito desesperado hasta usted. Uno puede matar a una mujer, pero no insultarla más allá de cierto límite. Nerón y Calígula no se habrían atrevido a llevar tan lejos su cinismo. Durante cuatro años, el doctor Baroni y sus colegas se han estado riendo de mí, no puedo siquiera imaginar seguir con esta miserable existencia sin ver un sólo rayo de la luz del sol. Por lo que dicen estos canallas, los hermanos Mussolini me han vendido, y que ellos son responsables del sufrimiento que se me ha inflingido. La situación es tan complicada que requiere la intervención de Su Excelencia a la que ya he escrito seis cartas sin resultado alguno. He sido encerrada, drogada, golpeada, encadenada en una celda sin aire, sin dejarme nunca salir y envenenada con venenos que subyuguen mi voluntad. Soy una pobre mujer muerta que yace en su mortaja con una pesada piedra encima, esperando mi tumba para poder abrazar de nuevo a la pobre y divina criatura que adoro. Venga […] y hágalo pronto, inmediatamente […] Nadie que no conozca el sufrimiento maternal puede saber lo que esto. ¿Dónde está encerrada mi desdichada criatura? ¿Ha, quizá, desaparecido de este mundo después de atroces torturas? ¿Y no siente él que es padre? Yo puedo morir […] pero no mi hijo, él no pidió venir al mundo y nadie puede hacerle sufrir el mismo calvario que su desgraciada madre. ¿Y no comprende que representamos la fuerza política y moral que le arrastrará al abismo?

IDA DALSER ESCRIBE AL PAPA
El hombre al que adoré, defendí, cuidé cuando estaba enfermo, seguí como una sombra a manifestaciones, cuando fue violentamente atacado en las plazas de Milán y por los guardias de Giolitti; rezando y pidiendo el fin de los duelos, dándole un hijo adorable que es igual que él. ¿Por qué hice todo esto? Ciertamente no por su fortuna. Si hubiera sido engullido por las llamas o acorralado por las balas, hubiera corrido a ayudarle […] En esa época, no era un hombre injusto, sino un verdadero ángel […] un genio descuidado. Le llevé a mi casa contra el consejo de todos, le adoraba y él a mi, prometió hacerme la mujer más envidiada. Yo solo le pedí que me hiciera la más amada...

IDA DALSER ESCRIBE A ALBERTINI, DIRECTOR DE IL CORRIERE DELLA SERA
Para el hijo de Mussolini, editor y propietario de Il Popolo d'Italia. Reducida a la pobreza más abyecta, tras haber sido explotada y después abandonada por el padre mi hijo, Benito Mussolini, apelo a la generosidad de Il Corriere Della Sera, para que lance una campaña para recaudar fondos para el hijo de Mussolini, puesto que yo ya no puedo cuidar del hijo del hombre que me explotó y después me abandonó cobardemente junto a mi hijo, mientras al mismo tiempo gastaba mi dinero con sus esbirros y administradores Clerici y Morgagni. La madre del pequeño Benito Mussolini.

Extraído de "El hijo secreto del Duce", de Alfredo Pieroni. Milán, Garzanti, 2006.


Marco Bellochio, Sobre Vincere

P: ¿Cómo descubrió por primera vez la historia de Ida Dalser?

R: No conocía la historia hasta que la escuché en un documental que vi en televisión hace unos años: El secreto de Musssolini, de Fabrizio Laurenti y Gianfranco Norelli. Inmediatamente me dio la impresión de que Ida Dalser, que tuvo un hijo de Mussolini, fue una mujer extraordinaria. Una mujer que se negó a permanecer callada sobre la verdad, hasta el amargo final, a pesar de que el régimen hizo todo lo posible por destruir todas las huellas sobre ella. La mujer de Mussolini y su hijo eran un escándalo que tenía que mantenerse escondido, hasta el punto de borrar su misma existencia, y no sólo físicamente. De hecho, ambos fueron encerrados en instituciones mentales hasta el final de sus días.

Pero si vas al lugar donde nació, en Trentino, es increíble como la gente recuerda claramente esta tragedia que quedó fuera de la historia oficial. Afortunadamente, se han publicado dos libros llenos de documentos y relatos de testigos: La mujer de Mussolini de Marco Zeni y El hijo secreto del Duce, de Alfredo Pieroni. Este material incluye, por ejemplo, el gran número de cartas que Ida Dalser escribió a las más altas autoridades, incluyendo al Papa y naturalmente al mismo Mussolini, suplicando ser reconocida como su legítima esposa y madre de su primer hijo. También están algunas de las respuestas del Duce.


P: ¿Qué le atrajo en particular de esta historia? ¿La oportunidad de levantar la
cortina histórica o la historia de las gentes involucradas en ella?

R: No estaba interesado en subrayar o exponer la vileza del régimen fascista. Sin embargo me afectó enormemente esta mujer y su absoluta negativa a aceptar cualquier tipo de acuerdo. Después de todo, podría haber aceptado volver a las sombras y quizá, haber sido generosamente recompensada, lo que ocurrió con muchas de las otras amantes de Mussolini.

Pero no lo hubiera aceptado. Quiso reclamar su propia identidad. No podía aceptar la traición de este hombre, al que como le decía en sus cartas, había amado profundamente dándole todo lo que tenía. Pero una vez que se convirtió en Duce, Mussolini debía poner fin a esa antigua historia de amor, también para no dañar su relación con la iglesia, puesto que el régimen trabajaba para firmar los Pactos Lateranos en 1929. De hecho, tan exitoso fue este movimiento político que el Papa se refirió a él como "enviado de Dios". Madre e hijo tenían que desaparecer junto a los papeles que registraban el matrimonio y el nacimiento del niño cuyo nombre sería cambiado. Ya no existirían más.


P: ¿Cuál es su impresión sobre Ida Dalser?

R: No fue una persona que tomara decisiones en base a la mediocridad: de corazón, compartía los ideales del joven Mussolini, una cierta clase de posición heroica, intervencionista, antisindicalista, individualista y pensando en el futuro. Se enamoró completamente de un joven cuando aún no era nadie. Le defendió cuando estaba arruinado, atacado e insultado. Más tarde, la relación dio la vuelta y cuando todo el mundo amaba al Duce, a ella se la dejó fuera y todo el mundo se le volvió en contra. Motivada por su amor salvaje, incapaz de darse cuenta de quién tenía las de ganar, fue contra toda Italia, que entonces empezaba a abrazar el fascismo y a alinearse con Mussolini.

El comportamiento de Ida Dalser, con su valor al enfrentarse al Duce y su negativa a rendirse, rebelde hasta el final, me recuerda a ciertas heroínas trágicas. Antígona me viene a la mente, pero también otras como Aída, por ejemplo. Y en este sentido, la película es también un melodrama sobre la invencibilidad de una pequeña mujer italiana que no podía ser reducida por ningún poder, y de alguna forma, es ella la que gana.


P: ¿Por qué era Ida Dalser un peligro para Mussolini?

R: Hubo un momento en que Ida no volvería a verle en persona. Sólo en el cine, en las noticias, asombrada por la imagen de este hombre que se proyectaba enorme en la pantalla, como un actor, una estrella. Y a través de sus expresiones seguimos la evolución de este hombre. Tan pronto como saltó a los medios, se convirtió en otra persona a sus ojos. De Mussolini al Duce. Estaba siendo testigo sin desearlo de un cambio político que duraría para siempre mientras vivió. Mussolini fue el primero en establecer un régimen basado en imágenes y desde ese momento, la política entró en el mundo de la imagen y del imaginario popular. Un punto sin retorno en la historia. Hoy, parte de sus movimientos y actuaciones parecen ridículas, pero adoptar ese estilo le permitió conquistar a las masas. Pues bien, su preciada imagen no podía ponerse en peligro. Y así este hombre amado por los medios, perseguiría a Ida Dalser puesto que podía haber presentado cargos contra él, causado un escándalo público, y objetivamente, dañar su imagen.


P: ¿Usó las imágenes de archivo para añadirmás sensación de realidad o fue una cuestión de estilo?

R: Indudablemente una cuestión de estilo, pero también por razones prácticas. No podíamos reproducirlo todo. Teníamos que mezclar el material de archivo con nuestras imágenes para crear un estilo particular, empezando por las imágenes del joven Mussolini, interpretado por un actor, y pasando las imágenes reales del dictador, sugiriendo el proceso histórico. Desde 1922 en adelante, el actor desaparece, y en pantalla sólo se ve al Mussolini real.