Entrevista a Mathilde Seigner
P: ¿Qué le gustó del personaje de Nathalie?
R: ¡Todo! Hacía mucho tiempo que no me proponían una película en que una mujer fuera uno de los dos personajes principales. Estaba acostumbrada a películas corales, y aquí me encontré con un personaje que padece una «locura» entrañable. Es uno de esos papeles que dan a actrices estadounidenses como Cameron Diaz, pero que son prácticamente inexistentes en Francia.
P: La película es, además, la historia de unos celos terribles...
R: ¡Sí, realmente terribles! Más allá de la comedia, Trésor tiene un trasfondo que yo no había acabado de percibir durante el rodaje. La llegada de un hijo puede ocasionar unos celos terribles entre los padres. Aquí ocurre lo mismo: Jean-Pierre (Alain Chabat) no comprende el vínculo que une a Nathalie y a su perro. ¡No lo comprende, porque es incomprensible! Mi personaje tiene un carácter fuerte, en ocasiones agresivo, casi rozando la locura. Era fácil acabar presentándolo como un personaje antipático, frente a un Jean-Pierre extraordinariamente amable. Espero que al final esta mujer resulte conmovedora, que despierte un poco de simpatía en el público.
P: Este fue su primer rodaje con Alain Chabat. ¿Tardó en surgir la complicidad entre ambos?
R: En absoluto. Alain actúa y trabaja exactamente como yo. Ambos somos, sobre todo, actores intuitivos y naturales que tratamos de interpretar como en la vida, sin artificios. En determinados momentos, todo estaba surgiendo de un modo tan natural que tuve la impresión de que no había cámara. En ocasiones ni siquiera oíamos el «¡Acción!». Nos enfrentábamos al texto como en la vida corriente.
P: Cuéntenos cómo fue la primera semana de rodaje en el piso, que fue, de hecho, la última semana de vida de Claude Berri.
R: Curiosamente, Claude estaba muy en forma, especialmente el jueves, 48 horas antes de fallecer. Se rió mucho. Al final de una escena le oímos explotar de risa, incluso vino a felicitarnos. Nadie habría dicho que esa primera semana de rodaje eran sus últimas horas.
P: ¿Y el lunes que siguió a su muerte?
R: Resulta muy difícil de explicar. Lo recuerdo como algo muy abstracto, muy confuso. Había muerto el domingo por la mañana, y el lunes nos encontrábamos todos de nuevo en el plató. Estábamos atónitos, abatidos. Era surrealista, impensable...
P: ¿Se acuerda de cuál fue la primera escena que rodó aquel lunes?
R: Sí. Una escena muy sencilla en el sofá. Insistí en rodar, ese día. Es como cuando te caes de un caballo; si no vuelves a montar enseguida, ya no vuelves a hacerlo jamás.
P: ¿Tuvieron tendencia, a partir de entonces, a minimizar las escenas de humor y a acentuar las más nostálgicas?
R: Creo que la película es más emotiva y conmovedora de lo que se había previsto. Se ha visto favorecida por la carga emocional inconsciente de Alain y mía.
P: ¿Cuál es su escena favorita?
R: Son muchas. Me encantan los títulos de crédito con la escena de la bicicleta. Lo encuentro original. Y me gustan todas las escenas en la cama y en el piso, y también nuestras broncas. Y me gusta mucho la escena en la consulta de la psicóloga, con Fanny Ardant.
P: Después de hacer el papel de Nathalie, ¿le apetece más tener un perro?
R: ¡No! Estos perritos son muy monos y entrañables, pero suponen demasiadas responsabilidades, demasiadas preocupaciones. Teniendo un hijo, ya me cuesta trabajo organizarme la vida profesional. ¿Además, un perro? ¡No, por favor!
P: ¿Cree que Claude Berri estaría orgulloso de la película?
R: Creo que estaría contento. Era un hombre muy exigente, pero se trata de una buena película que le conmovería.
P: En Ostende, el último día de rodaje, ¿sintió la satisfacción del deber cumplido?
R: Todos lloramos después del último plano, la escena en que Alain y yo estamos en el restaurante. Teníamos lágrimas en los ojos, pero también la certeza de haber ido hasta el final de algo casi irrealizable.
P: Y, por último, ¿se hizo omnipresente la ausencia de Claude Berri?
R: ¡Oh, sí! Paradójicamente, sentía su presencia con mucha intensidad. Tuve constantemente la impresión de que estaba allí. En realidad, Claude es una de esas personas que no pueden morir del todo. Es como Michel Serrault. Forman tanto parte de mi vida que nunca desaparecerán de ella. ¡Siempre me acompañan!
Entrevista a Alain Chabat
P: Claude Berri fue el productor de Didier, la primera película que usted dirigió. ¿Cómo se conocieron?
R: Invitamos a Claude al programa «Les Nuls L'émission», para que hiciera unos sketches con nosotros. Nos divertimos mucho, se metió de lleno. Hizo el papel de Papá Pitufo para una «retrospectiva de cine pitufo». También interpretó a un guardameta que jugaba en un equipo tan bueno que se aburría. De repente, podía escribir una novela... Les Nuls le pasamos el guión de La Cité de la peur, y nos dijo: «Difícilmente voy a poder producirla, ¡porque no he entendido nada!» Más tarde, a título particular, volví a verle para proponerle Didier. Nos encontramos en un restaurante, le conté la historia y me dijo: «De acuerdo, vamos allá».
P: ¿Qué tipo de productor era? ¿Intervencionista, pasota o de los que está presente sólo cuando se le necesita?
R: No soy el único que dice que era un productor extraordinario, con una visión y un instinto fuera de lo común. En diez minutos, comprendió que Didier podía ser una película, y me dio las claves para hacerla, pues entonces yo carecía de experiencia. Y luego repitió con Astérix y Obélix: Misión Cleopatra, ¡que fue un filme muy ambicioso! Claude estuvo muy presente en la elaboración del guión. En cuanto éste le pareció bien, me dijo que asistiría al primer día de rodaje para hacerme feliz, pero que después yo ya sabía lo que tenía que hacer. Vino de nuevo pare el montaje, cuando yo ya estaba saturado de tanto pensar, para iluminarme con su mirada fresca. Con Astérix y Obélix: Misión Cleopatra teníamos que reducir costes, y yo no sabía cómo hacerlo. Cogió el guión, arrancó tres páginas de una batalla con los romanos y me lo devolvió: «Ya está, arreglado». ¡Fue una excelente solución! Sustituí esa escena por un documental sobre la langosta...
P: ¿Puede hablarnos de la primera semana de rodaje de Trésor?
R: Aunque tenía dificultades para hablar, Claude me había contado la película. Un Claude Berri en baja forma equivale, sin embargo, a muchos tipos en muy buena forma... Mentalmente estaba muy lúcido, veía muy bien y, al fin y al cabo, como decía las cosas con pocas palabras, la síntesis resultaba más intensa y brillante. Durante el rodaje, Claude estaba sentado en su silla, cerca del combo, decía «¡Luces!», «¡Acción!», y hablaba con François Dupeyron, que transmitía sus instrucciones. A veces, era Claude quien daba indicaciones muy precisas y, cada vez, yo me decía: «¡Ah sí, claro, tiene razón!».
P: ¿Se acuerda de la primera escena que rodó el lunes siguiente a su muerte?
R: Recuerdo que era en el piso de Nathalie y Jean-Pierre, los dos protagonistas de la película. Yo estoy delante del televisor, mirando dibujos animados y programas en los que aparecen perros. Jean-Pierre tenía que estar de mal humor y un poco deprimido...
P: ¿Se podría decir realmente que Trésor es una película de Claude Berri?
R: Sí. Es una película de Claude Berri. Él la escribió, la preparó y la empezó a rodar. Su familia de trabajo y François Dupeyron han prestado mucha atención a multitud de pequeños detalles, recordando lo que Claude quería, el más mínimo de sus deseos. El espíritu de Claude se ha respetado con mucho amor.
P: ¿Cuál es la escena que más le gustó interpretar?
R: Aquella en que Nathalie y yo estamos en Ostende para tomarnos un respiro y fortalecer nuestra relación. Hemos dejado al perro con mi suegra. Estamos sentados en la mesa en un bonito restaurante cuando, de repente, Nathalie telefonea a su madre para saber cómo está Trésor, y acaba hablando con él... Me divertí muchísimo haciendo esa escena. Jean-Pierre trata de salvar la situación con toda su ternura. Ese era, además, el último día de rodaje. Había un ambiente muy especial...
P: Trésor es la primera película en que ha trabajado con Mathilde Seigner. ¿Le gustaría volver a rodar con ella?
R: Me encantaría. Ha sido maravilloso. Mathilde reinventa en cada toma, convierte la situación en un momento nuevo, de un modo muy natural, sin anunciarlo ni comunicarlo. En el plató es una compañera formidable, y en la vida una magnífica persona. Es sensible y generosa.
P: Cuando Claude Berri les presentó, ¿qué les dijo?
R: Nada en especial. Mathilde y yo nos olisqueamos un poco, dando vueltas uno alrededor del otro, como hacen los perros, y después todo salió de un modo muy natural. Para ella fue una situación extraña, porque tenía que haber hecho la película con Yvan Attal, algo que le hacía mucha ilusión. Espero de verdad que hagamos más películas juntos.
Entrevista a François Dupeyron
P: ¿Trésor, un regalo para ella es una película suya o de Claude Berri?
R: Trésor es fruto del trabajo común de Claude, Nathalie Rheims y mío. Cuando Claude se fue, dejó tras de sí un gran vacío que nos hemos esforzado por llenar con la ayuda inestimable de los actores. Esta película es también una aventura humana. Claude nos había legado un guión, un equipo técnico, un reparto y cuatro días de rodaje, lo que nos sirvió para poder llegar al término de la película. Pero no he tenido tiempo de sufrir esquizofrenia.
P: ¿Qué ha aprendido de usted mismo gracias a esta experiencia?
R: Dos cosas. Siempre se dice que el director se encuentra solo. Pero esta vez, no. El peso de la película no ha recaído sólo sobre mis espaldas. Todos sentían que cumplían una misión. Pero la mayor lección es que esta situación dramática me ha ayudado a ganar ligereza. Llevo 20 años haciendo drama, es un tipo de película que sé hacer. En cambio, aprender a contar esta historia con toques de ligereza y de comedia, no es algo tan natural en mí. Al meterme en el traje de director de Trésor, tal vez haya comprendido que se puede contar una historia de un modo diferente.
P: ¿En qué escenas se ha notado más su influencia?
R: Para el principio de la película, tuve la idea del paseo en bici. Y un poco más tarde, en la consulta psiquiátrica, se me ocurrió poner a los pacientes y a Fanny Ardant frente a frente, en lugar de utilizar el sacrosanto diván. Lo esencial de las demás escenas fue pensado y ensayado por Claude.
P: ¿Temió que la desaparición de Claude interrumpiría la película?
R: No. Siempre pensé que llegaríamos hasta el final. Al final de la primera semana de rodaje, habíamos visto que todo estaba en orden, que la película estaba encarrilada. El lunes siguiente a su muerte, rodamos algunos planos que no requerían una gran dedicación por parte de los autores. De forma progresiva, la energía fue volviendo, y todos retomamos el pulso.
P: ¿Qué método tiene para dirigir a los actores?
R: Les planteo las escenas, y después les dejo hacer. Después les digo lo que me ha parecido su interpretación, y a veces les pido que la repitan con otro tono, con otra intensidad, de un modo un poco diferente.
P: ¿Qué momentos de la película son sus preferidos?
R: Hay muchos. Como cuando Alain Chabat se pone cariñoso con Mathilde Seigner y ella le pregunta qué quiere. La mayoría de las escenas de interior con el perro me gustan mucho. Otro momento tremendo es la conversación que tiene Mathilde con el perro en Ostende. No pocas actrices habrían resultado ridículas, pero ella no, en absoluto. Ella encontró la nota precisa. En cuanto a Alain, me ha dejado asombrado por su economía de medios y su desenvoltura.