Cinemanía > Películas > Mis tardes con Margueritte > Comentario
Destacado: Pedro Martín-Calero dirige 'El llanto' con Ester Expósito
Mis tardes con Margueritte cartel reducidoMis tardes con Margueritte(La tête en friche)
Dirigida por Jean Becker
¿Qué te parece la película?

Entrevista con Jean Becker

P: ¿Cómo descubrió la novela de Marie-Sabine Roger y por qué le entraron ganas de adaptarla para la gran pantalla?

R: Alguien de mi confianza se dedica a buscar temas y me hizo descubrir la novela Tardes con Margueritte, de Marie-Sabine Roger. Nada más leerla, me cautivó. Enseguida me atrajo el personaje de este buen hombre sin pulir, que sufre con su falta de cultura y que podría tacharse de simplón, aunque no lo sea para nada. Gracias al encuentro fortuito con una anciana muy erudita que le revelará la riqueza de la lectura, evoluciona. Ella le "desbrozará"… (Nota: el título original es La tête en friche, traducido literalmente, "La cabeza yerma").


P: ¿Por qué propuso a Jean-Loup Dabadie que la adaptara con usted?

R: Hacía tiempo que teníamos ganas de trabajar juntos. Le di a leer Tardes con Margueritte, le gustó mucho. Era la ocasión perfecta.


P: ¿Le gusta el proceso de escritura?

R: Para mí, los mejores momentos del proceso de realización son la escritura y el montaje. El rodaje es un periodo angustioso porque siempre tengo la impresión de estar por debajo del guión y me obligo a ser lo más riguroso posible para no alejarme de la página escrita.


P: ¿Siempre le ha pasado lo mismo durante los rodajes?

R: Es muy agradable encontrarse cada día durante seis semanas seguidas con los miembros de la pandilla. Pero le voy a ser sincero, también puede ser muy aburrido tener que contestar siempre a la misma pregunta: "¿Qué hacemos?" Siempre pienso en lo que contestaba Sébastien Japrisot: "No lo sé, pero que salga bien". (Ríe) Reconozco que soy un hombre difícil durante el rodaje. Grito mucho, pero porque sé que cada error me aleja del objetivo: ser fiel a lo que está escrito. Para mí, cualquier detalle es esencial. Basta un pequeño fallo para hacer peligrar un rodaje. Por eso preparo cada escena con antelación, y así evitar los fallos".


P: ¿Cuándo pensó en Gérard Depardieu, con el que había trabajado en Elisa, para el papel de Germain Chazes?

R: Enseguida. Incluso antes de empezar a escribir el guión. Di la novela de Marie-Sabine Roger a Bertrand de Labbey, mi amigo y mi agente. Él sugirió el nombre de Depardieu y me preguntó si podía darle el libro. Gérard me llamó al cabo de tres días y me habló de la historia y del personaje durante más de una hora, profundizando muchísimo. Me parece que conoce el libro tan bien o incluso mejor que yo; eso explica la fluidez de su interpretación. El profundo amor que sintió por la historia hizo que aumentaran mis ganas de hacer la película. Y luego está la alegría que supuso reunirle con esa anciana, una actriz extraordinaria de 95 años, Gisèle Casadesus. Después de una proyección, alguien me dijo: "Esos dos estaban hechos para encontrarse". El comentario me gustó mucho porque refleja exactamente la película.


P: La había dirigido en La fortuna de vivir. ¿Por qué le propuso este nuevo papel?

R: A pesar de una apariencia frágil, Gisèle tiene mucho carácter, algo que encajaba a la perfección con el personaje. No creo que sea necesario que hable de su talento.


P: Hablemos de los papeles secundarios. ¿Puede explicarnos en pocas palabras qué le empujó a escoger a los actores, empezando por Claire Maurier en el papel de madre de Germain Chazes?

R: La vi en televisión en Un aire de familla, de Cédric Klapisch y supe inmediatamente que Claire era capaz de interpretar el papel de esa madre violenta y peculiar.


P: ¿Maurane?

R: Enseguida aceptó el papel porque tenía ganas de hacerlo, aunque también tenía miedo de no estar a la altura. Pero se metió en el personaje con total naturalidad. Humanamente, es alguien muy especial.


P: ¿Patrick Bouchitey en el papel del amigo del café?

R: Es un actor que me gusta, es muy exacto. Además, tiene una gran y asombrosa personalidad


P: ¿Sophie Guillemin en el papel de novia de Germain?

R: Es una intérprete muy natural. La pareja que forma con Germain es perfectamente creíble. Es cierto que la diferencia de edad entre los dos es grande, pero al fin y al cabo, ella es quien le mima. Tengo la impresión de que juntos funcionan bien en la pantalla.


P: ¿Le es fácil encontrar a los actores que corresponden a su idea de los personajes?

R: Me fío mucho de la selección de la directora de casting.


P: ¿Cómo dirige a los actores en el plató?

R: No se dirige a un actor. No me gusta esa expresión. Les doy rienda suelta. De vez en cuando hablamos sobre un pequeño malentendido.


P: Hábleme de la puesta en escena.

R: Me gusta hacer un cine simple. Mi padre me repetía a menudo que una buena puesta en escena es la puesta en escena que no se nota. Si sobresale, va en detrimento de la historia porque el espectador se fija en algo que no es esencial. Para mí, la puesta en escena consiste en acompañar la evolución de los personajes durante el transcurso de la intriga, y siempre con el mismo objetivo: para que el espectador no salga de la sala exactamente igual que entró.


P: Todas sus películas tienen un punto en común: son nostálgicas sin echar de menos el pasado. ¿Cómo consigue un resultado tan delicado?

R: No lo sé. Los temas me conmueven. La mayoría procede de novelas. Utilizo la creación de terceros para contar historias.


P: Se sale de ver MIS TARDES CON MARGUERITTE totalmente conmovido, sin la sensación de haber cedido a un chantaje lacrimógeno. ¿Qué método utiliza para alcanzar este resultado?

R: No busco arrancar lágrimas del público, aunque algunos afirman lo contrario, y tampoco creo haber tirado de la cuerda de la sensiblería. Simplemente intento contar lo mejor posible lo que me conmueve y trasladar esta emoción a la pantalla.


P: ¿Cree que con cada película aprende a contar mejor las historias que le conmueven?

R: Claro que mejoro. (Ríe) No, es broma. Pero es verdad que se aprende algo con cada película y siempre me esfuerzo en no repetir mis errores. A veces, la experiencia es útil…


P: ¿Ha cambiado muchas cosas en la sala de montaje?

R: He intentado suprimir los momentos en que el espectador podría anticipar la escena siguiente. Nunca dudo a la hora de cortar. Es más difícil en las primeras películas que uno hace porque se quiere a las imágenes. Pero un realizador no debe enamorarse de sus imágenes. He aprendido a no hacerlo y a concentrarme en el ritmo.


P: ¿Por qué le pidió a Laurent Voulzy que compusiera la música de la película?

R: Muy simple, y la respuesta no es nada original. Me gustan sus canciones y melodías. Al principio no acepto porque creía que no tendría tiempo. Pero cuando le enseñé la película, dijo que sí. Luego, todo fue muy deprisa. Al cabo de un mes mandó un tema que nos gustó mucho.


P: ¿Le angustia el estreno de una película suya?

R: Suele decirse que una vez acabado el montaje, la película ya no pertenece al director. En lo que a mí respecta, no es verdad. Me implico totalmente hasta el estreno. Si tardo tres años en hacer una película, no quiero que un detalle de nada arruine todos nuestros esfuerzos en la recta final, durante la promoción de la película. Luego, cuando se entrega la película al público, puede funcionar bien, medianamente o mal. En cualquier caso, solo queda arremangarse y pensar en la siguiente.


Entrevista con Gérard Depardieu

P: Ya había trabajado con Jean Becker en Elisa, a mediados de los años 90, pero ¿cuánto hace que se conocen?

R: Tengo la sensación que desde siempre. Jean pertenece a una tradición cinematográfica cuyos miembros han sido, en cierto modo, mis progenitores. Me refiero a actores como Jean Gabin, Bertrand Blier, Paul Meurisse, Pierre Brasseur o Michel Simon, a autores como Michel Audiard y su sentido único de la réplica, del diálogo, del idioma. Todo eso se ha perdido. No es casual que Jean sea uno de los pocos cineastas, con Claude Chabrol, que conservan y hacen vivir ese espíritu perteneciente a un tipo de cine popular que va desapareciendo. Basta con ver sus películas, le interesan los detalles. Como ocurre en MIS TARDES CON MARGUERITTE, el encuentro entre la anciana, interpretada a las mil maravillas por Gisèle Casadesus, y mi personaje, que aparenta, y recalco la palabra "aparenta", ser el simplón del pueblo.


P: ¿Ha cambiado mucho Jean Becker desde que rodaron Elisa?

R: No, solo es más exigente. No se fía de sí mismo. Jean es un hiperemotivo patológico. Quiere que la verdad se palpe en sus películas, no que sea cine. Forma parte de los realizadores que no siempre consiguen formular lo que quieren conseguir. Pero los artistas son ellos, porque el arte no se traslada mediante la palabra. Es algo parecido a lo que encuentro en el vino o en la escultura, hay que ser mago para conseguirlo. No puede explicarse. Saberse de memoria el manual de la puesta en escena perfecta no significa ser un gran realizador.


P: ¿Cómo llegó a trabajar en MIS TARDES CON MARGUERITTE?

R: Bertrand de Labbey me hizo llegar la novela de Marie-Sabine Roger. En cuanto la leí, le llamé para decirle que Jean tenía el don de escoger libros magníficos. Al fin y al cabo, para hacer cine, ¿no basta con una historia maravillosa como esta? No me gustan los efectos. Y en las películas cada vez hay más efectos. Jean está en la vertiente opuesta. La novela que decidió adaptar es simplemente conmovedora en el sentido más noble de la palabra. Y basta con dejarse llevar para interpretar a Germain Chazes.


P: Hablando de Germain Chazes, ¿cómo es el personaje?

R: No ve el mal. Tiene complejos, pero no se enfada por nada. Es tremendamente positivo, pero no por eso es un simplón. Yo habría podido ser Germain en la vida real. Es igual que yo cuando tenía 13 años y decidí irme. También yo lo observaba todo, me fijaba en todo. Le conozco, sé cuánto humor y amor lleva en su interior. No hay más que ver la relación con su madre. A pesar de que ella no le haya demostrado afecto, no la condena. Le ama una joven interpretada por Sophie Guillemin. Cuando están juntos, la diferencia de edad desaparece porque él es un ser puro. Al contrario de lo que muchos puedan creer, Germain es un personaje que encaja a la perfección en la época actual. En mi opinión, representa lo que queda por vivir si se huye de la sociedad que nos ofrecen: los colegios que formatean a los críos y matan los sueños… Germain no ha sido formateado. Sigue creyendo en ciertos valores, en la vida, a pesar de haber sido arrollado por todo.


P: Ya que conoce el camino que lleva a Germain Chazes, ¿fue fácil interpretarlo?

R: Sí, ya se lo he dicho antes, bastó con dejarme llevar por las situaciones y por el texto. Cuando actúo, siempre intento estar lo más cerca de lo que el espectador mira o puede ver. No se qué más se puede aportar a una situación descrita y a un texto. No se debe componer, inventar, si no se quiere caer en el formateo del que tanto huyo.


P: ¿Ha sido un placer trabajar con Gisèle Casadesus?

R: Un placer tremendo porque me convertí en espectador. Es asombroso ver a una mujer de su edad memorizar un texto y concentrarse como hace ella; demuestra que tiene mucho valor. Pero me sedujo su increíble feminidad, su coquetería, que me parecen el fruto de una vida bella y del amor, de la esperanza o de una creencia. Gisèle cree en los pájaros, en la belleza, la pena y la tristeza en un mundo donde mucha gente carece de valor para enfrentarse a la tormenta de la pena. Cuando trabajo con ella, lo veo todo, noto sus estremecimientos. Delante de ella, me siento libre. La libertad significa no sentir miedo de nada, tener la fuerza de la vida misma. En cuanto se empieza a sentir miedo, se acabó. No temo a nada, y menos a la existencia, al contrario de mucha gente que, según envejece, se rodea de pretiles.


P: Gisèle Casadesus le compara a un huracán cuando aparece en el plató antes de rodar una escena. ¿Está de acuerdo con esa descripción?

R: Sí, es mi modo de ser. Pero nada más oír la palabra "Motor", estoy en el papel. Además, también puedo quedarme dormido en una silla en vez de moverme, y trabajaré del mismo modo. La escena es lo único que cuenta, da igual lo que ocurra antes. Como decía Claude Zidi: "De todas formas, hay que hacerlo".


P: ¿Sigue sintiendo el mismo placer que siempre a la hora de actuar?

R: Sí, claro. Sobre todo porque hago muchas cosas cuando no ruedo y un rodaje es como un descanso. Aunque el cine haya cambiado, los equipos, la gente sigue siendo la misma. Conozco los enormes rodajes estadounidenses con su cantidad de medios y una pléyade de ayudantes. Pero se me hacen pesados. No hay lugar para la espontaneidad. En realidad, soy como el personaje de MIS TARDES CON MARGUERITTE: vivo el presente. El pasado llega enseguida, no hace falta buscarlo. Me alimento permanentemente del presente, de todo lo que se nos escapa y vivimos cuando dormimos, cuando amamos, cuando observamos… Todo deja huellas en la memoria; el dolor, los sentimientos, sonidos, colores, olores… Y ese dolor, esos sentimientos, sonidos, colores, olores me alimentan. Eso explica por qué, antes de un rodaje, nunca pienso en el personaje que interpretaré excepto cuando el director me habla de él. Y en este caso, no iba a preparar el papel de Germain Chazes, un hombre que observa a la gente y escucha. Me basta con observar y escuchar para ser él.


Entrevista con Gisèle Casadesus

P: ¿Qué recuerdo tiene de La fortuna de vivir, la primera película que rodó con Jean Becker?

R: Un recuerdo excelente y nada lejano. Fue una película que impactó a mucha gente y suelen hablarme de ella. No me sorprende: cuenta una historia simple pero muy humana, de las que suelen nacer las mejores películas. Y las que quedan grabadas en la memoria colectiva.


P: ¿Cómo surgió esta nueva colaboración con Jean Becker?

R: Jean me llamó para decirme que me mandaba un libro y que pensaba en mí para uno de los papeles. Disfruté mucho leyendo Tardes con Margueritte, sobre todo por el lenguaje de carretero que usa la autora Marie-Sabine Roger. (Ríe) Pero también por la relación repleta de ternura entre esa anciana y el buenazo que interpreta Gérard Depardieu. Luego recibí el guión, en el que Jean siguió el libro a la perfección aunque imprimiéndole una nota personal: su amor por la naturaleza, que se hace patente sin ser forzado. Reconozco que no vivo en la naturaleza. Soy una parisina de pura cepa y siempre he vivido en el distrito XVIII (Ríe). Aunque no sepa nada del campo, es el aspecto que más me conmovió. Pero habría aceptado el papel incluso sin guión porque confío plenamente en Jean.


P: ¿Qué le gusta a la hora de trabajar con Jean Becker?

R: He vuelto a encontrar la misma bondad que en el rodaje de La fortuna de vivir. Y también su eficacia: no se pierde el tiempo en un plató con Jean. Es muy agradable porque pide, pero no impone. No se lucha con él, todo es natural y agradable, y más aún porque el personaje que interpreto no me era del todo extraño.


P: ¿Cómo definiría a Margueritte?

R: Quizá debido a los numerosos viajes que realizó, siente un cierto desapego por su entorno. Es sensible, pero no lloriquea. A pesar de su apariencia, tiene mucha autoridad.


P: ¿Por qué cree que siente afecto por el personaje de Germain Chazes?

R: Le conmueve la sinceridad y la naturalidad de ese hombre. Sobre todo entiende su deseo de saber más. Es alguien sin pulir, incluso zafio, pero con ganas de aprender lo que la vida no le ha aportado.


P: ¿Fue difícil convertirse en su personaje?

R: Pierre Fresnay tenía una teoría y la comparto con él: no se entra en un personaje, el personaje debe entrar en el actor. Aunque no sepa tantas cosas como Margueritte, no me costó en absoluto dejarme penetrar por ella. No sé si el resultado es convincente, pero no sentí ninguna dificultad a la hora de interpretar el personaje.


P: ¿Cómo vivió las escenas que marcan el ritmo de la película con Gérard Depardieu en el banco?

R: Primero, estaba encantada de conocer a Gérard. Todo fue muy natural entre los dos. No olvidemos que podría ser su abuela (ríe). Si Dios lo permite, cumpliré 96 años en junio. Luego, porque es muy agradable trabajar con un gran profesional. Me divertía mucho con él durante la preparación del plano, gesticula, ríe, habla muy alto. Pero cuando se oye "Motor", lo deja todo a un lado y está perfecto. Mi única preocupación era saber si podría estar a su altura.


P: ¿Sigue poniéndose nerviosa cuando interpreta?

R: En el teatro tengo miedo hasta el momento de pisar el escenario. En un plató también, pero es diferente. Estamos en manos del realizador y de la técnica, no somos los únicos responsables del trabajo. Al entregarnos totalmente, tranquiliza mucho trabajar con un director tan bueno como Jean. Sé que basta con escucharle e intentar seguir sus indicaciones.