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Transgression cartel reducidoTransgressionDirigida por Enric Alberich
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Director: Enric Alberich
Enric Alberich nació en Barcelona en 1961. Después de licenciarse en filosofía, ha trabajado desde el 1980 como crítico, periodista y escritor de ensayos cinematográficos para numerosas publicaciones, logrando un notable prestigio en su país como teórico cinematográfico. Es autor de los libros Alfred Hitchcock, el poder de la imagen (1987), Martin Scorsese, vivir el cine (1999) y Películas clave del cine histórico (2009). En la actualidad, escribe para el suplemento semanal cultural del periódico La Vanguardia.

Después de trabajar como Ayudante de dirección en diversas producciones, en 1983 escribió y dirigió su primer cortometraje profesional, Tie Break, que fue seleccionado para diversos festivales de cine internacional. Poco después dirigió otro cortometraje, Historia Eterna (1985), seleccionado por el festival cinematográfico de Alcalá de Henares para la mención especial de mejor cortometraje español de los años ochenta.

En 1990, Alberich debutó en la categoría de largometraje con Visiones de un extraño, una película muy personal que obtuvo el premio de la Asociación de Actores y Directores al mejor actor del año (Pep Munné) y que fue seleccionada para el festival internacional de Figueira da Foz.

En los siguientes años ha trabajado como director y productor ejecutivo en diversos videos musicales, y con su video Un miércoles cualquiera (1992) obtuvo numerosos premios.

En el 2001, Alberich dirigió el telefilm Un día, una noche, definido por la crítica como un drama “intenso y sensible".

En 2004 ha dirigido otro proyecto de telefilm, Mar Rojo, un thriller con la estrella española Maribel Verdú que ha gozado de éxito internacional.

Con TRANSGRESSION Enric Alberich regresa con otro thriller, demostrando una vez más su capacidad loable de retratar a los personajes y sus sentimientos.


Notas del director
Empezaré, por qué no, con una declaración de principios: con Los violentos me propongo, ante todo, seducir y entretener al espectador, no concederle tregua y mantenerle en vilo a lo largo de todo el metraje, encadenándole a una historia a la vez verosímil, realista y dramáticamente eficaz.

El material de base me parece, desde luego, excelente. Ya con el primer tratamiento que llegó a mis manos tuve la sensación de encontrarme ante una historia llena de posibilidades, ante la opción de fabricar un apasionante crescendo dramático. El guión de Marc González se encargaría muy pronto de confirmar de lleno estas expectativas iniciales. Su planteamiento es rápido, significativo y sienta las bases de lo que vendrá después; los puntos de giro son abundantes y brillantes favoreciendo que la acción y el interés no decaigan y conformando la siempre anhelada curva ascendente; el desenlace, en fin, no está exento de ironía y es coherente con todo lo que hemos vivido hasta llegar a él. El hecho de que la acción transcurra en un escenario prácticamente único no sólo añade mérito al guión sino que convierte a su futura traslación a la pantalla en un tour de force narrativo y estilístico, en todo un reto para cualquier director que se precie. Personalmente, esta clase de retos suponen para mí un enorme aliciente y, por qué no decirlo claramente, un motivo de diversión, en el sentido de que favorecen la opción de desplegar la imaginación visual y de dotar de un brioso ritmo interno a una acción ya de por sí trepidante. Ni que decir tiene que el trabajo de montaje tendrá asimismo mucho que ver en el resultado final del producto.

Sin embargo, el atractivo de Los violentos no reside sólo en la mencionada posibilidad de cuajar un brillante ejercicio de estilo, dado que se trata de una historia potente que, además, tiene su anclaje en la realidad más candente. Este tipo de asaltos a mansiones solitarias o a urbanizaciones son, por desgracia, noticia casi constante. El guión no pretende por ello perfilarse como un tratado sociológico ni sentar cátedra de ningún tipo, entrando de lleno en los cauces del cine de género: pretende ser un thriller atmosférico, tensional y narrado con pulso firme. No obstante, y pese a no salirse del cauce genérico, su vocación realista permitirá que el filme no caiga ni en el vacío ni en lo trivial, procurando por otra parte dibujar unos personajes consistentes. Hay una importante ironía, diría que de hondo calado, en Los violentos: se ejercita una violencia explícita por parte de los asaltantes, pero también existe una violencia interna en el matrimonio asaltado, que se ve acosado a su vez por sus propios demonios interiores. La relación entre Marcelo y su esposa Elena me parece, por cierto, muy bien trabajada, siguiendo un sutil recorrido de traiciones y de vaivenes morales. Una de mis misiones principales consistirá en procurar que el espectador esté con ellos, sufra con ellos la tensión de la acción, pero que al mismo tiempo logre mantener la distancia necesaria como para apreciar debidamente el trasfondo ético de cada gesto, de cada una de las acciones que dichos personajes emprenden o cavilan emprender. En cuanto al retrato de los asaltantes, una preocupación prioritaria: reflejarlos en toda su complejidad, intentando escapar del estereotipo.

Así las cosas, Los violentos reúne dos de los ingredientes que más me interesan en relación al cine y a la narrativa audiovisual en general: el thriller en tanto que marco genérico y el retrato de personajes en tanto que fuente de contenidos emotivos y de intensidad dramática. El thriller es uno de los géneros tradicionalmente más fructíferos y uno de los más adecuados para efectuar apuntes sociales sin menoscabo de la acción y sin que se noten o pesen en exceso las intenciones más o menos autorales que el director o el guionista puedan tener. Otra de mis prioridades como director será precisamente la consecución de un buen equilibrio entre acción y reflexión, entre entretenimiento y negación de la superficialidad.

Y otra prioridad más o menos apuntada líneas arriba: mantener en todo instante un ritmo vivo, dinámico, nada vacilante. El guión, la verdad, ya contribuye a ello, con sus secuencias mayoritariamente breves y con la simultaneidad de muchas situaciones, lo que favorecerá sin duda ese dinamismo que se persigue. Bastantes pasajes requerirán una planificación fragmentada, con abundantes movimientos de cámara que invoquen a la tensión y que concuerden con la inestabilidad emocional de los personajes. Sí puedo anunciar una cierta ruptura estilística entre unos primeros minutos presididos por una puesta en escena más cadenciosa y de movimientos más armónicos y sinuosos –coincidiendo con la presentación de la aparente y confortable placidez familiar- y una planificación más ajetreada a partir del momento en que arranca el asalto. En todo instante, sin embargo, y como es usual en mis trabajos, privará un cierto clasicismo como criterio básico, una creencia en la planificación y en la disposición de los encuadres como método para resultar significativo y eficaz.

Partiendo de un tono realista, será conveniente potenciar la creación de atmósferas en medio de esa noche de pesadilla que padecen los protagonistas del relato. En este aspecto, la iluminación será clave. La utilización de la luz tenderá a reforzar la percepción del espacio del filme como universo cerrado, como microcosmos. Cada haz de luz tendrá algo de misterio, de incógnita, de indicio de alguna presencia o quién sabe si de alguna trampa. Los juegos de luces y sombras se pretenderán muy trabajados, buscando la potenciación del suspense y del lado inquietante de cada situación.

En lo que respecta a la caracterización de los personajes, no está de más afirmar que la dirección de actores es uno de los aspectos de mi trabajo que más me apasiona. Y los personajes son aquí lo suficientemente complejos y variados en sus rasgos físicos y psíquicos como para que el reto se ofrezca estimulante. En cada uno de los casos se intentará escapar en lo posible del estereotipo, otorgándole a cada personaje una singularidad que sea la que, en último término, y con independencia de su configuración y de su posible catalogación moral por parte del espectador, le confiera una vertiente humana, algo que haga comprensibles sus actos y al mismo tiempo garantice la lógica implacable de este relato. Ahondando en este tema de la dirección de actores, se procurará primar la veracidad de sus acciones, huyendo de los tics y de las gestualidades más socorridas en los filmes americanos más tópicos. Los personajes han de ser creíbles, cercanos, evitando el exceso y el artificio del actor pero apurando sus posibilidades expresivas. Por lo demás, esta búsqueda de la naturalidad en los intérpretes, esta apuesta por el movimiento y por la sensación de verosimilitud, debe contribuir al dinamismo natural de las acciones, lo cual redundará a su vez en el adecuado tono rítmico del conjunto.

Con la inestimable ayuda de un equipo técnico de primera línea y de un excelente elenco de intérpretes espero que todo este mosaico de intenciones pueda convertirse pronto en una feliz y exitosa realidad.

Enric Alberich