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Astérix & Obélix: Al servicio de su majestad cartel reducidoAstérix & Obélix: Al servicio de su majestad(Astérix et Obélix: Au service de sa majesté)
Dirigida por Laurent Tirard
¿Qué te parece la película?

Laurent Tirard, conocido por la adaptación de otro famoso clásico francés, EL PEQUEÑO NICOLÁS (que fue la película francesa que más recaudó en 2009 en Francia), y el biopic LAS AVENTURAS AMOROSAS DEL JOVEN MOLIÈRE, dirige "Astérix & Obélix: Al servicio de su majestad", adaptación de dos de los cómics de culto de René Goscinny y Albert Uderzo (Astérix en Bretaña y Astérix y los Normandos).


Laurent Tirard (el director)

P: ¿Cuál fue tu reacción cuando surgió la idea de que dirigieras la próxima película de Astérix?

R: Estaba aterrado y excitado al mismo tiempo. Éste es un proyecto de una envergadura vertiginosa, pero tenía claro que era una oportunidad que no se presenta dos veces en la vida. Al final, fueron dos razones las que me ayudaron a decidir: la aventura que representa y el reto artístico que supone. La idea era enfrentarme al proyecto no como lo haría el director de un episodio de Harry Potter, donde el trabajo consiste en asegurar la continuidad de una saga. Sino, al contrario, y me pregunté a qué se podría parecer un Astérix hecho por mí.


P: ¿Qué te ha llevado a elegir estos libros?

R: Antes de releerlos, ya tenía la idea. Quería una odisea, un viaje. Y, después de mi primera estancia en Gran Bretaña, sentía fascinación por los ingleses y su cultura. Mi autora favorita es Jane Austen. En sus novelas retrata muy bien los códigos y las reglas de una sociedad que no siempre entendemos muy bien. A los ingleses se les da mal expresar sus sentimientos, pero cuando salen de sus caparazones lo hacen de verdad. Es una locura y es elegante, atemporal. Enseguida pensé en Astérix en Bretaña y me acordé de esas frases graciosísimas escritas por Groscinny. Pero Grégoire Vigneron y yo también quisimos integrar a los normandos, ya que queríamos que el tema de la civilización estuviera en el fondo de la película: es interesante contrastar culturas diferentes y ofrecer una paleta variada de civilizaciones. Los romanos nos recordaban a los americanos de hoy en día, que tienden a invadir ciertos países “por su bien”. Como consecuencia, todos los demás países son considerados bárbaros. Pero queríamos mostrar algo más complicado que eso: hay bárbaros simpáticos (los galos), bárbaros en estado puro: brutos y salvajes (los normandos), y bárbaros que son justo lo contrario, muy considerados, son gente mucho más sofisticada que los romanos en muchos sentidos (los bretones).


P: ¿Cuáles fueron tus objetivos principales?

R: Queríamos volver a poner en primer lugar al dúo formado por Astérix y Obélix, y presentar la verdadera problemática de estos dos personajes. Teníamos que darles cierta complejidad intelectual y, para ello, estábamos convencidos de que hacía falta abordar el tema de la sexualidad. Como la relación hombre-mujer es un tema que me interesa y que ha enriquecido mis películas anteriores, pensamos en la relación Astérix-Obélix como en una relación de pareja. Una pareja que se exaspera y que se encuentra emocionada con la llegada de un chiquillo (Gudúrix). De repente Astérix empieza a preguntarse cosas, a querer ver otros lugares, tiene una discusión importante con Obélix… Es un argumento clásico, muy común en las historias románticas, pero añade mucha emoción al relato.


P: Por eso habéis integrado personajes femeninos en el universo de estos héroes…

R: Hacer una película sin mujeres es inimaginable para Grégoire y para mí. En seguida, Gudúrix, el joven encarnado por Vincent Lacoste, mete la pata y pregunta: “¿ser un hombre es ser como vosotros: vivir juntos con un perro pequeño?”. Una vez hecha la pregunta, Astérix quiere incluir mujeres en su mundo. Y, por otro lado, Obélix tendrá una relación improbable con el personaje de Miss Macintosh, interpretado por Valérie Lemercier.

Precisamente, el personaje que interpreta Vincent Lacoste es una de las libertades que os habéis permitido para modernizar el relato
Sí y no. El personaje de Gudúrix existe dentro del mundo de Astérix en el libro de los normandos, pero representa a un joven de los sesenta. Uderzo y Goscinny hablaban de esa época; su actitud y comportamiento no se parece a la de los jóvenes de hoy en día. Lo hemos actualizado.


P: ¿Cómo se hizo el proceso de selección durante el casting?

R: Para el papel de Obélix, Gérard Depardieu era la elección evidente. Estoy realmente contento de que estuviera en la película. Y como hemos centrado la intriga en el choque de culturas, nos hacía falta un Astérix muy francés. O en cualquier caso, muy próximo a la idea que tienen los extranjeros de un francés: un hombre locuaz, encantador y un poco arrogante. Esta caricatura nos ha dado un Astérix menos “rústico”, menos galo. Es más sofisticado, más intelectual y más moderno que en el cómic. Fui escribiendo este personaje cuando se me apareció la cara de Edouard Baer. Él es muy francés, muy parisino. Y una vez que le tuve en mente, me empeñé en que sólo podría ser él.


P: Al igual que Edouard Baer, a quien has dirigido en Mensonges et trahisons, también te has reencontrado con otros actores para esta película…

R: Hay que decir que es tranquilizador, dentro de un proyecto de esta envergadura, el conocer bien a ciertos actores. Y esto ayuda a la escritura. He dirigido a Fabrice Luchini en Las aventuras amorosas del joven Molière e incluso antes de pensar en el guión de Astérix, sabía que él haría un César perfecto. En cuanto a Valérie Lemercier, que interpretó a la madre del Pequeño Nicolás, según empecé a imaginar el personaje de Miss Macintosh, me vino ella a la cabeza.


P: Elegir actores franceses para interpretar a los ingleses no es una apuesta segura. Sin embargo, cada uno hizo que el papel fuera suyo…

R: Catherine Deneuve es, para mí, absolutamente creíble portando la corona de la reina de Inglaterra. En cuanto a Guillaume Gallienne, los acentos son lo suyo y se desliza sin problema en la piel de Buentórax. Valérie Lemercier ha trabajado mucho la locución tan especial de Miss Macintosh y está muy lograda. En cuanto a Charlotte Le Bon, yo no la conocía pero seguí el consejo de mi directora de casting, la recibí para ver cómo iban los ensayos y funcionó de inmediato.


P: ¿Cómo diriges a tus actores?

R: Yo me adapto a cada uno de ellos para lograr que todos se encuentren en el mismo plano. Algunos necesitan hablar mucho de su papel, y las lecturas sirvieron para responder a todas sus preguntas. Pasé bastante tiempo con cada actor para evocar la psicología de su personaje, leyendo escena por escena, diálogo por diálogo, del guión. En un proyecto como éste es importante ver todo esto antes del rodaje, porque después no hay mucho tiempo. Al mismo tiempo, permanezco abierto a la improvisación. Tengo una idea muy precisa de lo que quiero pero me encanta dejar un margen de libertad a los actores, me interesa. En una película de esta envergadura, a pesar de los decorados, los figurantes, los asistentes, hace falta darles la oportunidad de discutir el texto.


P: En esta película has aprendido a gestionar a un número importante de figurantes. ¿Ha sido interesante?

R: Yo sabía que mi película iba a girar más en torno a escenas cómicas entre los actores que en torno a escenas de acción. Pero hay algunos pasajes bastante espectaculares en la historia, como el partido de rugby o la batalla final. Estuvimos rodando escenas con 800 figurantes durante diez días. Es una gestión pesada, complicada, que requiere un ejército de asistentes y reduce la flexibilidad de la puesta en escena. No puedo decir que me haya encantado pero había que hacerlo.


P: ¿Rodar en 3D ha modificado tu forma de rodar?

R: Inevitablemente, tiene su repercusión sobre la manera de dirigir. Si desde hace veinte años lo más común es trabajar con planos cada vez más cortos, el 3D requiere todo lo contrario. La riqueza de la imagen es tal que si procedes así, te arriesgas a que el público acabe con una jaqueca. Cuando ruedas en 3D, tienes que dar preferencia a secuencias largas y el ritmo tiene que venir del juego entre los actores. Pero este método clásico, que nos remite unos 70 años atrás, en general me va.


P: ¿Fue decisión tuya que fuera en 3D?

R: No, fue una decisión de la producción y de la distribución. Yo estaba más bien reticente. Desde el punto de vista espectacular, funciona bien con el universo de Astérix, especialmente para los efectos de la poción mágica, los tortazos que se pegan los romanos o la escena de rugby. Yo veía el 3D como un aparato que permite que cosas salgan de la pantalla sin más. Pero me encontré con Alain Derobe y sus imágenes de Pina cambiaron mi visión de las cosas. Ahora veo dos ventajas: al poner de relieve los decorados y el vestuario, el 3D permite la inmersión del espectador en un mundo ficticio y, de cierta manera, le permite entrar de nuevo en el cómic; en segundo lugar, refuerza la presencia de los actores y, por tanto, de los personajes.


P: Trabajas con el mismo equipo de técnicos que en El pequeño Nicolás. ¿Qué indicaciones les has dado?

R: Cuando escribía una escena, visualizaba el decorado y el vestuario. Por lo tanto, nunca di otras indicaciones que aquellas que concernían a lo que había en el guión. Antes de usar cosas conocidas, elementos que pudieran ser un cliché, preferí fiarme de sus referencias y originalidad. Sólo sabía que quería una Inglaterra eterna, con sus jardines, sus punks, sus cabinas de teléfono rojas, sus telas escocesas… y verdaderos romanos. En el cine, se ve con frecuencia a romanos de pacotilla con armaduras de hierro blanco. Yo quería que fueran como los alemanes de Indiana Jones; ¡quería que se les tomara en serio! Es un planteamiento extraño, ya que las historias Astérix y Obélix no son realistas y les veía más como superhéroes. La mezcla de géneros no fue fácil, pero insistí.


P: Y, ¿para la música?

R: Fue un placer trabajar con gente de confianza. Me dieron un montón de ideas que nunca se me habrían ocurrido, como utilizar música rock. El editor propuso un tema de los Ramones para la llegada de los héroes a Bretaña. En cuanto a BB Brunes, no les conocía muy bien pero tenían el look y el género musical ideal para hacerse pasar por ingleses. Enseñar Londres usando un estilo cercano al video-clip con su música de fondo también fue idea del editor.


P: Cuando miras atrás, ¿qué es lo que te parece lo más complicado?

R: Estar a la altura de la maratón física y psicológica que representa un proyecto como éste. Después de seis meses de preparación, llegas cansado al inicio del rodaje. Pero hace falta mantener el nivel de exigencia, de ambición, de rigor, de buen gusto. Cada día, hace falta mantenerse fresco, entusiasta y disponible para responder a todas las cuestiones que puedan surgir.


P: ¿Cuáles han sido los mejores momentos?

R: Todos esos instantes fugaces cuando era capaz de verlo con un poco de distancia y saborear lo que estaba ocurriendo: la puesta en escena de Catherine Deneuve, un icono que ha trabajado con Buñuel y Truffaut; admirar el ejército de hormigas y de grúas que se agitan en Malta para captar las escenas en alta mar; dirigir las escenas de batalla con los romanos en esa explanada en Hungría…


P: ¿Pensaste alguna vez en el adolescente que fuiste y que quizá nunca hubiera imaginado todo esto?

R: ¡Pero el adolescente que yo fui estaba convencido de que haría este tipo de películas! (risas) Es más tarde, cuando uno descubre la realidad de este oficio, cuando uno se cuestiona estas cosas.


Gérard Depardieu (Obélix)

P: ¿Qué es lo que te ha movido a vestir de nuevo el traje de Obélix?

R: Adoro este personaje. Obélix está en las nubes: no tiene un mal pensamiento. Y si, por desgracia, le vienen a la mente, son de una tristeza infinita. Eso es lo que hace que sea tan extremadamente conmovedor. No hay nada negativo en él. Sólo es un gordo… ¡que no le gusta que le traten como a un gordo! (risas)


P: ¿En qué te pareces a él?

R: Como él, me puedo sentir humillado. No sé si me parezco a él o el hecho de que el personaje que me guste tanto hace que tenga cierto deseo de parecerme él. No envidio tanto su fuerza, porque por naturaleza tengo un físico que es capaz de soportar un montón de cosas, sino más bien su lado positivo.


P: Para un gourmet como tú, ¿es posible tener semejante pasión por los jabalíes?

R: ¡El jabalí está muy bueno! Pero lo prefiero en salsa antes que asado. ¡El guiso de jabato es exquisito! El apetito de Obélix no tiene igual, como su generosidad y su admiración. Ocurre lo mismo cuando está enamorado: todo es demasiado. No es razonable pero es hermoso.


P: Y, ¿cuál es tu poción mágica?

R: ¡La vida! Mi exceso de vida es inconmensurable, a veces puede ser un poco agotador para la gente que vive a mi alrededor…


P: Todo el mundo está de acuerdo en que ningún otro actor podría dar vida a Obélix. ¿Es agradable estar tan asociado a un personaje?

R: Sí, sobre todo éste que es tan simpático. Y es excepcional dar vida a una caricatura o un tipo.


P: ¿Alguna vez conociste a Goscinny?

R: Claro. Durante los 70, trabajé en Le Viager y Les Gaspards, dos películas de Pierre Tchernia co-escritas junto a Goscinny. Le adoraba porque era inteligente, risueño y bueno hasta la médula. Se encuentra su espíritu en El pequeño Nicolás o en Astérix y Obélix. A pesar de ser un adulto, era como esos chiquillos que saben observar. Eso le pone en primera fila, el mirar al mundo con los ojos maravillados. Tchernia tiene ese espíritu, Jean Carmet y Michel Serrault también lo tienen. Más tarde, me encontré con Uderzo que resultó ser mucho más estructurado.


P: ¿Es difícil adaptarse a las distintas exigencias que cada uno los directores tiene para el mismo personaje?

R: No porque la visión que tengo de mi personaje siempre está ligada a la de la película y a las escenas que me van a dar para interpretar. Hay algunas muy bellas aquí: el momento en el que Obélix explica a Idéfix, cara a cara, que no puede llevarle a Inglaterra es muy tierno. Y cuando Obélix se atreve a partir con Miss Macintosh y Astérix le desprecia un poco, él le responde algo así como: “puedes decirme lo que quieras pero lo que más me importa es que tu eres mi amigo”, es magnífico. Personalmente, me encanta echar de menos a un personaje ya que me permite mejorar al retomarlo después. No hay necesidad de intelectualizar todos estas cosas pequeñas, simples y bellas cuando uno las dice honestamente.


P: ¿Qué es lo que más te gusta del mundo de Laurent Tirard?

R: ¡Adoro a Laurent! Es un hombre maravilloso porque consigue reconciliar a los misántropos como yo con el género humano. Rodar con él es refrescante. Adoraba a Pialat por esto mismo, y me encantan Ridley Scott y Bertrand Blier por las mismas razones. Pero Laurent tiene una cosa más: una flexibilidad, una frescura y un entusiasmo juvenil. En sus películas no busca aparecer ni desaparecer. En El pequeño Nicolás o en Astérix, evita toda cursilería y consigue mantener su mirada en el mundo de los niños sin juzgar a los adultos. En ningún momento, en estas adaptaciones, emplea efectos que nos devuelven al mundo de los adultos. Es extremadamente difícil simplemente reproducir el cómic. Pero creo que ésta es la única película de Astérix que ha permanecido fiel al cómic.


P: ¿Qué opinas de las cuatro adaptaciones en las que has colaborado?

R: Nunca juzgo, ni las películas ni los actores. Lo que me interesa más que nada es el encuadre y las luces. Pero diremos que el mérito que tiene la primera película es que ha dado vida a unos dibujos y eso es muy difícil; la segunda, que fue un éxito rotundo, estaba impregnada de “humor Canal +”; en la tercera estábamos un poco perdidos con las actuaciones de los juegos olímpicos, pero entonces fue cuando intervino Julio César. Un Julio César con el que Fabrice Luchini da en el clavo.


P: ¿Cómo has encontrado a tu nuevo Astérix?

R: Si la película es un éxito, es en gran parte por la astucia de Laurent que ha elegido a Edouard. Me encanta su lado dandy, un poco arrogante, propio de la imagen que se tiene de un francés. Antes, nuestro pequeño Astérix era más que nada un “gabacho”; simbolizaba a la resistencia. Pero en el cómic, nunca fue así y su aldea no es más que un pequeño pueblucho que resiste, con sus tradiciones, su simpatía y sus alegrías sencillas.


P: ¿Y tu dulcinea encarnada por Valérie Lemercier?

R: Es una mujer inteligente. Su espíritu y su humor hacen que tenga chispa, gracia y belleza. Valérie es una comediante de verdad y es tan mordaz como magnífica. Como Catherine Deneuve, su personalidad, su energía y su humor es lo que hacen que sea una dama bellísima. Nuestra pequeña Charlotte Le Bon tiene esa misma energía, es adorable. De hecho, más que el talento, es el amor lo que me seduce.


P: ¿Qué opinión tiene un actor consumado como tú sobre el joven Vincent Lacoste?

R: En la película es excepcional. Vincent tiene la distancia suficiente como para poder retratar a la adolescencia, la ingratitud de esa edad. Por otro lado, representa bien a los jóvenes de hoy en día. Contrariamente a los de la primera década del 2000, no están hastiados ni bloqueados con las novedades tecnológicas, ya han superado ese fenómeno.


P: ¿Qué opinas a cerca del 3D?

R: En general, no soy un gran seguidor del 3D porque se usa en películas americanas de ciencia ficción y, antes que ver Batman o Avatar en el cine, siempre preferiría leer a A.E. van Vogt, Isaac Asimov u otros grandes autores del género. Pero debo reconocer que para dar vida a estos personajes, con rasgos tan cargados como los del cómic, y para ilustrar el espíritu de un pequeño pueblo bretón que resiste amablemente a Julio César, el 3D se adecúa perfectamente.


P: ¿Limita a un actor?

R: Nada es una limitación. Ni actuar sobre un fondo verde ni delante de una cámara 3D. Sabes, actuar es el oficio más tonto y más formidable que existe. Cuando no se toma en serio, es fabuloso porque no es un trabajo. Por eso mismo me exaspero cuando la gente se declara en una misión e intelectualiza todo. Afortunadamente, cuando estoy en escena, no hay nada de intelectual en ello (risas).


P: ¿Cuáles son tus recuerdos más destacados del rodaje?

R: Me encantó rodar en Irlanda. Es magnífico y el clima me sienta bien. Si Edouard es un lagarto que busca el sol, yo soy un animal de clima frío.


P: ¿Para ti, cuál es el mayor logro de la película?

R: Este Astérix es un verdadero éxito como cómic. La escenificación es perfecta porque muestra los diferentes temperamentos entre ingleses y galos. Si los ingleses hubieran inventado Astérix, seríamos vistos como unos bebedores de vino y comedores de queso gordos. Pero es más sutil, y la poción mágica es lo que marca la diferencia. En cuanto a los actores, descubrí que Catherine Deneuve es deliciosa, un bombón; Valérie Lemercier, magnífica; Guillaume Gallienne, fabuloso… También adoro a los vikingos: esta gente que busca el miedo, ¡es poético! ¡Y este espíritu juvenil! He visto la película con niños pequeños y puedo decir que cuando Guillaume Gallienne se encuentra desnudo delante de Charlotte aúllan de la risa. Es un momento minúsculo pero muy bello, porque es muy infantil.


Edouard Bauer (Astérix)

P: ¿Qué imagen tenías de Astérix hasta ahora?

R: Cuando leí los libros por primera vez, los encontré muy divertidos, alegres y bien intencionados. Me llamaban más las historias secundarias: la del herrero y del prisionero, y me conmovía cuando se le prohibía cantar al bardo. También me interesaba Karabella, esa pequeña mujer de carácter, y Falbala me pareció muy sexy… Hasta me gustaba Idéfix, ¡es mucho más interesante que Milou o Rantanplan! Y como todos los niños, me encanta Obélix, ese coloso de pies de barro, este gentil tonto gordo que porta menhires… Es, cuanto menos, muy poético portar menhires. El lado boy-scout de Astérix me atraía menos. Él era sonriente pero tenía menos carácter y menos defectos que su amigo. Obélix a veces tiene morriña, es un chico grande muy enternecedor.


P: ¿Sabías que Laurent Tirar y Grégoire Vigneron escribieron el papel de Astérix para ti?

R: Me enteré después, porque Laurent tuvo la elegancia de no decirme nada mientras no pudiera ofrecerme el papel. Esperó a tener un reparto lo suficientemente sólido como para poder tener la libertad de elegir un actor con menos tirón comercial para el papel de Astérix.


P: ¿Un papel hecho a medida es un lujo o un elemento de presión para un actor?

R: Es muy halagador y reconfortante porque, a priori, evita tener que construir un personaje. El inconveniente es que la escritura, a veces, se hace a partir de una imagen que has podido dar en otras películas. En el cine, nunca soy yo, siempre interpreto un papel y me encanta improvisar.


P: ¿Qué quisiste hacer con este personaje?

R: Como actor, mi misión es, sobre todo, seguir las directrices del director. Pero tenía en la cabeza Les copains de Jules Romains, La belle équipe de Duvivier, las películas de Carné o con Raymond Bussières; películas con tipos duros, un poco camorristas, que lo que más les gusta en el mundo es estar con sus colegas. Así era como veía a Astérix. Cuando, en el guión inicial, le dice a César: “me siento honrado por todo mi pueblo”, me permití decirle a Laurent que pensaba que Astérix estaba más orgulloso de sus amigos y sus hermanos que por el hecho de que le honraran.


P: ¿Te has metido fácilmente en la piel de Astérix?

R: Lo que es formidable de este tipo de personaje es el vestuario. Sólo hace falta que te veas en el espejo para ser Astérix. Pero también hace falta encontrar el ritmo. Cuando me veo en pantalla me veo desenvolverme de manera casual, casi flojo, y mi voz es amanerada. Tuve que poner más energía en este papel para que fuera más dinámico, más determinado.


P: ¿Se tiene menos libertad para interpretar cuando se hace de un héroe célebre como éste?

R: Creo que un personaje histórico como De Gaulle o un hombre que tenga un valor moral como Jean Moulin deben ser más complicados de interpretar. Con Astérix, hay limitaciones, claro, pero en el plató uno se olvida porque te alegras de interpretar esas escenas, esas relaciones y esas situaciones.


P: Diez años después de interpretar a un personaje secundario ….. conseguir el papel principal es una especie de consagración, ¿no?

R: ¡Totalmente! Le dije a Alain: “Ves mi pequeño Chabat, esta gente me propone más que ser un simple figurante!” (risas)


P: ¿Encuentras alguna similitud entre el espíritu de Chabat y el de Tirard?

R: En ellos hay algo infantil, un poco naíf. Sus películas son más infantiles (en el buen sentido de la palabra) que las otras películas de Astérix. Y Chabat ha integrado cosas maravillosas: Obélix se sonroja cuando se enamora. En la de Tirard hay cosas por el estilo: los dos amigos riñen, se enfurruñan. Son como críos, se enfadan de verdad y también pueden tener algo de malicia el uno con el otro. En cualquier caso, Alain y Laurent están realmente en su salsa cuando adaptan un cómic, sobre todo Astérix y Obélix que son como ellos, mantienen ciertos rasgos juveniles.


P: ¿Has visto las tres películas anteriores y te has reunido con los otros intérpretes de Astérix?

R: He releído los cómics pero no he visto las películas porque quería hacer algo personal. En cuanto a los actores, Christian Clavier y Clovis Cornillac, no he hablado con ellos. ¿A caso se reunió Daniel Craig con Sean Connery o Roger Moore cuando se convirtió en el nuevo James Bond?


P: ¿Conocías a Gérard Depardieu, tu Obélix, antes de la película?

R: Habíamos rodado juntos ¿Cuánto me amas? de Bertrand Blier. Gérard es una de esas personas a las que me junto, no por motivos de trabajo sino por el simple placer de estar con ellos. Irrumpo en sus vidas porque ellos me permiten vivir más intensamente. Hice esto con Chabrol; continué con Poelvoorde, Bouli Lanners y otros actores, escritores, gentes con viñedos… a los que puedo llamar un día, sin conocerles, para decirles que me encantaría conocerles. Cuando se tiene la oportunidad de ejercer un oficio donde uno puede conocer a personas que admira, sería una lástima no aprovecharse.


P: ¿Qué tal es Depardieu de pareja?

R: En el trabajo, ¡no es moco de pavo! Ve todo lo que pasa en el plató y echa mano de todo. Como es impaciente, cuando alguien duda un poco en una escena, puede no tener piedad. Pero también es un compañero extraordinario y un grandísimo trabajador. Fuera de cámara, éramos un poco como Astérix y Obélix, era a la vez su hermano pequeño y su hermano mayor. Cuando estaba inquieto le distraía, le alejaba de Laurent para que pudiera trabajar. Afortunadamente, Laurent es un corredor de fondo y Depardieu tiene mucho respeto por él. Porque enseguida vio que no era la clase de director que crearía una figura falsa de autoridad, ni sería el tipo de “director” que se intenta demostrar su valía haciendo y rehaciendo escenas eternamente.


P: ¿Rodar en 3D es limitador?

R: Lo es en el sentido de que la cámara 3D es una máquina enorme que necesita por sí sola un equipo de técnicos. Estas personas no están para verte sino para observar el funcionamiento de la máquina. En un rodaje no interpreto para la cámara sino para mi compañero de reparto, el hombre que es la otra mitad del equipo, además del director y los técnicos.


P: ¿Ves más inconvenientes que ventajas en estas grandes producciones?

R: No, es fantástico poder usar los decorados y vestuarios suntuosos, y formar parte de un equipo inmenso y dar la réplica a actores increíbles. Pero las grandes producciones diluyen enormemente el paso del tiempo. Eso nunca es bueno para los actores, porque pierden su energía y el hilo de la historia.


P: ¿Cuáles son tus recuerdos más destacados de tus 60 días de rodaje?

R: El primer día fue extraordinario. Estaba en Malta, sobre el agua, con un Depardieu en plena forma, uno de mis mejores amigos, Atmen Kelif, y el pequeño Vincent Lacoste, al que conocía un poco. La vista de estos grandes barcos nos ilusionaba y crecía nuestra excitación. Y Gérard echó una de sus risas locas, que intenta esconder pero que no puede evitar.


P: ¿Había algún tipo de barrera entre las estrellas y los jóvenes actores?

R: No porque mucha gente como Guillaume Gallienne o yo veníamos del teatro y nos motiva el espíritu de equipo. Depardieu, es el actor menos asistido y el más disponible que conozco, no tiene esa actitud. En cualquier caso, no necesitaba tomar ninguna postura y no tenía nada que demostrar. Lo mismo con Deneuve, que me dijo que no había visto un ambiente así en 30 años. Desde el principio, pasábamos de nuestras caravanas, todo el mundo estaba fuera, bromeando alrededor de una mesa. Fue un ambiente realmente alegre.


P: ¿Hubo algún momento más difícil?

R: Lo pasé un poco mal en Irlanda. Durante tres meses, tuvimos que aguantar mal tiempo, un viento horrible y siempre había que andar con prisas por la lluvia. Al final, había mucha gente trabajando, sobre todos los vikingos, y tres platós rodando al mismo tiempo. En fin, fue duro sobre todo para Laurent…


P: ¿Estás contento con el resultado?

R: Sí. Me encanta la dimensión épica de este Astérix. La historia está cuidada, es rica en acción. Como en todas las películas de superhéroes, se vuelve apasionante cuando pierden sus poderes mágicos, en este caso la poción mágica. He descubierto escenas impresionantes con Valérie Lemercier y Charlotte Le Bon. Guillaume Gallienne me ha dejado alucinado por su manera de llevar la historia. En cuanto a Vincent Lacoste, le encuentro extraordinario.


P: Albert Uderzo y Anne Goscinny piensan que estás increíble en el papel de Astérix…

R: Eso me hace mucha ilusión. Porque dar vida a un dibujo es, inevitablemente, una traición… Si tuviera que hacerlo de nuevo, me teñiría el pelo porque la peluca y el bigote me limitaron bastante a la hora de moverme. Además tendría que ser con el mismo director porque yo soy, antes que nada, el Astérix de Laurent Tirard.