Las oficinas de Dios nos acerca al funcionamiento de un centro de planificación familiar, a partir de una dramaturgia relacional entre los personajes y las situaciones. Estos centros nacieron como espacios de libertad, reivindicados por los movimientos feministas surgidos a inicios de los años 60. A través del film, la directora reivindica que son lugares extraordinarios en los cuales se produce una transmisión del saber de las mujeres, como no se da en ninguno otro lugar.
Las Oficinas de Dios por Claire Simon
Presentación
¿Cómo contar lo que quise filmar, aquello que me llamó tanto la atención y me pareció tan bonito, cada vez que estuve en un centro de planificación familiar?
Allí se citan las tragedias más modernas y a la vez ancestrales, a la sombra de las polvorientas molduras de antiguos apartamentos burgueses, ocupados por mujeres libres que han escogido un trabajo que van inventando poco a poco, un trabajo que consiste en escuchar a otras mujeres en pugna con su libertad de amar, de tener hijos ahora, uno de estos días o nunca.
Una llamada que no se cogió a tiempo implica que un niño nacerá, para lo bueno o para lo malo
¿Para la chica que llamó, o para el niño? ¿Quién sabe?
Nos encontramos en estas cuatro paredes que escuchan lo que nadie dice en ningún otro lugar sobre esta nueva forma de vida que todos conocemos, desde que las relaciones sentimentales, el sexo y el nacimiento de un bebé han ido tomando caminos separados.
Proceso de creación
Como todo el mundo, yo pensaba que sabía lo que era un centro de planificación familiar cuando me puse en contacto con el centro de Grenoble hace ahora 9 años. En aquel entonces pasé allí unos días y todo lo que creía que sabía fue eclipsado por lo que vi.
Esto es lo que les escribí en aquellos días:
Al venir a veros he descubierto un lugar extraordinario y actual de comunicación entre mujeres. Aunque yo soy alguien que duda mucho del confinamiento entre mujeres, me fascinó ver a tantas generaciones distintas de mujeres hablando, escuchándose, preguntándose amparadas por el secretismo de este lugar que habéis ido inventando poco a poco, y que no es una institución, ni tan siquiera una asociación. Aquí, lejos de la familia y de los amigos, se habla de la vida privada, se intenta comprender y afrontar el propio cuerpo, que es por donde pasa nuestro destino, y se aborda lo más íntimo y lo más público de nuestras propias vidas. (
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Necesito pintar a todas las mujeres que he visto en el centro, sus caras, sus gestos, sus silencios y no solamente sus palabras, a las jóvenes y a las no tan jóvenes, a las que pasan por allí, a las que les reciben, el hastío y el entusiasmo, el café sin azúcar, la necesidad de hablar de otra cosa y los hilos de los que las consejeras van tirando con suavidad.
Y esto es lo que le escribí a mi productor:
Entonces fui a Grenoble, al número 30 del boulevard Gambetta, quinta planta. Hay una plaquita en el exterior del edificio que señala muy discretamente a aquellos que se dirigen allí que no se han equivocado de lugar. Después subes las cinco plantas y llegas al lugar donde intentan comprender y vivir con aquello que no se dice ni se ve, aquello que es misterioso incluso para las propias mujeres: vivir con su cuerpo.
Muchas mujeres o chicas jóvenes van allí sin que lo sepa ni su familia, ni sus amigos, ni siquiera su médico. Vienen porque están afrontando algo que les resulta difícil de vivir, de decir o de pensar tanto en privado como en sociedad; vienen a ver a otras mujeres, del mismo género, del mismo sexo. Es como si cada una viniera para encontrar a otra, a una mujer capaz de escuchar sin echar a correr lo que la madre, la hija, el hermano, el padre, el marido, el amante, la amiga, el profe, la policía, el médico y el Estado prefieren ignorar. Y a menudo no saben qué van a decir: es una vez allí, en plena charla, cuando dicen algo que no se esperaban, que ni siquiera
sabían que pensaban. ¿Como en el psicólogo? No, porque hablan a la vez de política y de amor, y las preguntas que se hacen conjugan la pequeña historia privada con la gran historia pública.
A partir de esa primera impresión me encontré cara a cara con la dificultad del proyecto.
Tenía la impresión de que nadie se daba cuenta de que los centros de planificación familiar eran así, y que palabras «planificación», «familiar», «aborto», «anticonceptivos», «SIDA», funcionan como una tapadera que impide tomar consciencia de lo humano y legendario de estos lugares.
Se pensaba que lo que las chicas y las mujeres se decían en estas oficinas en lo alto de los edificios eran esas palabras. Decíamos: claro, qué bien
Los anticonceptivos, el aborto, qué fácil
O bien decíamos: «esas mujeres»
Como si a los centros de planificación sólo vinieran los casos sociales, como si la cuestión de tener o no un bebé, de hacer o no el amor sólo se planteara en los medios «desfavorecidos». Como si separar la sexualidad de la procreación no fuera con nosotros
Poco a poco me imaginé un sistema fílmico para hablar de estos centros. Grabé con un magnetófono, y también anoté en un cuaderno aquello que observaba sobre la vida y las conversaciones en varios centros de planificación familiar. De aquello extrajimos un guión, respetando las palabras que escuchábamos y el lenguaje de cada persona. Y después poco a poco imaginé el sistema de interpretación: las consejeras, los médicos, las becarias, es decir, a todos los profesionales del centro los interpretarían grandes actores y actrices que fueran inmediatamente reconocibles: estrellas, iconos, y más que nada, modelos. Las consejeras a las que vienen a consultar serían pues a la vez distantes como profesionales e impresionantes en tanto que modelos de mujer libre: Nathalie Baye, Nicole García, etc.
Quería mostrar de qué forma escuchan. Y pensé que interpretar eso, la escucha, sería muy complicado, y que valía la pena proponérselo a grandes estrellas. Además, la presencia de grandes actrices permitía que el espectador comprendiera que se trata de ficción y que se representa a todas las mujeres. Y por supuesto también recordaba el famoso manifiesto de las 343 putas, las mujeres famosas de la época que habían confesado que habían abortado clandestinamente. En cuanto a las chicas que van allí a consultar, decidí que fueran chicas y mujeres desconocidas que se parecieran a las de las charlas que había grabado. Al escuchar las grabaciones me acordaba con mucha precisión de cada una, y las buscamos por muchos sitios, según cada personaje. No sabían actuar; sólo sabían lo que es ser una mujer. No buscaban interpretar, convencer; simplemente dejaban pasar por ellas el texto de otra desconocida, convirtiéndose en sus portavoces. A lo largo de las audiciones y la preparación, me pareció que era necesario encontrar de alguna forma las condiciones reales, para conseguir que el resultado se pareciera a un verdadero encuentro. Por eso no hubo nadie que antes de la primera toma conociese a su compañero de rodaje: el encuentro tenía lugar delante de la cámara con el texto sabido, pero la emoción de este encuentro se daba directamente en la ficción. Las conversaciones se rodaban de una sola vez privilegiando la escucha, lo que permitía a las actrices (tanto conocidas como desconocidas) vivir con mucha naturalidad esta puesta en escena.
¿Por qué?
Me gustaría que nos recordara cómo cada pequeña palabra, cada silencio se imprimen en el rostro de la persona que escucha, con los ojos bien abiertos, clavados en la historia de la persona que habla. Mientras rodaba me daba la impresión de que todo lo que se decían llevaba muchísimo tiempo escondido, aunque la ley en Francia les ampare. Que ese silencio traspasaba lo legal, lo político. Y quizás jamás pudiéramos salir de ese silencio
Cuando grabé a Nathalie Baye, espéculo en mano, explicando a las adolescentes un examen ginecológico, no sólo vi a la actriz sino también a la mujer, que de pronto se comprometía y nos revelaba la dimensión secreta, misteriosa y fatal de la impresión que cada una tenemos de nuestro cuerpo. ¿Sabéis más o menos cómo estáis hechas?, pregunta
Las chicas se ríen, se tapan la cara y escuchan.
Esta película es como un cuadro de nuestra vida: la ambivalencia, la dificultad de tomar una decisión, lo poco acostumbrados que estamos a tomar decisiones, la diferencia que marca esta decisión en nuestra relación con los hombres y la permanencia de tal decisión.
Mis grabaciones datan de entre 2000 y 2007. Algunas conversaciones son pues anteriores a la modificación de la ley que decía que para abortar era condición obligatoria una charla previa, y el plazo legal para abortar era de 12 semanas. Escogí dejarlas tal cual porque me dio la impresión de que en ellas no había nada de obsoleto.
Hablamos con Nathalie Baye
P: ¿Qué tal fue tu encuentro con Claire Simon?
R: El encuentro ocurrió antes que nada por medio del trabajo de Claire. Hacía mucho tiempo había visto en la tele un documental sobre la última semana de trabajo de un médico de campaña. Se llamaba Los Pacientes, y me pareció tan bonito que escribí a Claire Simon para decírselo, cosa que raramente hago. Más adelante, vi otros trabajos suyos. De pronto, cuando me propuso que trabajara con ella en este proyecto, el encuentro fue tan natural
me habló de su película, y como yo ya conocía su trabajo, no dudé en decirle que sí.
P: ¿Qué te inspiró el hecho de trabajar con actrices no profesionales?
R: Fue muy emocionante. Ya me había ocurrido en alguna otra ocasión (Pialat, Beauvois y algún otro), pero jamás de una forma tan densa y absoluta. Creo que la apuesta es más complicada para los actores profesionales que para los no profesionales, porque estos últimos vehiculan una autenticidad y una verdad tan fuertes que la menor metedura de pata de un actor profesional puede echar a perder todo el trabajo
se requiere una gran concentración y a la vez una gran disponibilidad. Lo esencial es estar, no interpretar. Y la escucha, también. La escucha es lo más importante. Además, Claire da más importancia a la escucha que a la palabra, y lleva razón: la palabra, a menudo sólo la oímos, mientras que la escucha siempre cuenta algo.
P: ¿Cuál es tu relación con los centros de planificación familiar?
R: Yo no tenía ni idea de hasta qué punto los centros de planificación familiar estaban de actualidad. Pensaba que entre los años 60 y los 80 muchas cosas se habían normalizado
seguramente porque vivo en París y soy de la generación que tuvo la suerte de asistir al nacimiento de la píldora. Pero me he dado cuenta de que para muchas chicas jóvenes y no tan jóvenes que se comunican poco con sus familias, y para las cuales la sexualidad sigue siendo un tabú, los centros de planificación familiar juegan hoy día un papel excepcional, absolutamente necesario y magnífico.
Hablamos con Michel Boujenah
P: ¿Es la primera vez que actuabas con actores amateur?
R: La joven que tenía en frente en una secuencia interpretaba a un personaje; ella no es el personaje en la vida real. No creo que actúes de forma distinta según seas amateur o profesional: actúas, eso es todo. Sin embargo, si alguien tiene más experiencia puede ayudar, apoyar, guiar en los momentos difíciles.
P: Claire Simon rueda esencialmente en plano secuencia. ¿Resulta esto estimulante para un actor?
R: Aunque yo haga películas como director, no me hago esas preguntas cuando soy el actor. Dejo que el director haga lo que tenga que hacer, y yo hago lo mejor que puedo todo lo que me pide. Pero es verdad que los planos secuencia requieren del actor una concentración mucho mayor, un conocimiento del texto más detallada, una mayor implicación. Además, la película surge a partir de conversaciones reales grabadas en los centros de planificación familiar, y me da la impresión de que el plano secuencia permite reforzar esa relación con la realidad, con la vida.
P: ¿Qué idea tenías de los centros de planificación familiar, antes de comenzar a rodar?
R: Yo no conocía el trabajo de Claire, pero valoré mucho que fuera un proyecto comprometido y que evocara temas importantes de los que se habla muy poco. Desde que aparecieron la ley del aborto y la píldora podemos pensar que estas cosas ocurren con normalidad, pero no es cierto: hay muchísimas jóvenes, en Francia y en el extranjero, que no están para nada informadas, ni siquiera saben que estas cosas existen. En 1968 yo era adolescente, y entonces conocí el MLF, el MLAC (Movimiento de Liberación del Aborto y la Contracepción)
Además, yo nací en una familia de médicos: mi padre era médico de medicina general, mi hermano también lo fue después. En seguida me enfrenté a los problemas que surgen a raíz del aborto, la píldora, y evidentemente la existencia de los centros de planificación familiar. ¡Vamos, que me conozco todo esto como la palma de mi mano!
Hablamos con Rachida Brakni
P: ¿Qué fue lo que te sedujo del proyecto de Claire Simon?
R: Me hablaron de la película por primera vez hace más de un año. Quedé con Claire, y leí el guión de una tirada. Los diálogos me fascinaron, sobre todo por lo que contaban de la vida en el centro. También me sedujeron los planos secuencia, que crean algo peculiar, como si fueran bloques.
Para un actor, no siempre es fácil mantener un plano secuencia de principio a fin: puede sobrevenir una depresión, una caída de la tensión.
Además había un factor x: la confrontación con un no-actor, que hacía que el reto fuera aún más emocionante.
P: Precisamente, ¿cómo afrontó el hecho de trabajar con actores amateur?
R: Ni lo pensé. Ya había rodado una película con actores no profesionales y me quedé impresionada. Como normal general no soy una de esas personas que piensan que uno aprende a ser actor en una escuela. Estoy convencida de que si un actor no profesional desea entrar en una historia, encontrará en él mismo el rigor con el que trabaja un actor más experimentado.
Me he dado cuenta poco a poco de que la frontera es mínima y que nada determina quién es actor y quién no lo es. Esta película es una prueba más a este respecto. La propia Claire, a la hora de dirigir, no hizo distinción alguna entre los actores profesionales y los demás.
P: ¿Qué sabías de los centros de planificación familiar?
R: Era un lugar que no conocía. Pero me da la impresión, leyendo la prensa y hablando con mi hermana de 20 años, que algo se ha endurecido estos últimos años. Esta sociedad tiene un lado un poco reaccionario, y se va cerrando cada vez más en ciertos aspectos. A veces escucho aberraciones de la boca de chicas jóvenes que confunden el deseo con la pornografía y parece que se olvidan de que sus antecesores han luchado duro por la emancipación y los derechos de las mujeres. Me da la impresión de que, de una forma muy sorda, muy hipócrita, estamos ignorando ese pasado, esa historia
En los centros de planificación familiar nos hallamos en el mismísimo corazón de la elección: la elección de la propia sexualidad, del aborto, de ser libre. Y me da la sensación de que esa elección, frente al letargo generalizado, está hoy en peligro. Hay como una regresión, y por eso la película de Claire es importante.
Hablamos con Isabelle Carré
P: ¿Conocías las películas de Claire Simon antes de sumergirte en este proyecto?
R: Descubrí su trabajo con Récréations. Me parece una película increíble por la forma en que intenta hacernos revivir el patio de recreo del cole. Me encanta la idea de sumergirte en el mismo con los niños durante meses. Es un microcosmos y sin embargo hay toda una vida, un mundo poderoso, con guerras, historias de amor, historias familiares, y todo lo que les pasa a estos seres humanos, estos adultos potenciales. Encontré esto de nuevo en Las oficinas de Dios. Los centros de planificación familiar son lugares pequeños, con unas pocas mujeres que escuchan a otras que les cuentan sus experiencias, sus vidas. Y en realidad es mucho más vasto: habla de cómo nuestra forma de ver nuestra sexualidad y nuestros derechos está evolucionando. ¿En qué punto está hoy día? ¿Hemos ganado libertades? Estos pequeños pisos también son mundos.
P: El hecho de trabajar con actrices no profesionales afectó a tu trabajo?
R: Sí, creo que mi interpretación se transformó. Sólo con el contacto con Claire, algo ocurrió. Su forma de estar detrás de la cámara conlleva una sinceridad de parte del actor. Y me impresionó el trabajo de los actores no profesionales tan profesionales que jamás se equivocaban con el texto, y eso que todos tenían que aprenderse quince o veinte páginas y se rodaba en plano secuencia sin posibilidad de repetición. Su forma de actuar con su propia personalidad, la forma en que trabajaban desde el principio con Claire, la complicidad que tenían con ella
Me da la sensación de que he vivido una experiencia única. Llegar a aquella habitación y lanzarse a la aventura, fue increíble.
P: ¿Qué has aprendido de los centros de planificación familiar?
R: Me da la sensación de que me he enriquecido al conocer la realidad de estos centros. Sabía que había mujeres que vivían estas cosas, pero he aprendido mucho leyendo el guión. Más allá de la píldora y del DIU, yo sabía muy poquito de todo esto, y no sospechaba que había esta falta de libertad que pone esta película de manifiesto con esas charlas. Es algo que he aprendido, lo llevo conmigo como ciudadana, como persona y como mujer también.
Hablamos con Béatrice Dalle
P: ¿Cómo os encontrasteis para llevar a cabo este proyecto?
R: Yo no conocía el cine de Claire. Ella contactó conmigo, y nos conocimos. Nos tomamos algo, charlamos y me habló de su película. No me leí el guión: como de costumbre, no es el tema lo que me motivó, sino el director, y las ganas que tengo o no tengo de trabajar con él.
P: ¿Estabas muy puesta en lo que ocurre en los centros de planificación familiar?
R: Para nada. Nunca había pisado un centro de planificación familiar. Sabía más o menos qué son, pero eso es todo. Seguramente he tenido mucha más suerte que otras chicas que han tenido problemas de este tipo
En cualquier caso, me metí en un universo del que no sabía nada.
P: ¿Cómo fue el trabajo con Claire Simon?
R: Tuve muchas dificultades con el texto y esa forma de hablar que no tiene nada que ver con la mía. En veinte años en el mundo del cine, es uno de los diálogos más difíciles que he tenido que aprenderme. El problema no eran los planos secuencia, sino trabajar sobre una conversación transcrita, con una forma de hablar propia de alguien en concreto: eso es lo que de verdad me perturbó. Además, cuando Claire buscaba cambiar algo yo estaba totalmente perdida, me sentía incapaz de improvisar y de tener una reacción propiamente mía. No entendía nada. Entonces seguí las indicaciones de Claire, que eran siempre muy precisas. No hacía más que escuchar, como un instrumento; porque un actor, en definitiva, no es más que eso: un instrumento.
Hablamos con Nicole Garcia
P: ¿Cuál fue tu primera impresión cuando leíste el guión?
R: Lo que me perturbó y me emocionó fue ese guión tan largo, su duración, la repetición de esas conversaciones. Esa ayuda, ese recurso, ese desarrollo, ese intercambio multiplicado entre las consejeras y esas mujeres
son como una ola, voces diferentes, todas ligadas a lo femenino. Había ahí algo único, como un canto.
P: ¿Cómo fue tu trabajo con actrices no profesionales?
R: Profesionales, no profesionales
Esa diferencia en seguida desaparece, porque son capaces de encadenar las secuencias igual que nosotros. Y saben repetir, volver a hacer las tomas tantas veces como sea necesario, y eso es lo que hacen los actores. Incluso si Claire nos ponía a los actores profesionales a actuar, era para los demás, para que el territorio fuera lo más grande posible. Nuestra interpretación sólo tenía que existir en la escucha, o al menos así es como yo lo viví. Fue emocionante estar frente a ellos. No conocíamos sus vidas, pero las historias que interpretaban parecían venir de ellas. Había una similitud, una pasarela entre los papeles que llevaban al lugar de cada una. Y con ellas, en el corazón de todo este dispositivo, el texto aprendido por todos, como elemento de intercambio, de comunión.
P: ¿Te pareció importante hablar hoy día de los centros de planificación familiar?
R: No, porque es algo que me resultaba lejano, como de los años 70, lo cual es falso. Lo que me interesó, más allá de eso, era esa forma de hablar de lo femenino en todos sus estados y sus declinaciones: la demanda de la píldora, de anticonceptivos, de interrupciones de embarazos, del deseo de tener hijos. Todas esas cuestiones que se plantean a lo largo de la película, y que todas las mujeres compartimos.
Ficha artística
Dra. Marianne : Anne ALVARO
Anne : Nathalie BAYE
Dr. Lambert : Michel BOUJENAH
Yasmine : Rachida BRAKNI
Marta : Isabelle CARRÉ
Emmanuelle : Lolita CHAMMAH
Milena : Béatrice DALLE
Denise : Nicole GARCIA
Martine : Marie LAFORÊT
Marceline : Marceline LORIDAN-IVENS
Pierre : Emmanuel MOURET
Y por primera vez en pantalla:
La italiana: Loredana AQUAVIVA
La camarera: Caroline BENNEQUIN
La madre portuguesa: Isabel COELHO
La joven de origen argelino: Mounia DAHOU
La joven que esconde la píldora: Amel DELEU
Valérie, la asistente social: Manon GARCIA
El padre portugués: José GUERREIRO
La joven demasiado fértil: Rachelle KANGA
El joven de la pareja: Benoît LABORDE
Arnaud el becario: Romain LONGUEPEE
La joven a la que le dan miedo las inyecciones: Céline MANE
La joven que tomó la píldora del día después: Alice NIAV
La prostituta búlgara: Tania PETROVNA
La joven de la pareja: Aurélie PONTI
La joven que odia a su madre: Zara PRASSINOT
La joven que estuvo en un hospital psiquiátrico: Evelyne TISSIER
La joven que tiene razones profesionales: Laure TOGNINI