Memoria de la directora
Tres adolescentes. Una chica y dos chicos. En una gran ciudad. La cámara les sigue en sus clases de instituto, en sus conflictos y diversiones, en su amistad. No están desarraigados, no llevan una vida especialmente penosa o miserable, como en tantas otras películas. Sus familias pertenecen a la clase media, más alta, más baja. Son críos que podrían ser los nuestros, que nos quedan muy cercanos y familiares. Se divierten con lo que a los adultos a menudo nos parecen tonterías, pero que tienen un fuerte significado para ellos: los graffiti, los comics, el botellón, internet y el rap forman parte de sus vidas. No los miremos con paternalismo ni con condescendencia. Dejémosles actuar tal como son para que, por una vez, sepamos verlos en su autenticidad. ¿Son realmente "salvajes" o simplemente lo parecen en nuestra mirada? ¿O los "salvajes" somos nosotros, con el continuo empeño de juzgarles y de marcar (casi siempre mal) su vida desde los inicios?
"¡Cuidad de los niños!", clamaba el personaje de Lillian Gish en La noche del cazador. Cuidemos de ellos, sí, desde el respeto y la consideración que merecen. Porque son inocentes, no en el sentido moralista de la palabra, sino en el de que todavía no están contaminados y actúan desde la inocencia y la generosidad. Y, sobre todo, desde las ilusiones, tan extrañas en una sociedad dominada por el dinero y el poder. Funcionan a impulsos, por pálpitos, por una casi instintiva solidaridad de grupo, que en ocasiones también se ve afectada por la soledad, por la cobardía, por los temores que les hemos inculcado los mayores.
Los niños salvajes es, por tanto, una película decididamente a favor de los adolescentes, que los padres tendrán que "arriesgarse" a la hora de decidir si quieren verla y, sobre todo, sentirse afectados por ella. Como también es una película a favor de la enseñanza pública en la que confluyen sus personajes y de los profesores que la integran día tras día. Esa enseñanza pública tan recortada, tan maltratada y bajo sospecha en estos tiempos, pareciendo olvidarse de que se pueden suprimir medios económicos de casi todo, pero no de la educación, que es la base de la convivencia y la democracia en nuestra sociedad.
Se equivocaba Hitchcock al denostar a los niños como actores. He tenido la fortuna de trabajar con el espléndido trío de adolescentes que protagoniza Los niños salvajes, pero también con todos los chicos y chicas que les rodean, a veces con una o unas cuantas frases, a veces como simple figuración, pero siempre con el entusiasmo y la entrega de que esos adolescentes son capaces. Fortuna que se ha extendido a un magnífico grupo de actrices y actores adultos, a quienes agradezco profundamente que hayan colaborado en un proyecto en el que creían, aunque sus papeles no sean los protagónicos que, con justicia, suelen desempeñar.
"Hasta ahora, el problema era mío. A partir de ahora, va a ser de todos", dice la madre de Álex a la orientadora, aludiendo al comportamiento de su hijo, en una determinada secuencia de Los niños salvajes. Podemos hacer como si no existieran porque son molestos, gritones, nos fastidian sus atuendos y sus actitudes, sobre todo cuando van en grupo. Pero lo cierto es que existen; así los hemos hecho, para bien o para mal. Y desde este momento, son los espectadores quienes van a contemplar su mundo.
Patricia Ferreira, Directora
Notas de producción
Los Niños Salvajes aborda un tema de mucha actualidad. Una película que trata un tema de interés general y de preocupación social. Es una mirada hacia la falta de comunicación entre los adolescentes y el mundo adulto; el retrato de una generación, a menudo llamada "perdida", que no encuentra puntos de referencia.
Unos jóvenes que no encuentran modelos ni en los padres, ni en los educadores ni, en general, en una sociedad que les olvida. Y estos adolescentes son los protagonistas de Los Niños Salvajes, un drama sobre el comportamiento, la educación, los valores morales e, incluso, la violencia.
Este contexto temático tan candente convierte el proyecto en una propuesta provocadora, que generará opiniones y preguntas sobre la falta de comunicación en todos los aspectos de la sociedad, pero más aún cuando tratamos de educar.
Se trata de una historia destinada a un público principal de madres y padres deseosos de saber qué hacen sus hijos cuando ellos no están. Y como target secundario nos dirigimos a los adolescentes que se reconocerán en los personajes y que vivirán el drama de los protagonistas.
En definitiva, una película con una premisa muy potente, un desarrollo intrigante y un final inesperado, que no dejará a nadie indiferente.
Miriam Porté, Productora