Dirigida por Jean-Pierre Jeunet
T. S. Spivet es un genio de doce años que vive en un rancho en Montana con su peculiar familia. Su gran talento para la cartografía y los inventos pronto tiene recompensa. Una institución científica le concede un prestigioso premio y, armado con una pequeña maleta, se dispone a cruzar el país para recogerlo.
Los personajes
La familia Spivet
En la familia Spivet no es fácil decir quién es el miembro más normal, con un hijo tan adelantado para su edad, un padre que debería haber nacido cien años antes, una hermana obsesionada con las alfombras rojas y una madre que se dedica a buscar el equivalente del unicornio en el mundo de los insectos. No, la verdad es que el más normal es Layton
T. S. Spivet (Kyle Catlett)
Sólo tiene diez años, pero ya sabe tanto que podrían ser treinta más. Dotado de una imaginación vivaz, una curiosidad insaciable y prodigiosas dotes de observación, todo el mundo lo considera el Leonardo da Vinci de Montana. Prefiere dedicarse a inventar la rueda magnética o una máquina de movimiento continuo que ayudar a su padre en el rancho o ponerse calcetines del mismo par. En vez de quedarse en casa y esperar su momento, decide marcharse a Washington, solo, para comparar sus intuiciones e investigaciones con las de los pesos pesados de la ciencia. Pero durante su viaje, mientras reflexiona sobre cuestiones insolubles como ¿Cómo puede el ser humano producir tanto ángulo recto cuando su comportamiento es tan ilógico?, no deja de pensar en la familia que ha dejado en un rancho de Montana
El padre (Callum Keith Rennie)
Debería haber nacido cien años antes. Tiene el porte, el rostro agrietado, la mente y el alma de un cowboy. Para él, hablar es un trabajo necesario, como pueda serlo herrar a un caballo. Y cuando por fin habla, mira al horizonte, no a ti. En su despacho hay un altar dedicado a Billy el Niño, un puma disecado y una colección de herraduras de caballo y botas. Todo un museo, algo que desprende una fuerte impresión de nostalgia por el mundo del Viejo Oeste. Quiere a Layton más que a nada en el mundo y no entiende cómo puede ser también el padre de T. S., un niño que es incapaz de manejar un rifle o un lazo, o siquiera una azada, y que se pasa el día inventando cosas a cual más extravagante. ¡Cosas de nenazas!
La madre (Helena Bonham Carter)
Hermosa, extraña, atractiva, está especializada en saltamontes y otros insectos. La doctora Clair se ha pasado la mayor parte de su vida estudiando criaturas minúsculas bajo una lupa, antes de clasificarlas en especies y subespecies. Y también
¡quemando tostadoras! Hasta que un día lo dejó todo para dedicarse a una sola misión: demostrar al mundo de la ciencia que la cicindela monje existe, aunque es muy posible que
no exista. Ella, que ha educado a sus hijos con un diccionario de taxonomía en una mano, apoya la vocación de T. S, porque está claro que el chico ha heredado de ella su imaginación y curiosidad científica. Pero éste también piensa que su madre no le ha dedicado mucho tiempo últimamente. Ni a él ni a nadie
Layton, el hermano (Jakob Davies )
Es el hermano mellizo de T.S. Sólo mellizo. Cada uno tiene su propio embrión, su propio estilo y su hada madrina: la suya fue generosa con los centímetros, la de T. S. con las neuronas. Le gusta usar su Winchester para disparar a todo lo que se mueve, ya sean latas o coyotes. Es un temerario con cuyas proezas T. S. sólo puede soñar. Está claro que Layton ha salido a su padre, al que algún día relevará en la dirección del rancho.
La hermana, Gracie (Niamh Wilson)
Se pregunta cómo ha podido nacer en una familia de pueblerinos, en lo más profundo de Montana, cuando su destino era Hollywood, las alfombras rojas y la fama. No pierde ocasión de interpretar con pasión a la actriz incomprendida, pero al final decide que ser la hermana de una celebridad tampoco está tan mal
La subsecretaria del Smithsonian, Miss Jibsen (Judy Davis)
Miss Jibsen cree firmemente que es ella quien dirige la prestigiosa institución. Es la personificación de la autoridad científica
por lo menos para T. S., que sólo tiene diez años. El chico no intenta dejarla en evidencia, aunque la idea se le ha pasado por la cabeza