Tomando como punto de partida el recital del género del thriller que se convirtió en un éxito editorial de lectura obligatoria, nos llega la versión cinematográfica de Perdida, dirigida por David Fincher, una desbocada carrera a través de nuestra moderna cultura mediática que nos lleva hasta las oscuras y profundas líneas de falla de un matrimonio norteamericano, con todas sus promesas en las que no se puede confiar, sus inevitables engaños y su comedia negra como el azabache.
La pareja situada en el centro del relato el antiguo escritor neoyorquino Nick Dunne y su esposa y ex "niña guay", Amy, que ahora tratan de llegar a fin de mes en un Medio Oeste que se halla en mitad de una recesión, presenta todo el sinuoso contorno externo de la perfecta felicidad matrimonial contemporánea. Pero con ocasión de su quinto aniversario de boda, Amy desaparece y ese contorno se resquebraja formando un laberinto de fisuras. Nick se convierte en el principal sospechoso, envuelto en una niebla de comportamiento equívoco. Amy se transforma en el cacareado objeto de un frenesí mediático, mientras que su búsqueda (esté viva o muerta) se desarrolla ante los ojos de un mundo sediento de revelaciones.
Al igual que Nick y Amy personificaban la pareja romántica quintaesenciada, la desaparición de Amy presenta todos los indicios de un emblemático crimen doméstico norteamericano. Pero la desaparición de ella se convierte en una especie de laberinto de espejos en el que unos secretos tentadores y salvajes conducen a otros secretos salvajes y tentadores. Los acontecimientos que se desarrollan están repletos de sobresaltos y complicaciones, pero las dudas que permanecen son de las que, cortando con precisión de bisturí, llegan hasta el hueso: ¿Quién es Nick? ¿Quién es Amy? ¿Por qué formamos cualquiera de nosotros parte de matrimonios y de una sociedad edificados sobre una precaria base de imágenes proyectadas y disfraces?.