Sin saber cuándo ni cómo, Vera perdió el paso: está varada. Por eso se separa y acepta un trabajo que le permitirá marcharse de Madrid por un tiempo: escribir los epígrafes de un libro de fotografías de un argentino muerto en la Guerra Civil. Presiente el cáncer antes de ver la foto de la mujer muerta con un boquete en el pecho, la amada fantasmal de esa carta del pasado que Vera lee como si fuera destinada a ella. Ni la masteoctomía que sufre en Buenos Aires podrá detenerla. Vera persigue hasta la Patagonia a la prostituta asesinada junto a una ballena y al fotógrafo que huye de una historia de amor de otros tiempos, que es el preludio de su propio encuentro con un desconocido en la misma cama de burdel en la que los protagonistas de su novela juraron no enamorarse nunca. Setenta años después de la primer varadura, la misma ballena vuelve a la playa a morir. Sola en el fin del mundo, Vera baila un tango con la muerte, se despide de la que fue y sepulta el pasado en las profundidades del mar.
Los personajes:
Vera
Tiene treinta y dos años, un hijo de cinco y un marido del que acaba de separarse. Es catalana y vive en Madrid. Acaba de irse de su casa y presiente que tiene un cáncer en el pecho. Su primer libro se convirtió en un best-seller y ella en una promesa que nunca se cumplió. Despertarse con un pecho menos en una terapia intensiva de Buenos Aires es el inicio de un viaje que la llevará a explorar su sexualidad y su cuerpo. Guiada por sus instintos, se permitirá volver a actuar con la insensatez que creía haber perdido.
Lola
Es catalana, bella, incontenible. Tiene veintidós años y su única familia es la compañía de Zarzuelas que la trae como corista y la abandona en Buenos Aires. Inestable e irracional, intenta suicidarse y un instante después ríe en brazos de Emilio, el fotógrafo que se la lleva a la Patagonia. La nochevieja de 1933 los encuentra pidiendo los deseos en el camorote de un tren, reemplazando las uvas con tragos de vino. Siempre hace lo que quiere, de modo que sus deseos casi siempre se cumplen. Antes que nada, que la quieran. Y poder retribuírlo.
Emilio
Es la oveja negra de una familia argentina de clase alta. Tiene treinta años y es un buen fotógrafo. Viajan con Lola como amantes y amigos. Prefiere declamar el amor libre, la modernidad, antes que aceptar que está enamorado. La vende por despecho, para no compartirla. Y cuando vuelve a buscarla es demasiado tarde. Destrozado por su muerte, se irá a fotografiar la muerte en la Guerra Civíl Española. Poco antes de hacerse matar en el barrio natal de Lola, Poblenou, le escribe una última carta que muchos años después recibirá Vera, quien no se detendrá hasta encontrarlo en ese último tango en el que los tiempos y las historias se cruzan.
Mathilde
Es una francesa de ojos claros y piel traslúcida, una de las tantas que pasaron por el hotel de Suarez, la que se queda con él y le cria a su hijo, el Pibe Pedro. Se enamora de Lola desde que la conoce y para siempre. Ya muy anciana, cercana a la muerte, la confunde con Vera, a quien sirve de oráculo. Le deja, como herencia, la foto de la ballena que se vara dos veces. Y la induce a "escuchar el llamado", a iniciar el viaje a las profundidades.
Ernesto
Ernesto es el hijo del pibe Pedro y el nieto de Suarez. Creció en Puerto Madryn, vivió en Buenos Aires con Mathilde en los setenta, cuando estudiaba biología. Después se exilió y volvió hace una década. Nunca se llevó bien con la gente. Siempre prefirió la soledad del mar y las reglas claras de la Naturaleza. Por eso puede ayudar a morir a Mathilde y acepta la actitud de Vera ante su enfermedad sin abrir juicio. En realidad, prefiere callar antes que hablar. No involucrarse. Pero Vera lo fuerza a sumergirse en su pasado y consigue derribar esa muralla.
Suárez
Bandoneonista y compositor de tangos, Suarez es un artista. Sin embargo, confiesa que su mayor talento no es el musical: es aún más virtuoso con las mujeres. Son su trabajo. Vive de ellas. Suarez se mueve tan seguro de sí mismo que se tarda en advertir que es ciego. Ha desarrollado su instinto, su olfato y su tacto hasta el límite de lo sobrenatural. Y ve a través de los ojos de su hijo, el Pibe Pedro. Su obsesión es encontrar ese tango perfecto que le da vueltas desde siempre en la cabeza.
El pibe Pedro
El hijo de Suárez es testigo de ambas historias. Cuando Lola y Emilio llegan al hotel tiene once años, pero conduce el auto, anota en partituras los tangos de su padre y cuando toca el bandoneón lo copia hasta en los gestos. Décadas después, Vera conoce al viejo Pibe Pedro. Sombrío y nostálgico, toca el bandoneón sin virtuosismo, habla con monosílabos y esconde su dulzura bajo de una capa de hosquedad. La llegada de Vera remueve todos sus fantasmas.
Jordi
Jordi sigue enamorado de Vera. No pudo retenerla, hace años, como no pudo hacerlo con ninguna otra mujer. Es incapaz de hacerse cargo de nadie. Le basta y sobra con aguantarse a si mismo, a sus amigos de la noche y a sus amiguitas ocasionales. Es un solterón empedernido, un talentoso editor y un amargo humorista post-moderno. Un poco anticuado, es cierto. Un poco viejo ya, para seguir siendo adolescente. Pero sabe que está condenado a no cambiar. Es y será siempre igual a sí mismo.
La puta y la ballenaDirigida por Luis Puenzo