Acerca de la producción
"De pequeños, no sabíamos muchas cosas.
No sabíamos que el mundo era grande,
ni que fuera tan diferente de nosotros".
A mediados de la década de 1980, se estaba produciendo una de las mayores crisis humanitarias de la historia en el continente africano. La mayor parte de los ciudadanos occidentales sabía muy poco de la guerra civil que se estaba librando en Sudán, ni sobre sus víctimas más vulnerables: los más de 100 000 niños que se encontraron huérfanos y desplazados a consecuencia de la brutal violencia que asolaba el sur de Sudán. Pero entre los Estados Unidos y Sudán se iban a crear un vínculo integral gracias a un programa que se encargaría de llevar a miles de esos jóvenes sudaneses, conocidos como "los niños perdidos", a ciudades americanas de costa a costa, en el mayor reasentamiento de su clase en la historia de los Estados Unidos.
Aunque los personajes de la película son ficticios, LA BUENA MENTIRA refleja lo vivido por muchos durante esos años, y muestra sus tragedias y sus triunfos, en una historia que celebra la fortaleza del espíritu humano. El director Philippe Falardeau explica: "Se inspira en la experiencia colectiva de los niños perdidos, que lograron huir de la destrucción de sus aldeas cuando el norte, que contaba con todo el aparato militar, empezó a machacar el sur, aniquilando todo cuanto hallaba a su paso. Muchos niños lograron escapar porque se encontraban en el campo, ocupándose del ganado. Sus mayores les habían dicho que, en caso de suceder algo, estarían a salvo en Etiopía o Kenia, así que estos niños (la mayoría chicos, aunque también había algunas chicas) pasaron hasta cuatro años recorriendo alrededor de 1600 km a pie".
Por desgracia, muchos de los pequeños murieron por el camino, sucumbieron al hambre o la sed, o sus caminos se cruzaron con la milicia del norte. Pero aquellos que sobrevivieron acabaron encontrando asilo en el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia. En el año 2000, al no dejar de aumentar el número de refugiados en el campamento y encontrarse en una difícil situación que no parecía tener fin, los Estados Unidos, a instancias del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, empezó a acoger a grupos de niños perdidos en sus ciudades, donde tenían oportunidad de empezar una nueva vida.
Cuando la guionista Margaret Nagle descubrió la existencia de estos niños perdidos, supo que quería contar su historia y "arrojar luz sobre un lugar muy oscuro, que es lo que siempre he querido hacer como guionista y, en aquel entonces, se trataba de un desastre humanitario de proporciones épicas completamente desconocido para la mayoría de la gente. Realicé una tremenda labor de documentación; recopilé una enorme carpeta con todos los artículos sobre el tema escritos en periódicos de todo el mundo. Recorrí el país y me reuní con alrededor de un millar de niños perdidos, que me ofrecieron relatos de primera mano. También hablé con voluntarios, pastores, clérigos y prácticamente todo el mundo que había tratado con ellos, y pude ver cuánto les había afectado la experiencia. Eso resultó también muy esclarecedor, y acabó llevando a la creación del personaje de Reese Witherspoon, Carrie. Creé una historia amalgama, representativa de al menos una parte de lo que habían vivido los niños perdidos".
LA BUENA MENTIRA gira fundamentalmente en torno a tres niños perdidos, Mamere, Paul y Jeremiah. Los conocemos de niños (junto a Theo, hermano mayor de Mamere, y Abital, su hermana pequeña), afrontando la penosa caminata desde el sur de Sudán hasta el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia. Luego, 13 años más tarde, volvemos a verlos como jóvenes casi convertidos ya en adultos, y acabamos siguiendo al grupo hasta Estados Unidos, donde sufren un choque cultural como no podríamos ni imaginar.
Falardeau afirma: "Proceden de un lugar sin electricidad, agua corriente ni tecnología moderna, así que necesitan adquirir rápidamente los conocimientos básicos de la vida diaria, antes de poder entender cómo funciona esta sociedad, y lograr formar así parte de ella. Reciben ayuda, a regañadientes en un primer momento, de Carrie Davis, cuyo trabajo consiste en encontrarles empleo, y a partir de ahí surge una insólita amistad. Ella quedará tan impactada con ellos como ellos con ella".
Reese Witherspoon comenta: "La historia de los niños perdidos me atrajo desde el primer instante, ver su lucha y cómo se esforzaron por sobrevivir... y luego tener la oportunidad de volver a empezar en Estados Unidos y los retos inherentes que ello conllevaba. El guión ofrecía una verdadera perspectiva del encuentro entre estos dos mundos".
Arnold Oceng, que interpreta a Mamere, observa: "Imagina que te encargan de repente cuidar de estos tres refugiados asustados. Lo más probable es que no encaje precisamente con los planes que tenías para tu vida. Pero hay que reconocérselo a Carrie: se encarga de ellos, y de algún modo logran llegarle al corazón".
El guión de Nagle encontró a su primer paladín en el productor ejecutivo Bobby Newmyer, para el que se convirtió en un proyecto sumamente personal. Por desgracia, Newmyer falleció antes de tener ocasión de ver la película hecha realidad.
En 2010, Karen Kehela Sherwood, de Imagine Entertainment, invitó a Nagle a formar parte del primer taller de guionistas de la compañía, una especie de consorcio de algunos de los mejores guionistas de Hollywood. Nagle llevó consigo LA BUENA MENTIRA, que se convertiría en el primer guión producido del taller.
Sherwood, que también es productora de LA BUENA MENTIRA, recuerda: "Lo que más destacaba era la capacidad de Margaret para entretejer dos historias aparentemente dispares en una sola narración. Imagine siempre ha intentado centrarse en películas que inspiren, y esta historia es triunfal y emotiva y nos recuerda el poder de la compasión. Cuando tienes un drama apasionante, visto desde la perspectiva de personajes con los que te implicas emocionalmente como creo que sucede con los personajes de Margaret tienes la posibilidad de abrir la mente de la gente".
Ron Howard y Brian Grazer, socios de Imagine Entertainment, son también productores de la película. Howard comenta: "Creo que ofrece una buena percepción tanto de los triunfos como de las tragedias de los niños perdidos de Sudán, pero LA BUENA MENTIRA es además un clásico relato americano, en el sentido de tratarse de una historia sobre inmigrantes, y eso es lo que Estados Unidos ha sido siempre: una nación de inmigrantes. Es un gran historia de interés humano, porque es sorprendentemente divertida por momentos y muy emotiva, y a la vez te permite aprender algo sobre una situación de la que sabíamos muy poco. Es realmente gratificante y eso, por sí mismo, ya resulta ameno".
Grazer reflexiona: "Creo que es una historia de redención, porque algunos consiguieron sobrevivir y superar el circuito de obstáculos que es la vida aquí, en Estados Unidos. Mientras hacíamos la película, llevé a mis hijos a un orfanato de Kenia, porque quería que comprendieran y apreciaran las libertades y los privilegios de los que disfrutan en sus vidas. Creo que ese es uno de los aspectos que trata nuestra película: estar agradecidos y dar gracias a Dios por lo que tenemos. Y tal vez despertar algo en nosotros que nos mueva a ayudar cuando y como podamos".
La productora Molly Smith acababa de montar su productora, Black Label Media, cuando se topó con LA BUENA MENTIRA. El guión tocó inmediatamente su fibra sensible por razones muy personales. Según explica: "Había un grupo de refugiados sudaneses en Memphis, Tennessee, de donde procedo. Mi hermana Stacy se hizo amiga de un chico llamado Joseph en nuestra iglesia, que acabaría convirtiéndose en parte de nuestra familia. Así que tuve ocasión de conocer lo que les sucedió a los niños perdidos a través de Joseph, lo que supuso una enorme motivación para querer hacer esta película".
"Se trata de un acontecimiento significativo en la historia que podría haber resultado difícil de ver si se hubiera presentado de otra forma", prosigue Smith. "Lo que Margaret hizo tan maravillosamente bien fue contar esa historia con mucho sentimiento y humor, de modo que aún podamos entender lo que estas personas tuvieron que pasar. Nos pone en su lugar de tal manera que los espectadores no sólo se preocupan por ellos, sino que también pueden identificarse con ellos".
Smith se puso en contacto con Imagine y luego con los productores ejecutivos Andrew A. Kosove y Broderick Johnson, de Alcon Entertainment, con los que ya había colaborado anteriormente en una serie de películas, entre ellas la candidata al Óscar "The Blind Side (Un sueño posible)".
No fue hasta que los productores se reunieron con Philippe Falardeau que descubrieron el profundo vínculo que unía al director con el material. Falardeau aporta: "En el 94, una amiga me pidió que la acompañara al sur de Sudán durante la guerra para manejar la cámara en su documental, y dos veces nos vimos atrapados en el fuego cruzado y tuvimos que ser evacuados por la ONU. Sabiendo que dejábamos atrás a gente que probablemente moriría, me sentí culpable por poder marcharme mientras ellos se quedaban. Por supuesto, sabía que no era culpa mía, pero, al despegar, tenía esa sensación de estar abandonándolos y es un sentimiento que me acompañó hasta que leí el guión de Margaret Nagle. Me estaba urgiendo a volver para contar su historia. Llamé a mi agente y le dije: Tienes que entenderlo, no se trata solamente de que quiera hacerlo, es que tengo que hacerlo. Y así es como me presenté a los productores, diciéndoles que tenían que elegirme".
Smith afirma que no fue una elección especialmente difícil. "Ya sabíamos que era un director de talento asombroso y un gran narrador, pero entonces nos habló de su experiencia en Sudán en los años 90 y cómo esto era para él una forma de terminar su viaje con ellos y rendirles homenaje".
Falardeau consideraba imprescindible seleccionar la mayor parte de su elenco de entre la comunidad de refugiados sudaneses en Estados Unidos y otros lugares del extranjero, porque "llevan esta historia en los corazones", opina. "Para ellos, no se trata sólo de salir en una película, sino de dar a conocer esta historia al resto del mundo. Aportaron al filme un espíritu único y auténtico que nos resultó inestimable. La verdad es que creo que habría sido imposible hacer esta película sin la participación y la colaboración de verdaderos sudaneses".
Convocatoria mundial de casting: Dejar que los sudaneses compartan sus propias historias
Comprometido a presentar la historia de la manera más auténtica posible, el equipo responsable de la película se puso en contacto con comunidades sudanesas de todo el mundo para elegir a los actores que interpretarían los papeles sudaneses no sólo a los jóvenes que abandonarían su campamento de refugiados en busca de un futuro incierto en Estados Unidos, sino a los niños que conocemos inicialmente trece años antes, cuando huyen de sus aldeas, que están siendo arrasadas a causa de la guerra. "Para ellos, era más importante ser sudaneses que hacerse famosos", afirma Falardeau. "Así que el reto era encontrar a los mejores actores posibles, que fueran adecuados para esos papeles, pero que a la vez tuvieran también una verdadera conexión con esos acontecimientos".
La estrategia de Falardeau arrojó excelentes resultados, incluso con los actores que interpretarían los papeles principales del filme. Ger Duany, que encarna a Jeremiah, y Emmanuel Jal, que interpreta a Paul, eran ambos antiguos niños perdidos que se vieron obligados a convertirse en niños soldado, y a soportar un tratamiento brutal a muy pronta edad. Arnold Oceng, que encarna a Mamere, nació de padre sudanés y madre ugandesa, que huyó de la zona de guerra con él tras morir su padre, cuando no tenía más que dos años. Kuoth Wiel, que interpreta a su hermana, Abital, perdió a su padre, un médico, a causa de la guerra civil de Sudán, cuando tenía cinco años. Nació en un campamento de refugiados en Etiopía, y su propio hermano, uno de los niños perdidos, caminó hasta Etiopía y después Kenia, antes de emigrar a Estados Unidos.
Falardeau contó con una ayuda inestimable a la hora de buscar actores sudaneses con los que completar el reparto de la película: la veterana directora de casting Mindy Marin. Falardeau comenta: "La selección de actores conlleva mucha intuición. Es algo que no se puede enseñar un cierto ojo, un cierto oído, el instinto para comprender el alma de un proyecto y Mindy lo tiene. Cuando se trata de elegir a actores fundamentalmente desconocidos, ese instinto es vital".
"Trabajar en esta película ha sido verdaderamente una de las mejores experiencias de mi carrera", asegura Marin, "porque muy rara vez tienes ocasión de trabajar en algo que importa... con lo que la gente puede conectar, más allá del puro entretenimiento. Y seleccionar a sudaneses de verdad fue una gran oportunidad de descubrir talentos desconocidos mientras, al mismo tiempo, les das la oportunidad de contar el relato de sus propias vidas y de su historia".
Falardeau y Marin emprendieron juntos lo que acabó convirtiéndose en una campaña mundial de base que duró seis meses, centrándose fundamentalmente en colegios e iglesias, así como en distintas organizaciones de niños perdidos, que ayudaron a hacer correr la voz. La búsqueda se extendió más allá de Estados Unidos, a otros lugares del mundo donde también se hubieran instalado sudaneses desplazados, como ciudades de Sudáfrica, Nairobi, Toronto, Reino Unido y Australia.
Encabezando la carga en Estados Unidos (por lugares que iban desde Kansas, Iowa, Misuri y Nebraska, a Arizona o California), Marin y Falardeau viajaron en lo que el director bautizó jocosamente como el "repartomóvil", un vehículo personalizado que albergaba todo el material necesario para realizar las audiciones.
Por respeto a la cultura y las tradiciones sudanesas, Falardeau y Marin empezaban cada convocatoria de casting buscando a los líderes locales para conseguir su aprobación. El director explica: "No puedes decir sin más: Hola, vamos a hacer esta película y queremos que hagas una prueba; ven a esta dirección. No, tienes que reunirte con esta gente, averiguar quiénes son los líderes de su comunidad, explicarles lo que estás haciendo, y responder sus preguntas. Me acribillaban a preguntas como: ¿Sabes quiénes somos? y ¿Sabes por lo que hemos pasado?. Una joven de Des Moines me dijo: No sólo hay niños perdidos, también hay niñas perdidas".
Por dondequiera que fueran, los recibían con curiosidad, entusiasmo y, en algunos casos, un comprensible grado de aprensión. Cuanto más hablaban con la gente cuya historia se proponían contar, más sentían el extraordinario peso de esa tarea. Falardeau afirma: "Esa gira sirvió para poner de relieve lo que ya sentíamos: que no sólo teníamos una responsabilidad artística como cineastas, sino también una responsabilidad moral de hacer esto bien".
"Eso determinó cada decisión que tomamos y todo lo que dijimos a cada persona", prosigue Marin. "Las experiencias que nos contaban, el sufrimiento inimaginable por el que habían tenido que pasar, al igual que sus familias, y su profundidad de espíritu... podía sentirse a lo largo de todo el proyecto. Lo sentías. Cada día servía para recordarnos que teníamos que hacer justicia a esta historia".
A fin de ampliar la búsqueda de actores más allá de las audiciones realizadas in situ, el equipo responsable de la película creó un sitio web en el que cualquiera pudiera presentar su propio vídeo de prueba, que llegaron desde todas partes del mundo. De hecho, encontraron a Kuoth Wiel gracias a una de estas pruebas presentadas online. "En total, creo que realizamos audiciones al menos a 1500 personas", estima Marin.
Seleccionar a buena parte del elenco dentro de la diáspora sudanesa acabaría por reportar al proyecto enormes beneficios, tanto en el tenor como en la veracidad de la acción. Falardeau lo confirma: "Sabían si le estaba dando el tono correcto o cometiendo un error, desde un punto de vista cultural. Tanto ellos como los demás miembros del resto del reparto que habían sobrevivido a la guerra o se habían visto de algún modo afectados por ella se convirtieron en nuestros mejores asesores".
Además de buscar actores que estuvieran alrededor de la veintena para interpretar a los cuatro jóvenes que acaban emigrando a Estados Unidos, los responsables del proyecto también andaban simultáneamente en busca de niños y niñas de hasta seis años que fueran capaces de encarnar de manera creíble a esos mismos individuos como los pequeños huérfanos que eran al principio de la historia. Así pues, con cada posible miembro del reparto había que tener en cuenta no sólo su talento natural y su capacidad para entender su papel, sino también que guardaran un parecido físico razonable con su homólogo de mayor o menor edad, lo que convirtió los expedientes de Marin en un verdadero tapiz de hilos entretejidos. "Fue un proceso arduo, y a la vez muy emocionante cuando conseguíamos encontrar actores que encajaran", recuerda.
Entre los actores infantiles, Peterdeng Mongok hace del joven Mamere, Thon Kueth como el joven Jeremiah, Deng Ajuet como el joven Paul, Keji Jale como la joven Abital y Okwar Jale como el mayor del grupo, Theo, al que unos soldados separan a la fuerza de los demás durante la caminata de alrededor de 1600 km que realizan los niños desde Sudán hasta Kenia.
Falardeau afirma: "Son realmente las interpretaciones de estos pequeños lo que permite a los espectadores meterse en la historia y conectar desde el principio con ellos".
Una vez terminado el casting de los pequeños sudaneses, los niños, ninguno de los cuales eran actores profesionales y todos ellos habían nacido fuera de África, iniciaron lo que el director denomina un campamento de instrucción. Allí, aprendieron parte del idioma que tendrían que usar, fonéticamente, así como a nadar y otras habilidades físicas que necesitarían para las escenas iniciales ambientadas en las aldeas.
Empezando por el campamento y a lo largo de todo el rodaje, Falardeau observó una transformación entre los pequeños del reparto. "Con los actores mayores, esperaba que pudieran apoyarse en sus propias experiencias vitales para sus interpretaciones, pero los niños eran otra historia. No habían vivido la guerra. Sin embargo, después de un tiempo, se podía ver que empezaban a darse cuenta de que estaban contando la historia de sus padres y, por primera vez, algo muy abstracto para ellos se iba volviendo mucho más tangible en esos entornos africanos huyendo de hombres armados, cruzando un río mientras les disparaban y creo que entendieron el significado de lo que estaban haciendo".
En muchos casos, sus padres también realizaron sus propias aportaciones, que fueron muy bien recibidas. "Durante el rodaje, a menudo recurríamos a ellos para que confirmaran cómo sucedieron las cosas", observa Falardeau, mientras señala el surrealismo subyacente del proceso, que despertó algunos recuerdos muy vívidos. "En la escena en la que cruzan el río, por ejemplo, muchos de ellos tuvieron que cruzar de verdad ese río, de niños, mientras los soldados les disparaban. Ahora teníamos a sus propios hijos aprendiendo a nadar en una piscina en Atlanta como preparación para recrear esa pesadilla".
Un elenco internacional
Una vez establecido el origen de los niños perdidos de la película desde su aldea en el sur de Sudán, a la larga y peligrosa caminata hasta la seguridad del campamento de refugiados de Kenia la historia vuelve a presentarlos, 13 años después, cuando sus nombres se añaden por fin a la lista de aquellos que van a viajar a Estados Unidos. Mamere, Jeremiah, Paul y Abital van a Kansas City... prácticamente, a la otra punta del mundo.
A su llegada al aeropuerto JFK, en el primer tramo de su viaje, este grupo tan unido se ve trágica e inesperadamente dividido. Abital, como la única chica, no puede vivir con los chicos. Pese a las protestas y súplicas de Mamere, la envían con una familia de acogida de Boston, siguiendo el protocolo, mientras que los chicos no tienen más elección que seguir su camino a Kansas City sin ella.
Su patrocinadora de Caridad y Fé se ve inevitablemente retenida, así que en su lugar acude a recibir a Mamere, Jeremiah y Paul una sustituta de última hora: Carrie Davis, una agobiada representante de una agencia de empleo que lo único que sabe de estos extranjeros que han puesto a su cargo es que proceden de algún lugar de África y que han contratado a su empresa para que les busque empleo.
Grazer observa: "A esas alturas, no tiene ni idea del impacto que le van a causar esos niños perdidos. Los ve simplemente como chavales que han logrado salir de una mala situación pero, como la mayoría de nosotros, no ha visitado otros lugares en los que la gente a duras penas logra sobrevivir, así que no alcanza a comprenderlo. Pero esto va a cambiar por completo su forma de ver el mundo y experimentará una epifanía".
Reese Witherspoon, que interpreta a Carrie, comenta: "Vemos la aclimatación de los chicos a Estados Unidos en parte a través del punto de vista de ella. Por mucho que fuera una oportunidad increíble para los sudaneses empezar una nueva vida en América, también supuso un complicado y difícil ajuste cultural para muchos de ellos, que todavía estaban tratando con el trauma de todo lo vivido de pequeños".
"No es nada corriente poder formar parte de una película que atraviesa tantas barreras culturales", prosigue. "Esta historia acerca esas culturas y encuentra la humanidad común en ellas, a la vez que explora temas como el aislamiento, la perseverancia y la importancia de la familia. Plantea buenas preguntas y creo que Philippe consiguió reflejarlas todas en el filme, lo que lo convirtió en una experiencia sumamente rica y gratificante para nosotros".
Al principio, a Carrie no le interesa especialmente conocer los antecedentes de sus nuevos clientes y lo único que quiere es hacer su trabajo, pero poco a poco les va cogiendo cariño a esos tres jóvenes perdidos pero esperanzados, que no acaban de comprender cómo funciona un teléfono y prefieren dormir en el suelo a hacerlo en sus nuevas camas. Le sorprenden y al mismo tiempo le divierten un poco sus reacciones a elementos cotidianos de la vida diaria en los Estados Unidos del siglo XXI y su forma de tomarse las cosas tan literalmente. Ellos, por su parte, están abiertamente asombrados con su forma de hablar y sus modales, su despreocupada indiferencia por el hecho de estar soltera y sin hijos, y sus ejemplares "habilidades de supervivencia" al afrontar el mundo sola y desprotegida.
"Hay una buena dosis de humor y ligereza en esos momentos que tratan con la vida diaria", aporta Witherspoon. "Por ejemplo, les dicen: Cuando acudas a una entrevista de trabajo, tienes que sonreír. Y uno de los chicos responde: Bueno, pero, ¿no resulta poco sincero sonreír cuando no lo sientes?. A lo que le responden: Sí, pero esto es América y así funcionan aquí las cosas".
Resulta ser una experiencia tan transformadora para ella como para ellos. "Carrie es una persona bastante solitaria", reconoce Witherspoon. "Vive sola, come sola... es uno de esos individuos que prefiere no involucrarse. De pronto, se encuentra como responsable del sustento de esta gente, y no entiende su sensibilidad ni su forma de hacer las cosas. No es fácil. Pero, a medida que los conoce y se mete en sus vidas, eso hace que se abra de una forma como no lo había hecho nunca y esas relaciones pueden prosperar y crecer".
Curiosamente, el papel de Carrie estaba escrito pensando en Witherspoon. Nagle confiesa: "Los guionistas a menudo imaginan a actores concretos en ciertos papeles y, cuando empecé a pensar en Carrie, supe que Reese Witherspoon era exactamente quien quería. Es oscura y es luminosa; tiene aristas, pero a la vez es refinada e inteligente. Fue mi inspiración. La primera vez que nos vimos, le dije: Escribí este papel para ti. Y está fantástica en él, lo clavó".
Falardeau se muestra de acuerdo: "Reese posee un registro increíble e interpreta maravillosamente los cambios que va sufriendo Carrie. La vemos pasar de ser una mujer dura e independiente, algo crispada, a alguien que siente algo más profundo y más intenso y se vuelve de repente luminosa".
Sin duda, el niño perdido con el que Carrie desarrolla un vínculo más estrecho es con Mamere, interpretado por el actor residente en Londres Arnold Oceng. Mamere, aplicado y ambicioso, sueña con convertirse en médico en su país de adopción, al haber desarrollado un evidente talento para la medicina a lo largo de los años ayudando en la clínica del campamento de Kakuma. Su compasión y su inteligencia innata lo convierten en un líder natural, pero es que además es el líder del grupo, de acuerdo con las costumbres tribales.
El padre de Mamere había sido jefe de su aldea. A la muerte de su padre, ese deber recayó en el querido hermano mayor de Mamere, Theo, al que perdieron posteriormente durante su largo viaje a Kenia. Ahora, Mamere es el jefe de su minúscula tribu desplazada. Es una responsabilidad que acepta, aunque está empañada por una culpa que lo persigue desde el día en que los soldados se llevaron a su hermano. "Mamere siente que los soldados deberían habérselo llevado ese día a él, en lugar de a su hermano, Theo, que se sacrificó por los más pequeños", explica Oceng. "Es una carga con la que Mamere tiene que vivir".
Sin embargo, pese a cualquier posible sentimiento de culpa que pueda quedar, Mamere asume el cargo de jefe y se toma muy en serio esa responsabilidad, aunque estén tan lejos de su hogar. Oceng plantea: "Mamere tiene que mantenerse fuerte en todo momento. Tiene que ser el líder y cuidar de su familia; ese es su objetivo principal. No estaba necesariamente listo ni interesado en convertirse en jefe, pero tuvo que hacerlo. Cuando llega a Estados Unidos y se encuentra con el estilo de vida occidental, es algo totalmente nuevo para él, y le asusta, pero no tiene más remedio que ser un hombre y asegurarse de que los demás no noten el miedo que tiene. Siempre tiene que mantener una fachada valiente".
Al igual que Mamere, Paul recuerda el día en el pasto elefante en que Theo les salvó la vida pero, en vez de culpa, siente un rencor que ha estado bullendo bajo la superficie y está a punto de desbordarse. Paul está interpretado por Emmanuel Jal, que tuvo que superar tremendas adversidades en su juventud hasta llegar a convertirse en un próspero músico, actor, autor y activista residente en Toronto.
De los tres jóvenes, Paul es el que tiene más dificultades para encajar y se convierte en el que más se hace oír en cuanto al dolor y la frustración que sienten todos y sus recuerdos de la vida y la tierra que han dejado atrás. Su infelicidad también lo hace más vulnerable a las influencias negativas de su alrededor. Jal plantea: "Se suponía que iba a ser un paraíso terrenal, con las calles adoquinadas de plata y oro, pero Paul lo que ve es una jungla de asfalto. Es un nuevo mundo y un nuevo tipo de supervivencia. Así que no es como se lo imaginaba. Ya está traumatizado y tiene tantas cosas en la cabeza, que acaba metiéndose en problemas".
El genio de Paul se va volviendo más volátil cada día, y el blanco del grueso de su ira acaba siendo Mamere. Sin embargo, tras todo lo que han pasado, Jal entiende que el vínculo que los une puede aguantar sus diferencias. "Es una pelea entre hermanos", propone, "no es como enfrentarse a un enemigo. Saben que aún no pueden sobrevivir por sí mismos, sólo lo conseguirán trabajando en equipo y apoyándose mutuamente".
En momentos así es cuando Jeremiah es más necesario. Como el más espiritual del grupo, sin dejar por ello de tener los pies en el suelo, Jeremiah posee una fe inquebrantable que le proporciona fuerza y con la que intenta mantener la paz entre sus hermanos.
"Jeremiah es alguien que se conoce bien a sí mismo y siempre tiene fe en su viaje", comenta Ger Duany, el actor y modelo que interpreta al personaje. Duany realizó también un viaje similar, desde Kenia hasta Iowa como adolescente en la década de 1990, y recuerda, "El choque cultural resultó abrumador. En muchos aspectos, pasé tantos apuros como cuando luchaba por sobrevivir en los campamentos de refugiados y en el campamento militar, aunque fue un tipo de lucha muy diferente".
Haciéndose eco de los sentimientos expresados por muchos de los que han tomado parte en LA BUENA MENTIRA, agrega: "Con esta película, es como si estuviera reviviendo mi pasado. A veces debemos pasar por ciertas cosas, luego las superamos y podemos ver la luz. Yo diría que llegué a ver la luz, pero esta película me hizo echar la vista atrás y revivir mi propio viaje".
En una escena que ilustra la confusa desconexión existente entre los valores del primer y del tercer mundo, Jeremiah, que suele mantenerse muy calmado, se pone firme cuando su jefe del supermercado le ordena tirar unos alimentos caducados. Duany comenta: "El gerente es un hombre de negocios. No puede vender nada que no esté fresco, así que hay que tirar toda esa comida pasada de fecha. Pero eso no tiene sentido para Jeremiah, que procede de un mundo en el que la gente se muere de hambre, e incluso en Estados Unidos se ha encontrado con gente necesitada y no puede darles la espalda sin más".
Mientras Mamere, Paul y Jeremiah tratan de hacerse a los nuevos usos y ritmos de vida de Kansas City, no pueden dejar de pensar en la ausente Abital. Tanto si son auténticos parientes consanguíneos como si no, Abital es su verdadera hermana y el corazón de su pequeña familia. Ella es quien más los reconforta y a quien más quieren proteger.
Abital está interpretada por Kuoth Wiel, cuyos propios familiares supervivientes de la tragedia se vieron trasladados a través de un programa de reasentamiento de la ONU a Minneapolis, y que interrumpió su último año de universidad para debutar profesionalmente como actriz interpretando a Abital, antes de retomar sus estudios y obtener su título en Psicología Social.
"Abital representa mucho para mí", asegura Wiel. "Siento que su mundo y el mío guardan cierto parecido, pero al mismo tiempo son diferentes. Pude ver historias como la suya en muchas mujeres y niñas sudanesas que se vieron afectadas por la guerra. Quiero hacer honor a su carácter y tener presente que es una chica que tuvo que madurar a muy pronta edad a causa de las penurias que sufrieron. Tiene muchos recursos, es joven pero no ingenua. En determinados momentos, tuve que contenerme, porque yo soy más despreocupada y extrovertida, y no quería que mi personalidad eclipsara la suya. Se trata de niños que han logrado formar una familia nuclear. Abital asumió desde el principio la responsabilidad de ocuparse de sus hermanos, y creo que eso me permitió entender mejor quién es".
Wiel considera que esta clase de lazo trasciende a estos personajes y esta historia para llegar a una consciencia superior. "No hace falta haber vivido estos acontecimientos concretos para sentir lo que sintió esta gente", opina. "Espero que lo que los espectadores saquen de esta película sea el concepto de la historia y de las dificultades universales que todos tenemos que pasar como humanos".
En Kansas City, resulta haber un lugar donde Mamere, Paul y Jeremiah sienten un vínculo con las aldeas perdidas por la guerra hace tanto tiempo. Corey Stoll interpreta a Jack Forrester, jefe de Carrie, que posee un rancho con ganado en el que los niños perdidos se sienten inmediatamente en paz entre la clase de animales que otrora solían cuidar.
Carrie recurre a Jack después de que la primera tanda de entrevistas de trabajo de los chicos no salga bien. Por su conversación, es evidente que hay cierta historia entre ellos que va más allá de lo puramente profesional. "Su relación es complicada", explica Stoll. "Aunque no están juntos, él sigue siendo su jefe, y han encontrado de algún modo una forma de trabajar juntos sin invadir el espacio personal del otro. Pero, cuando aparecen Mamere, Paul y Jeremiah, se ve obligada a recurrir a él".
Como veterano de la Guerra del Golfo, Jack entiende un poco sobre el miedo, la pérdida y el dolor, la clase de cosas que pueden suceder en una guerra y las decisiones que tomas en un instante concreto con las que tendrás que vivir el resto de tu vida. Esta es posiblemente otra razón por la que los tres jóvenes confían tan fácilmente en él.
"Les impresiona que Jack posea tierras y ganado, y, por tanto, lo ven como una especie de jefe, aunque él no se vea ni mucho menos así", prosigue Stoll. "Lo tratan con cierto respeto y deferencia y Jack es a quien acude más tarde Mamere cuando sufre una crisis. Y creo que el hecho de que lo perciban así despierta en Jack cierto deseo por desempeñar ese papel, por lo que, pese a sus reservas, acaba involucrándose más en sus vidas".
Los niños perdidos también encuentran una amiga en Pamela, la representante de Caridad y Fé, cuya organización patrocina a los refugiados sudaneses. Pamela tiene claramente buen corazón, aunque no alcanza verdaderamente a comprender el abismo cultural que los separa, como resulta evidente por su regalo de bienvenida: un colorido dulce de gelatina. Para los jóvenes, es una sustancia misteriosa que no se parece a nada que hayan visto, y mucho menos comido, en su vida.
Sarah Baker interpreta a Pamela, la optimista voluntaria llena de energía cuya alegre sonrisa puede no dejar traslucir su fuerza interior. Margaret Nagle aporta: "Cuando te ves en las trincheras, es la clase de persona que quieres a tu lado. Carrie y ella son muy distintas, pero lo que las une como he visto que sucede a menudo en la vida es la gente a la que intentan ayudar".
Baker señala: "Creo que en cierto modo Pamela representa el punto de vista de los espectadores. Tiene un trabajo que hacer y se preocupa por ellos, pero no puede realmente asimilar la enormidad de todo lo que han pasado. Todo refugiado que llega a este país tiene su historia y, sin duda, los niños perdidos de Sudán tienen una historia especialmente dura y devastadora. Creo que cuando tienes ocasión de conocer de manera más personal la historia de jóvenes como estos, eso ayuda a poner en perspectiva la magnitud de los acontecimientos reales".
Falardeau afirma: "Contamos con un reparto verdaderamente fantástico, que se implicaron todos muy personalmente en la película. Para nuestro elenco sudanés, se trataba de algo personal, pero acabó convirtiéndose también en algo casi tan personal para nuestros actores americanos. Todos disfrutaron mucho con la oportunidad de sacar a la luz una historia importante como esta".