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La profesora de historia cartel reducidoLa profesora de historia(Les héritiers)
Dirigida por Marie-Castille Mention-Schaar
¿Qué te parece la película?

Dirigida por Marie-Castille Mention-Schaar y protagonizada por Ariane Ascaride (Las nieves del Kilimanjaro), la historia que narra esta película está basada en hechos reales.


Entrevista con Marie-Castille Mention-Schaar

P: ¿Cómo ha elegido el título: “Les Héritiers”?

R: Se impuso una vez terminado el film. Me place que la palabra se asocie a la juventud actual, multicomunitaria, multiconfesional. No se suele aplicar ese término sobre esos rostros y, sin embargo, me parece que la película se articula por la cuestión de la herencia. ¿Qué se hereda? Pero también, ¿qué se deja a nuestros «herederos»? ¿Qué se hace de su historia? ¿Es posible ignorarla, comprender la herencia de los otros? ¿Qué se conserva?


P: La película se inicia con una secuencia en la que cada uno se aferra a su propia lógica: una joven que ya no es alumna intenta recoger su certificado de haber superado la selectividad. La Jefa de estudios y el director del Liceo Léon Blum de Créteil le niegan la entrada al edificio debido a que lleva un fular. Lo que se hace interesante es que la escena no desvela su punto de vista…

R: Ese altercado tuvo lugar realmente en el Léon Blum. Ilustra los límites del diálogo en torno a dos principios igualmente sólidos: la libertad de expresión y el principio de laicidad. A lo largo de toda su escolaridad, esta joven ha respetado la ley que exige que se quite el fular antes de entrar en el Liceo. Para mí, esa secuencia establece el debate acerca de que las leyes no son forzosamente las que protegen la escuela laica. Es necesario pensar otros esquemas. Cada cual que juzgue… Sin embargo, me asusta el lugar de la religión en los programas de escolarización de un niño dado un momento. A propósito, Madame Gueguen, el personaje de Ariane Ascaride, aparece con frecuencia en clase tratando un tema religioso: el infierno, el paraíso, el juicio final, Calvino...


P: ¿Cómo encontró a Ahmed Dramé, quien participa en el guión, actúa en el film, y que incluso está en el origen del proyecto?

R: Me encanta la historia de este encuentro, pues tiene azar y obstinación. Ahmed estaba en el último curso del Liceo Léon Blum; fue al cine a ver mi primer largo, Ma première fois, estrenada en 2012. Más tarde, contactó conmigo por correo electrónico simplemente con la petición de que aceptara leer un esbozo de guión de 60 páginas que había escrito. En aquel guión había una historia en torno a un concurso de humanidades y el deseo de una profesora que aterriza en un liceo de hacer que sus alumnos mejoren mediante la propuesta de ese concurso. En nuestro primer encuentro, quise saber de dónde surgía aquella idea del concurso competitivo, y descubrí que la vida de Ahmed y la de todos sus alumnos de clase de segundo se habían visto transformadas tras participar y ganar el Concurso Nacional de la Resistencia y la Deportación. Ignoraba por completo tal concurso. Ahmed me contó esta aventura y pude sentir lo mucho que esta experiencia colectiva le había transformado.

Tuve el inmediato deseo de hacer una película de esta historia.


P: ¿Se lo dijo?

R: Por supuesto. Le dije que todo eso que me explicaba y que no estaba en su guión, o apenas apuntado, era a un tiempo conmovedor y muy impresionante. Me emocionó mucho el recorrido de aquel joven que parecía no sufrir ya el derrotismo ambiente y el inmovilismo tan propio de la adolescencia. Le pregunté qué era lo que esperaba de mí. Se sorprendió bastante. Y en el siguiente encuentro, citamos a Madame Anglés, la profesora principal d’Ahmed, cuyo número de teléfono hallé en las páginas amarillas. Se mostró muy sorprendida de que uno de sus alumnos se interesara a estas alturas por el año que pasaron juntos. Comenzamos a escribir el guión.


P: ¿Y de qué modo abordaron el proyecto?

R: Interrogué a Ahmed casi sobre todo, muy atenta a los detalles y a aquello que le parecía secundario. Reavivé su memoria. Y me gustó sumergirme en la vida de un joven francés musulmán, apasionado por el cine, motivado por el deseo de hacer algo con su vida. Pasé mucho tiempo con Ahmed, en su casa, en su barrio. ¡Y estuve sentada en los pupitres del liceo!


P: ¿Tuvo necesidad de encontrarse con los auténticos personajes de la historia?

R: No. Lo que era fundamental era la palabra de Ahmed y su mirada sobre algunos de los compañeros de esa clase. Sus recorridos, evolución, relación a través de Ahmed y Anne Anglès, su profesora. Y luego, me he basado grandemente en el documento que entregaron al final del concurso. Por Ahmed sabía de dónde habían partido. Y leí adónde habían llegado con ese trabajo. Me limité a construir sus inquisiciones, sus evoluciones.


P: ¿Ofreció a Ahmed su propio papel?

R: Difícil responder hoy a eso con claridad. Desde mi punto de vista, no, pues me reveo explicando a Ahmed la importancia de una cierta distancia y desajuste entre él y Malik, su personaje.


P: Durante el rodaje, ¿se mantuvo muy ceñida al guión de partida?

R: Sí, aunque hice improvisar mucho a los adolescentes. Rodamos con tres cámaras, por lo que nos encontramos con kilómetros de película, lo que devino un verdadero reto para el montaje de la película. Lo que descubrí en el rodaje, y sobre todo en el montaje, es que nunca hizo falta motivar a la clase. Es la esencia del film. En el momento en que hubo distanciamiento de ella, perdí el hilo, por ese motivo se ha eliminado la mayor parte de las escenas donde aparecen Madame Gueguen y los alumnos (a parte Malik y Mélanie) fuera del liceo. Ellas mismas se eliminaban. Había que centrarse en la evolución de los niños, en la inversión que representaban. Es más, cuanto más se avanza en la película, menos se oye a la profesora. Los niños se apropian de la Historia. Se adueñan de su historia.


P: ¿Cómo logra Anne Gueguen, el personaje de la película, igual que Anne Anglès, la profesora, cautivar a los alumnos y hacerse escuchar, según usted, mientras que la sustituta cae en el abismo?

R: Para entenderlo mejor, he asistido a clases de Anne Anglès en el Liceo Léon Blum, y me ha impresionado su autoridad condescendiente que invita a un respeto recíproco. Al inicio del curso, los alumnos están asustados si les ha tocado, pues tiene la reputación de ser «dura», pero paradójicamente se muestran siempre tristes cuando se va a final del curso. Logra llevarlos cada vez allá donde no se lo esperan. Asistí a otros cursos en liceos muy distintos los unos de los otros, para entender lo que es hoy en día una clase de segundo. La mayor parte del tiempo, el profesor habla en medio de un ligero guirigay de los alumnos que teclean a toda hora según las vibraciones de sus teléfonos móviles, guardados en los bolsillos o sobre las rodillas. De repente, se les ve inclinarse y comunicarse por texto. La voz del profesor no es más que un elemento entre otros, completamente desconectado, y su discurso no guarda vínculo con los alumnos.


P: Puede, pero LES HERITIERS muestra lo contrario: adolescentes que descubren que una historia que les suena a arqueología, o a provocación ideológica, ¡les concierne sobremanera!

R: Sí, es una película optimista, y tanto más cuanto que esta historia es real, y demuestra que es posible apasionar a los más reacios con tal de que lleguemos al corazón mediante procesos pedagógicos. Los alumnos comienzan a interesarse por el concurso, a estar activos. Con un momento clave: el encuentro con un testigo, Léon Zyguel, deportado cuando adolescente.

Léon está acostumbrado a dar su testimonio en las aulas; es su razón de vivir desde hace 70 años. Este encuentro directo con la Historia encarnada siempre es, para todos los alumnos que preparan el concurso, un momento de inflexión. Y lo ha sido, igualmente, para los adolescentes de la película. La presencia de Léon Zyguel me era muy entrañable, pues visitó el Léon Blum el curso en que Ahmed preparó ese concurso. Pero Léon es un caballero muy solicitado y tuve que estar tras él repetidamente hasta que aceptó. Desconfiaba de la ficción. Evidentemente, rodamos una sola toma y fue la única escena de la jornada. Tan sólo di una instrucción a mis actores: por una vez, olvidad que se rueda una película. Vais a escuchar a Léon y a emprender un viaje por su memoria. Y Léon les habló exactamente como lo hace habitualmente en las verdaderas clases.


P: De entrada, la formidable Ariana Ascaride da vida a Madame Gueguen. ¿Cómo fue la elegida?

R: Me la sugirió su agente dado que ella había leído el guión. En nuestro primer encuentro, me di cuenta de su gran compromiso por la defensa de ciertos valores. Su modo de hablar sobre el guión era muy distinto a la simple lectura de un actor. Quien me hablaba era la ciudadana comprometida, hija de un resistente, y fue muy emocionante. No obstante, quise “transformarla” un poco. Le pedí que se cortara el cabello...

Ariane posee la misma energía, la misma vitalidad que Anne Anglès.


P: ¿Y la elección de Créteil?

R: Una evidencia. No solamente porque la historia tuvo lugar allá abajo, sino porque Créteil es una ciudad muy cosmopolita, multiconfesional, que siempre ha alimentado sus diferencias. Se da el caso de que el Liceo Léon Blum también es extremadamente interesante de aspecto, tanto en su diseño como en su implantación. Así las cosas, ¿por qué ir a rodar a otra parte?


P: ¿Qué sabía usted acerca de las clases de segundo que explique que haya reconstruido la atmósfera del aula de modo tan logrado?

R: Mi propio segundo está ya muy lejos. Así pues, he asistido a muchos cursos de francés, matemáticas, geografía e historia... Siempre de segundo, aunque en ciudades distintas.


Entrevista con Ariane Ascaride

P: ¿Qué ha aprendido con este personaje de docente?

R: Ha sido una buena lección de humildad. Era la primera vez que me enfrentaba a una clase: veintitrés pillos que no sabían quién era y que me miraban menos como actriz que como profesora. No las tenía todas conmigo. Venían de todas partes, pero algunos eran alumnos de ese Liceo Léon Blum de Créteil. Fui tan poco valiente que tuvimos que rodar de nuevo todo lo que hicimos ese día. Ya me lo imaginaba, pero vivirlo es muy distinto: ser docente es un oficio que exige mucho coraje al tiempo que también es uno de los más extraordinarios, claro está, a condición de poder ejercerlo. Nada se da por adelantado, nada es evidente, pero la relación que se crea con los alumnos es lo más bello que puede vivirse. Cuando se es una actriz que encarna a una profesora ante los alumnos una se ve empujada a crear igualmente esa relación de confianza que permite que cada uno aporte a los demás. Se rompieron las barreras entre ellos y yo. Nos pusimos a charlar, a actuar juntos. Cuando veo el film ahora, es lo que me impacta más: la verdad de los adolescentes. La verdad de esa clase. El personaje de Madame Gueguen me ha enseñado que un docente debe ser a la vez muy observador y aceptar dejarse observar.


P: ¿Cómo se constituyó esa clase?

R: Entre los críos, Marie‐Castille Mention‐Schaar eligió una media docena de actores y también no profesionales. Al principio, se medían y juzgaban. Luego, se olvidaron pronto de quién era quién y la mezcla resultó perfecta. Se rodó en orden cronológico y en ocasiones con tres cámaras. Para muchos, era la primera vez que veían un auténtico rodaje de cine. Hacía calor, era verano, algunos hacían el payaso; era normal, y en ocasiones yo misma me veía obligada a imponer la disciplina. La cohesión se producía gracias al guión, puesto que éste no era caricaturesco y no transformaba a los adolescentes “difíciles” en víctimas. La verdad de la historia estalló, y bastante rápidamente olvidamos que se trataba de una ficción. Pero fue un elemento excepcional el que unió al grupo: el anciano deportado Léon Ziguel. Nada más llegar él, se operó un cambio. Chavales que hasta aquel momento no venían más que por rodar con la esperanza de divertirse o de hacerse con algún dinero, se sintieron cargados con una responsabilidad. Léon Ziguel pasa el testigo con mucho respeto. En una jornada cambiaron sus vidas. Cuando reviví la escena como espectadora mientras veía el film, me emocioné profundamente. Nadie estaba interpretando.


P: ¿Cuáles fueron las palabras que provocaron ese cambio?

R: No se trata tan sólo de palabras: Léon Ziguel tenía la edad de ellos cuando sufrió la deportación, y no tenía ninguna idea de cuanto le pasaría. Esa similitud entre ellos y él creo que les conmocionó. Y cuando se le pregunta: «¿Cómo logró soportarlo? Él responde: «Quería presumir con mis compañeros de Ménilmontant, quería contarles lo que había vivido.» En una palabra, era un adolescente como ellos. Y al acabar, Léon Ziguel les dijo: «Os agradezco la energía que me habéis dado, y no os pido más que una cosa: jamás digáis «sucio judío, sucio negro, sucio árabe», pues todo esto que he vivido no serviría de nada.» Entonces vi correr lágrimas en muchas mejillas, y supe que todo iría bien.

La gestapo no tenía orden de cargar con los niños judíos. Fue Laval, es decir el Estado francés, el que puso celo y pidió a los policías franceses que proveyeran de menores cuando fueran de origen extranjero. El trabajo para preparar el concurso les permitió descubrir por ellos mismos esta barbaridad, que se hubiera quedado como horror en abstracto, pero que toma plena significación cuando son los adolescentes los que hacen la investigación.

Lo que la profesora hace, mucho más allá de darles la ocasión de ser premiados, es abrirles una vía hacia la investigación. Gracias a ella, comprenden que también ellos son los niños y niñas de adultos que tienen una historia, hecha de felicidad pero también de tragedias, y que en tanto ignoren su ir pasando, vivirán con la desagradable ligereza de la burbuja de jabón. Descubren que no pueden vivir sólo en el presente. Madame Gueguen logra hacerles tomar consciencia de lo que fue la Shoah, fuera de toda polémica.


P: En su opinión, ¿por qué Anne Gueguen logra hacerse con esta clase en tanto que su substituta, tan amable, se ve en un infierno?

R: Ante una clase se está frente a una ola cuyos movimientos no controlamos plenamente. Esa substituta se ve engullida. La joven les muestra su miedo. O los alumnos resultan muy intuitivos y se agarran a su terror. En tanto que actriz, he podido captar esa relación misteriosa que une una clase a su profesor. Cuando se está enseñando, el texto se inventa segundo a segundo. Hace falta la réplica enormemente, para obtener la buena reacción frente a los alumnos que quieren hacer reír, o mostrar su fuerza, o hacer una pregunta que no se sabe responder. Es en eso que este oficio me parece mucho más difícil que ser actor, al que seguro que la escena suscita nerviosismo, pero en la que el público resulta bastante dócil y condescendiente en general. Además, ya se ha dicho, conocemos el texto y las situaciones. Lo peor que puede sucedernos en escena es que marrullemos, que todo fluya demasiado bien. Estar ante una clase es un asunto totalmente distinto… El secreto de mi personaje estriba en que en todo momento les muestra que les respeta, les dice que tiene más confianza en ellos que ellos en ellos mismos.


P: ¿Qué les deviene a los chicos de esa clase?

R: Si bien se trata de una clase muy difícil, de esas que desesperan a cualquier docente, todos logran pasar la selectividad, y la mayoría con mención. En lo que se refiere a la profesora de la película, sigue enseñando del mismo modo.


P: Además de admirarlos, usted parece tener una gran ternura por los profesores. ¿De dónde surge?

R: No conozco a nadie que no se acuerde de algún profesor. Todavía ahora, pese a todo lo que se cuenta sobre la desvalorización del oficio, se trata de gente con el poder de cambiar la vida de aquellos a los que se dirige, para bien y para mal. Son esos y esas que dan a los niños la posibilidad de construir sus vidas, y sobre los que éstos van a poder apoyarse a lo largo de toda su existencia. Si no sé quién es Luis XIV, puedo ir a Versalles, pero no comprenderé nada de cuanto vea. Me encontré con la profesora que ha inspirado mi personaje: Anne Anglès. Comprendí de dónde procedía su aura. Le asiste una firmeza impresionante, jamás con discurso de «seguridad». Les muestra que su oficio no consiste en sancionarles. Lo que descubrí al encarnarla es que cuando se habla a un conjunto de jóvenes siempre hay ese momento en el que se tiene la sensación de perder su atención. En ocasiones, se recupera en establecimientos donde los niños han sido tan abandonados a la deriva que se hace muy difícil atraerlos de nuevo a la escucha, que participen. Ya no tienen respeto siquiera por ellos mismos. Anne Anglès logra devolverles la confianza y que se vean a sí mismos con personalidad plena, y no como el juguete de un conformismo de grupo. Lo que muestra esta profesora y la película es que siempre es posible encumbrar a la gente. Sigue siendo necesario desearlo. Tengo la impresión de que hay muchos menos profesores desanimados o distantes de lo que se dice. Esta película me ha permitido conocer a muchos docentes, los cuales me han impresionado por su compromiso y honestidad. Incluso si se equivocan, resultan honestos.


P: ¿Por qué es tan importante en la vida ese periodo escolar?

R: Es nuestra juventud. Aunque no hagamos estudios superiores, es el tiempo de nuestra vida en que todo empieza, fuera de nuestros padres, de nuestra cultura familiar. La etapa de la escuela también es la que nos permite un respiro, estar aparte de la familia y de sus traumas inevitables.


P: ¿Qué relación ha mantenido usted con esos jóvenes actores?

R: No he intentado ser la compañera de esos jóvenes actores, ni tampoco mezclarme con ellos. Era importante dar con la distancia justa. Había que ganarles la confianza, ser digna de ellos. Tenía que demostrar a Marie‐Castille Mention‐Schaar que no se había equivocado al escogerme como actriz, pero también tenía que demostrarlo a los alumnos. Hubo sociabilización. Al final del rodaje, se comportaban como una clase, me hicieron regalos, hubo lágrimas debido a la separación, hubo abrazos. Con frecuencia, se nos indujo a la improvisación, aunque los chicos son muy buenos en eso. Mantienen esa libertad de la infancia, esa capacidad para meterse en situación inmediatamente. Lo contrario que en mi caso, pues siempre me mantengo muy fiel al texto y necesito algo más de concentración de lo normal para no desentonar.


P: ¿Cómo le dirigía Marie-Castille Mention-Schaar delante de los adolescentes?

R: Me hablaba a la oreja. Lo que le importaba era la autenticidad de mi trabajo. Es persistente. No afloja nunca. Esta película tenía una importancia particular para ella. Se batió con todas las de la ley, como guerrera que es, con miras a que los chicos estuvieran siempre juntos. Mantuvo eso con firmeza, sin ser nunca desagradable. Me siento tremendamente orgullosa de haber hecho esta película, y de haberla hecho con Marie‐Castille y esos alumnos. Muy pronto, ese rodaje fue mucho más que un trabajo, se convirtió en una aventura. A propósito de ello, desde entonces, los alumnos me preocupan un poco. Ese papel me ha dado confianza y deseos de transmitir lo que sé a los actores jóvenes. Ha hecho que me interrogue sobre la transmisión. Se llega a un momento en el que se quiere decir de dónde se viene, lo que se es, y reivindicarlo. Es cuestión de tiempo. Ahora bien, me parece que se les pide a los actores insistentemente que se parezcan los unos a los otros en lugar de que sean ellos mismos. En mis comienzos, se me decía: «es usted interesante, pero no sabemos dónde colocarla. Tiene un físico un tanto peculiar». No podía interpretar primeros papeles femeninos, pero era demasiado joven para los otros papeles. Salía de las audiciones desorientada, sin saber siquiera cómo me llamaba. No funcionó nunca. Fue horrible.


P: Madame Gueguen emplea argumentos autoritarios. A un alumno le suelta: «Yo tengo razón, y tu no». ¿Qué piensa de eso?

R: Es su manera de decir: «No te me subirás a la grupa. Yo soy la autoridad. Asumo por completo ser la persona que representa la autoridad». Creo que muchos padres temen representar al adulto. Pero un padre también es alguien que enseña que hay una jerarquía. ¿Se acepta eso, o no? Si no se contempla ese límite, si se cree que todo es posible sin importar cómo, nos estrellamos. Ser padre o profesor es como ser guía de montaña. Un guía de montaña indica dónde poner los pies, y si no se le escucha se cae grieta abajo.


Entrevista con Ahmed Dramé

P: Ahmed Dramé, usted es corresponsable del guión del film y encarna a uno de los alumnos. ¿Puede contarnos esta aventura?

R: Me hallaba en esa clase de segundo en 2009, viví esta historia, y me transformó. La participación en el Concurso Nacional de la Resistencia y la Deportación cambió mi vida, como la de los otros alumnos. Pero sobre todo fue el encuentro con Madame Anglès, rebautizada como Madame Gueguen en la película. Para explicarlo como es debido, deberé remontarme a mi vida anterior. Cuando llegué al Liceo Léon Blum, no conocía a nadie. En tercero, pese a una media general honrosa, los profesores habían decidido que no pasaría la selectividad dado que no estaba hecho para estudiar, como suele ser frecuente cuando no se procede de un medio privilegiado. Mi madre luchó verdaderamente para que cambiara de orientación y se me aceptara en el Léon Blum. Así que llego muy nervioso y temeroso de no estar en mi lugar, de no estar a la altura. El encuentro con Madame Anglès, la profesora de Historia, que al tiempo era nuestra profesora tutora, fue fundamental. Era firme, y apetecía escucharla. Tras el inicio de curso, durante un mes, la profesora se ausentó como consecuencia del fallecimiento de su madre. Durante ese periodo, estuvimos francamente agitados. Las sanciones llovían. Hubo dos exclusiones temporales. Era el peor de los segundos, las ovejas descarriadas del liceo. Curiosamente, había estado siempre en clases difíciles, así que la situación no me significaba ningún verdadero cambio. Y eso era exactamente como en la película, había siete elementos motores, pero hicimos pasar a la sustituta una vida de perros. Madame Anglès regresó, y prefirió proponernos ese concurso en lugar de hundirnos, en contra del criterio del director del centro, que habría preferido que ella escogiera la clase de lenguas europeas.


P: ¿Cómo reaccionó la clase?

R: Hubo reflexiones débiles del tipo: «Madame, estamos hartos de la Shoah. ¿Por qué se nos habla todo el tiempo de los judíos?» Cuando se propuso la idea, yo me mantuve neutro. No digo que me apeteciera hacerlo, tampoco digo que no me apeteciera. A los 16 años se es fácilmente influenciable. Preferí darme un tiempo de reflexión. Fue un amigo del barrio, Joe, que era profesor de geografía e historia en un liceo privado judío, y que jugaba a fútbol con los chicos del barrio, quien me convenció. El tema nos aterrorizaba: «Los niños y los adolescentes en el sistema de campos de concentración nazis». Era un tema muy duro. Teníamos miedo de no estar a la altura. Madame Anglès parecía confiar en nosotros. No tardamos en sentir como si le «debiéramos» el concurso. Se imponía no defraudarle. Teníamos que ponernos manos a la obra.


P: ¿Qué provocó el participar en el Concurso Nacional de la Resistencia y la Deportación?

R: Por de pronto, pudimos encontrarnos con personas extraordinarias, como Léon Zyguel. Pero también era la primera vez que trabajábamos realmente en grupo. Hubo momentos de desánimo. La profesora llegó incluso a decirnos que la habíamos defraudado. Nos reprochábamos el robo de ideas, no llegábamos a entender que trabajábamos por un mismo objetivo. El detonador fue el encuentro con Léon Zyguel, cuando nos contó su vida en los campos de concentración, su arresto cuando tenía nuestra edad. En verdad hubo un antes y un después de Léon.


P: ¿Qué fue lo que impresionó de él más a la clase?

R: ¡Que era real! Se hacía muy extraño encontrar a alguien que vivió en aquella época. Se esperaba que un anciano deportado fuera por fuerza alguien distante y frío, cuando menos con nosotros. Léon conectó con nosotros casi de inmediato gracias a su humor. Cuando se escucha tales palabras, ya no hay excusas para no trabajar y seguir quejándose. Tenía nuestra edad cuando fue deportado. Y al hablarle, no se tiene la sensación de tratarse de alguien mayor. Gracias a la preparación del concurso, supimos acerca de muchos entuertos. Por ejemplo, que los niños y las personas deportadas no eran necesariamente judíos, también había gitanos y homosexuales.


P: Este concurso ¿alcanzó a condicionar marcadamente el futuro de la clase?

R: De alumnos malos hasta lo insoportable en su mayoría, acabamos mucho más que motivados. Llegamos a clase de primero con ¡gran confianza en nosotros mismos! Aprendimos a trabajar y a que nos gustara hacerlo.


P: Usted es la prueba de ello, dado que desde el año siguiente comenzó a escribir ¡un guión! ¿Cómo surgió el deseo de escribir?

R: Tras el triunfo del concurso, me sentí capaz de todo. Me presenté a una audición con un amigo. Conocí a un agente, y por él me enteré de que las películas se rodaban con guiones. Lo ignoraba, o ¡nunca había reflexionado acerca de ello! Me dediqué a frecuentar audiciones y a fracasar, antes de resultar elegido para un papel principal en Les petits princes, junto a Eddy Mitchell. Me dije a mí mismo: Ahmed, ¿por qué no escribes tu propio guión? Me había fijado en que toda la gente que se abría camino procedente del extrarradio se abocaba a la comedia. Un joven del extrarradio ¡por fuerza es un cómico! Para mí era importante escribir algo serio. En tanto que actor en ciernes, deseaba películas profundas, polars, filmes políticos, ¡que muevan a reflexión! Primero escribí el guión sólo para mí, a manera de desafío. Pero a medida que avanzaba me iba diciendo que estaría bien tener una opinión profesional. Me había impresionado La journée de la jupe, con Isabelle Adjani, de Jean‐Paul Lilienfeld, con quien me puse en contacto. Aceptó leerme y me respondió: «Ahmed, no puedo permitirte que presentes un guión así». En consecuencia, lo desarrollé y lo presenté a algunas productoras. Era joven, tenía 17 años, y no había hecho nada. Cuando me respondieron, lo hicieron con educación pero negativamente. Acababa de ver Ma première fois, de Marie‐Castille Mention‐Schaar, y me pareció un bello film romántico. Busqué su correo electrónico por todos los medios. Me respondió al día siguiente mismo: «Ahmed, estoy en Nueva York, envíame tu guión, si me interesa aceptaría conocerte». Cuando nos encontramos por primera vez, Marie‐Castille me hizo hablar de mí durante más de dos horas. Me hizo preguntas sobre la historia que le había enviado: «El verdadero combate». Era la de un concurso de humanidades, en una clase de último curso del Liceo Pasteur, con una profesora de humanidades descendiente de la inmigración. Finalmente, me contestó: «¿Qué es lo que quieres que haga por ti? ¿Quieres que produzca la película? ¿Quieres que te ayude a reescribirla? ¿Quieres que la dirija?» Apenas podía creer que mi sueño tomaba forma. Le dije que sí, a todo, sin comprender las preguntas. No lo medité. No podía creerme que lo que estaba a punto de pasarme fuera cierto. Es extraño, porque no experimenté ninguna alegría. Estaba alelado. Luego me dije: «Ahmed, ve con tiento. Todavía eres muy joven, tienes tiempo de aprender. Nunca has dirigido nada. Es demasiado para ti».


P: ¿Cómo se bastió el trabajo en común con Marie-Castille Mention-Schaar?

R: Formamos un dúo. Hablamos mucho. Marie‐Castille tomaba notas. Me preguntó mucho acerca de mis recuerdos, sobre las reacciones de unos y otros, o sobre cómo habrían reaccionado. Logramos hacer una lista de personajes. Algunos eran la suma de varias personas de mi clase. En el Liceo Léon Blum nadie sabía lo de nuestro proyecto. Para mí, la escritura del guión y la preparación del rodaje ya eran un bello desquite por cuanto atañía a todos los apriorismos de los profesores y del director sobre nuestra clase, la peor del liceo pero la que se llevó el premio del concurso. Estoy muy orgulloso de haber rendido este homenaje a mis compañeros, al liceo, y a Madame Anglès.


P: ¿Cómo fue el rodaje?

R: Muchos recuerdos venían a la mente. No estaba siempre tan serio. Daba vida a mi propio papel, pero Marie‐Castille lo mantuvo distinto para que así también tuviera cosas en las que pensar. Lo que me sorprendió fue el revivir historias por las que ya pasé. Nada me causa actualmente mayor placer que mostrar a mi madre esa clase de segundo y que ella pueda sentirse orgullosa de haber luchado por que pudiera inscribirme en el liceo Léon Blum. Se ha entregado a sus hijos toda la vida. Soy el primero de toda la familia que logró pasar la selectividad.


P: ¿Cómo ha sido su relación con Marie-Castille Mention-Schaar y Ariane Ascaride?

R: Hoy considero a Marie‐Castille una segunda madre. En cuanto a Ariane Ascaride, lloré cuando se fue. A lo largo de todo el rodaje, nos olvidamos de que era una actriz, sólo la veíamos como profesora. Llegó a haber días en que los alumnos eran insoportables y era Ariane la que, como profesora, les obligaba a calmarse. Nadie se atrevía a contradecirle.


P: Hay una escena en la que dice: «Yo tengo razón y tu no». ¿Qué opinión le merece este tipo de argumento?

R: Es el discurso habitual. «No, no puedes hacer esto porque lo digo yo» —le dice a una alumna que ha olvidado validar la tarjeta para el comedor y se pregunta cómo lo va a hacer para almorzar. Eso me debió ocurrir a mí ¡una cincuentena de veces! El argumento autoritario no tiene por qué ser necesariamente válido. Con Madame Anglès era duro. Pero la obedecíamos, ciertamente porque desde el principio sentíamos que nos quería.


El concurso nacional de la resistencia y la deportación
«El Concurso Nacional de la Resistencia y la Déportation (CNRD) se creó oficialmente en 1961 por Lucien Paye, ministro de Educación Nacional, como consecuencia de iniciativas de asociaciones y especialmente de la Confederación Nacional de Combatientes Voluntarios de la Resistencia.

El concurso tiene por objetivo principal transmitir los valores que se relacionan con los Derechos del Hombre y de los principios de la democracia, y permite a los alumnos de colegios y liceos mesurar su pertinencia y modernidad. La participación en este concurso ofrece a los alumnos la ocasión de encontrarse directamente con resistentes y deportados y así establecer a este respecto un vínculo tangible entre las generaciones.

Desde 2000, el Concurso Nacional de la Resistencia y la Deportación es uno de los componentes de la política de la memoria del Ministerio de Educación Nacional en cooperación con el Ministerio del Ejército.

El Concurso Nacional de la Resistencia y la Deportación es el primer concurso escolar de Francia en el terreno de la memoria. En 2012‐2013, participaron más de 40 000 alumnos.

Para la temporada 2014‐2015 del concurso, se sugerirá a los alumnos que trabajen sobre el tema : "La liberación de los campos nazis, el retorno de los deportados y el descubrimiento del universo de los campos de concentración".»