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Dirigida por Sean Penn
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Dirigida por Sean Penn, ganador de dos Oscar® al mejor actor, completan el reparto de The Last Face Jared Harris, nominado a un premio Primetime Emmy®, y actores de la talla de Jean Reno y Adèle Exarchopoulos.


La producción
Esta fascinante historia llegó a manos de Matt Palmieri gracias a la guionista/directora Erin Dignam, a quien conoce desde hace 25 años. "Erin le había dedicado muchísimo tiempo a documentarse sobre África Central. De hecho, ha adoptado a dos niños de Sierra Leona, por lo que para ella es una historia muy personal y durante años su idea era dirigir la película ella misma", recuerda Palmieri.

Dignam quiso darle prioridad a criar a sus hijos y se puso en contacto con Palmieri para pedirle que recogiera el testigo. "Es uno de los mejores guiones que he leído en mi vida. No había ni una palabra fuera de lugar. La carga emocional era impactante y los personajes eran deliciosos. Erin confió en mí para que diera a forma a su visión", comenta Palmieri, y añade que conectó mucho con la historia desde un punto de vista emocional. El productor conoce bien el mundo de la ayuda humanitaria, y había trabajado anteriormente en Darfur Now, también sobre zonas de conflicto, pero esta vez centrado en el genocidio en Sudán del Sur. "Mi madre fue activista y mi padre embajador itinerante de EE. UU. especializado en materia de refugiados durante la administración Carter. Estuvo destinado en Somalia y Etiopía, así que de niño pasé bastante tiempo en África y Erin sabía que conocía la zona".

Según el productor Bill Gerber, "Erin tiene un vínculo personal con África y en parte quería tratar este tema para arrojar algo de luz sobre este lugar tan misterioso. Su gran mérito ha sido crear una historia tan original en vez de tirar de una novela. Esta historia ha surgido de su mente. Contar una historia de amor de una forma tan dramática me parece un logro tremendo".

Javier Bardem, activista y defensor de los refugiados, coprodujo y protagonizó Hijos de las nubes: la última colonia, un documental sobre las consecuencias de la colonización del Sahara Occidental donde casi 200.000 personas viven en campamentos de refugiados. Palmieri cuenta que Bardem siempre estuvo en contacto con Erin cuando ella iba a dirigir la película. "Javier quería participar en el filme porque le apasiona el tema. Cuando vio que el proyecto se ponía en marcha, se puso en contacto conmigo".

Palmieri movió el guión entre varios agentes que le sugerían trabajar con algunos de los mejores directores del mundo, "pero en el fondo sabía que este filme tenía que ser para Sean, que da la casualidad que es uno de mis mejores amigos. No solo es un director extraordinario, sino que conoce la historia mejor que cualquier otro realizar del mundo. También es un líder apasionado y muy motivado que sabe cómo sacar lo mejor de cada uno, y eso es justamente lo que necesitábamos para trasladar a la pantalla el guión que Erin nos entregó sobre papel".

Entonces Penn le llevó el proyecto a Bill Pohlad de River Road Entertainment. Pohlad había producido Hacia rutas salvajes (Into the Wild), dirigida por Penn, y El árbol de la vida y Caza a la espía (Fair Game), protagonizadas por Penn. "La historia me intrigó, y vi enseguida que era el tipo de película que solemos manejar aquí en River Road", comenta Pohlad. "Me atraen las historias que tratan determinados temas sin ser demasiado directas". Al contrario que las películas que intentan movilizar a los espectadores o presentar un planteamiento didáctico, The Last Face retrata la crisis humanitaria a través de una historia de amor, que es sobre lo que trata el filme en realidad".


La narración
"El proyecto fue cogiendo forma con la llegada de Sean y la visión que quería para la historia", comenta Pohlad.

"Conocía Sudán y quería que la película fuera mucho más grande de lo que habíamos pensado en un principio. Él lo veía como una historia épica, y bien lo merece puesto que la situación es una de las más importantes del mundo actual", añade Palmieri.

"Sean es un director muy técnico, a pesar de que empezó como actor", comenta Jon Kuyper, productor ejecutivo. "También controla mucho el equipo. Sabe exactamente lo que quiere en cuanto a lentes, grúas y todo el material que utiliza para dar cuerpo a su visión. Lo anota todo en el guión, por lo que se convierte en un documento muy denso y técnico, pero lo hace porque quiere que todo el equipo sea consciente del resultado que busca".

"Reescribía la historia constantemente, y durante los meses que estuvimos en preproducción nos mandó varias versiones del guión. Cada pocos días nos mandaba una nueva versión, y no me refiero a cambios pequeños. Se trataba de modificaciones de mucho peso. Se notaba que se lo estaba currando muchísimo, subrayando la emoción de estas horribles crisis y poniendo el acento sobre las relaciones personales. La historia de dos personas atrapadas entre las líneas de batalla de un conflicto es muy compleja, y Sean se ha dejado el alma en intentar retratarla con la intensidad que merece".

Penn ha donado su tiempo y su fama a luchar contra y apoyar muchas causas sociales y políticas, además de desastres naturales como el terremoto de Haití y el huracán Katrina, donde participó directamente en el rescate de la población. Su labor humanitaria en Haití fue reconocida con el prestigioso premio Peace Summit en la Cumbre Mundial de laureados del premio Nobel de la Paz de 2012.

Sobre el equilibrio entre el cine documental y de entretenimiento, el productor Bill Gerber comenta: "Sean está muy concienciado con este tema; no es de boquilla. Además de contribuir económicamente a la causa, viaja a la zona para conocer la realidad de la zona".

"Sean utiliza sus propias experiencias, como hemos visto en nuestro campamento de refugiados. Sus opiniones se basan en lo que ha vivido, y es imposible que no te afecte", comenta Gerber. Precisamente esta experiencia en materia humanitaria fue lo que permitió a los realizadores plasmar la historia con la autenticidad que buscaba el director. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, Médicos Sin Fronteras, Médicos del Mundo y otras ONG prestaron un apoyo sin precedentes a la producción. El Programa Mundial de Alimentos incluso contribuyó material, attrezzo, bolsas de comida y recipientes de agua de todo el mundo. También estuvieron a disposición del equipo para asesorar en materia del diseño de logotipos señales.


El proceso de casting
La fase de desarrollo se completó en tan solo 13 meses y durante ese tiempo Javier Bardem empezó a proponer los nombres de las actrices que podrían darle réplica en el papel de Wren. "El primer nombre de la lista era Charlize Theron", comenta Palmieri. "Además de ser una intérprete increíble, tiene mucha conciencia humanitaria y ha puesto en marcha una ONG para ayudar a los huérfanos de Sudáfrica". Es el contraste perfecto, tanto física como emocionalmente, y cuando Sean le preguntó a Javier qué le parecería trabajar con Charlize nos dimos cuenta de que habíamos dado con la pareja protagonista".

Pohlad define a Charlize Theron como una de las mejores actrices del momento. "Conecta con todo el mundo y tiene esa capacidad para hacernos creer que podría encajar en este entorno y desenvolverse aquí sin problemas".

Javier Bardem ha demostrado sus dotes interpretativas tanto en este papel como en muchos otros. "Ha sido una gozada juntar a estos dos actores", comenta Pohlad. "Pero más allá de Javier y Charlize queríamos que todos los personajes fueran creíbles. En este tipo de situaciones suele haber gente de un montón de culturas y profesiones distintas. No hemos concebido el filme como una película estadounidense dirigida al público estadounidense; queríamos que fuera internacional en todos los sentidos. De ahí que el reparto incluya al actor británico Jared Harris y a los franceses Jean Reno y Adèle Exarchopoulos. Zubin Cooper, de Liberia, se unió al proyecto como asesor y debuta en la gran pantalla como el Doctor Mousa".
El productor ejecutivo Jon Kuyper comparte la experiencia de rodar con actores que no ven su papel en la producción como un "trabajo". "Les importa de verdad el proyecto, todos han elegido estar aquí. Creen en el tema y quieren creer en Sean".

"No es un guión fácil, ni para el equipo técnico ni para el reparto, pero la base de la película es una gran historia de amor", comenta Palmieri.


El lenguaje visual
"Sean le da mucha importancia a la autenticidad y el realismo, y durante la preproducción mientras intentábamos dar con cómo rodar esta película, él nos ponía imágenes de las noticias y de documentales. Eran imágenes muy duras, pero nos mostraban el mundo del que estábamos hablando", explica Jon Kuyper.

"Desde un punto de vista creativo, lo singular de esta película es que ni yo ni Dianna Cilliers, nuestra diseñadora de vestuario, ni JP van der Merwe, encargado del casting de extras, hemos tenido que inventar el entorno. Nuestra labor es reflejarlo, replicar hechos reales, entornos, personas y personajes que existen en el mundo real", comenta Laws, sorprendido por la cantidad de material visual a su disposición.

Además de trabajar estrechamente con la ONU y varias ONG, los realizadores contaban con asesores de Sudán del Sur y Liberia durante el rodaje principal y preparativo. El boca a boca los llevó hasta Zubin Cooper, quien colaboró como asesor. Había trabajado directamente con una misión militar de la ONU y con otras ONG internacionales durante el proceso de paz y también en el documental Liberian Civil War rodado por Discovery Channel en 2003. Cooper había visto lo mejor y peor de Liberia, por lo que pudo contar de primera mano cómo había sido aquella guerra y orientar a los realizadores sobre toda una batería de temas: desde acentos y localizaciones hasta matrículas, pasando por el vestuario.

"A pesar de ser ficción esta película es cruda y gráfica. En otras palabras, es muy auténtica", comenta Coopera. "Sean ha hecho todo lo posible por interpretar la realidad. Si hay un filme que puede plasmar lo que realmente ocurrió allí, es este".


El mundo que habitan los personajes
La narración abarca unos 13 años de historia y toma como punto de partida la crisis actual de Sudán, situando al espectador en un cuartel de una misión de la ONU que acogió, por primera vez en su historia, un campamento de desplazados internos. Desde ahí viaja en el tiempo hasta 2003 durante las guerras civiles de Sierra Leona y Liberia, cuando Miguel y Wren se conocen y se enamoran, y va intercalando estas escenas con el trabajo actual de Wren en la ONU en Ginebra y su reencuentro con Miguel.

"La historia se desarrolla a lo largo de varios años y, dada la naturaleza del trabajo del personal humanitario y el entorno en el que se mueven, el filme no se centra en una sola crisis o en una única zona de África", comenta Bill Pohlad.

"Sean quería reflejar algo que resultara actual, algo que estuviera ocurriendo ahora mismo, hasta el punto de que cuando empezamos a buscar localizaciones estuvimos estudiando la situación de Malakal y Sudán del Sur", comenta Laws. "Sean y Barry Ackroyd, el director de fotografía, visitaron Sudán del Sur para empaparse del entorno y hablar con la gente del país".

El director se ha esforzado mucho por encontrar un equilibrio entre la intimidad de la relación amorosa que se desarrolla en pleno caos y el horror de los hechos que los rodeaban. Según Laws: "Sean se enfrentó al proyecto como si fuera un pintor: le interesó más el ambiente de la historia y la energía de cada escena, y en retratar cómo se iba desarrollando. Mi cometido era crear esos entornos realistas que le permitían explorar y encontrar lo que buscaba. Incluso los detalles más pequeños contribuyen mucha información cuando se trabaja a una escala visual tan enorme, por lo que Barry Ackroyd y yo creamos una relación simbiótica que permitió que Sean se centrara más en las interpretaciones de los actores". Contar una historia tan extensa que se desarrolla en cuatro países (Sierra Leona, Liberia, Sudán del Sur y Ciudad del Cabo, donde nació Wren), fue todo un reto logístico y económico. "Desde el punto de vista de la producción fue un desafío enorme", comenta Laws. "Me quitaba el sueño pensar que teníamos que lidiar con tantos países en los que rodar iba a ser una pesadilla".

El productor ejecutivo Jon Kuyper había producido varias películas en Sudáfrica y estaba convencido de que allí conseguirían superar el enorme reto que suponía producir The Last Face, no solo porque ofrecía unos escenarios impresionantes, sino por la experiencia y pericia del equipo técnico y de los servicios de producción.

"Sudáfrica es tan versátil que nos ofrecía la posibilidad de retratar diferentes escenarios sin tener que viajar por medio mundo", comenta Laws y añade que el país es muy abierto a las producciones cinematográficas.

Pasaron tres meses rodando sobre el terreno. Para las escenas del desierto de Sudán del Sur se trasladaron a Upington y Pella en la Provincia Septentrional del Cabo. La tierra rojiza característica del árido paisaje de este lugar tan remoto de Sudáfrica, limítrofe con Namibia, se convirtió en un personaje más de la película. "Sean tenía muy clara la estética que buscaba, por lo que tuvimos que dar con varios entornos en un mismo lugar", comenta Kuyper. "En Pella creamos un pueblo sitiado de Sudán del Sur. La estructura rocosa del entorno nos permitió construir asentamientos en las cuevas de las paredes montañosas", añade Laws. "Parece sacado de otro mundo, y muestra otro tipo de desesperación también provocado por estas circunstancias y estos conflictos".

Más al sur, en el valle de Mzamba, la provincia de KwaZulu-Natal (que por sí sola tiene el tamaño de Suiza) ofrecía el contraste que buscaban para Sierra Leona y Liberia, donde se desarrollaba gran parte de la narración del filme: la selva, la frontera y el impresionante campamento de desplazados internos. Por motivos logísticos, los realizadores necesitaban montar el campamento en un área muy grande que además estuviera cerca de la selva tropical, puesto que después de su largo y arduo viaje para abandonar Liberia en pleno conflicto, el grupo llega a la frontera y descubre el enorme campamento al que ha huido gran parte de la población.

"Teníamos que dar con la localización perfecta; tenía que ser un lugar frondoso para que resultara creíble, pero también debía ser lo suficientemente grande como para acoger un campamento con unas dimensiones que transmitieran al público la magnitud del problema".

La llegada del grupo principal al campamento es una de las claves de la película, puesto que es entonces cuando son verdaderamente conscientes de la cantidad de desplazados que hay. El equipo de Laws fue muy meticuloso a la hora de dotar de realismo al campamento. Lo construyeron de cero teniendo siempre en cuenta cómo afrontarían los refugiados la tarea de crear un hábitat en un campamento sobrepoblado, utilizando únicamente los recursos a disposición de las miles de personas que huyeron de sus hogares con lo puesto. "Hemos construido este campamento con los recursos del lugar. Hemos reciclado trozos de plástico y metal porque éramos conscientes de que era lo único que había por aquí. Hemos utilizado un lenguaje visual para los elementos que aparecen en primer plano y otro para los que aparecen de fondo".

"Era importante lograr que las dimensiones del campamento fueran realistas, no solo porque nos ayudaba desde un punto de vista creativo, sino porque necesitábamos que ocupara varios kilómetros para que los extras comprendieran su magnitud. También nos ha permitido conseguir que el público conecte con el entorno y sientan que están viendo un lugar que podría acoger a 25.000 personas".

J.P van der Merwe, supervisor del casting de extras, buscó por todo el país para dar con personas que encarnaran a ciudadanos de Sudán del Sur y Liberia. "Sean quería que la estética y los dialectos fueran auténticos", dice van der Merwe, que dio con una comunidad liberiana a apenas dos horas del valle de Mzamba. La ciudad de Durban en KwaZulu-Natal se parece mucho a Liberia por su clima tropical.

Penn exigía que todos los aspectos de la producción quedaran realistas, por lo que van der Merwe buscaba extras prácticamente a diario, con tanto acierto que algunos de ellos acabaron participando con diálogo en el filme. En algunas de las escenas más grandes, como el campamento de refugiados, participaron más de 1.000 extras, de un total de 8.500 que aparecen en la película.

"La llegada de los extras le añadió profundidad a la producción y creó un entorno muy real para los actores", comenta Laws. "Al poco de empezar a rodar los extras fueron haciéndose con el lugar y sintiéndose más cómodos, hasta el punto de que interactuaban con el entorno de formas que no podríamos haber imaginado. Queda muy natural, y quisimos retratarlo tal y como estaba sucediendo".

"Desde el punto de vista del diseño de producción, la escala visual de esta película es impresionante. Pero todos los que hemos participado en ella hemos sido físicamente conscientes de cómo es este mundo en realidad", añade Laws.

"La experiencia previa de Sean nos ha ayudado mucho a dotar de realismo todos los escenarios, ya fueran el campo de refugiados como las otras localizaciones", dice Bill Pohlad. "Gestionó un campamento de 60.000 personas en Haití con JP/RHO. Enseguida sabe qué funciona y qué no".

"Trabajar con Sean ha sido una experiencia muy interesante porque allí estábamos, rodando una película sobre los graves asuntos humanitarios que afectan al mundo actual y él, además de pasarse el día centrado en este tema durante el rodaje, cuando terminamos de rodar, se volcaba en su labor humanitaria", sigue Kuyper. "Por ejemplo, una noche cuando el Ébola empezó a ser noticia, yo volvía después de estar todo el día rodando en exteriores y me encontré a Sean en el lobby del hotel hablando por teléfono con el presidente de Liberia, organizando una visita humanitaria y donando fondos para un ala del Hospital JFK de Monrovia. ¡Y todo eso en su tiempo libre!".

Diana Cilliers, diseñadora de vestuario, compartía la fijación del director por dotar de realismo la película. "Sean estudió meticulosamente la época, los colores y la ropa, y le dio mucha importancia a diferenciar las regiones africanas", explica Cilliers. "Sierra Leona es un lugar muy frondoso y se utiliza a menudo una tela de wax print, un estampado colorido y típico de la zona. En Sudán del Sur los colores están muy desteñidos, por lo que diseñamos colores más dinámicos para vestir a las mujeres. Liberia está más americanizada; los colores son más fuertes y se usan telas con estampados más vivos".

Para diseñar la estética de los protagonistas, Cilliers tendió hacia lo práctico y natural. "Queríamos que los personajes resultaran creíbles, de ahí que hayamos utilizado tela, calzados y todas las prendas que suele vestir el personal de las ONG para realizar su trabajo. Miguel no viste elegante, así que le pusimos vaqueros. Pero al ser el protagonista, queríamos que estuviera guapo. Y lo mismo con Wren". En total Cilliers vistió a más de 8.000 personas, desde los personajes principales hasta los refugiados, pasando por los trabajadores de las ONG y los militares. Según la diseñadora, lo más fascinante fue crear la ropa de los rebeldes, puesto que al documentarse descubrió que a menudo visten con ropa de mujer y llevan pelucas. "En parte es porque creen que se protege más a las mujeres, pero también tiene un significado social más profundo. Es como un rito de iniciación. Aunque también creo que crearon esos atuendos y accesorios porque estaban colocados".


Un líder decidido
Para que todo fuera sobre ruedas era vital mantener la concentración y motivación del equipo, más si cabe dadas las arduas condiciones a las que estaban sometidos en varias localizaciones de un mismo país, con condiciones meteorológicas adversas y un calendario muy ajustado. La característica preparación previa, empatía y pasión de Penn logró que todo el equipo se sintiera unido y centrado.

"Sean es una de las personas más apasionadas y decididas que conozco", comenta Palmieri. "Es muy meticuloso y no ceja hasta que consigue trasladar su visión a la pantalla. El equipo sudafricano se ha esforzado al máximo y Sean ha sido un referente para todos. Si alguna escena podía ser peligrosa, él era el primero que exponía al riesgo. Como muestra un botón, tuvimos que rodar una escena en la que se quemaba una tienda de campaña y él se metió el primero para que los demás vieran que no iba a pasar nada. Y así con todo".

"Sean es uno de los directores mejor preparados con los que he trabajado", apunta Gerber. "Ha estudiado a fondo todos y cada uno de los elementos de la película. Ha visualizado en su cabeza toda la película, tanto que tiene respuesta para cualquier pregunta que se le plantee, porque ha rodado ya varias veces todo el guión en su mente".

Kuyper coincide, "Sean se ha volcado en la tarea de hacer esta película, de trasladarlo todo a la pantalla, con fidelidad y centrándose siempre en la calidad por encima de la cantidad. Te motiva muchísimo y cuesta bastante seguirle el ritmo, pero es muy directo y toma decisiones muy inteligentes. Cuando vi cómo trabajaba, supe que cuando pide algo es porque va a usarlo como un elemento importante de la película. No teníamos un gran presupuesto, pero todo el equipo (director, reparto y equipo técnico) compartíamos con Sean el objetivo de retratar esta realidad de forma fiel".


Hacer del mundo un lugar mejor
Durante décadas, la política, el poder y la corrupción de gobiernos que luchan por hacerse con territorios ricos en minerales han dado paso a guerras civiles en África y creado zonas de conflicto donde la magnitud de la destrucción resulta inimaginable. Miles de personas han muerto durante golpes militares, son víctimas de la violencia de género o han sido violadas y han sufrido terribles violaciones de los derechos humanos. Los civiles que logran sobrevivir se ven obligados a huir de los rebeldes que siembran el terror en su región. Así, más de 9 millones de refugiados y desplazados internos se enfrentan a una vida sin recursos. Su sufrimiento no tiene fin.

La película The Last Face llega a las pantallas de la mano de un grupo de realizadores y actores volcados en las labores humanitarias. Precisamente sus experiencias en este campo les han motivado a trabajar con este material tan duro.

No es un documental didáctico ni una historia bélica. En medio de todo ese caos nace el amor entre dos personas que han dedicado sus vidas a humanizar la condición humana, y la película narra cómo han logrado mantener viva su relación rodeados de la atrocidad que ven en su trabajo.

La historia trata temas muy graves, actuales y globales. Los recursos de agencias de ayuda como las Naciones Unidas, el Programa Mundial de Alimentos, Médicos sin Fronteras o Médicos del Mundo no dan más de sí. Trabajan en primera línea con misiones de paz, ofreciendo asistencia alimentaria, ayuda médica y de emergencia y protegiendo a los refugiados.

"Sean quería que retratara fielmente los hechos acontecidos y que representara a la gente y a las organizaciones de ayuda que intentan prestar asistencia en estos entornos, y que se hiciera con el máximo respeto a lo que hacen y cómo lo hacen para mostrar lo difícil que es la hercúlea tarea que desempeñan", comenta Laws.

La reputación de Sean Penn como director y actor le permite concienciar al público sobre estos temas humanitarios que tanto le interesan. "Sean es consciente de la situación de los desplazados, los conflictos y la ayuda global mejor que cualquier otro realizador del mundo porque él lo ha vivido", dice Palmieri.

Pohlad, que está en el consejo del Haitian Relief Organization, JP/HRO, fundado por Penn, conoce de sobra el trabajo del realizador en Haití. "Su experiencia en Haití le ha llevado mucho más lejos y le ha concienciado sobre otras crisis y situaciones políticas que afectan a países de todo el mundo. Me impresiona mucho cómo lo gestiona, y la cantidad de información que ha logrado y cómo ha sido de verdad un motor de cambio. En la comunidad humanitaria no le ven como Sean Penn "el actor". Agradecen mucho toda la ayuda que presta a sus causas. Y además son conscientes de que su fama sensibilizará a la gente sobre su trabajo en zonas de conflicto".

"Creo que el público captará un mensaje de esperanza. Verán que en medio de todo este caos y tragedia hay personas muy comprometidas que diariamente se dejan la piel para ayudar a que millones de refugiados desplazados rehagan sus vidas. Vamos a contarle a la gente lo que está pasando en el mundo y quizá inspiremos a algunos a que participen de una forma u otra", dice Palmieri.

"Nos olvidamos de que los refugiados eran médicos o enfermeras o abogados que de un día para otro tuvieron que huir de su país y no tienen donde ir. Esa gente tiene que volver a empezar con lo puesto. Creo que The Last Face concienciará al público de sus circunstancias y cambiará su forma de ver las cosas", dice Gerber.