Gran Premio del Jurado en Berlín 2015. Con dirección de Pablo Larraín.
Ficha artística
Alfredo Castro - Padre Vidal
Roberto Farías - Sandokan
Antonia Zegers - Madre Mónica
Jaime Vadell - Padre Silva
Alejandro Goic - Padre Ortega
Alejandro Sieveking - Padre Ramírez
Marcelo Alonso - Padre García
José Soza - Padre Lazcano
Francisco Reyes - Padre Alfonso
Pablo Larraín
Pablo Larraín nació en 1976 en Santiago, Chile. Es socio fundador de Fábula, una productora de cine, publicidad y televisión. En 2005, dirigió Fuga, su primer largometraje. En 2007, dirigió Tony Manero, que se estrenó en 2008, dentro de la Quincena de Realizadores del Festival de Cine. Post Mortem es su tercer largometraje. En septiembre de 2010 se estrenó dentro de la Competición Oficial del Festival de Venecia. En 2010 dirigió Prófugos, la primera serie de HBO producida en Chile. Al año siguiente, Pablo Larraín dirigió la película No, que se estrenó dentro de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes de 2012 y fue nominada al Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera. La segunda temporada de Prófugos, de HBO, se emitió en septiembre de 2013. El Club, su quinto largometraje, se estrena dentro de la Competición Oficial del Festival de Cine Internacional de Berlín de 2015.
Entrevista con el director Pablo Larraín
P: ¿De dónde proviene la idea de esta película?
R: Siempre me ha inquietado el destino de esos sacerdotes a los que la Iglesia ha apartado de sus cargos con el máximo secretismo y sin informar a la opinión pública. Me eduqué en colegios católicos y conocí a muchísimos sacerdotes respetables que trabajaban y vivían de acuerdo con los que ellos llaman "el camino de la santidad". Es decir, sacerdotes que velaban por la palabra de Dios comportándose como guías espirituales, hombres honestos que predicaban con el ejemplo. También conocí a sacerdotes que hoy están en la cárcel o sometidos a procedimientos judiciales por distintos delitos. Pero también conocí a sacerdotes que nadie sabe dónde están, sacerdotes que han desaparecido. Es decir, sacerdotes que están perdidos, hombres de fe y líderes espirituales que han desaparecido del radar. Sacerdotes a los que han llevado a casas de retiro con el máximo sigilo. ¿Dónde están esos sacerdotes? ¿Cómo viven? ¿Quiénes son? ¿Qué hacen?.
La película cuenta la historia de esos sacerdotes exiliados, y por esa razón la película es el club de los sacerdotes perdidos.
P: ¿Qué tipo de investigación llevasteis a cabo para realizar la película?
R: Como la película trata sobre un operativo que la Iglesia Católica lleva a cabo de forma secreta y silenciosa, tuvimos que conseguir los materiales a través de métodos poco habituales, ya que Internet y otros métodos clásicos resultaron inútiles. Así que tuvimos que entrevistar a antiguos miembros del clero, antiguos sacerdotes o personas consagradas que nos dieron pistas sobre esas casas de retiro para sacerdotes con "problemas", e investigamos detenidamente las razones para recluir a un sacerdote a una vida de retiro y penitencia. También descubrimos que hay una congregación internacional, fundada en Estados Unidos, llamada los Siervos del Paráclito. En los últimos 60 años se han encargado en exclusiva de sacerdotes que ya no pueden seguir ejerciendo su ministerio por diversas razones, a pesar de que la mayoría no ha cometido ningún delito.
P: ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con el reparto?
R: He tenido el privilegio de contar con un grupo de actores extraordinarios. Actores a los que he admirado toda mi vida. Además, ya había trabajado con muchos de ellos con anterioridad. En casi todos los casos, el guión que escribimos con Daniel y Guillermo se hizo pensando en esos actores. Eso nos permitió crear personajes muy precisos, peligrosos y misteriosos.
P: La música juega un papel importante en la película. ¿Cómo la seleccionaste?
R: Soy un fanático de la música clásica desde niño, sobre todo de música compuesta en el siglo XX. Así que cuando vi las imágenes que estábamos creando quise incluir compositores que han sido los verdaderos artistas creadores de lo que llamamos actualmente "música de películas", a pesar de que nunca. La compusieron con esa finalidad. Por esa razón, cuando empezamos a incorporar música a la película, tuve el privilegio de utilizar melodías con una fuerza expresiva considerable, melodías que desencadenan emociones extrañas y transportan las imágenes a lugares desconocidos. Además, también colaboré con Carlos Cabezas, un fantástico músico chileno con quién ya había trabajado antes (NO) y que ha creado algunas piezas originales para la película.
Filmografía de Pablo Larraín
2006 Fuga
2008 Tony Manero
2010 Post Mortem
2012 Prófugos (TV)
2012 No (Nominada al Oscar a la mejor película de habla extranjera)
2013 Venice 70: Future Reloaded (Documental)
2015 El Club
Entrevista con Alfredo Castro (Padre Vidal)
P: Es la quinta película que haces con Pablo. ¿Qué relación hay entre El Club y el Chile actual?
R: Está claro que no se puede encuadrar en un momento político concreto como ocurre con Tony Manero, Post Mortem o No, películas en las que el paisaje y el contexto de la dictadura eran omnipresentes. En El Club, Pablo Larraín retoma un tema que, en mi opinión, persiste en todas sus películas y en todos los papeles que he interpretado: la impunidad.
La sociedad chilena se fundamenta en una historia de poder y sumisión, como cualquier otra sociedad. Están los poderes económicos, sociales, políticos y religiosos, pero sobre todo, poderes que han ejercido una gran violencia amparados por el silencio. Los actos de pequeños grupos de personas, familias y congregaciones han quedado impunes. Y muchas veces, esos actos son delictivos y amparados por redes de protección. Esto se puso de manifiesto durante la dictadura de los años 70 y 80, cuando se consagró la noción de impunidad, tanto en el desmantelamiento del Estado republicano a través de la usurpación y la privatización de sus empresas, del sistema sanitario, la educación, así como en el tratamiento cruel y criminal que recibieron sus víctimas y todos los abusos que se realizaron contra los derechos humanos y la dignidad.
Tony Manero se convierte en un depredador asesino por un suelo de cristal en el que poder bailar como Tony Manero. Por culpa de un amor no correspondido, Mario Cornejo también se convierte en asesino en Post Mortem; y ambos personajes actúan con total impunidad. Y en NO, sin cometer un delito, Luis Guzmán se convierte en un ardiente defensor de la democracia que triunfa tras el plebiscito nacional después de haber sido un firme defensor y colaborador de la dictadura. Y sin asumir ningún coste ético.
Siguiendo esta lógica, El Club me parece un análisis realista de una situación política, social y religiosa, y sobre todo una reflexión sobre la justicia (o más bien, la falta de ella). Las redes de poder siguen funcionando, ocultas en las sombras y al abrigo de la impunidad de la que continúan disfrutando ciertos grupos.
El tratamiento estético y la estructura narrativa de esta película superan con creces el realismo más extremo. Y por eso creo que esta cinta es testimonial, radicalmente política y auténtica porque materializa un sueño común: que esos promotores de la fe, esos guardianes de una casta, se expongan al juicio de la ciudadanía, a un juicio histórico, porque la sociedad civil ha dirigido, aprovechado y alimentado sus actos; porque han olvidado y menospreciado el concepto de reciprocidad; porque no han respetado el contrato social.
P: ¿Hasta qué punto se necesita tener fe para interpretar el papel de un sacerdote?
R: No sé si el sacerdote que interpreto, o cualquiera de los otros, tienen verdadera fe; lo que hacen es integrarse en una congregación religiosa para cobijarse en un nicho, en esa casa al borde del abismo, como un grupo de cobardes que temen enfrentarse a la vida.
Retomando la pregunta, si te estás refiriendo al dogma de la fe, eso no tiene nada que ver conmigo.
Si me preguntas por la fe como vínculo humano conmigo mismo, mi vecino, y el mundo, bueno, en eso consiste mi trabajo.
No me resultó necesario recurrir a la noción de fe religiosa para interpretar este papel. Deposité mi fe, o más bien mi fidelidad, en los textos, en las imágenes, en la naturaleza emocional que transmiten estas imágenes. Y también está la confianza, que también es fe, en el director, Pablo Larraín.
Entrevista con Roberto Farías (Sandokán)
P: Tu personaje, Sandokan, representa una clase social y un lugar que vive la religión de forma muy particular. ¿Cómo te enfrentaste al personaje desde ese punto de vista?
R: Desde una situación muy precaria de no tener muchas alternativas para creer. Sandokan cree en algo concreto que le protegió, le ayudó y con lo que creció; algo que le permitió sobrevivir. Ve la fe como algo más concreto y funcional, y no como algo filosófico o espiritual. Le forzaron a ceder a todas las humillaciones y placeres corruptos de los sacerdotes que le protegieron, en este caso, Matías Lazcano. En esta película, el amor y la fe están desnaturalizados.
Se considera que los abusos, las caricias o la penetración son una ofrenda a un dios que sólo protege, oculta y vela por los millonarios. No hay duda de que esta reflexión corresponde a una inteligencia mucho mayor que la de Sandokan. Él es más básico, más visceral. No dispone de los mecanismos ni de las claves que le permitirían tener una inteligencia emocional con la que cambiar su propio destino. En otras palabras, hablamos de la fe... y en nombre de la fe, de Dios y de la iglesia, todo vale.
P: ¿Cuál fue la mayor dificultad a la hora de interpretar a este personaje?
R: La forma de enfrentarse a este personaje fue, sin duda, trabajar con esa imaginería vivencial sórdida, repleta de imágenes concretas de abusos de alto voltaje. El lenguaje es duro, vulgar y crudo... penetraciones, prepucio, eyaculaciones. Puede parecer raro, pero apropiarse de estos textos, acontecimientos e imágenes, verbalizarlos, imaginarlos y verlos, es difícil y complicado. El mapa que trazas pasa por el cuerpo y el alma. A pesar de que intentas distanciarte de él, sigues teniendo tus propias opiniones. Pero no hay que olvidar que se trata de un personaje, que no eres tú. Aún así, la línea es muy fina, y al final acabas perdido, confuso y padeciendo el calvario de Sandokan... un hombre al que sólo dan migajas y que tiene que luchar por ellas con las palomas.
Entrevista con Antonio Zegers (Madre Mónica)
P: ¿Qué te ha parecido interpretar a la única mujer de la película, una monja retirada que vive en una casa con otros cinco hombres?
R: Más que hacer hincapié en cómo se relaciona el personaje con cinco hombres, la película se centra en que los considera sus chicos, sus hermanos. Le gusta mucho la rutina diaria de vivir con ellos porque por encima de todo, cuidar de ellos significa que puede escapar de sí misma y ser feliz.
P: ¿Qué ha significado para ti trabajar con un personaje que no se siente a gusto con la idea de la redención y el perdón?
R: Ella encuentra la redención, el perdón y la alegría en esa casa y en cada regla que hay que cumplir.
Del amanecer al anochecer, encuentra la paz en las tareas diarias que conllevan ocuparse de estos hombres.
Cada regla la libera de sí misma, le da la oportunidad de vivir a través de los demás, de evitar el contacto.
El clubDirigida por Pablo Larraín