Un largo fin de semana en la vida de una pareja mayor de Nueva York que intenta vender su apartamento del East Village donde han vivido más de 40 años. Ruth es una profesora retirada y Alex es artista. Ambos quieren mudarse a un nuevo apartamento y mientras esperan ofertas, recuerdan juntos los años vividos en su hogar.
La historia
Hace 40 años, el joven artista Alex Carver (Korey Jackson) compró un apartamento deteriorado de dos dormitorios en una parte poco urbanizada de Brooklyn para él y su esposa, la maestra Ruth (Claire van der Boom). Ahora, su vecindario está de moda, y su apartamento vale una pequeña fortuna. Por cuanto atañe a ellos, la ahora retirada Ruth (Diane Keaton) y el aún pintor en activo Alex (Morgan Freeman) no han cambiado. Siguen igual de enamorados que siempre. Pero han permitido que la sobrina de Ruth, Lily (Cynthia Nixon), agente inmobiliario, calcule el precio de venta de acuerdo con lo que el mercado pueda afrontar.
Entonces, el destino se entromete dos veces la víspera del día de puertas abiertas. Primero, se rumorea que un gran camión cisterna abandonado en un puente puede significar un ataque terrorista, lo que hace que los media hayan acudido generando un tráfico frenético y rugiente y una serie de actitudes en la gente en lo que atañe a vivir en Nueva York. Pero cerca de casa todavía hay otro problema muy real e inquietante: Dorothy, la queridísima perra de Carver que cuenta con 10 años de edad, de súbito tiene dificultades para mantenerse derecha y para caminar. Alex y Ruth se adentran en taxi en la ciudad, donde el pronóstico resulta incierto. Cualquier tratamiento, además, va a costar con probabilidad miles de dólares.
Mientras discuten qué puede suceder con Dorothy, los Carver, con sentimientros encontrados, abren su casa a una serie de posibles y raros compradores, pues a un tiempo el espectáculo les entretiene, pero también les contraría ahogadamente la perspectiva de que este enorme cambio pueda muy bien devenir cierto. En un arrebato, Ruth convence a Alex para ir a la búsqueda de apartamento en Manhattan, donde milagrosamente se topan con el lugar ideal, pues además pueden afrontarlo. Mientras las emociones asociadas a los cambios inminentes en sus vidas se hacen más intensas, el mundo que les rodea parece reflejar su propio caos y confusión. Tanto si deciden cambiar sus vidas drásticamente como si optan sencillamente por quedarse tal cual con lo que tienen, Ruth y Alex toman consciencia del vínculo que les mantiene juntos, ese amor que les ha unido todos estos años y que seguramente les permitirá también abrirse paso a través de un fin de semana de locos.